Secuencia de introducción. Una echadora de cartas entreve una amenaza, le sigue un asalto, una persecución de coches. Perfecta.
A continuación títulos de crédito, un hechizo visual mezcla de True Detective y James Bond, mientras suena "Le di a la caza alcance" interpretada por Estrella Morente. Maravillosos.
Después de estos diez minutos intensos y precisos ya no espero que la película falle. Y no falla. Un thriller criminal amargo y contundente. Rodado milimétricamente por un director dotado de oficio, firmeza y un gran conocimiento cinematográfico. Todo ello corroborado en los 25 últimos minutos de la película (el asalto de Toro a la fortaleza de su jefe) que te dejan sin aliento.
A continuación títulos de crédito, un hechizo visual mezcla de True Detective y James Bond, mientras suena "Le di a la caza alcance" interpretada por Estrella Morente. Maravillosos.
Después de estos diez minutos intensos y precisos ya no espero que la película falle. Y no falla. Un thriller criminal amargo y contundente. Rodado milimétricamente por un director dotado de oficio, firmeza y un gran conocimiento cinematográfico. Todo ello corroborado en los 25 últimos minutos de la película (el asalto de Toro a la fortaleza de su jefe) que te dejan sin aliento.
Toro quiere salirse del mundo delincuente en el que lleva metido toda su vida. Pero en su último golpe es detenido. Años después se mantiene alejado de todo. Lleva un taxi, tiene novia y planes. Pero su hermano Jose (Luis Tosar) ha vuelto a cagarla y el capo Rafael Romano (Jose Sacristán) se lo va a cargar. Toro acude a la llamada de la sangre. Intuye que su destino no le va a dejar escapar. Es fácil acordarse de Robert Mitchun en Retorno al pasado, de Jacques Tourneur. En la más reciente y magnética Una historia de violencia con Viggo Mortensen; o incluso en el Carlitos Brigante de Carlito´s way, de Brian de Palma.
Toro comparte con La isla mínima al guionista Rafael Cobos y bien que se nota. En ambas cultiva su gusto por las tramas criminales y por su territorio, Andalucía. El dibujo de la trama es perfecto, con la echadora de cartas abriendo y cerrando la función, estableciendo el fatum que perseguirá al protagonista. Aunque en el medio hay algunas soluciones facilonas que debieran haberse pulido (¿por qué Romano no cae sobre López y su hija, en el hotel, sino que simplemente lo llama?. O el encuentro entre Romano y Tita en el molino, que está resuelto con prisa y ligereza).
Pese a ello, el guión le ofrece a Maíllo estupendos mimbres para componer una película intensa y llena de detalles. Por ejemplo las sentencias que suelta Romano ("España es un país de malos hermanos"), el significado que adquiere la presencia del coche color de rosa o la carta del caballo de espadas, cuyo vuelo sobre el tapete abre y cierra la película conformándola como una profecía autocumplida. O la relación de Toro con su reloj. Cuando lo abandona en el hospital todos sabemos lo que significa.
Podemos decir que como thriller es inferior a La isla mínima, otro guión de Rafael Cobos. O que como película es inferior a Eva, la anterior y maravillosa película de Kike Maíllo. Pero este Toro tiene un trazo seco y nada complaciente que alberga sabiduría en cada plano.
El territorio mítico que dibujaba La isla mínima no aparece tan logrado en esta cinta: los hoteles costeros, ya un poco antiguos, o la imaginería de la Semana Santa, por la que tanto fervor demuestra el capo, no acaban de convertirse en un referente tan perturbador como aquellas marismas y canales. Pero este mapa andaluz un tanto insólito es consistente gracias a la fotografía de Arnau Valls que, con esas montañas de apartamentos en la costa y esos colores tan peculiares, lo hace reconocible.
Creo que los dos valores que sostienen la película son las imágenes que ha rodado Maíllo y montado de forma eléctrica Elena Ruiz y las interpretaciones magnéticas del trío protagonista.
En el capítulo visual no sólo están el prólogo y el desenlace, extraordinarios; también las persecuciones de coches (la que transcurre por el cauce del rio Guadalmedina es espectacular; sin olvidar la escena que precipita todo, cuando Toro vuelve al apartamento para encontrarse con su novia. O en la que los dos hermanos van a ver a Don Rafael Romano para rescatar a la niña: El montaje establece un juego de tensión y miradas cruzadas casi de western.
En el capítulo de interpretaciones Sacristán tiene una presencia y una voz imponentes. Todo un lujo de malvado. Adornado además con ese tufillo a velas y rosarios que a algunos mafiosos les gustan tanto. El nombramiento de Hermano Mayor de la cofradía del Santo Silencio define perfectamente su poder.
Por su parte Tosar nos demuestra lo versátil que es. Mucha gente lo ve simplemente como un tipo duro, un sempiterno Malamadre; pero eso significaría olvidar personajes tan vulnerables y desvalidos como el Crisanto de Operación E o este Jose gafado y pusilánime al que el actor presta todo su carácter.
Siendo así que el asalto de Toro a las Torres de apartamentos Romano me recuerda al de Lee Marvin en Point Blank; constato el nuevo giro que presenta el cine español. Se desperezó hace unos años con una buena ración de películas de terror y últimamente pulsa con nitidez las cuerdas de un thriller perfectamente nacional; donde hay malvados, asesinos y corruptelas mezclados con patria, religión y lazos de sangre. A las pruebas me remito, con la reciente El Desconocido de Dani de la Torre o el ya consagrado Alberto Rodríguez (Grupo 7 y La Isla Mínima). Sin olvidar a Enrique Urbizu que ya en 2002 nos sorprendió con La caja 507, con la que este Toro comparte territorio, la Costa del Sol.
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