Piedra de sol es una obra de 584 versos cuyo carácter es amoroso, filosófico y antropológico. Sus temas son el tiempo, la historia, el amor y la mujer. Los 584 versos son los días que el planeta Venus (Quetzalcóatl en la mitología mexica) emplea en su órbita alrededor del sol.
El título alude a una escultura de 24 toneladas con el rostro de un dios en el centro, rodeado de cuatro cuadrantes que representan las eras por las que ha pasado la Humanidad. El primer anillo que las bordea está formado por los pictogramas de los veinte días del mes del calendario azteca. Un segundo anillo contiene secciones cuadradas con cinco puntos que se creen representan las semanas de cinco días.
Con el pretexto de la piedra, el poeta alude al mito, al paso del tiempo y a su carácter cíclico, a lo efímero de nuestros asuntos. Octavio Paz dota a su poema de movimientos y transiciones que van desde lo cosmogónico a lo confidencial.
Con el pretexto de la piedra, el poeta alude al mito, al paso del tiempo y a su carácter cíclico, a lo efímero de nuestros asuntos. Octavio Paz dota a su poema de movimientos y transiciones que van desde lo cosmogónico a lo confidencial.
PIEDRA DE SOL
La Treizième revient... C'est encor la première;
Et c'est toujours la Seule, - ou c'est le seul moment :
Car es-tu Reine, ô Toi! la première ou dernière?
Es-tu Roi, toi le seul ou le dernier amant?
Gérard de Nerval, "Arthémis"
Un sauce de
cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor
que el viento arquea,
un árbol bien
plantado mas danzante,
un caminar de río
que se curva,
avanza, retrocede,
da un rodeo
y llega siempre:
un caminar tranquilo
de estrella o
primavera sin premura,
agua que con los
párpados cerrados
mana toda la noche
profecías,
unánime presencia
en oleaje,
ola tras ola hasta
cubrirlo todo,
verde soberanía sin
ocaso
como el
deslumbramiento de las alas
cuando se abren en
mitad del cielo,
un caminar entre
las espesuras
de los días futuros
y el aciago
fulgor de la
desdicha como un ave
petrificando el
bosque con su canto
y las felicidades
inminentes
entre las ramas que
se desvanecen,
horas de luz que
pican ya los pájaros,
presagios que se
escapan de la mano,
una presencia como
un canto súbito,
como el viento
cantando en el incendio,
una mirada que
sostiene en vilo
al mundo con sus
mares y sus montes,
cuerpo de luz
filtrado por un ágata,
piernas de luz,
vientre de luz, bahías,
roca solar, cuerpo
color de nube,
color de día rápido
que salta,
la hora centellea y
tiene cuerpo,
el mundo ya es
visible por tu cuerpo,
es transparente por
tu transparencia,
voy entre galerías
de sonidos,
fluyo entre las
presencias resonantes,
voy por las
transparencias como un ciego,
un reflejo me
borra, nazco en otro,
oh bosque de
pilares encantados,
bajo los arcos de
la luz penetro
los corredores de
un otoño diáfano,
voy por tu cuerpo
como por el mundo,
tu vientre es una
plaza soleada,
tus pechos dos
iglesias donde oficia
la sangre sus
misterios paralelos,
mis miradas te
cubren como yedra,
eres una ciudad que
el mar asedia,
una muralla que la
luz divide
en dos mitades de
color durazno,
un paraje de sal,
rocas y pájaros
vestida del color
de mis deseos
como mi pensamiento
vas desnuda,
voy por tus ojos
como por el agua,
los tigres beben
sueño de esos ojos,
el colibrí se quema
en esas llamas,
voy por tu frente
como por la luna,
como la nube por tu
pensamiento,
voy por tu vientre
como por tus sueños,
tu falda de maíz
ondula y canta,
tu falda de
cristal, tu falda de agua,
tus labios, tus
cabellos, tus miradas,
toda la noche
llueves, todo el día
abres mi pecho con
tus dedos de agua,
cierras mis ojos
con tu boca de agua,
sobre mis huesos
llueves, en mi pecho
hunde raíces de
agua un árbol líquido,
voy por tu talle
como por un río,
voy por tu cuerpo
como por un bosque,
como por un sendero
en la montaña
que en un abismo
brusco se termina
voy por tus
pensamientos afilados
y a la salida de tu
blanca frente
mi sombra despeñada
se destroza,
recojo mis
fragmentos uno a uno
y prosigo sin
cuerpo, busco a tientas,
corredores sin fin
de la memoria,
puertas abiertas a
un salón vacío
donde se pudren
todos lo veranos,
las joyas de la sed
arden al fondo,
rostro desvanecido
al recordarlo,
mano que se deshace
si la toco,
cabelleras de
arañas en tumulto
sobre sonrisas de
hace muchos años,
a la salida de mi
frente busco,
busco sin
encontrar, busco un instante,
un rostro de
relámpago y tormenta
corriendo entre los
árboles nocturnos,
rostro de lluvia en
un jardín a obscuras,
agua tenaz que
fluye a mi costado,
busco sin
encontrar, escribo a solas,
no hay nadie, cae
el día, cae el año,
caigo en el
instante, caigo al fondo,
invisible camino
sobre espejos
que repiten mi
imagen destrozada,
piso días,
instantes caminados,
piso los
pensamientos de mi sombra,
piso mi sombra en
busca de un instante,
busco una fecha
viva como un pájaro,
busco el sol de las
cinco de la tarde
templado por los
muros de tezontle:
la hora maduraba
sus racimos
y al abrirse salían
las muchachas
de su entraña
rosada y se esparcían
por los patios de
piedra del colegio,
alta como el otoño
caminaba
envuelta por la luz
bajo la arcada
y el espacio al
ceñirla la vestía
de una piel más
dorada y transparente,
tigre color de luz,
pardo venado
por los alrededores
de la noche,
entrevista muchacha
reclinada
en los balcones
verdes de la lluvia,
adolescente rostro
innumerable,
he olvidado tu
nombre, Melusina,
Laura, Isabel,
Perséfona, María,
tienes todos los
rostros y ninguno,
eres todas las
horas y ninguna,
te pareces al árbol
y a la nube,
eres todos los
pájaros y un astro,
te pareces al filo
de la espada
y a la copa de
sangre del verdugo,
yedra que avanza,
envuelve y desarraiga
al alma y la divide
de sí misma,
escritura de fuego
sobre el jade,
grieta en la roca,
reina de serpientes,
columna de vapor,
fuente en la peña,
circo lunar,
peñasco de las águilas,
grano de anís,
espina diminuta
y mortal que da
penas inmortales,
pastora de los
valles submarinos
y guardiana del
valle de los muertos,
liana que cuelga
del cantil del vértigo,
enredadera, planta
venenosa,
flor de resurrección,
uva de vida,
señora de la flauta
y del relámpago,
terraza del jazmín,
sal en la herida,
ramo de rosas para
el fusilado,
nieve en agosto,
luna del patíbulo,
escritura del mar
sobre el basalto,
escritura del
viento en el desierto,
testamento del sol,
granada, espiga,
rostro de llamas,
rostro devorado,
adolescente rostro
perseguido
años fantasmas,
días circulares
que dan al mismo
patio, al mismo muro,
arde el instante y
son un solo rostro
los sucesivos
rostros de la llama,
todos los nombres
son un solo nombre
todos los rostros
son un solo rostro,
todos los siglos
son un solo instante
y por todos los
siglos de los siglos
cierra el paso al
futuro un par de ojos,
no hay nada frente
a mí, sólo un instante
de ayuntadas
imágenes soñado,
duramente esculpido
contra el sueño,
arrancado a la nada
de esta noche,
a pulso levantado
letra a letra,
mientras afuera el
tiempo se desboca
y golpea las
puertas de mi alma
el mundo con su
horario carnicero,
sólo un instante
mientras las ciudades,
los nombres, lo
sabores, lo vivido,
se desmoronan en mi
frente ciega,
mientras la
pesadumbre de la noche
mi pensamiento
humilla y mi esqueleto,
y mi sangre camina
más despacio
y mis dientes se
aflojan y mis ojos
se nublan y los
días y los años
sus horrores vacíos
acumulan,
mientras el tiempo
cierra su abanico
y no hay nada
detrás de sus imágenes
el instante se
abisma y sobrenada
rodeado de muerte,
amenazado
por la noche y su
lúgubre bostezo,
amenazado por la
algarabía
de la muerte vivaz
y enmascarada
el instante se
abisma y se penetra,
como un puño se
cierra, como un fruto
que madura hacia
dentro de sí mismo
y a sí mismo se
bebe y se derrama
el instante
translúcido se cierra
y madura hacia
dentro, echa raíces,
crece dentro de mí,
me ocupa todo,
me expulsa su
follaje delirante,
mis pensamientos
sólo son su pájaros,
su mercurio circula
por mis venas,
árbol mental,
frutos sabor de tiempo,
oh vida por vivir y
ya vivida,
tiempo que vuelve
en una marejada
y se retira sin
volver el rostro,
lo que pasó no fue
pero está siendo
y silenciosamente
desemboca
en otro instante
que se desvanece:
frente a la tarde
de salitre y piedra
armada de navajas
invisibles
una roja escritura
indescifrable
escribes en mi piel
y esas heridas
como un traje de
llamas me recubren,
ardo sin
consumirme, busco el agua
y en tus ojos no
hay agua, son de piedra,
y tus pechos, tu
vientre, tus caderas
son de piedra, tu
boca sabe a polvo,
tu boca sabe a
tiempo emponzoñado,
tu cuerpo sabe a
pozo sin salida,
pasadizo de espejos
que repiten
los ojos del
sediento, pasadizo
que vuelve siempre
al punto de partida,
y tú me llevas ciego
de la mano
por esas galerías
obstinadas
hacia el centro del
círculo y te yergues
como un fulgor que
se congela en hacha,
como luz que
desuella, fascinante
como el cadalso
para el condenado,
flexible como el
látigo y esbelta
como un arma gemela
de la luna,
y tus palabras
afiladas cavan
mi pecho y me
despueblan y vacían,
uno a uno me
arrancas los recuerdos,
he olvidado mi
nombre, mis amigos
gruñen entre los
cerdos o se pudren
comidos por el sol
en un barranco,
no hay nada en mí
sino una larga herida,
presente sin
ventanas, pensamiento
que vuelve, se
repite, se refleja
y se pierde en su
misma transparencia,
conciencia
traspasada por un ojo
que se mira mirarse
hasta anegarse
de claridad:
yo
vi tu atroz escama,
Melusina, brillar
verdosa al alba,
dormías enroscada
entre las sábanas
y al despertar
gritaste como un pájaro
y caíste sin fin,
quebrada y blanca,
nada quedó de ti
sino tu grito,
y al cabo de los
siglos me descubro
con tos y mala
vista, barajando
viejas fotos:
no
hay nadie, no eres nadie,
un montón de ceniza
y una escoba,
un pellejo colgado
de unos huesos,
un racimo ya seco,
un hoyo negro
y en el fondo del
hoyo los dos ojos
de una niña ahogada
hace mil años,
miradas enterradas
en un pozo,
miradas que nos ven
desde el principio,
mirada niña de la
madre vieja
que ve en el hijo
grande un padre joven,
mirada madre de la
niña sola
que ve en el padre
grande un hijo niño,
miradas que nos
miran desde el fondo
de la vida y son
trampas de la muerte
—¿o es al revés:
caer en esos ojos
es volver a la vida
verdadera?,
¡caer, volver,
soñarme y que me sueñen
otros ojos futuros,
otra vida,
otras nubes,
morirme de otra muerte!
—esta noche me
basta, y este instante
que no acaba de
abrirse y revelarme
dónde estuve, quién
fui, cómo te llamas,
cómo me llamo yo:
¿hacía planes
para el verano —y
todos los veranos—
en Christopher
Street, hace diez años,
con Filis que tenía
dos hoyuelos
donde bebían luz
los gorriones?,
¿por la Reforma
Carmen me decía
"no pesa el
aire, aquí siempre es octubre",
o se lo dijo a otro
que he perdido
o yo lo invento y
nadie me lo ha dicho?,
¿caminé por la
noche de Oaxaca,
inmensa y
verdinegra como un árbol,
hablando solo como
el viento loco
y al llegar a mi
cuarto —siempre un cuarto—
no me reconocieron
los espejos?,
¿desde el hotel
Vernet vimos al alba
bailar con los
castaños — "ya es muy tarde"
decías al peinarte
y yo veía
manchas en la
pared, sin decir nada?,
¿subimos juntos a
la torre, vimos
caer la tarde desde
el arrecife?
¿comimos uvas en
Bidart?, ¿compramos
gardenias en
Perote?,
nombres, sitios,
calles y calles,
rostros, plazas, calles,
estaciones, un
parque, cuartos solos,
manchas en la
pared, alguien se peina,
alguien canta a mi
lado, alguien se viste,
cuartos, lugares,
calles, nombres, cuartos,
Madrid, 1937,
en la Plaza del
Ángel las mujeres
cosían y cantaban
con sus hijos,
después sonó la
alarma y hubo gritos,
casas arrodilladas
en el polvo,
torres hendidas,
frentes esculpidas
y el huracán de los
motores, fijo:
los dos se
desnudaron y se amaron
por defender
nuestra porción eterna,
nuestra ración de
tiempo y paraíso,
tocar nuestra raíz
y recobrarnos,
recobrar nuestra
herencia arrebatada
por ladrones de
vida hace mil siglos,
los dos se
desnudaron y besaron
porque las
desnudeces enlazadas
saltan el tiempo y
son invulnerables,
nada las toca,
vuelven al principio,
no hay tú ni yo,
mañana, ayer ni nombres,
verdad de dos en
sólo un cuerpo y alma,
oh ser total...
cuartos a la deriva
entre ciudades que
se van a pique,
cuartos y calles,
nombres como heridas,
el cuarto con
ventanas a otros cuartos
con el mismo papel
descolorido
donde un hombre en
camisa lee el periódico
o plancha una
mujer; el cuarto claro
que visitan las
ramas de un durazno;
el otro cuarto:
afuera siempre llueve
y hay un patio y
tres niños oxidados;
cuartos que son
navíos que se mecen
en un golfo de luz;
o submarinos:
el silencio se
esparce en olas verdes,
todo lo que tocamos
fosforece;
mausoleos de lujo,
ya roídos
los retratos,
raídos los tapetes;
trampas, celdas,
cavernas encantadas,
pajareras y cuartos
numerados,
todos se
transfiguran, todos vuelan,
cada moldura es
nube, cada puerta
da al mar, al
campo, al aire, cada mesa
es un festín;
cerrados como conchas
el tiempo
inútilmente los asedia,
no hay tiempo ya,
ni muro: ¡espacio, espacio,
abre la mano, coge
esta riqueza,
corta los frutos,
come de la vida,
tiéndete al pie del
árbol, bebe el agua!,
M. Barceló -Encuadre con plato de uvas- |
todo se transfigura
y es sagrado,
es el centro del
mundo cada cuarto,
es la primera
noche, el primer día,
el mundo nace
cuando dos se besan,
gota de luz de
entrañas transparentes
el cuarto como un
fruto se entreabre
o estalla como un
astro taciturno
y las leyes comidas
de ratones,
las rejas de los
bancos y las cárceles,
las rejas de papel,
las alambradas,
los timbres y las
púas y los pinchos,
el sermón monocorde
de las armas,
el escorpión meloso
y con bonete,
el tigre con
chistera, presidente
del Club
Vegetariano y la Cruz Roja,
el burro pedagogo,
el cocodrilo
metido a redentor,
padre de pueblos,
el Jefe, el
tiburón, el arquitecto
del porvenir, el
cerdo uniformado,
el hijo predilecto
de la Iglesia
que se lava la
negra dentadura
con el agua bendita
y toma clases
de inglés y
democracia, las paredes
invisibles, las
máscaras podridas
que dividen al
hombre de los hombres,
al hombre de sí
mismo,
se derrumban
por un instante
inmenso y vislumbramos
nuestra unidad
perdida, el desamparo
que es ser hombres,
la gloria que es ser hombres
y compartir el pan,
el sol, la muerte,
el olvidado asombro
de estar vivos;
amar es combatir,
si dos se besan
el mundo cambia,
encarnan los deseos,
el pensamiento
encarna, brotan las alas
en las espaldas del
esclavo, el mundo
es real y tangible,
el vino es vino,
el pan vuelve a
saber, el agua es agua,
amar es combatir,
es abrir puertas,
dejar de ser
fantasma con un número
a perpetua cadena
condenado
por un amo sin
rostro;
el mundo cambia
si dos se miran y
se reconocen,
amar es desnudarse
de los nombres:
"déjame ser tu
puta", son palabras
de Eloísa, mas él
cedió a las leyes,
la tomó por esposa
y como premio
lo castraron
después;
mejor el crimen,
los amantes
suicidas, el incesto
de los hermanos
como dos espejos
enamorados de su
semejanza,
mejor comer el pan
envenenado,
el adulterio en
lechos de ceniza,
los amores feroces,
el delirio,
su yedra ponzoñosa,
el sodomita
que lleva por
clavel en la solapa
un gargajo, mejor
ser lapidado
en las plazas que
dar vuelta a la noria
que exprime la
substancia de la vida,
cambia la eternidad
en horas huecas,
los minutos en
cárceles, el tiempo
en monedas de cobre
y mierda abstracta;
mejor la castidad,
flor invisible
que se mece en los
tallos del silencio,
el difícil diamante
de los santos
que filtra los
deseos, sacia al tiempo,
nupcias de la
quietud y el movimiento,
canta la soledad en
su corola,
pétalo de cristal
en cada hora,
el mundo se despoja
de sus máscaras
y en su centro,
vibrante transparencia,
lo que llamamos
Dios, el ser sin nombre,
se contempla en la
nada, el ser sin rostro
emerge de sí mismo,
sol de soles,
plenitud de
presencias y de nombres;
sigo mi desvarío,
cuartos, calles,
camino a tientas
por los corredores
del tiempo y subo y
bajo sus peldaños
y sus paredes palpo
y no me muevo,
vuelvo donde
empecé, busco tu rostro,
camino por las
calles de mí mismo
bajo un sol sin
edad, y tú a mi lado
caminas como un
árbol, como un río
caminas y me hablas
como un río,
creces como una
espiga entre mis manos,
lates como una
ardilla entre mis manos,
vuelas como mil
pájaros, tu risa
me ha cubierto de
espumas, tu cabeza
es un astro pequeño
entre mis manos,
el mundo reverdece
si sonríes
comiendo una
naranja,
el mundo cambia
si dos,
vertiginosos y enlazados,
caen sobre las
yerba: el cielo baja,
los árboles
ascienden, el espacio
sólo es luz y
silencio, sólo espacio
abierto para el
águila del ojo,
pasa la blanca
tribu de las nubes,
rompe amarras el
cuerpo, zarpa el alma,
perdemos nuestros
nombres y flotamos
a la deriva entre
el azul y el verde,
tiempo total donde
no pasa nada
sino su propio
transcurrir dichoso,
no pasa nada,
callas, parpadeas
(silencio: cruzó un
ángel este instante
grande como la vida
de cien soles),
¿no pasa nada, sólo
un parpadeo?
—y el festín, el destierro,
el primer crimen,
la quijada del
asno, el ruido opaco
y la mirada
incrédula del muerto
al caer en el llano
ceniciento,
y el repetido grito
de Casandra
más fuerte que los
gritos de las olas,
Sócrates en cadenas
"(el sol nace,
morir es despertar:
"Critón, un gallo
a Esculapio, ya
sano de la vida"),
el chacal que
diserta entre las ruinas
de Nínive, la
sombra que vio Bruto
antes de la
batalla, Moctezuma
en el lecho de
espinas de su insomnio,
el viaje en la
carretera hacia la muerte
—el viaje
interminable mas contado
por Robespierre
minuto tras minuto,
la mandíbula rota
entre las manos—,
Churruca en su
barrica como un trono
escarlata, los
pasos ya contados
de Lincoln al salir
hacia el teatro,
el estertor de
Trotsky y sus quejidos
de jabalí, Madero y
su mirada
que nadie contestó:
¿por qué me matan?,
los carajos, los
ayes, los silencios
del criminal, el
santo, el pobre diablo,
cementerio de
frases y de anécdotas
que los perros
retóricos escarban,
el delirio, el
relincho, el ruido obscuro
que hacemos al
morir y ese jadeo
que la vida que
nace y el sonido
de huesos
machacados en la riña
y la boca de espuma
del profeta
y su grito y el
grito del verdugo
y el grito de la
víctima...
son llamas
los ojos y son
llamas lo que miran,
llama la oreja y el
sonido llama,
brasa los labios y
tizón la lengua,
el tacto y lo que
toca, el pensamiento
y lo pensado, llama
el que lo piensa,
todo se quema, el universo
es llama,
arde la misma nada
que no es nada
sino un pensar en
llamas, al fin humo:
no hay verdugo ni
víctima...
¿y el grito
en la tarde del
viernes?, y el silencio
que se cubre de
signos, el silencio
que dice sin decir,
¿no dice nada?,
¿no son nada los
gritos de los hombres?,
¿no pasa nada
cuando pasa el tiempo?
—no pasa nada, sólo
un parpadeo
del sol, un
movimiento apenas, nada,
no hay redención,
no vuelve atrás el tiempo,
los muertos están
fijos en su muerte
y no pueden morirse
de otra muerte,
intocables,
clavados en su gesto,
desde su soledad,
desde su muerte
sin remedio nos
miran sin mirarnos,
su muerte ya es la
estatua de su vida,
un siempre estar ya
nada para siempre,
cada minuto es nada
para siempre,
un rey fantasma
rige sus latidos
y tu gesto final,
tu dura máscara
labra sobre tu
rostro cambiante:
el monumento somos
de una vida
ajena y no vivida,
apenas nuestra,
—¿la vida, cuándo
fue de veras nuestra?,
¿cuándo somos de
veras lo que somos?,
bien mirado no
somos, nunca somos
a solas sino
vértigo y vacío,
muecas en el
espejo, horror y vómito,
nunca la vida es
nuestra, es de los otros,
la vida no es de
nadie, todos somos
la vida —pan de sol
para los otros,
los otros todos que
nosotros somos—,
soy otro cuando
soy, los actos míos
son más míos si son
también de todos,
para que pueda ser
he de ser otro,
salir de mí,
buscarme entre los otros,
los otros que no
son si yo no existo,
los otros que me
dan plena existencia,
no soy, no hay yo,
siempre somos nosotros,
la vida es otra,
siempre allá, más lejos,
fuera de ti, de mí,
siempre horizonte,
vida que nos
desvive y enajena,
que nos inventa un
rostro y lo desgasta,
hambre de ser, oh
muerte, pan de todos,
Eloísa, Perséfona,
María,
muestra tu rostro
al fin para que vea
mi cara verdadera,
la del otro,
mi cara de nosotros
siempre todos,
Miquel Barceló |
de chófer y de nube
y de marino,
cara de sol y
arroyo y Pedro y Pablo,
cara de solitario
colectivo,
despiértame, ya nazco:
vida y muerte
pactan en ti,
señora de la noche,
torre de claridad,
reina del alba,
virgen lunar, madre
del agua madre,
cuerpo del mundo,
casa de la muerte,
caigo sin fin desde
mi nacimiento,
caigo en mí mismo
sin tocar mi fondo,
recógeme en tus
ojos, junta el polvo
disperso y
reconcilia mis cenizas,
ata mis huesos
divididos, sopla
sobre mi ser,
entiérrame en tu tierra,
tu silencio dé paz
al pensamiento
contra sí mismo
airado;
abre la mano,
señora de semillas
que son días,
el día es inmortal,
asciende, crece,
acaba de nacer y
nunca acaba,
cada día es nacer,
un nacimiento
es cada amanecer y
yo amanezco,
amanecemos todos,
amanece
el sol cara de sol,
Juan amanece
con su cara de Juan
cara de todos,
puerta del ser,
despiértame, amanece,
déjame ver el
rostro de este día,
déjame ver el
rostro de esta noche,
todo se comunica y
transfigura,
arco de sangre,
puente de latidos,
llévame al otro
lado de esta noche,
adonde yo soy tú
somos nosotros,
al reino de
pronombres enlazados,
puerta del ser:
abre tu ser, despierta,
aprende a ser
también, labra tu cara,
trabaja tus
facciones, ten un rostro
para mirar mi
rostro y que te mire,
para mirar la vida
hasta la muerte,
rostro de mar, de
pan, de roca y fuente,
manantial que
disuelve nuestros rostros
en el rostro sin
nombre, el ser sin rostro,
indecible presencia
de presencias...
quiero seguir, ir
más allá, y no puedo:
se despeñó el
instante en otro y otro,
dormí sueños de
piedra que no sueña
y al cabo de los
años como piedras
oí cantar mi sangre
encarcelada,
con un rumor de luz
el mar cantaba,
una a una cedían
las murallas,
todas las puertas
se desmoronaban
y el sol entraba a
saco por mi frente,
despegaba mis
párpados cerrados,
desprendía mi ser
de su envoltura,
me arrancaba de mí,
me separaba
de mi bruto dormir
siglos de piedra
y su magia de
espejos revivía
un sauce de
cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor
que el viento arquea,
un árbol bien
plantado mas danzante,
un caminar de río
que se curva,
avanza, retrocede,
da un rodeo
y llega siempre.
México, 1957
El mismo autor proclamaba que "por ser obra de la Memoria, Piedra de sol es una larga frase circular" donde se confronta la experiencia personal, social y hasta cósmica.
El poema es la consagración del instante único. Su cadencia entre lo efímero y lo eterno se corresponde con una búsqueda exaltada por averiguar el lugar del yo en el mundo.
Una imagen aparece constantemente: el árbol que se vuelve río, el río que se vuelve árbol. Esta dualidad entre quietud y movimiento aparece en varios poemas de Paz; pero además, en Piedra de Sol, se dan cita otras como arcaico-moderno, guerra-amor, instante-eternidad, vigilia-sueño, ciencia-mito.
Una imagen aparece constantemente: el árbol que se vuelve río, el río que se vuelve árbol. Esta dualidad entre quietud y movimiento aparece en varios poemas de Paz; pero además, en Piedra de Sol, se dan cita otras como arcaico-moderno, guerra-amor, instante-eternidad, vigilia-sueño, ciencia-mito.
La alusión al calendario azteca le permite al poeta confrontar la permanencia del mito frente a lo transitorio. Asimismo le permite conjugar el tiempo profano con el sagrado, la existencia individual y la del cosmos.
Se puede decir que el poema emana vitalismo -el amor, la historia, los otros- frente al horror y al absurdo de la fugaz existencia.
José Emilio Pacheco dijo una vez que guardaba tres ejemplares de Piedra de sol: “uno para leer, otro para releer y el último para ser enterrado con él”.
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