En muchos momentos de nuestra vida actuamos en contra de todo raciocinio y lógica, guiados por poderosos sesgos emocionales.
No tenemos más que fijarnos en los fumadores que saben positivamente que FUMAR MATA y además lo leen en la cajetilla cada vez que cogen un pitillo; pero prefieren autoengañarse de mil modos (de algo hay que morir) para seguir fumando sin sentirse incómodos.
Ocurre con todo tipo de asuntos con los que las personas sienten una fuerte conexión emocional (una creencia, un líder, una secta, un partido político). Encontrándose ante las pruebas que descubren su falsedad, esos "creyentes" pueden llegar a ignorar o distorsionar cualquier evidencia real que cuestione sus convicciones con tal de mantenerlas.
El asunto siempre me ha interesado porque toda mi vida he luchando contra los prejuicios, el fanatismo o la ideologización.
Lamentablemente estos son asuntos triunfantes hoy en día.
Hay mucha gente que se aferra a ideas y creencias erróneas o perversas y están dispuestas a ignorar cualquier evidencia para mantenerse coherentes con esa lealtad.
Es lo que se conoce como disonancia cognitiva, teoría desarrollada en los años 50 por León Festinger, uno de los principales psicólogos sociales del siglo XX.
Como seres racionales que somos, pensamos que nuestros actos y creencias están basadas en lo racional y por eso necesitamos que haya consonancia cognitiva entre nuestra forma de pensar y de actuar. Pero hay ideas y creencias que adoptamos más allá de la racionalidad y que en muchas ocasiones entran en conflicto cuando acabamos siendo conscientes del engaño. Este conflicto es lo que se conoce como disonancia cognitiva y puede provocarnos diferentes niveles de ansiedad.
Para resolver el conflicto podemos cambiar o eliminar una creencia, dedicarnos a adquirir nueva información o reducir la importancia de las creencias; pero Leon Festinger junto a James Merril Carlsmith demostraron experimentalmente que la gente tiende a autoengañarse con tal de mantener sus creencias, "aceptando la mentira como una verdad"
Todos nos consideramos más listos y justos que la media y cuando se nos presenta una prueba palpable de que nos hemos equivocado tenemos dos opciones: revisar nuestra visión de nosotros mismos o rechazar eso que nos deja en evidencia. Necesitamos mitigar la disonancia como necesitamos dormir o comer, por eso mismo tendemos a aplacarla incluso aceptando el autoengaño u otra forma más absurda.
Festinger estudió a una secta apocalíptica cuya creencia principal era que se acercaba un cataclismo definitivo y que sólo ellos y su líder se salvarían al ser rescatados por unas naves extraterrestres. Cuando llegó la fecha señalada y descubrieron que no había apocalipsis la disonancia fue supina. ¿Su fe era falsa? ¿Habían vivido engañados? La angustia los estaba consumiendo hasta que les llegó una nueva revelación: Dios se había conmovido ante la devoción de este pequeño grupo de fieles y había pospuesto el Juicio Final. Eureka. Su fe había salvado a la Humanidad.
Increíblemente el fiasco de su creencia los acabó reafirmando en la misma, gracias a que su prejuicio sometió a la racionalidad más allá de la prueba empírica.
Es lo mismo que vemos y escuchamos a diario en nuestro entorno, la gente sólo busca reafirmarse en sus creencias; porque las redes sociales, la extrema derecha y la desinformación han convertido ya a millones de ciudadanos de todo el mundo en "creyentes" de la ignorancia, la intolerancia o los prejuicios.
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