Esta no es una película de terror al uso. Comienza con una sentida lectura de los versos del Inferno de Dante y sus protagonistas son las Musas, esas figuras recurrentes que impulsan la inspiración de los poetas; pero que aquí son convertidas en unos seres maléficos.
Del mismo modo que en Shrek conocimos el reverso del clásico ogro o en el Laberinto de Jim Henson las hadas eran unos seres infernales; aquí nos encontramos con siete musas que en vez de inspiración, transmiten versos secretos como claves impregnadas de poder: su invocación tiene la capacidad de dar vida, producir muerte, sostener un engaño u ofrecer el impulso de la pasión. Los versos como conjuros de poder. La idea es magnífica.
Pero al César lo que es del César. Una idea tan brillante, la constante evolución de la trama y la sostenida intriga proceden todas de una novela muy bien armada por Jose Carlos Somoza, La dama número trece: "Una hermosa novela, escrita por alguien que realmente ama, conoce y entiende la poesía, al mismo tiempo que una maravillosa historia de terror. Su combinación de belleza y violencia me fascina”, ha comentado Jaume Balagueró. De modo que el valor de la película reside en haber conseguido reproducir lo que ya ofrecía esta recomendable novela, una intriga erudita con toques de terror.
Samuel (Elliot Cowan) es profesor en el Trinity College. Después del suicidio de una de sus alumnas, con la que mantenía una relación, vive atormentado por una pesadilla que se repite, el asesinato ritual de una mujer, acosada en su mansión por unos oscuros seres. Al poco tiempo ve en las noticias que el crimen se ha convertido en realidad, con la misma protagonista y en el mismo escenario. Cuando acude a la mansión para buscar indicios se encuentra con Rachel (Ana Ularu), una joven que está allí, como él, impelida por el mismo sueño. Juntos descubrirán un enigmático objeto con inscripciones indescifrables y un círculo esotérico de fervientes estudiosos de la poesía. Todos los datos les remiten a siete musas de maligna intención.
La trama sigue los pasos de una investigación libresca sobre la existencia de una cofradía hermética de amantes de la poesía y una mujer asesinada que ha sembrado una serie de pistas destinadas a sus soñadores. No sólo para que resuelvan el crimen, sino para que la venguen en sus asesinas.
Uno de los mejores ingredientes de la película es ofrecernos el reverso de las idealizadas musas como furias crueles y vengativas cuyas armas son el susurro de ciertos versos letales. Para ello trae a colación versos del Dante, William Blake o Coleridge; pero también la misteriosa "Dark Lady" (Dama Oscura) de la que William Shakespeare habla en sus sonetos más indescifrables; o la leyenda de que el "Paraíso Perdido", de John Milton, fue inspirado por una misteriosa muchacha que vio bailar en las afueras de Florencia.
Por contra cabe decir, que el director no ha sacado todo el partido terrorífico que había en esta mitología infernal. Las dos apariciones de la musa mentirosa son de lo más perturbador de le película; pero en cambio, durante el resto del metraje, son sólo presencias. Lo mismo cabe decir de su atractivo reparto multinacional: Franka Potente, Joanne Whalley, Leonor Watling o Christopher Lloyd son a la vez personajes clave en un punto de la película; pero también demasiado testimoniales.
Por contra cabe decir, que el director no ha sacado todo el partido terrorífico que había en esta mitología infernal. Las dos apariciones de la musa mentirosa son de lo más perturbador de le película; pero en cambio, durante el resto del metraje, son sólo presencias. Lo mismo cabe decir de su atractivo reparto multinacional: Franka Potente, Joanne Whalley, Leonor Watling o Christopher Lloyd son a la vez personajes clave en un punto de la película; pero también demasiado testimoniales.
En cambio creo que la película acierta al buscar su propio territorio y trasladar a Irlanda, tierra de bardos, y a los poetas anglosajones su marco de referencia. Los guionistas, el propio Balagueró junto a Fernando Navarro -escritor de Toro-, logran ofrecernos una nueva perspectiva de la trama que aparece en la novela. En ella el espacio es Madrid, Barcelona y Toledo; y los poetas, Machado, Góngora o Bécquer. Incluso hay un pasaje en el que torturan al hijo de Raquel con un verso de San Juan de la Cruz...
Efectivamente no es un terror al uso. No tiene golpes de efecto ni de sonido. Balagueró filma un elegante thriller sobrenatural de aire clásico, que se desarrolla cadenciosamente como un miserere. La intriga llega a convertirse en escalofrío en un par de escenas: la del sueño premonitorio y la de la Musa que miente, cuando ha acabado con la colaboradora del profesor (Franka Potente). Su terror se basa en la amenaza de algo verdaderamente poderoso, una amenaza inmortal y perversa basada en las poéticas Musas. También tiene su toque actual en el personaje de Rachel, inmigrante del este obligada a prostituirse. Este es un tipo de personaje muy de Balagueró, la mujer sacrificial que ya encontrábamos en "Los sin nombre" o en "Frágiles".
No quiero olvidarme de citar los fantásticos títulos de crédito iniciales. Una maravilla visual (quizás al estilo de los de Westworld) donde la pluma y la tinta se transmutan en tendones y sangre.
El sueño premonitorio del profesor, los versos tallados a cuchillo sobre los cuerpos sacrificados, las pistas escondidas por la mujer asesinada, las "imago" donde las musas esconden su poder, el último superviviente de la cofradía del Círculo (interpretado por Christopher Lloyd), el inesperado giro final,.... todos los ingredientes funcionan en esta intriga poética y perversa.
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