En el Londres de principios del siglo XX, los seis miembros del Círculo del Crimen se reúnen para intentar explicar un reciente crimen. Entre ellos hay tanto simples aficionados, como una famosa autora teatral, "una brillante novelista que debería haber sido más famosa de lo que era y el más inteligente (aunque no el más amistoso) de los escritores vivos de novelas de detectives".
Su presidente, Sir Roger Sheringham, acuerda con el jefe de policía que cada uno aporte su hipótesis ante un caso cuya investigación está en un callejón sin salida.
Y esto es el libro. Un brillantísimo juego lleno de ingenio y agudeza que desarrolla seis incisivas explicaciones a cual más convincente, pero con seis convictos diferentes.
El club de sir Roger no es un club cualquiera, sus miembros "tenían que demostrar que eran dignos de llevar con honor sus espuelas criminológicas".
"No solo tenían que exhibir un gran interés por todas las ramas de la ciencia relacionadas con la investigación, como por ejemplo la psicología criminal, y conocer al dedillo todos los casos incluyendo los más insignificantes, sino que también debían poseer habilidad constructiva: el candidato debía tener cerebro y saber cómo utilizarlo." pág 10
Este club nos recuerda al Detection Club del que Berkeley fue miembro junto a otros autores de la época dorada de la novela policial inglesa, como Dorothy L. Sayers y su primer presidente, el gran G.K. Chesterton.
La situación de partida no puede ser más inocente y casual.
El mujeriego Graham Bendix llega a su club en Piccadilly donde se encuentra una caja de bombones a su nombre. Ofendido porque el regalo en cuestión forma parte de una grosera campaña comercial, piensa en deshacerse de ellos. A su lado se encuentra sir Eustace Pennefather que se ofrece para quedarse con la cajita. Ha perdido una inocente apuesta con su mujer y piensa que los bombones le servirán de pago. Al día siguiente el matrimonio aparece envenenado, aunque Sir Eustace se salva in extremis.
¿El criminal erró su objetivo o todo estaba previsto?
Las páginas desbordan sutileza e intriga; sin que falte el aloe de una finísima ironía.
"De haberse tratado del señor Bradley, sir Charles le habría replicado con desdén johnsoniano: "Caballero, malditas sean sus teorías". Entorpecido como estaba por los pueriles convencionalismos que rigen la conversación civilizada entre los sexos, solo pudo recurrir a los rayos azules de su mirada iracunda."pág 94
Los enfoques son muy variados, desde la remembranza de crímenes clásicos hasta el desarrollo de métodos deductivos, pasando por el inevitable cherchez la femme.
Uno de los aspectos más interesantes es recoger las reflexiones que el autor vuelca sobre el arte de narrar. La exposición de cada uno de los miembros está adobada con los tics de su personalidad: no olvidemos que Sir Roger es novelista de éxito o que la Sra. Fielder-Flemming es autora teatral.
"-¿Insinúa que ha resuelto nuestro pequeño misterio? -preguntó el señor Bradley sin ningún respeto.La señora Fielder-Flemming lo miró con aire torvo.-Muy a mi pesar -dijo en voz baja y femenina-, así es. -La señora Fielder-Flemming estaba recobrando el aplomo. Consultó sus notas un momento, y luego empezó a hablar con voz más firme-. Siempre he considerado la criminología desde un punto de vista profesional y lo que más me ha interesado siempre de ella han sido sus inmensas potencialidades teatrales. La inevitabilidad del asesinato, la víctima predestinada que lucha vana e inconscientemente contra el hado, el asesino no menos predestinado que avanza primero inconscientemente y luego con total e implacable premeditación hacia su perdición, las causas ocultas, desconocidas tal vez tanto para la víctima como para el asesino y que apremian a ambos para que se cumpla su destino..." pág 83-84
También está presente un escritor de novelas policíacas.
"En cuanto a las pruebas, he basado toda la argumentación contra mí mismo en la coincidencia de que mi hermana poseyera unas cuantas hojas de papel de carta de Mason e Hijos. No les he dicho más que la verdad. Pero no toda la verdad. El arte de las pruebas, como cualquier otro tipo de arte, es, sencillamente, una cuestión de elección. Si uno sabe qué añadir y qué quitar se pude demostrar cualquier cosa de manera convincente." pág 150
La novela proviene de un cuento previo escrito por el mismo Berkeley, El Azar Vengador; el cual recibió encendidos elogios de su Club. Y es que el autor disponía de toda una teoría sobre el modo en que el azar interviene en la resolución de los casos.
"Lo del papel que desempeña la suerte en la resolución de los misterios criminales es un asunto curioso -meditó Roger-. De hecho, recuerdo que estuve hablándolo con Moresby en relación con este mismo caso. Le señalé el gran número de crímenes imposibles de resolver que Scotland Yard acaba desentrañando por pura suerte: una prueba vital que aparece por así decirlo porque sí, o una información proporcionada por una mujer enfadada porque su marido le dio motivos para ponerse celosa justo antes de cometerse el crimen. Cosas así ocurren constantemente. Le sugerí a Moresby que, si alguna vez quería rodar una película sobre dicho asunto, la titulase La Providencia vengadora." pág. 175
Un final sorprendente y asombroso culmina esta novela de porte elegante y gusto clásico que rezuma ingenio y perspicacia hasta deslumbrarnos.
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