martes, 9 de julio de 2019

NIDO de PESADILLAS - de Lisa Tuttle

                          Editorial Nevsky Prospects, 2015


En general abomino de las etiquetas en literatura y sobre todo de las etiquetas basadas en el género. Decir "literatura femenina" me parece como hacer una raya en el agua. No tiene sentido. A la calidad de una obra le es indiferente el género. Pero hay que reconocer que los relatos de Lisa Tuttle poseen un enfoque y un foco netamente femenino. Muchas de las pesadillas que encontramos en este libro son una metáfora del monstruo masculino que acecha, suplanta o parasita a la mujer. Otras son metáforas de sus fobias y miedos más cervales. Además, prácticamente la totalidad de los personajes protagonistas son mujeres, algo que me hace relacionarlos con los perturbadores relatos de Shirley Jackson. 

Tal y como señala el gran Jesús Palacios en el Prólogo del libro, 
"la mayoría de los protagonistas de estas historias son mujeres perdidas en un mundo de hombres, víctimas de construcciones sociales masculinas, que agreden, de una u otra forma, su individualidad y búsqueda de identidad propias. Son mujeres abandonadas, madres solteras, hermanas e hijas reprimidas, cuyas vidas sufren la presión constante de necesidades imperiosas que chocan con los roles que les han sido asignados contra su voluntad, y de los que raramente consiguen escapar, sin atreverse a identificarlos o mirarlos cara a cara. Pero no son simples víctimas inocentes de un horror que aparece bruscamente en su existencia, invocado a través de sus miedos y frustraciones patológicas. Son también vehículos para lo monstruoso y lo perverso, que retorna, como todo lo reprimido, bajo formas terribles y devastadoras"

Según transcurren los relatos nos vamos dando cuenta de que la autora no plantea el terror como una serie de sustos o descripciones gore; sino que su arma es la sutileza, esa delicada línea de sombra que va rasgando la normalidad para dar paso a la pesadilla y el escalofrío. Terror atmosférico en estado puro. Inseguridad, miedos y fobias netamente femeninas encuentran su acomodo en estas historias que se generan en una subjetividad atormentada y en ocasiones obsesiva. De algún modo, la irrupción de lo extraño, la amenaza que altera las vidas de sus protagonistas, siempre aparece como correlato de un problema interno.

Esta subjetividad de base en muchos relatos se complementa con las referencias clásicas de otros: las antiguas deidades celtas que encontramos en «La otra madre», los demonios del chamanismo de los nativos americanos en «El dios caballo», las referencias precolombinas con sus ritos sacrificiales en «Sun City» o los laberintos paganos que conectan el mundo de los vivos y los muertos en «Recorriendo el laberinto». En este último se produce un cruce entre dimensiones donde ritos paganos y ruinas ancestrales se cuelan amenazadores en nuestra realidad. Su calidad y textura evoca, para mí, los relatos de M. R. James, con sus clérigos y catedráticos perdiéndose por remotos páramos.
El laberinto de Mogor

La confluencia de distintas dimensiones temporales que se produce en ese laberinto, también la encontramos en "La Extraña" y en "Cuando un amigo te necesita", uno de los relatos más hermosos del volumen que lleva un paso más allá el concepto de amigo invisible.
"Sigo buscando. Los primeros años de mi vida están tan bien documentado por la cámara laboriosa de mi padre, que la ausencia de Jane me resulta imposible. Ella era, después de todo, mi mejor amiga; y todos mis otros amigos, incluyendo aquellos que no puedo identificar después de tanto tiempo, aparecen en las imágenes en blanco y negro corriendo, sentado, de pie, haciendo muecas, llorando, riéndose, jugando a mi alrededor. Páginas tras página de fiestas de cumpleaños, juegos y disfraces, montando en bicicleta, comiendo helados, yo y mis amigos: Shelly, Mary, Betty, Carl, Julie, Howard, Bubba y Pam. Pero no Jane, quien ocupara todos mis recuerdos."
Es interesante comprobar que ya en 1986, año de publicación del libro, Tuttle no tuvo miedo de ser políticamente incorrecta enhebrando varios relatos alrededor de la maternidad como algo mutilador para las expectativas vitales de la mujer. «La memoria de la madera», «La otra madre» o «El señor de los caballos» presentan un acercamiento a este tema que durante años parecía intocable.

La colección se abre con “Nido de Bichos” y se cierra con “El Nido”. En ambos relatos se juega con el aislamiento de las protagonistas, tanto social como geográficamente. 

"La intención había sido alejarse de su marido durante un tiempo, castigarle por una infidelidad reciente, y por ese motivo había buscado un lugar al que poder escaparse, un lugar que pudiera permitirse, y un lugar en el que Danny no pudiera encontrarla."

También en los dos, tanto la casa como la mujer se erigen en símbolos acosados por la invasión y corrupción masculinos. En el primero la invasión es parasitaria, ocupando y anulando a la mujer. Es fantástico el modo en que Lisa Tuttle nos insinúa el desenlace.
"Había algo fascinante en la forma en la que los pequeños enemigos se movían, cada uno atento a la maniobra del otro, deteniéndose cuando debían, alejándose y volviendo a la embestida. La araña, sobre sus piernas delicadas, le pareció a Ellen actuar con más nerviosismo, mientras que la avispa no cesaba en su empeño con determinación. Aunque no le gustaban ni las arañas ni las avispas, Ellen esperaba que ganara la primera.
De pronto la avispa atacó; la araña dio un vuelco, contrayendo las piernecillas como si fueran los dedos de un puño, y las dos se fundieron en una pelea cuerpo a cuerpo.
—Ah, ahora es cuando la tiene —murmuró el hombre. Ellen vio que estaba completamente fascinado por la batalla a muerte.
Volviendo la vista al suelo, comprobó que la araña estaba inmóvil, mientras que la avispa continuaba describiendo círculos alrededor de su víctima.
—El bicho la ha matado —dijo Ellen.
—Así es, ella, la avispa, lo ha matado —puntualizó Peter—. Y la araña no está muerta, está paralizada. La avispa se está cerciorando de que la picadura y el veneno la tienen completamente bajo control antes de continuar. Ahora excavará un agujero dentro de la araña, y después depositará un huevo dentro de su cuerpo. La araña no será capaz de hacer nada, se limitará a quedarsee inmóvil, a ser la casa de su enemigo, a esperar a que se abra el huevo y la avispa empiece a devorarla."

Por su parte "El Nido", último del volumen, resulta hermosamente metafórico: un nido monstruoso se va construyendo en el desván de la casa donde viven retiradas dos hermanas. Mientras una lo rechaza como una abominación, la otra se siente fascinada. El monstruo (o el hombre) amenaza y se inmiscuye en el retiro idílico (quizás incestuoso) de dos hermanas.

"Necesidad" es un delicado drama romántico con tintes sobrenaturales. Una universitaria, otra vez una mujer sola, lejos de su hogar y de su prometido, conoce a un extraño y obsesivo joven con el que parece congeniar. Para él supone un salvavidas en una vida desesperadamente solitaria. La autora sabe pulsar muy bien las emociones en esta historia centrada en la necesidad humana de amistad y empatía.
"La memoria de la madera" me recuerda a los episodios de The Twilight Zone donde la compra de un objeto maldito introduce el terror en una casa. Otra vez la maternidad y la responsabilidad que conlleva y otra vez un niño, en este caso obsesionado con abrir el arcón de marras, trae, desde el pasado, el olor putrefacto de un crimen horrible.



"La otra madre" junto a "Volando a Bizancio", "Los dos nidos" y "Sun City" son mis favoritos. "La otra madre" nos recuerda inevitablemente a la obra maestra de Henry James, "Otra vuelta de tuerca", y es un prodigio de construcción narrativa. Un madre vive con sus hijos junto a un lago. Es pintora pero su entrega a la maternidad ha cercenado sus aspiraciones artísticas. Un día vislumbra al otro lado del lago un mujer de blanco que de pronto desaparece. En las siguientes horas recupera la pasión febril por pintar: "No he trabajado tan deprisa ni con tanta seguridad en mi vida", le dice a una amiga. En la escena que pinta aparece un cerdo blanco, un pájaro blanco, un espino blanco y la figura encapuchada que sería Cerridwen, la Diosa Blanca de los galeses, representación tanto de las musas de la creación como de la muerte. El simbolismo vuelve a ser muy potente y la lucha interior de esta madre vuelve a cobrar vida en forma de pesadilla.

Los relatos de Lisa Tuttle resultan psicológicamente muy perturbadores, porque nacen de miedos y pulsiones muy íntimas. El último que quiero reseñar es "Volando a Bizancio", centrado en las inseguridades y neurastenia de una escritora. Inevitablemente rememoro la reciente lectura de un relato de Carmen María Machado, "La residente". En “Volando a Bizancio” Sheila es una joven escritora que ha tenido éxito con su primera novela de ciencia ficción. Esto le ha valido para huir de un pueblo miserable y una vida mediocre. Un día es requerida para un congreso en una pequeña ciudad de Texas. Lo que parecía un placentero viaje para una conferencia y una firma de libros se convierte en una trampa opresiva. Los miedos y obsesiones que había volcado en la novela empiezan a encarnarse a su alrededor de una forma asfixiante.

Me fascina el drama del escritor enfrentado a sus miedos y obsesiones. Existen varios relatos referidos a esto, "La casa enloquecida" de Richard Matheson o "Ventana secreta, jardín secreto" de Stephen King (adaptada al cine como La ventana secreta, con Johnny Depp). También hay películas como Adaptation (2002, Spike Jonze) o Barton Fink de los hermanos Coen. Añadiré un punto de vista más sugerente sobre la página en blanco que se lo debemos a Isak Dinesen.

Pero lo interesante aquí es cómo Sheila es atacada por el "síndrome del impostor" y cómo las organizadoras del evento, el pueblo y su montaña se van convirtiendo en la reencarnación de su novela arrastrándola hacia la aceptación de una mediocridad irrespirable.

Terrorífica.









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Lisa Tuttle es una de las escritoras norteamericanas más destacadas de terror y fantasía del siglo XX. Aunque la mayoría de su obra contiene elementos de terror o de fantasía oscura, también ha escrito novelas de suspense psicológico (Gabriel y The Pillow Friend), ciencia ficción (Lost Futures) y novelas de corte contemporáneo con elementos de la mitología celta o de fantasía (The Mysteries y The Silver Bough)
Futuros perdidos se centra en la existencia de infinitas realidades paralelas. Clare Beckett es una mujer de treinta y pocos años acosada por las consecuencias de una negligencia juvenil. Angustiada por este oscuro episodio se dedica a imaginar cómo habría sido su vida si hubiera tomado decisiones distintas. El problema surge cuando sus ensoñaciones adquieren tal consistencia que llega a experimentar otras vidas hasta confundirse con sus recuerdos reales y atentar a su cordura. Esta novela de apenas 200 páginas destila la esencia de Tuttle en cada página. La insatisfacción, el deseo de encajar en una realidad que sólo le produce infelicidad, las ensoñaciones y fobias que cobran vida de forma terrorífica y un laberinto mental que nos adentran directamente en la angustia y la locura.
Las historias de "Recuerdos del Cuerpo" inciden en ese estilo atmosférico de la autora donde se llega al terror a través de la inquietud y la alucinación. El subtítulo es una perfecta descripción de estos relatos donde prima el deseo y la transformación. Algunos de sus cuentos son excelentes. Me quedo con los más clásicos "El Gabinete de los Espíritus", sobre el nuevo mueble antiguo de una mujer que puede ser una puerta de entrada a una sesión de la era victoriana y  "La otra habitación", sobre un hombre que regresa a la casa de su difunto abuelo para descubrir si la "habitación oculta", obsesión de su infancia, era real o imaginaria. Pero sin olvidar los extraordinarios "Lujuria de lagarto", "En piezas sueltas",un descenso a los abismos de la locura de una mujer que cada vez que se acuesta con un hombre se despierta con un fragmento del mismo; "En alas de la pesadilla" y "La Tumba de Jamie".
Lisa Tuttle Gracia (1952, Houston, Texas) ha publicado más de una docena de novelas, siete colecciones de cuentos, y varios títulos de no ficción, incluyendo un libro de referencia sobre el feminismo en 1986. Tuttle ganó el Premio John W. Campbell como Mejor Escritor Novel en 1974. Recibió el Premio Nebula en 1982 al Mejor Cuento con La flauta de hueso. Y el Premio BSFA en 1989 por el relato corto In Translation. Su primera novela, Refugio del viento (Windhaven), fue una colaboración con George R.R. Martin, autor de Juego de Tronos, publicada en 1981. 

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