sábado, 24 de febrero de 2024

LOS SUEÑOS de EINSTEIN - de Alan Lightman


¿Quién no ha experimentado alguna vez que el tiempo se para si estás aburrido o vuela cuando estás disfrutando? El tiempo es el fluido inaprensible de nuestras vidas. Una dimensión que nos resulta incógnita y proclive a lo fantástico. En el tiempo, escribe Lightman, hay una infinidad de mundos y con espíritu aventurero nos propone una seductora exploración alrededor de su naturaleza y repercusión en la vida humana.

Todo comienza en la tranquila ciudad suiza de Berna, en 1905, cuando un invisible reloj de pared señala las seis y diez en una oficina de patentes llena de fajos de expedientes. En la mortecina luz del amanecer un joven oficinista duerme en su silla. Ha estado trabajando toda la noche. “Tiene en la mano veinte páginas arrugadas: la nueva teoría del tiempo que enviará hoy por correo a una revista alemana de física”. Los últimos meses ha estado soñando con el tiempo y el espacio, buceando en ideas sobre su índole que ningún ser humano había imaginado antes. 

Se trata de un Albert Einstein de ficción que sueña mundos en los que el tiempo se comporta de forma moldeable. Sus sueños se han solapado a sus investigaciones. Lo han desgastado y fatigado de tal modo que a veces no sabe si está despierto o dormido. Pero ya ha terminado. Entre las posibles naturalezas del tiempo, una le parece la más convincente y acabará plasmada en sus dos teorías: la de la Relatividad General, ligada al campo gravitatorio y a los sistemas de referencia; y la de la Relatividad Especial, más relacionada con la física del movimiento en función del espacio-tiempo. Estos trabajos cambiaron por completo la visión del Universo y de muchos fenómenos y conceptos como el tiempo, el espacio y la gravedad.


Alan Lightman, físico y profesor de Humanidades en el MIT, especula con esos meses previos a que Einstein alcanzara su teoría y rastrea los dispares mundos que podría haber soñado bajo cada «una de las muchas naturalezas posibles del tiempo»: en uno de esos mundos Einstein sueña que el tiempo es un círculo que se pliega sobre sí mismo haciendo que todo vuelva a suceder de nuevo. En otro mundo el tiempo discurre hacia atrás, en otro el tiempo es lento mientras en el de al lado es acelerado. Unos mundos virtuales y desconcertantes que el joven Einstein pudo haber soñado antes de demostrar que el tiempo no es una dimensión absoluta y que, por tanto, no se mide igual en todas las circunstancias, ni es el mismo en cada punto del Universo.

El libro consta de treinta relatos breves que nos permiten visitar mundos dispares que el tiempo ha forjado drásticamente. Con un espíritu semejante al del Borges más metafísico o al del Italo Calvino de las Ciudades invisibles, Lightman se plantea cómo sería cada mundo y cómo afectaría a la gente si el fluir del tiempo tuviera una naturaleza distinta a la que conocemos.



Así Einstein llega a soñar un mundo en el que el tiempo es como un flujo de agua, como un riachuelo. Pero también otro que avanza a saltos como un grillo. Y otro que tiene tres dimensiones por lo que los acontecimientos se producen de tres maneras distintas simultáneamente. También un mundo en el que todos viven eternamente y nadie puede liberarse de su pasado. Y hasta un mundo en el que sólo se vive un día porque el tiempo se acaba al día siguiente. Allí los hombres viven el último minuto del universo sonriendo y siendo corteses, porque «en un mundo de un día, todos somos iguales».

Pero claro, si el tiempo fuera circular y todo se repitiera exactamente una y otra vez hasta el infinito, ¿no sería una pesadilla?. O imaginemos un mundo donde el tiempo es local y corre a diferente velocidad según en qué ciudad estés, ¿nos atreveríamos a hacer turismo o sería una experiencia demasiado perturbadora?. ¿Sería un mundo ideal aquel en el que el tiempo se congela justo en el momento en el que somos más felices? 


Los sueños de Einstein apareció por primera vez en 1992 y ha venido recibiendo excelentes críticas tanto literarias como científicas desde entonces. Forjado con una pródiga imaginación destila humor, melancolía, lirismo y ciencia; pero también una sutil emoción cuando el autor constata en cada relato la vulnerabilidad del ser humano.

Dejo a continuación dos ejemplos.

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