-The place beyond the pines-
de Derek Cianfrance
de Derek Cianfrance
Justo el día que la vi en el cine, el estupendo escritor Jordi Soler publicaba un artículo sobre el pensamiento vagabundo de Montaigne (aquí) en el que parecía hablar de ella. Allí se podía leer: "Concentrado en un solo punto, Montaigne lo abarcaba absolutamente todo, nosotros, concentrados en puntos múltiples, no abarcamos casi nada".
Y esto es lo que pasa con esta película estimable y ambiciosa que acaba perdiendo su atado de mieses por no poder abarcarlo.
La cinta enlaza tres películas de distinto calado y compostura, con alguna secuencia muy brillante y grandes actuaciones. Pero al hermoso halo trágico de la primera historia con un Ryan Gosling inmenso, le sucede un sólo decente drama policíaco con Bradley Cooper de policía novato en un departamento corrupto; para concluir con los hijos de ambos cruzando de nuevo, pero ya desangeladamente, sus destinos.
Gosling nos vuelve a regalar un personaje desgarrador y desgarrado que buscando una vida plena solo encuentra caminos tortuosos. Es un motorista de riesgo en una feria ambulante que de pronto, al volver a uno de sus puertos, se encuentra con que tiene un hijo. Su voluntad de asentarse y ejercer de padre sólo será como le dice su pareja -una desaprovechada Eva Mendes- "un bonito sueño". La realidad se encargará de pisotearlo.
En un intento desesperado por conseguir una oportunidad, se convierte en atracador de bancos. El poli que acaba con su carrera centrará la segunda historia. El cambio de protagonista y el giro de los acontecimientos es quizás demasiado brusco, pero la visita que organizan un grupo de policías corruptos a la casa del atracador logra enhebrar muy bien las dos historias.
En un intento desesperado por conseguir una oportunidad, se convierte en atracador de bancos. El poli que acaba con su carrera centrará la segunda historia. El cambio de protagonista y el giro de los acontecimientos es quizás demasiado brusco, pero la visita que organizan un grupo de policías corruptos a la casa del atracador logra enhebrar muy bien las dos historias.
Hasta ahí el drama es tenso, la cámara profundiza en unos personajes con recovecos -atracador y poli, cara y cruz de una misma moneda- y quizás hubiera bastado. Pero a continuación se lanza a contarnos la carrera política del segundo y añade además un nuevo giro trasladando la acción a 15 años después. De este modo los hijos de ambos volverán a cruzarse en una relato ya forzado y anodino. El tono de la película y sus pretensiones están desajustados. El relato íntimo del fracaso, conseguido en la primera historia se desvanece en el resto del metraje.
Tras la valiente y amarga "Blue Valentine", que supuso su debut en el largo, Cianfrance se enfrasca en una novela río que comienza impetuosa y fresca para ir amansándose hasta hacer aguas.
El plano secuencia que abre la película es potente y funciona como una declaración de intenciones. La cámara se prende de la espalda del motorista y lo sigue desde su barraca hasta la carpa y luego a la esfera donde realiza su acrobacia. La promesa es ahondar en unos protagonistas del extrarradio de la sociedad, en sus anhelos de belleza. La cámara en mano es constante al igual que los primerísimos planos.
Habrá quien diga que Gosling repite el papel de Drive y no le faltará razón, pero eso es lo de menos. Cianfrance se aplica a retratar las intimidad de sus personajes y hay un par de face to face entre Goslig y Mendes de verdadera hondura emocional. Pero este retrato de lo íntimo casa mal cuando el relato multiplica los personajes, las vicisitudes y los años.
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