Mitchell es un autor clásico con ideas modernas.
Su forma de narrar y concebir historias, su imaginación fértil y poderosa, nos hablan de un autor con plenos poderes para crear y transmitir universos laberínticos y complejos. Ahí están esas tres maravillas que son El Atlas de las nubes, Mil otoños y Relojes de hueso concebidos como verdaderos puzzles, tan vertiginosos como apasionantes, que engarzan asuntos clásicos con técnicas contemporáneas.
Este Callejón siniestro puede parecer una obra menor en su bibliografía dada la ambición de su proyecto literario. Se trata de una novela no muy extensa, claramente inserta en la literatura fantástica y deudora de la magnífica Relojes de Hueso. Pero resulta que su concepción, arquitectura y desarrollo es de una limpieza y acabado clásico que automáticamente la convierte en un referente de la literatura gótica contemporánea. Su modernidad se advierte en que su fantasía nunca rompe los lazos con la realidad e incluso se podría decir que lo sobrenatural está narrado con escepticismo y hasta con humor: "la aguja del chaladómetro marca once y no baja", piensa Freya escuchando a Fred Pink. O "Lo de esta noche es como un juego de mesa diseñado entre un Escher ebrio y un Stephen King febril", según lo percibe la insegura Sally Timms, mientras el maleficio de Slade House se cierne sobre ella. O también: "La señora Todds, mi profe de lengua, te suspende automáticamente si terminas una historia con ´me desperté y era un sueño´, dice que viola el acuerdo entre lector y escritor", dice el pequeño Natham obnubilado ante los encantamientos que lo rodean.
En un estrecho callejón, junto a un pub de barrio, se halla un pequeño portón de hierro negro empotrado en una tapia de ladrillo. No tiene pomo, ni cerradura, ni rendijas junto a los bordes. Sólo ciertas personas pueden abrirlo simplemente apoyando sus manos. El que por allí acceda se encontrará un espléndido jardín y al fondo una antigua casa cubierta de hiedra...aunque la casa es extrañamente grande teniendo en cuenta el espacio que ocupa entre dos calles. Dentro aún esperan más sorpresas.
En un estrecho callejón, junto a un pub de barrio, se halla un pequeño portón de hierro negro empotrado en una tapia de ladrillo. No tiene pomo, ni cerradura, ni rendijas junto a los bordes. Sólo ciertas personas pueden abrirlo simplemente apoyando sus manos. El que por allí acceda se encontrará un espléndido jardín y al fondo una antigua casa cubierta de hiedra...aunque la casa es extrañamente grande teniendo en cuenta el espacio que ocupa entre dos calles. Dentro aún esperan más sorpresas.
El libro se compone de cinco historias diferentes y autoconclusivas pero conectadas cada una con la anterior. Los personajes son originales y cada uno en distintas épocas arriban a la mansión Slade House (título de la novela original) para desaparecer sin dejar rastro. El hecho de que cada historia esté narrada en primera persona por cada visitante, no hace más que sumergirnos de lleno en ese viaje alucinante. Es la propia víctima la que nos cuenta su viaje hacia una liturgia demoníaca que supone su disolución.
A la del jovencito Natham Bishop y su madre en 1979, le sigue la desaparición del inspector Gordon Edmonds en 1988, mientras se encontraba precisamente investigando aquellos hechos. De la primera desaparición ha quedado un leve rastro, Fred Pink, un jardinero que puede confirmar que madre e hijo entraron por el callejón. Su testimonio es recogido por su sobrino, un universitario que lidera el Club de Fenómenos Paranormales. Reunidos sus integrantes en el pub The Fox and Hounds en 1997, creen haber encontrado la clave para resolver las desapariciones de Slade House. Una de los integrantes del Club es Sally Tims, a cuya búsqueda, años después, acude su hermana Freya, sofisticada periodista de Nueva York. Al contactar con Fred Pink conocerá todos los antecedentes de la historia.
Esta es una de las mejores características de la obra. Cada capítulo y cada personaje que recorre el callejón supone una vuelta de tuerca para acotar el misterio. Cada uno consigue una información nueva y delatora a pesar del desenlace. El policía, los estudiantes, la periodista y finalmente una psiquiatra ponen cerco al arcano (denominado la plegaria) puesto en pie por los gemelos Grayer: una mansión que se corporeiza cada nueve años y que es una tela de araña para incautos.
Esta es una de las mejores características de la obra. Cada capítulo y cada personaje que recorre el callejón supone una vuelta de tuerca para acotar el misterio. Cada uno consigue una información nueva y delatora a pesar del desenlace. El policía, los estudiantes, la periodista y finalmente una psiquiatra ponen cerco al arcano (denominado la plegaria) puesto en pie por los gemelos Grayer: una mansión que se corporeiza cada nueve años y que es una tela de araña para incautos.
"No se te ocurra hablar con nadie; no le respondas a nadie; no mires a los ojos a nadie. No cojas nada de lo que te den, no comas nada, no bebas nada. Esta versión de Slade House es un juego de sombras que evocan para que exista. Si te mezclas en ella, los gemelos te sentirán, se despertarán y extraerán tu alma. ¿Entendido?
...
-Había una puerta ahí -susurro-. ¿Lo he soñado?
-Las ratas en los laberintos de paredes móviles se preguntan lo mismo -murmura Todd."
Podría pensarse que como cada capítulo repite el proceso de captar a alguien, enredarlo y absorberlo, todo sea repetitivo. En modo alguno. Mitchell progresa sin pausa. Cada uno de los personajes avanza un poco más en pos de la verdad. Y, además, su trazo no es leve. A pesar de protagonizar sólo un capítulo, el niño Natham o la gordita Sally tienen enjundia. Ambos son tremendamente vulnerables y su distorsionada percepción, Natham por su autismo y Sally por haber tomado el banjax ("una sustancia química que reseca el cordón que une el alma al cuerpo, de modo que se pueda extraer el alma justo antes de la muerte"); ayudan al autor a lucirse en un relato alucinatorio. El viaje de Sally por las dependencias de la casa es una pesadilla visceral, la realidad se disuelve y recompone ante ella. En una habitación ve los miembros de sus amigos hechos un revoltijo de piernas, cabezas y tetas que la llaman
¡Cerdita Peggy! —suelta un hombre (¿Axel?) bañado en sudor en la crisálida de color sangre, y solo consigo reprimir un chillido a medias.
La cama se ve ocupada por un marco grotesco de miembros, pechos, tetas, ingles, hombros, dedos de pies, culos, bocios y escrotos; una jaula de huesos imposible de dibujar, una visión de carne, un juego de Twister con unos cuantos cuerpos siameses despedazados y rejuntados; arriba está la cabeza de Angelica con su pelo color índigo apelmazado y un piercing en la lengua a la vista; abajo está la cabeza de Axel; en el núcleo veo sus sexos neumáticos, hinchados hasta la enormidad y de un color carmesí crudo, como en una pesadilla porno de Francis Bacon
Francis Bacon, -Crucifixión- |
El germen de esta novela surgió tras publicar Mitchell Relojes de Hueso y aceptar el reto de escribir una historia sometido a la camisa de fuerza de los 140 caracteres de Twiter. Reto al que ya se habían asomado gente como Neil Gaiman o Philip Pullman. Allí nació la primera historia, la de Natham Bishop, un niño con síndrome de Asperger, que roba las pastillas de Valium a su madre para intentar poner un poco de orden en el mundo caótico que le rodea. A la dificultad de las percepciones del niño se unen los delirios que a veces le provoca el Valium.
Todo ello es aprovechado por Mitchell para caminar por la cuerda floja que transitaba el clásico Otra vuelta de tuerca: ¿esto es real o me lo estoy inventando? Al niño y a su madre concertista les invitan a una recepción en Slade House amenizada por el mismísimo Yehudi Menuhin y por ahí comenzamos a adentrarnos en los misterios del callejón, Slade Alley. El personaje del niño es todo un hallazgo y su punto de vista abunda en lo extraño.
"La sigo, sin pisar ninguna de las junturas. A veces tengo que imaginarme dónde están porque la acera está cubierta de hojas."
Después de las primeras desapariciones llega el momento de conocer la apasionante historia de estos "vampiros anímicos", los gemelos Grayer.
Aquí se da un salto enorme que nos lleva desde un escondido callejón inglés hasta el desvelamiento de toda una cosmogonía de seres que acompañan a la Humanidad escondidos en los pliegues del tiempo. Este salto desde lo cotidiano a lo mitológico me ha recordado a la maravillosa novela de C. E. Feiling, El mal menor. Ambas son absorbentes, dinámicas y muy amenas. Los arcontes, los soñadores y el Cerco de allí, son los aprendices de la Senda Oscura, el operandi y los perseguidores Horologistas de aquí.
Esta recapitulación se narra en el capítulo 4, Qué callado te lo tenías. El inopinado testigo Fred Pink, ha dedicado muchos años a investigar ese callejón escondido que vio un día. La llegada de Sally Timms buscando a su hermana le dará una oportunidad de exponer el origen de todo. Un capítulo apasionante.
Además ese encuentro se produce en un tiempo distorsionado con el que el autor juega de forma magistral.
La historia se canaliza a través del tutor de la gemelos Grayer, el médico francés Léon Cantillon, aficionado al ocultismo, que se enrola en la Legión Francesa tras cometer un crimen. Su estancia en Argel le procuró contacto con "teosofistas prusianos, espiritualistas armenios, chamanes musulmanes ibadíes, cabalistas jasídicos, y con un místico en particular que vivía al sur de Argel, en las faldas de la cordillera del Atlas." El místico es Sayyid Albino de Aït Arif quien posteriormente introducirá a los Grayer en los secretos de la Voie Ombragée, la Senda Sombría.
Además ese encuentro se produce en un tiempo distorsionado con el que el autor juega de forma magistral.
La historia se canaliza a través del tutor de la gemelos Grayer, el médico francés Léon Cantillon, aficionado al ocultismo, que se enrola en la Legión Francesa tras cometer un crimen. Su estancia en Argel le procuró contacto con "teosofistas prusianos, espiritualistas armenios, chamanes musulmanes ibadíes, cabalistas jasídicos, y con un místico en particular que vivía al sur de Argel, en las faldas de la cordillera del Atlas." El místico es Sayyid Albino de Aït Arif quien posteriormente introducirá a los Grayer en los secretos de la Voie Ombragée, la Senda Sombría.
—¿Cuál es su fuente para todo esto, señor Pink? ¿El libro de lady Albertina?En fin. Como se ve, el relato se va desplegando a través de distintos personajes, épocas e historias haciendo que el gozo lector se multiplique sin fin.
—No. Léon Cantillon también escribió sus memorias, ¿sabe? La gran revelación. Poseo uno de los diez ejemplares que han sobrevivido, y su narración es la que corrobora la historia de lady Albertina, por decirlo de algún modo.
Quiero subrayar el modo en que el autor repite situaciones y objetos que actúan como indicadores. En cuanto aparecen en el relato ya te echas a temblar: el pub The Fox and Hounds, ese misterioso corredor de footing con los colores del Wolverhampton Wanderer, la galería de retratos o un fatídico reloj ("La esfera no tiene manillas, solo las palabras EL TIEMPO ES, EL TIEMPO ERA, EL TIEMPO NO ES"). Los jalones de un camino a la fatalidad.
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