domingo, 14 de enero de 2024

EL CIELO en LA CABEZA - De Antonio Altarriba y Sergio García


En una época en que la xenofobia extiende sus negras alas por Europa y América de la mano de una rampante ultraderecha, el autor Antonio Altarriba pretende poner rostro a esas figuras que muchas veces aparecen borrosas y hacinadas en las pateras que surcan el Mediterráneo camino de Europa.
“Tenía que hablar sobre esa explotación sistemática y esclavizada de los nuevos minerales preciosos de nuestra época electrónica y de la permanencia, ya prácticamente endémica, de la guerra. Una situación de guerra latente que favorece la explotación ilegal de niños en ese tipo de minas y la financiación de las guerrillas por parte de algunas grandes corporaciones internacionales que se benefician luego de las exportaciones ilegales”.
El cielo en la cabeza es una expresión muy conocida en Francia que queda perfectamente reflejada en la magnífica portada de esta novela gráfica: La cabeza de perfil del niño protagonista mira a la lejana Europa mientras una constelación de estrellas ocupa el lugar del cabello en su cabeza. Un protagonista que, tras comprobar que no tiene futuro en África, iniciará su particular odisea hacia Europa.

La escena inicial ya es tremenda. República Democrática del Congo, primer cuarto del siglo XXI. Nivek, de doce años, sobrevive en una mina ilegal de coltán bajo el yugo de una milicia despiadada cuando, de pronto, queda atrapado en sus exiguos túneles. Finalmente es salvado por otro niño, pero no hay motivo de alegría. Sus vidas valen menos que el tiempo que han perdido en la extracción del mineral, por lo que unos guardias pretenden matar al amigo que lo ayudó. En el enfrentamiento, Nivek mata a uno de ellos y esto le habría supuesto la muerte si el líder de la milicia no hubiera valorado su acción como la de un meritorio recluta. De modo que Nivek se alista para salvar su vida y se convierte en kadogo, un niño soldado que, debidamente drogado, se convertirá en una máquina de matar.


Así es el comienzo de esta historia tan terrible como conmovedora. Como soldado la situación de Nivek apenas mejora, simplemente puede comer hasta saciarse; por lo que no tarda en darse cuenta de que no es más que un peón desechable en un juego que no controla. De este modo el adolescente decide iniciar un arriesgado periplo que le conducirá, a través de siete etapas y otros tantos encuentros, hasta la Europa mítica e inexpugnable de sus sueños, de la que apenas sabe que está en el Norte.

Para Nivek cruzar primero la selva, luego el desierto hasta la costa de Libia y llegar al mortífero Mediterráneo, supondrá todo un viaje iniciático que le hará atravesar diversos infiernos (robo, engaño, esclavitud), pero también llegar a lo más profundo de sí mismo.

La historia no es nada complaciente. La realidad que describe es aterradora pero no por eso menos verídica. La historia de Nivek ilustra la realidad de esos migrantes que llaman a las puertas de una Europa muchas veces sorda. Sin embargo la obra resulta de una belleza impresionante, lo cual no hace sino resaltar la terrible paradoja de esta África actual, donde la belleza convive con el horror y los momentos de gracia con los de absoluta barbarie. Esta misma paradoja expresa el cómic, de aspecto colorido y vital a la vez que muchas de sus escenas nos revuelven el estómago y la conciencia moral.






El cielo en la cabeza es un puñetazo en el estómago del complaciente Occidente. Su historia es capaz de provocar desazón y angustia a base de poner rostro y veracidad a esos seres anónimos que muchas veces mueren llamando a sus puertas. La parábola que ha elaborado Altarriba habla de la codicia y de la relación abusiva de Occidente para con África. 

En sus páginas contrasta la brutalidad con el realismo mágico. El propio autor asegura que la historia “tiene mucha crueldad, mucha violencia, pero también hay otros registros como el amor, la amistad, la magia… y unos paisajes africanos bellísimos por los que transcurre la historia". 

El tono de la narración es muy africano, traspasado de animismo y hechicería. Tras la barbarie inicial del niño soldado la obra se adentra en dos relatos más oníricos, quizás ejemplos y tradiciones de donde extraer el aprendizaje: la chica que debe escoger marido entre los cazadores de la tribu y el curandero que debe sanar a un rey moribundo.



Todo lo que le sucede a Nivek es un corolario de situaciones que Altarriba ha documentado con el asesoramiento de expertos que conocen el terreno: como Idoia Moreno de la ONG Jambo Congo* o el doctor Denis Mukwege, Premio Nobel de la Paz en 2018, al que está dedicada esta novela gráfica.
“nuestro cómic se basa en los testimonios de esos chicos, que ha recopilado esta ONG. También nos han facilitado todos los datos sobre esos ritos de iniciación de los niños soldado o sobre los cientos de monarquías que sobreviven en África y que, aunque no tienen un reconocimiento administrativo oficial, si que siguen ejerciendo una gran influencia”.
La dedicatoria de Mukwege -autor del libro "La fuerza de las mujeres"- viene determinada por su defensa de las otras grandes víctimas de esta situación en el Congo, las mujeres; ya que se sigue usando la violación, la tortura y el asesinato de las mujeres como arma de guerra en el Congo. 

Por su parte el ilustrador Sergio García saca un enorme partido de ese tono animista del relato que le ayuda a experimentar con los elementos visuales mientras refuerza las ideas de magia y viaje. Lo que nos ofrece es un abigarrado mundo de ritos y peligros. 


Hace pocas semanas la crítica especializada francesa incluyó este álbum entre los 15 mejores títulos de 2023. Merecidamente.






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Antonio Altarriba (Zaragoza, 1952), Premio Nacional de Cómic, comenta que la historia “surgió de un encuentro casual, en unos premios, con Idoia Moreno de Jambo Congo, una ONG que tiene instalaciones en el Congo. Con solo oírla hablar tres minutos sobre la situación de los niños allí supe que tenía que contar esta historia, porque me quedé totalmente impresionado”. 
La Asociación Jambo Congo acaba de abrir un pequeño centro de salud en Kakutya, en el interior de la selva congoleña, que ofrecerá asistencia sanitaria a más de 120.000 habitantes que no cuentan con ningún médico. Además asisten los partos de mujeres embarazadas y buscan la reinserción de los niños soldado que, con 12 o 14 años se han acostumbrado a matar, que se toman la violencia como un juego infantil y que son muy difíciles de recuperar. Pero esta ONG lo intenta con sesiones de terapia, talleres de albañilería, etc.

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