Amor pleno y sincero.-
En 2003 el director escuchó una versión chill-out de Café de Flore y según reconoce él mismo, "pensé enseguida que allí había una película. Imaginé a una madre bailando con un niño discapacitado. Sé lo duro que es y creo que esos niños son el símbolo del amor puro".
Y eso es la película, historias de amor puro que la vida, cambiante como es, destroza y recompone sin cesar. Algún momento cae en el cliché del poder del amor, las almas gemelas o el dolor de la pérdida. Pero el autor lo trasciende con una arquitectura de imágenes muy personal y poética. No en vano el relato tiende a la espiritualidad sin caer en la ñoñería.
La película tiene dos ejes. Uno es la historia de Antoine, un DJ que se replantea la felicidad que ha alcanzado en su vida. El otro es Jaqueline (Vanessa Paradis), una madre coraje muy unida a su hijo con síndrome de Down, cuyo empuje intenta ofrecerle una vida plena.
Ambas historias se quebrarán, la del DJ porque encuentra el fulgor de un nuevo amor; la de la madre porque su hijo quiere escaparse con una niña que es su alma gemela.
Esta es la contradicción que nos mantiene en vilo. Las dos son historias de un amor entregado y sincero que, a pesar de ello, son sustituidas por otras nuevas no menos nobles.
La película presenta sus cartas rápidamente a través de una voz en off: «Esta es la historia de un hombre que lo tiene todo para ser feliz y que además tiene lucidez para ser consciente de ello». "....Y esta es la historia de un niño que no tiene nada para ser feliz y que no tiene lucidez para ser consciente de ello...afortunadamente tiene a Jaqueline".
Hélène Florent |
Todo ello compone una especie de puzzle donde la vida de Antoine y sus hijas en el Montreal de 2011 y la de Jaqueline y su hijo en París 1969, se entrelaza y vincula con la de Carole, primera mujer de Antoine y madre de sus hijas; que intenta sobrevivir a la pérdida del amor a través de sueños, visiones y atisbos de reencarnaciones.
Ella será el nexo entre las piezas más allá de ese aeropuerto, lleno de jóvenes con síndrome de Down que cruza Antoine, y de los planos de un avión cruzando el cielo y el tiempo entre Montreal y París. Carole (Hélène Florent), que busca el consuelo en los sueños, acabará soñando a Jaqueline y su hijo, la cual por no perderlo provocará la muerte de ambos. Esto le ayudará a comprender y perdonar.
La metáfora de la renuncia completa el círculo del amor puro y leal cuya banda sonora es ese Café de Flore que suena conectando lo mejores recuerdos. Incluso la hija de Antoine utiliza su repetición machacona para castigar a su padre.
Me gusta enormemente la sintaxis tan personal de Vallée, donde se ensamblan armoniosamente planos de distintas épocas por un lado, con planos de realidad y premoniciones por otro.
También quiero destacar las secuencias de absoluta intimidad entre amantes.Su pausa me recuerda la hipnótica mirada de Medem sobre el amor más allá del tiempo y el espacio, en la maravillosa Los amantes del círculo polar.
La música de Sigur Rós y Pink Floyd completa una película inspiradora que apunta, a través de un montaje artificioso, a la más genuina sinceridad.
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