de Daniel Sánchez Arévalo
Notable película a la que le cuesta un poco arrancar pero que una vez metida en faena crece a ojos vista redondeando una función tan atractiva como irregular.
Sobre una situación montada alrededor de la boda del benjamín de cinco hermanos y un padre partido por el dolor, el director y guionista sabe hurgar en los recovecos de cada uno hasta encontrar el pálpito de esas vidas con sus dudas, anhelos y fracasos.
El hecho de que la boda coincida con la final del Mundial que España ganó en Sudáfrica y el homenaje al clásico "Siete novias para siete hermanos" acaban dando cuerpo a una comedia que esconde una hermosa resolución final.
El tema, por supuesto, es la familia, asunto que suele centrar las películas de Sánchez Arévalo desde su debut en el largo con la más dura y redonda AzulOscuroCasiNegro.
Todo comienza con la llegada de uno de los hijos, Caleb (Quim Gutiérrez), que ha pasado dos años como médico en Kenia. Llega confuso. Su padre se está muriendo por una angina de pecho. La novia a la que abandonó está con uno de sus hermanos, mientras el mayor de ellos pena sus problemas económicos con una depresión. Se fue para aclararse y vuelve dispuesto a afrontar la verdad: "viviendo lo que he vivido, veo vuestras preocupaciones y me parecen gilipolleces, y cuando veo que a mí también me preocupan me odio". Su corazón alberga un secreto familiar que le aplasta como una losa.
La banda sonora es extraordinaria y el director la utiliza con habilidad para agilizar la narración. Ya en "Primos" utilizó una tema del cantautor norteamericano Josh Rouse; para este nuevo proyecto le encargó toda la banda sonora.
También el montaje guarda algunas perlas, la más brillante es un montaje en paralelo donde asistimos a la vez a la típica charla de familia del novio con la suya por un lado y de la novia con los suyos por otro: los diálogos y la agilidad de los planos tienen verdadero punch. También hay que contabilizar algunas secuencias en plan videoclip como la entrada de los novios hacia el altar o escenas de sus recuerdos infantiles.
Los actores están muy bien haciendo mención especial a Quim Guitérrez, un actor que poco a poco va ganando hondura. Él lleva el peso de la narración acompañado de un grupo de nuevos valores que saben aprovechar su oportunidad, como los novios Patrick Criado y Arantxa Martí. A subrayar la interpretación de Roberto Álamo como un grandullón con discapacidad mental que aporta ternura y comedia en un papel muy difícil donde te arriesgas al ridículo.
Aunque se hecha en falta un poco de acidez, me ha gustado especialmente el desarrollo de la historia. Sánchez Arévalo ha demostrado tener ideas para hacerla avanzar hasta conformar un relato emotivo y redondo.
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