domingo, 28 de enero de 2024

ANATOMÍA DE UNA CAÍDA - de Justine Triet

Francia,2023

En los últimos dos meses he visto tres películas francesas sobre juicios a cual mejor, pero ésta es la más floja. Las otras dos son Una íntima convicción (Antoine Raimbault, 2018) que supera a ésta en intriga y pasión por el procedimiento judicial; y El acusado (Les choses humaines,  Yvan Attal, 2021), una formidable película donde el debate traspasa lo judicial hasta convertirse en una reflexión social profunda y nada maniquea sobre el consentimiento y todas sus aristas. 

Anatomía de una caída gira en torno a un matrimonio que ha regresado desde Londres al pueblo de la infancia del marido, en Los Alpes franceses. Él ya no quiere seguir dando clases sino convertirse en escritor. Pero es un deseo largamente frustrado: abandonó una novela a medias y nunca acaba de atacar de lleno su presunta vocación. Mientras tanto su mujer ya ha publicado un puñado de libros. La película comienza en el salón de su casa de montaña, con la mujer atendiendo a una periodista que ha venido a entrevistarla. De pronto, en medio de la conversación, suena una música ensordecedora que proviene del ático, donde el marido se encuentra realizando arreglos. La tensión es evidente, la mujer le reconoce a su entrevistadora que ha sido mala idea citarla allí y la periodista acaba yéndose. En el plano siguiente el hijo, que quedó prácticamente ciego por un accidente del que se culpa el marido -no fue a recogerlo a tiempo al colegio-, regresa a la casa después de pasear al perro y allí, delante del porche, se encuentra el cadáver de su padre con una gran brecha en la cabeza.














Durante el resto del metraje se intentará dilucidar en un juicio si fue un accidente, un suicidio o una asesinato por parte de la esposa. Esta última hipótesis cobra certeza cuando los investigadores descubren un pen drive donde el marido tenía grabada la acalorada discusión que tuvo el matrimonio justo el día anterior a su muerte. 

Anatomía de una caída aborda las relaciones de pareja y tangencialmente cuestiones de género y sentimientos de culpabilidad. La película tiene una duración que se alarga hasta las dos horas y media, pero hay que decir que tiene buen ritmo y nunca decae el interés. También que la realización nunca se eleva por encima de la media, es meramente funcional, sin planos o movimientos de cámara que nos digan algo especial. Todo gira alrededor de la mujer pero no hay malicia, ni suspense más allá de si la declararán culpable o no.

Aunque esta tensión es suficiente para ver con gusto la película, no está ahí el centro neurálgico de la historia. Las intervenciones en el juicio y todo lo que tiene que revivir la esposa tienen que ver con ofrecernos una visión de los problemas de pareja. Ahí está el meollo; pero creo que presentándose como un thriller judicial no da la talla. La narración está carente de intriga o giros más allá de último y definitivo que aporta un recuerdo del hijo.


El juicio ocupa una gran parte del metraje y eso no ayuda porque el desarrollo procesal se muestra torpe y atropellado. Durante toda la película me causan extrañeza las acusaciones del fiscal, ya que en su totalidad no son más que meras suposiciones. Hay que tener en cuenta que nunca se ve cómo ocurrió la muerte y las pruebas son mínimas, apenas 3 gotas de sangre y una brecha en la cabeza del marido. Por eso los argumentos del fiscal, airado y condenatorio, no ofrecen más que endebles conjeturas. 

También me extraña la declaración del psiquiatra del marido que se enzarza en una discusión con la mujer, en pleno juicio, sobre la profundidad de la depresión del marido, excediendo los límites de la interpretación y la confidencialidad. Asimismo el trato del juez instructor hacia el hijo me parece fuera de lugar, un tanto despótico y como prejuzgando. 



Tampoco está muy conseguido el convertir el relato en una espiral de metaficción, dado que marido y mujer son escritores y su narrativa es autorreferencial. La entrevistadora le pregunta al inicio sobre el nexo entre realidad y ficción ya que hay mucho de biográfico en sus novelas. También descubrimos que el marido suele grabar conversaciones y discusiones con su esposa como base de su proceso narrativo. Incluso durante el juicio el fiscal lee un párrafo de un libro de la esposa donde un personaje reflexiona sobre los problemas que hay que tener en cuenta a la hora de planificar un asesinato. Creo que este aspecto no está nada definido y podemos zanjarlo como lo hace la abogada defensora, con un “No juzgamos libros, juzgamos hechos”. 

Me quedo, en cambio, con la escena de la bronca del matrimonio, que en el juicio sólo se oye, pero que la directora nos la reproduce en pantalla con los dos implicados. Todo un acierto porque ahí está el corazón de esta película. La bronca es monumental. Tras años de felicidad, frustraciones y desengaños (lo que es la vida en pareja) el marido abre la caja de Pandora de los reproches: quién se ha sacrificado más, quién lleva la batuta, quien se sale siempre con la suya, quién da más, quién recibe menos, dónde está el tiempo para mí... esa enojosa retahíla que acaba incendiando cualquier relación. La actitud de los contrincantes, los asuntos que se tocan, la gradación en el enfado...todo cuadra y se convierte en una coreografía en busca la explosión. Yo creo que esta escena -maravillosamente escrita y magníficamente interpretada- resume y eleva definitivamente la película. Lo cual está en sintonía con el objetivo de la directora, que la escribió junto a su marido, Arthur Harari, durante la pandemia: "Quería poner el foco en una pareja, donde todo es una negociación". 

Cabría interpretar entonces la caída del título, no como algo físico y mortal sino como referida al fracaso de una pareja.  Si aceptamos que éste es el asunto principal no es extraño que su desarrollo criminal-judicial esté un tanto fuera de foco.


No quiero terminar sin subrayar la portentosa actuación de Sandra Hüller, muy medida y llena de sutileza. En cada escena logra el punto exacto de intensidad y emoción, tanto cuando se trata de una declaración judicial, como en las broncas matrimoniales o en las confidencias con su hijo. Parece el despegue definitivo de la carrera de esta actriz alemana que en la presente temporada nos ofrece un doblete extraordinario, ya que también interpreta a la esposa de un comandante de Auschwitz en la sobrecogedora La zona de interés, de Jonathan Glazer.

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