domingo, 3 de octubre de 2021

El JARDÍN SECRETO - de Frances Hodgson Burnett




Seguro que os ha pasado y quizás en no pocas ocasiones: Ese momento en vuestra vida en que de pronto os encontráis con un libro o una película en donde os reconocéis en vuestra situación actual y su visionado o lectura os provoca un clic, una comprensión instantánea del problema que te ayuda a resolver el nudo que te está asfixiando. La ficción te da la clave para resolver una situación convulsa y real. El destino ha querido ponerme en una encrucijada. Después de unos meses de acoso laboral que me había provocado un episodio de intensa ansiedad, ésta había derivado en una obsesión vengativa. Me encontraba en un círculo vicioso donde sólo pensaba en desquitarme. Nunca en mi vida había sentido un odio tan profundo por alguien y la obsesión ocupaba todas la horas del día y de la noche, provocándome un insomnio pertinaz y enfermizo.

Pero la fortuna es caprichosa y puso a la vez en mis manos este libro y la serie La víctima, de la que pronto hablaré aquí. Pareciera que un terapeuta me hubiera puesto deberes. Las dos historias me enseñaron que el odio y la amargura se alimentan de sí mismos y cuanto más los cebas, más te poseen y te destruyen. Convierten tu vida en una pesadilla. Necesitaba un clic para liberarme y esta sencilla novela sobre unos niños resentidos y aquella serie sobre una madre que sólo vive para vengarse del asesino de su hijo adolescente, me han ayudado a pasar página y asumir que odiando sólo cavamos hacia abajo en el pozo en que nos encontramos.
Ya lo dijo Nelson Mandela: "Al salir por la puerta hacia mi libertad supe que, si no dejaba atrás toda la ira, el odio y el resentimiento, seguiría siendo un prisionero". Hay que pasar página, no condenarse a sí mismo y reiniciar tu vida con sus retos e ilusiones.

El jardín secreto es un pequeño y sencillo clásico que habla del paso de la niñez a la juventud y de cómo bregamos con eso tan difícil e ignoto que es la vida. 



El libro relata la historia de dos niños que, abandonados por sus padres, reaccionan comportándose de forma tiránica y cruel. Mary Lennox es una niña feúcha y mandona que vive en la India donde su padre trabaja para el gobierno inglés. Sus padres no le hacen mucho caso y abandonada al cuidado de los criados se ha convertido en toda una tirana. Pero, de pronto, un terrible brote de cólera arrasa la ciudad y mata a sus padres. Sola en el mundo, la pequeña es enviada a la mansión que su tío Archibald Craven posee en los fríos páramos del norte de Inglaterra. La vida no le sonríe. Al solitario caserón se une que su tío está amargado por haber perdido a su hermosa mujer y viaja constantemente, dejando abandonado a su hijo, un niño desdichado y colérico del que se dice que pronto morirá.

Niño y niña viven en la misma mansión sin verse, compartiendo un espacio frío y remoto en un mundo que les da la espalda. Su amargura viene de lejos. Ambos fueron ocultados de pequeños por ser enfermizos y feúchos. Ahora el niño está encerrado en una recóndita habitación donde está prohibido entrar; mientras que la niña vaga solitaria por una gigantesca mansión que cuenta con más de cien puertas cerradas a cal y canto. La soledad y la rabia hacia un mundo que los condena, convierte a estos niños en unos seres rencorosos y vengativos. Pero como dijo el poeta Robert Frost: "Puedo resumir en tres palabras todo lo que he aprendido de la vida: la vida sigue". Y será la vida en forma de personas sencillas y de una naturaleza que más que nunca se convierte en el diapasón de nuestras emociones, la que encauzará la experiencia vital de estos pequeños. 

De forma directa y clara los leves misterios de este imperecedero clásico van tomando forma: desde el llanto desesperado que resuena por los corredores de la mansión, hasta la aparición de un viejo jardinero gruñón o la de un petirrojo cantarín que parece conocer más de un secreto. Todo confluirá hacia ese misterioso muro que esconde una puerta tras el follaje, condenada desde hace más de diez años. 



Pero no pensemos que es una historia mágica y ñoña. Nada más lejos de la realidad. La magia del relato la aportan los personajes, con su sufrimiento y posterior sanación. Mary Lennox no es la típica niña buena de un cuento de hadas. De hecho el relato comienza así: "Cuando mandaron a Mary Lennox a vivir con su tío a la mansión de Misselthwaite, todo el mundo dijo que era la niña más desagradable que jamás hubiera visto". Es una niña déspota y sin pelos en la lengua. En la India no tenía reparo en insultar a la criada llamándola "cerda" o "hija de cerda", sabiendo que era el peor insulto para un indio. 
Su reacción ante esto es aislarse y convertirse en una persona hosca y poco amigable. "No lloró, pues no era una niña afectiva y jamás se preocupaba de los demás. Pero estaba asustada y también resentida porque nadie se acordaba de su existencia”.
Por su parte el sufrimiento de su primo Colin es la amenaza de muerte que lo mantiene desahuciado en una habitación en la que está prohibido entrar. Ambos niños están intimidados por la enfermedad y la depresión; siendo su reacción de ira y furia. Será el contacto con las gentes sencillas y su trabajo diario, además de con la naturaleza y sus ritmos y estaciones, el asidero que encontrarán para aliviar su dolor e iniciar su crecimiento.

Al principio Mary atormenta a la doncella que le asignan, Martha; pero luego comienza a interesarse por las historias que ésta le cuenta, particularmente las de su angelical y rudo hermano Dickon, de 12 años, que es capaz de comunicarse con los animales. El misterio adquiere la categoría de reto, cuando Martha le refiere la historia del jardín amurallado. Era el jardín predilecto de la difunta Sra. Craven, pero después de su muerte el marido ordenó condenar la puerta y enterrar la llave en el campo. Mary está decidida a entrar en ese lugar mágico en el que su tía encontraba paz y consuelo. 



Llama la atención cómo la niña encuentra en el páramo -antes adusto y fiero- el estímulo que necesita para liberarse de su rencor y volar. Este cambio radical lo provoca el pequeño Dickon con su vitalidad y energía, ayudado por un petirrojo alegre y provocador:
"En ese momento le estaba sucediendo algo muy positivo; en realidad, le habían sucedido cuatro cosas positivas desde que llegó a Misselthwaite: le había parecido que podía entender al petirrojo y que él la entendía a ella; había aprendido a correr al aire libre hasta que entraba en calor; tenía apetito a todas horas por vez primera en su vida; y, por último, había aprendido a apiadarse de los demás. Iba por el buen camino". p.59
En el relato la naturaleza juega un papel esencial. Es la razón del cambio que dota a Mary de un vigor desconocido. Parece decirnos que para crecer primero tenemos que enraizarnos. Los niños exploran juntos el jardín, cortan las ramas muertas y plantan semillas para revitalizarlo. Transformándolo se transforman a sí mismos en personas más felices y saludables. La niña abandona el tono imperioso que utilizaba en la India y aprende a escuchar y a relacionarse con todo lo que la rodea. El petirrojo hace que Mary empiece a reír, a jugar y a comer hasta convertirse en una niña preciosa. También el páramo, con su paisaje agreste y frío, fortalece a Mary y despierta en ella sentimientos de compasión: “El frío del Páramo le estaba limpiando las telarañas de su joven cerebro y, poco a poco, todas las cosas que la rodeaban comenzaron a llamar su atención”.

El Jardín Secreto es un relato inspirador, un espacio que representa la transformación de la naturaleza y también de nuestro interior. Un lugar de descubrimiento y sanación en el que los niños acompasan sus sentimientos a la regeneración de plantas y flores. Podría decirse que el jardín representa ese espacio de nuestra intimidad que a veces nos es desconocida y que cuando lo encontramos nos ayuda a crecer y nos acompaña en la soledad. Así llega a percibirlo Mary: “El jardín le parecía extraño y le daba la sensación de estar a cientos de millas del resto del mundo; pero no se sentía sola”. 



La historia de estos primos conspira contra el orden establecido (el médico de Colin insiste en protegerlo e inmovilizarlo) y también contra nuestros propios temores. La primera vez que Mary se encuentra con el petirrojo le llama la atención que esté solo, como ella. En ese momento reflexiona que "estar sola era precisamente una de las cosas que más la hacían sentirse contrariada". Pero el jardín le ayuda a experimentar el ciclo de las estaciones, la poda, el ensuciarse las manos con la siembra. Allí pasa las horas absorta en el trabajo y descubre la intimidad, "la soledad acompañada" que proporciona la naturaleza. 

El secreto del jardín es proporcionar la cadencia  de la vida. Yo lo relaciono con el clásico tropo del "locus amoenus" que viene desde Homero y Virgilio pasando por Petrarca hasta llegar a Garcilaso de la Vega y al Shakespeare de Sueño de una noche de verano: un lugar grato y deleitoso que nos ayuda a superar el dolor y descubrir el calor de las relaciones humanas; donde la naturaleza se convierte en el antídoto de la depresión y la tristeza.
"Los pensamientos, los simples pensamientos, son tan poderosos como las pilas eléctricas, tan beneficiosos para uno como la luz del sol o tan perjudiciales como el mismo veneno. Así pues, permitir que penetre en la mente un pensamiento triste o negativo es tan peligroso como dejar que entre en el cuerpo un germen de escarlatina. Y si se permite que una vez dentro se quede allí, es posible que no nos podamos deshacer de él en la vida." pág. 290
Busquemos nuestro jardín secreto.

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