domingo, 12 de noviembre de 2017

LOS PROTOCOLOS de los SABIOS de SION - de Umberto Eco



La Conspiración es como un legado de Will Eisner ya que la concluyó durante su último mes de vida. En ella realiza un compendio de los hechos históricos y falsedades que llevaron a esta fabulación antisemita a cobrar visos de realidad política. Eisner era judío y de niño, durante la Gran Depresión, padeció los prejuicios y vejaciones que ello entrañaba. Cuando ya adulto se topó con Los Protolos... "un documento supuestamente escrito por líderes judíos que describía detalladamente cómo conspiraban los judíos para apoderarse del mundo", quiso leerlo para comprobar lo que de verdad o mentira hubiera en sus páginas. Le llamaba la atención que "con el paso de los años, cientos de libros y numerosos artículos competentes habían demostrado la infamia de Los protocolos" y a pesar de ello no dejaban de ganar popularidad y credibilidad. Su intención con este volumen fue la de enfrentarse a esa propaganda nefasta a la que denomina "aterrador fraude vampírico". Umberco Eco, filósofo, humanista, sabio; autor de la novela El Cementerio de Praga que abunda literariamente en esta falaz conspiración; redacta la Introducción a esta obra, que conjuga la novela gráfica y el ensayo, para desvelar la verdadera y contrastada historia de este documento que utilizaron como herramienta de poder tanto el Zar Nicolás II, como Adolfo Hitler. Incluso hoy en día, Los Protocolos... se siguen publicando sin alerta de falsedad tanto en el mundo musulmán como en la Rusia del avieso Putin. 

Comienzo de la obra de W. Eisner


















"El aspecto más extraordinario de los Protocolos de los Sabios de Sión no es tanto la historia de su creación como la de su recepción.

Hoy en día se sabe que se trata de una farsa que construyeron la policía y los servicios secretos de al menos tres países, a partir de un collage de distintos textos. Will Eisner lo cuenta de principio a fin tomando en cuenta la investigación más reciente.

En uno de mis ensayos cito fuentes que los expertos no habían tenido en cuenta: por ejemplo, que el “Plan Judío” de los Protocolos para conquistar el mundo sigue, casi de forma literal en algunos casos, el plan jesuita que contó Eugene Sue primero en El judío errante (1844-45) y después en Los misterios del pueblo (1849-57). Las similitudes son tan grandes que me invade la tentación de concluir que el propio Maurice Josy (el escritor satírico francés cuyo panfleto Diálogo en el infierno entre Maquiavelo y Montesquieu, publicado en 1864, está considerado el predecesor directo de Los Protocolos y es un personaje destacado en La conspiración de Eisner) se inspiró en las novelas de Sue.

Pero aún hay más. Los estudiosos de Los Protocolos reconstruyeron previamente la historia de Hermann Gidsche que, en su novela Biarritz, escrita en 1868 y firmada con el seudónimo de Sir John Retcliffe, narra cómo se reunieron las doce tribus de Israel en el cementerio de Praga para urdir la conquista del mundo. Cinco años después, en un panfleto ruso (Los judíos, amos del mundo), la versión ficticia de Gidsche se relata como si de verdad hubiera ocurrido.


En 1881 Le contemporain reeditó la historia y aseguró que procedía de una fuente fidedigna: quién sino el diplomático británico Sir John Readcliff. En 1896, también Francois Bournand incluye los argumentos del Gran Rabino (que esta vez aparece como John Readclif) en su libro Los Judíos, nuestros contemporáneos. Pero nadie reparó en que lo único que había hecho Gidsche era copiar un pasaje de Joseph Balsamo (1849), del novelista francés Alejandro Dumas. En su trabajo, Dumas describe una reunión entre Cagliostro y otros conspiradores masónicos, en el transcurso de la cual esbozan el Misterio del Collar de Diamantes de 1785 y, en el marco del escándalo, crean el clima adecuado para la Revolución Francesa.

Este mosaico de obras casi enteramente ficticias convierte Los protocolos en un texto incoherente que revela sin dificultad su origen, que es la invención. Apenas resulta creíble, a no ser en un folletín o en una ópera, que “los malos” expresen sus maléficos planes de forma tan franca y descarada, como para declarar, como declaran los Antiguos de Sión, que su “ambición es ilimitada, un rencor voraz, un deseo despiadado de venganza y un odio intenso”. Los protocolos se interpretó al principio como un texto serio por una única razón: lo presentaron como una revelación escandalosa procedente de fuentes dignas de confianza. Pero lo que parece increíble es la forma en que esa farsa resurgía de sus cenizas cada vez que alguien demostraba que era, sin lugar a dudas, una farsa. En esos casos la “novela de Los protocolos” empieza de veras a sonar a ficción. Tras la publicación, en 1921, en el Times de Londres, de un artículo en el que se constataba que Los protocolos era un plagio, y cada vez que alguna fuente de peso confirmaba la naturaleza espuria de la obra, alguien volvía a publicarla reivindicando su autenticidad. Y en la actualidad la historia sigue candente en Internet. Es como si, después de Copérnico, de Galileo y de Kepler, uno debiera seguir publicando libros de texto que afirmasen que el Sol gira alrededor de la Tierra.

¿Cómo se puede explicar la capacidad de negación de toda prueba, y la atracción perversa que el libro ejerce aún hoy? La respuesta nos la da la obra de Nesta Webster, un autora antisemita que dedicó su vida a defender este relato del plan Judío. En sus Secret Societies y Subversive Movements, parece estar bien informada y conoce la historia al completo tal y corno Eisner la narra aquí, pero la conclusión que extrae es ésta:

La única opinión que me he formado es que, genuinos o no, Los protocolos representan el programa de una revolución mundial, y que en vista de su naturaleza profética y de su extraordinario parecido con los protocolos de ciertas sociedades del pasado, constituye el trabajo de esas sociedades mismas o de alguien profundamente versado en las tradiciones de la sociedad secreta y capaz de reproducir sus ideas y su fraseología.

Su razonamiento es impecable: “dado que Los protocolos dicen lo que yo decía en mi historia, la corroboran”, o: “Los protocolos confirman la historia que yo creé partiendo de ellos, y por lo tanto son auténticos”. O mejor aún: “Los protocolos podrían ser falsos, pero expresan exactamente lo que los judíos piensan y por lo tanto deben ser considerados auténticos”. En otras palabras, no es que Los protocolos infundan antisemitismo, sino que la necesidad profunda que tiene la gente de identificar a un enemigo les empuja a creer en la obra.

Me parece que, pese a este valeroso libro de Will Eisner, la historia toca a su fin. Pero eso no quita que sea una historia que valga la pena contar, pues debemos luchar contra la Gran Mentira y el odio que genera."



Umberto Eco 
Milán (Italia)

Diciembre de 2005

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