sábado, 21 de marzo de 2020

BODYGUARD - de Jed Mercurio

U.K. 2008


Miniserie de seis capítulos con suspense y tensión a raudales. Muy contemporánea en sus temas y tratamiento nos presenta un cóctel explosivo compuesto por políticos recorriendo sin pudor las cloacas del poder, una amenaza yihadista y escoltas con estrés postraumático. 

En el centro de todo está una polémica y ambiciosa Ministra de Interior británica, Julia Montague (Keeley Hawes) y su proyecto de ley RIPA-18, que permitirá a los cuerpos de seguridad vigilar las conversaciones privadas. La eterna pretensión de todos los gobiernos, aumentar la seguridad a costa de invadir la privacidad. Contestación social, la prensa alzada en armas y los compañeros de partido de Julia buscando hacerle la cama. Toda una conspiración política en medio de una amenaza islamista. En ese momento es cuando asignan a David Budd (Richard Madden) como escolta personal de la Ministra. Ambos se verán en el centro de una lucha descarnada que se juega a varias bandas y donde nunca está claro quién es el enemigo.



La encrucijada no es menor. Budd vivió los horrores de la guerra en Afganistán, una guerra que considera injusta y que destrozó su vida y su matrimonio. Ahora tiene que proteger la vida de una ministra que defendió esa intervención militar y que juega a ser mano de hierro para postularse como jefa de gabinete. 

Este contraste dará alas al relato y apreciaremos el desarrollo de ambos caracteres en toda su complejidad. La ministra no sólo se juega su prestigio profesional, sino su propia vida; mientras que el escolta, en desacuerdo con la postura política de su protegida, es un profesional minucioso y entregado....al que todo el mundo intenta manipular.

La serie es un verdadero laberinto de traiciones e intereses políticos con ministros confabulando, la directora de los Servicios Secretos jugando su propio juego y las amenazas de muerte acechando. En este entorno el guardaespaldas se juega su propia estabilidad mental, muy precaria por el estrés postraumático. Sus presiones llegan a hacer decir a uno de los asesores de un ministro, "Somos políticos, no asesinos". Pero la verdad es que no te puedes fiar de nadie. El laberinto se complica tanto que la Jefa de la Policía Metropolitana Lorraine Craddock (Pippa Haywood), y la jefa de lucha contra el terrorismo, la Comandante Anne Samson (Gina McKee), le piden que espíe a Montague, sospechando que ella es corrupta y temeraria.


Realmente esta serie original de la BBC que se puede ver en Netflix, toma prestados los trazos ambiguos y taimados que tan magistralmente suele dibujar John le Carré (Tinker Taylor Soldier Spy, The Spy Who Came in from the Cold) y los agita hasta adquirir la velocidad y la intensidad de un thriller.



Los primeros veinte minutos de la serie son poderosos y sientan las bases del carácter de Budd. Un tren de cercanías se acerca a Londres. Budd mira con ternura a sus dos hijos, que están a punto de dormirse. A su alrededor, todo parece normal, hasta que de pronto percibe algo inusitado. Budd pide a una pasajera que vigile a sus hijos para poder seguir a un sospechoso. Lo pierde en el siguiente vagón donde la puerta del aseo aparece cerrada. Después de hacer detener el tren y llamar a la policía, Budd forcejea con la puerta del servicio hasta que de pronto se abre y una mujer, con atuendo y rasgos árabes, se presenta ante él. Lleva un chaleco bomba en su cuerpo. David Budd tiene que decidir qué hacer en muy pocos segundos.

Los secretos y traiciones que se encontrará posteriormente no serán tan unívocos porque Jed Mercurio, creador también del excelente policíaco "Line of Duty", establece una trama con constantes giros de guión y personajes a cual más intrigante. Sólo apuntar que, en el último episodio, se producen hasta hasta tres giros de los que recolocan todas las piezas del puzle. Ahí es nada.




A la intriga de corte conspirativo se le añaden otros valores como por ejemplo unos diálogos muy precisos, el extraño magnetismo que irradian los dos protagonistas o la sorprendente nómina de mujeres empoderadas, con la Jefa de Policía, la responsable de los Servicios Secretos o la mujer terrorista (Anjli Mohindra) al frente.

El personaje de Julia Montague es implacable, su retórica netamente belicista y sus ansias de poder indisimuladas. Su ímpetu y decisión arrasan al contenido soldado que quiere mantener una profesionalidad fría y distante. No lo consigue y acaban enredados complicando aún más la trama. 

Como en River, el personaje central está mentalmente herido pero, paradójicamente, es el que aporta cordura y emoción en un mundo caótico, enfangado por las luchas de poder y la incitación al miedo y la xenofobia.

Muy buena.

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