La película se centra en el estilo de vida de unas gentes que viven como nómadas en pleno siglo XXI, en EEUU. Es la adaptación de un libro documental escrito por Jessica Bruder, que compartió la vida de estos workampers para conocer a fondo su situación.
La protagonista es Fern (una Frances McDormand con una hondura dramática estremecedora) que tras la muerte de su marido y la crisis financiera de 2008, comprueba cómo todo se desmorona a su alrededor: la crisis cerró la mina donde trabajaban y hasta el pueblo que se había creado a su alrededor desaparece. Fern busca una salida pero sólo le invitan a jubilarse recibiendo una paga miserable. Así que se dispone a afrontar una nueva vida preparando su furgoneta para vivir en ella de forma trashumante, recorriendo el país como trabajadora temporera: la campaña de Navidad en unos almacenes de Amazon, la temporada de verano en un camping o la temporada de otoño en la recogida de remolacha. Entre medias tendrá distintos encuentros con otros nómadas de los que extraerá (y nosotros con ella) una experiencia vital profunda y conmovedora.
La verdad es que ver a estas mujeres de avanzada edad trabajando duro para lograr vivir en condiciones precarias, me hizo pensar que iba a asistir al drama de quienes viven en la cuneta del sueño americano. Una crítica a la sociedad y a la economía capitalista. Pero no es este el centro de la película; sino el retrato de estas gentes y su filosofía de vida, siempre en el camino.
Lo que nos ofrece Chloé Zhao es un retrato íntimo y emotivo de una forma de vivir muy radical. No puedo evitar sentir el profundo desarraigo en el que viven estas gentes y la soledad tan extrema que les rodea a veces me araña las entrañas. Pero también se nos muestra una forma de vida plena en estas autocaravanas que giran como satélites autosuficientes por el territorio americano. Una opción de vida donde encontramos a gente solitaria, entrañable y muy generosa que, de vez en cuando, coincide en un punto de encuentro, donde se intercambian experiencias y "cosas": siempre están regalando lo poco que tienen, ¡es tan poco lo que necesitan!.
Pero sólo se reúnen unos pocos días.
Rápidamente cada uno sigue su camino. La imagen que nos dejan la apunta uno de ellos: son como los pioneros que recorrían las praderas buscando su sitio. Aunque parece que el de ellos no está en ningún lugar más que en el propio camino. Los nómadas nunca dicen adiós, sino "nos vemos en el camino", porque el viaje nunca acaba y cíclicamente se volverán a encontrar. Incluso cuando una de ellas muere, éste es el brindis que todos hacen para recordarla: ¡Nos vemos en el camino!
La película fluye con una autenticidad y una sensibilidad conmovedoras y ello se debe a un puñado de factores que empiezan por la cadencia poética del relato, sigue por una fotografía llena de emociones que debemos a Joshua James Richards y desemboca en el hecho de que la directora ha contado con los propios homeworkers a los que Jessica Bruder entrevistó para su libro: sus testimonios, miradas y experiencias son genuinos y traspasan la pantalla. A ellos sólo se han sumado dos actores profesionales, Frances McDormand y David Strathairn.
La película acompaña a Fern en su primer periplo anual como nómada y ella nos hace de guía por este universo un tanto desolador que habitan gentes como Linda May, Swankie o el propio gurú de estos nómadas, Bob Wells, que concibe esta forma de vivir como la rebelión ante "la tiranía del dólar". Ellos nos muestran cómo es vivir sin ningún tipo de ataduras, desnudando las trampas financieras de la propiedad privada y el hiperconsumo para acercarse a un sentido de la vida verdaderamente radical: "Necesitamos el contacto con la tierra y el poder rejuvenecedor de la naturaleza", reflexiona otro de ellos. El viaje, la naturaleza y el sentido de comunidad centran esta forma de estar en el mundo que la película recoge con una extraña hermosura y una punzante melancolía.
"No soy una persona sin hogar. No tengo casa, que no es lo mismo", dice Fern. Y cuando se baña desnuda en un río o mira un atardecer tan hermoso como desolador en el desierto, logra trasladarnos esa bocanada de libertad tan descomunal que ella respira.
En el libro, una de las protagonistas -Swankie- nos refiere su punto de vista: “Algunos lo llaman un ‘viaje’ o una ‘aventura’. Pero yo no. Para mí se trata de exprimir la vida al máximo y dar lo mejor de mí. Antes pensaba que lo más importante era formar parte de la vida de mis hijos y nietos, pero no nos estaba yendo bien ni a ellos ni a mí. Me causaba mucha tristeza y frustración. Tuve que recalibrar mis objetivos y centrarme en llevar una vida más sana. Para mí, la solución fue ser nómada. No soy una aventurera, ni estoy haciendo turismo, ni hago escapadas antes de volver a casa. No tengo hogar fijo. Todo lo que tengo lo llevo conmigo. No tengo que volver a ningún sitio a recoger nada. Ser nómada es una elección, no una circunstancia”.
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👉 El contacto con la naturaleza es uno de los meollos que tiene la película y la directora ha cuidado con mimo cada una de las localizaciones, las cuales llegan a representar verdaderos estados de ánimo. Por supuesto, y aunque no aparezcan en el libro de Jessica Bruder, no faltan las Badlands, de Dakota del Sur, esas tierras baldías que se erizan con formas y colores imposibles. Zhao ha convertido este paisaje desértico y mágico es una especie de talismán o metáfora para su cine. Allí también rodó sus dos primeras películas, Songs My Brother Taught Me (2015) y también la maravillosa The Rider (2017).
También aparece el mítico Wall Drug, complejo de restaurantes y parque recreativo ubicado en la Interstate 90, el Point Arena, en el Condado de Mendocino, California y otros lugares de Nebraska y Arizona.
Apúntate al viaje.
👉 Bonus Track.- En este artículo de The Guardian, Stevie Trujillo cuenta su experiencia en una autocaravana.
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