miércoles, 27 de enero de 2021

HÉCTOR ABAD FACIOLINCE: El novelista en la Biblioteca de Babel - por Orlando Mejía Rivera













En su libro "La generación mutante" sobre los nuevos narradores colombianos, el escritor y profesor Orlando Mejía Rivera nos propone una idea del escritor contemporáneo como lector-escritor.







“Ahora estoy convencido de que la literatura, la de hoy
por lo menos, es una mierda, una vanidad inútil, un ruido
que se añade a la música de los siglos, cuando escribir
era todavía algo valioso. Ya no sabemos escribir historias,y Medellín jamás tendrá su Balzac”
                                                      Héctor Abad Faciolince. Basura.



Héctor Abad Faciolince: El novelista en la Biblioteca de Babel 


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Héctor Abad Faciolince, novelista, cuentista, periodista y traductor del italiano al español (de autores como Umberto Eco, Bufalino y Lampedusa), nació en Medellín en el año de 1958. Fue el director de la revista de la universidad de Antioquia y ha sido columnista en el periódico El Espectador y en la revista Cromos. En la actualidad es colaborador de la revista literaria El Malpensante y de Cambio, donde se ha caracterizado por la irreverencia y el decir las cosas por su nombre, en una nación que todavía le rinde culto a la mentira y a las hipócritas “buenas maneras”.

Su vida ha transcurrido más tiempo fuera del país que en su ciudad natal, pues durante unos diez años, y a raíz del asesinato de su padre (médico salubrista, ensayista, profesor universitario e intelectual de izquierda), vivió en Italia. Luego retornó a Colombia, pero en los últimos años reside entre Medellín y cualquier ciudad del mundo dando conferencias, seminarios de literatura o escribiendo de ciudades extrañas como, por ejemplo, El Cairo. Estudió periodismo en la Universidad de Antioquia y Literaturas y lenguas modernas en la universidad de Turín.

Autor del libro de cuentos Malos pensamientos (1991), de las novelas Asuntos de un hidalgo disoluto (1994), Fragmentos de amor furtivo (1998), Basura (2000), y del inclasificable texto Tratado de culinaria para mujeres tristes (1997). Con su novela Basura ganó, en marzo de 2000, el I premio de narrativa americana innovadora organizado por Casa de América de Madrid y la editorial española Lengua de trapo.

(Posteriormente ha publicado El olvido que seremos, Angosta y La Oculta)


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Imagino a Héctor Abad como el novelista en la biblioteca de Babel de Borges: recorre los estantes de los libros arquetipicos y eternos, los abre, los lee, y luego los olvida. Después se sienta y escribe sus versiones de las mismas historias que siempre han sido la literatura, pero renovadas con el lenguaje y la mirada de un lector-escritor contemporáneo que juega a parodiar los clásicos y los autores que fundaron los géneros narrativos.

Por eso es lógico y obvio encontrar en los libros de Abad Faciolince los ecos intertextuales de obras, escritores y temas literarios. En Asuntos de un Hidalgo disoluto donde las memorias de Gaspar Medina están recorridas por la parodia a Don Quijote de Cervantes, a Gargantua y Pantagruel de Rabelais, al Candido o el optimismo de Voltaire, a Jacques el fatalista de Diderot, a la novela picaresca española y al tema medieval del amor cortes (como lo analiza bien el crítico Mauricio Vélez Upegui)[1].

Los consejos del Tratado de culinaria para mujeres tristes son la síntesis paródica de la obra "ligera" del poeta romano Ovidio: desde su Arte de amar, Remedios de amor, hasta De los Medicamentos de la cara, manual de maquillaje. Pero también es la recreación de un género literario que nació en la Edad Media, cuando debido a que los hombres europeos se alistaron de forma masiva en las guerras de las cruzadas religiosas, las mujeres quedaron en sus casas y se convirtieron en las principales lectoras de la época. Como ahora, cuando empieza a predominar las escritoras y las lectoras de ficción, pues los hombres están muy ocupados con las nuevas "guerras" de las tecnologías del mercado y las transnacionales de la globalización.

En Fragmentos de amor furtivo la historia de amor y sexo entre Rodrigo y Susana, en medio de la "peste de plomo" de Medellín, está presente la atmósfera del Decamerón de Bocaccio y la Sherezada de las Mil y una noches cuando Susana relata a Rodrigo las historias de su pasado erótico, para curarlo del mal de la impotencia, y así evitar que otra cabeza, la más importante la del segundo piso, ruede por el suelo para siempre.

En Basura Héctor Abad parodia no un libro ni un tema literario, sino una idea de la teoría crítica, "el grado cero de la escritura" que el francés Barthes pronosticaba para los narradores de la modernidad: Si ya todo está escrito y la idea de la literatura como sublime camino de la búsqueda de la verdad y la transformación social del mundo, sólo produce hoy una risa sarcástica o un suspiro de nostalgia, entonces... ¿Qué queda? quizá el silencio, o la levedad (a lo Italo Calvino) de parodiar y reescribir, de reemplazar con humor negro la antigua trascendencia de la literatura, pero, sin esperar ya nada, pues el escritor moderno es consciente de la inutilidad de su obra y de la ficción misma.

Basura es la novela trágica de ese lúcido narrador en la biblioteca de Babel, atragantado de palabras de otros, que vuelve a recordar todo lo que leyó y al compararse con los libros arquetipicos de los estantes, sabe qué o se vuelve humilde y asume su papel de "re-creador" de la literatura, o se llena de ira y angustia y se bloquea como escribidor al pretender crear "una obra maestra". Abad Faciolince al contrario de su personaje Bernardo Davanzati (un escritor amargado, -- nunca escribió nada que le gustara -- y fracasado -- los críticos destrozaron su primera novela publicada --, que sólo sigue escribiendo para botar a la basura) escogió la primera vía: escribir y divertirse, jugar con él mismo y el lector, pensar con el cuerpo (como enseñaban los chinos) y, de forma paradójica, mostrar realidades y honduras "míticas" del "Ser colombiano" mediante los vehículos narrativos de la tradición cultural y la re-escritura de los textos de la literatura universal. Además la parodia es la fuente originaria de la novela moderna. A veces se olvida, sobre todo a los petulantes que se creen originales o que exigen originalidad de otros, que Cervantes escribió el Quijote como parodia de las novelas de caballería.

El mundo literario de Héctor Abad, que poco a poco se hace más sólido y gratificante para el lector, me recuerda esa otra genial idea de Borges: la mejor literatura se ha hecho por aquellos que nunca han pretendido escribir "grandes obras maestras", sólo escribir, así no más, como un acto fisiológico, como lo más auténtico del Davanzati de Héctor Abad: "Escribo y sé que nunca nadie va a leer lo que escribo, escribo porque tengo el vicio incurable de escribir, escribir como quien orina, ni por gusto ni y a pesar suyo, sino porque es lo más natural, algo con lo que nació, algo que debe hacer diariamente para no morirse y aunque se esté muriendo"[2].


[1] Vèase Mauricio Vèlez Upegui. “De Asuntos de un hidalgo disoluto”. En: Revista Estudios de literatura colombiana. N4, Enero-Junio 1999. pag: 47-74.
[2] Hèctor Abad Faciolince. Basura. Madrid. lengua de trapo. 2000. pag: 21.

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