Cada hora la vida te hiere.-
He sufrido una pequeña decepción con esta película. El director de El Profeta cambia de registro y se aleja del mundo criminal para rodar un drama.
Lo peor es que se pretende desgarrado, pero es muy contenido y sólo se asoma al abismo. Más pendiente de lo formal, en algunos momentos su pretensión frena el impulso emocional.
La película se centra en dos protagonistas: Alí es un tipo marginal que tiene que hacerse cargo de su hijo de 5 años. Sin expectativas de ningún tipo llega desde Bélgica a la Costa Azul para acoplarse en casa de su hermana. En medio de la precariedad logra un trabajo como segurata. Mientras tanto Seraphine, entrenadora de orcas en un parque acuático, sufre un accidente en el que pierde sus dos piernas de rodilla para abajo. Un encuentro fortuito unirá a estas dos almas dolientes.
Él es un brutote con nobleza que en muchas ocasiones se ha ofuscado con la vida. Tiene una energía desbordante y aprovecha su pasado como boxeador para ganar dinero extra en peleas ilegales. A ella el accidente la ha arrinconado en casa. No tiene ganas de nada; pero poco a poco el vitalismo elemental de Alí la arrastrará de nuevo a la vida.
Como se ve, una historia de redención y superación que apenas va más allá de unos planos con ínfulas de trascendencia. Aunque es cierto que en ningún momento busca el melodrama, ni la compasión. Es un drama correcto cuyo mejor valor es la veracidad de sus planteamientos. También la pericia técnica en las escenas donde Marion Cotillard aparece con las piernas amputadas. A las prótesis mecánicas que le implantan hace referencia el título, poético y sugerente como pocos.
Lo más atractivo es el contraste entre estas dos personas tan disímiles. La cinta contiene dos momentos de intensa emoción que, curiosamente, comparten un cristal de por medio. La visita de Seraphine a la orca que le amputó las piernas, su reconocimiento y perdón. Y cuando Alí se destroza los puños golpeando el hielo para salvar a su hijo en un lago helado.
Lo más atractivo es el contraste entre estas dos personas tan disímiles. La cinta contiene dos momentos de intensa emoción que, curiosamente, comparten un cristal de por medio. La visita de Seraphine a la orca que le amputó las piernas, su reconocimiento y perdón. Y cuando Alí se destroza los puños golpeando el hielo para salvar a su hijo en un lago helado.
Se me queda en la retina el personaje de Alí -gran interpretación de Matthias Schoenaerts-. Es pura energía vital y escaso raciocinio. Las mujeres pasan por su vida sin más, con la misma indiferencia que muestra por su hijo. Pero un accidente le hará descubrir su necesidad de él.
Alí vive la vida a grandes sorbos. Cuando sale de las peleas a puño descubierto está rebosante de adrenalina. Así se quiere reconocer. Siendo un tipo hosco y cerrado sobre sí mismo nos acaba imponiendo su presencia. Pero la película no profundiza lo necesario.
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