lunes, 31 de marzo de 2025

EL BARCO de TESEO - de J. J. Abrams y Doug Dorst



Esta novela no es una obra maestra de la literatura, pero sin duda es un libro fascinante que va más allá de su trama manifiesta para convertirse en un potente objeto metaliterario.

La novela relata la historia de S., un hombre amnésico que en la primera página aparece deambulando por una ciudad anónima y misteriosa. Ignorante de quién es y a dónde va es enrolado en un barco cuyos marineros tienen los labios cosidos. Le irán depositando, a lo largo de varias singladuras, en el Territorio, un espacio totémico que vive bajo el dominio de un déspota incógnito y omnipotente que gobierna con mano de hierro gracias a un ejército de Agentes que asesinan a todo oponente. Pronto S. deberá asumir que es el depositario de las últimas esperanzas de los sublevados, implicándose en distintas misiones y atentados. 

Aunque hay que aclarar que este resumen sólo afecta a la novela impresa, que se titula El barco de Teseo y es la última novela de un tal V. M. Straka, enigmático escritor de principios del siglo XX de quien nadie sabe nada y que se sospecha que murió asesinado en La Habana. 
Pero el volumen —presentado en una caja negra— es mucho más.



El ejemplar que tenemos entre manos se supone que es único y pertenece a la sección de préstamo de la Universidad. Al abrirlo descubrimos que los márgenes de sus páginas aparecen profusamente anotados a bolígrafo y que entre sus hojas se esconde un verdadero tesoro compuesto de postales, fotografías, cartas manuscritas, recortes de prensa, telegramas y hasta un mapa dibujado en una servilleta. Testimonios todos ellos de una conversación secreta mantenida durante años por dos personas obsesionadas con el misterio de Straka. Se trata de Jen, una universitaria a punto de graduarse en Literatura y Eric, un investigador de postgrado sobre la obra de Straka al que su director de tesis está manipulando mientras le roba las ideas. La biblioteca del campus esconde este precioso volumen que durante un tiempo fue su punto de encuentro. 

Las notas que han venido dejando en los márgenes nos permiten seguir la conversación encubierta que han mantenido durante años y conocer tanto sus vidas como las sospechas y teorías que albergan en torno al misterio Straka. Su precaución viene determinada porque alrededor de este enigmático autor se han producido muertes sospechosas y hasta se conjetura que estuvo implicado en sabotajes y asesinatos en varios países. Incluso durante el intercambio de anotaciones perciben la sombra de una confabulación: después de comentar en los márgenes el hallazgo de cartas, documentos u objetos de Straka comprueban que al poco tiempo éstos desaparecen o son robados. 
"El furor sobre la identidad de Straka viene espoleado también por los rumores sobre sus actividades y afiliaciones, repletos de historias sobre sabotaje, espionaje, conspiración, subversión, latrocinio y asesinato. Si existe alguna clase de maledicencia de la que no se lo haya acusado en la prensa popular (y en algunos artículos en lo que se tilda de "estudios eruditos"), la desconozco. Quizás era de esperar, ya que la propia obra de Straka a menudo incluía secretos, conspiraciones y sucesos tenebrosos." pág. vi de la Introducción del traductor.

Por supuesto que mi libro no es el original pero está compuesto con mimo y facsímiles tan virtuosos que lo parece; invitándote a una potente intriga. El volumen se presenta encuadernado en tela y con las páginas amarillentas típicas de un libro de biblioteca que pasa de mano en mano. Incluso en la guarda final aparecen los sellos que avisan de las fechas de devolución a sus usuarios. También se reproducen las notas manuscritas con las reconocibles caligrafías de estos dos fervientes lectores y el conglomerado de documentos que han venido intercalando en sus páginas durante su conversación. De modo que lo que tenemos entre manos no es un libro de lectura lineal, sino un artefacto literario cuyas lisas páginas esconden varios niveles de lectura que se entrecruzan y alimentan. Una auténtica osadía editorial. ¡¡Un libro-objeto para manosear y paladear en plena era digital!!.

El título alude a la paradoja de Teseo tal y como la presentó  Plutarco en el siglo I, en su obra "Vidas Paralelas". Allí refiere la historia de Teseo, el gran héroe de Atenas que luchó contra el Minotauro, las Amazonas, los Centauros y los Villanos. Teseo partió hacia Creta para matar al Minotauro y una vez que lo consiguió volvió a Atenas victorioso tras pasar diversas aventuras. Los atenienses conservaron el barco durante años como homenaje, sustituyendo las tablas estropeadas por otras nuevas. Esta sustitución paulatina provocó el debate entre los filósofos sobre la identidad de las cosas con el paso del tiempo: algunos opinaban que el barco continuaba siendo el mismo, mientras que otros defendían que no; porque llegado el momento ya no quedaba parte alguna del barco original. Cabe recordar que lo mismo pasa con el cuerpo humano cuyas células van muriendo, siendo sustituidas por otras nuevas a lo largo de los años. Incluso nuestras opiniones mutan con el tiempo, de modo que ¿seguimos siendo los mismos a través de los años?.

Esta es la Biblioteca Metropolitana Ervin Szabó de Budapest.
No tiene nada que ver con este libro; pero siendo una hermosa
 biblioteca que cuenta con esa escalera que se retuerce como 
una S me ha parecido pertinente incluirla.

Por supuesto el título del libro y su contenido son coherentes con su idea central, el dilema de la identidad. Esto afecta tanto al autor incógnito del libro, Straka, como al protagonista del mismo, S., que aparece de pronto, in media res, caminando hacia el puerto de una ciudad desconocida ignorando quien es, de dónde viene o qué tiene que hacer. S. cree que nuestra personalidad se sustenta en nuestros recuerdos, por lo que al perder la memoria ha perdido su identidad.
"En cada misión, S. tiene aliados, facilitadores, ayudas y cómplices, pero no sabe ni intenta saber nada sobre ellos o sus vidas, ni siquiera cómo los contactaron. Resulta más seguro ser una superficie de ignorancia lisa como el cristal, no ofrecer un agarre a quien lo busque, seguir inmanejable, peligroso, letal.
A su vez, quienes lo ayudan no saben nada de quién es él; solo saben lo que hace.
Quizás es un poco como el propio Vévoda: un hombre de presencia física intangible, al contrario que su dominio sobre el mundo, en sus fronteras, sus recursos, sus agonías y sus aspiraciones. Un hombre que ejerce su influencia desde su propiedad situada en el principado de Rumor, un lugar donde la luz se tuerce en ángulos antinaturales y una persona normal necesitaría lentes especiales para ver lo que de verdad hay allí." 
pág. 316

El problema de la identidad de Straka aparece en cada página ya que constantemente estos dos fans obsesivos subrayan frases o hechos del libro que suponen para ellos la confirmación de una conjetura o el descubrimiento de una clave nueva. Llegan a sospechar que esta última novela de Straka realmente es su biografía encubierta apuntalada por claves de todas sus anteriores novelas. Aunque también existe la sospecha de que el verdadero autor es su traductor de siempre, F. X. Caldeira. 

Como lectores llegamos a dudar hasta de la identidad de estos dos adeptos. En una ocasión se citan para un encuentro pero Eric no acude. ¿Quizás está manipulando a Jen? Él dice que lleva escribiendo en el libro desde hace 15 años (las notas más antiguas aparecen a lápiz) y la estudiante le comenta: "curioso ver a las cosas que respondías, es como un álbum de fotos de cuando eras más joven. Y lo diferente que puedes verlas ahora". A lo que el investigador le responde "no creo ser tan diferente. Todo soy yo". Lo que refleja de nuevo la paradoja del barco de Teseo.


En cuanto al autor, ¿Quién fue V. M. Straka? Ni tan siquiera está claro que sea el autor de los libros que se le atribuyen. Straka ha sido un escritor de éxito, pero nadie lo ha conocido. El misterio de su identidad recuerda al de Shakespeare u Homero. Así nos lo recuerda el traductor de todas sus obras en una sentida Introducción, en la que da cuenta de la cantidad de personajes a los que se ha atribuido ser Straka, incluidos una monja y un pirata. Algunos hasta llegan a plantear que dicho traductor, F. X. Caldeira, pudiera ser la tapadera del verdadero Straka. Lo que sí descubrirán Jen y Eric es que las notas a pie de página que ha incluido Caldeira están llenas de datos falsos que encubren códigos secretos.

La creación de un autor literario con su conjunto de obras debidamente articuladas y comentadas en las notas me parece fascinante. Más si cabe porque se aprecia claramente el paralelismo entre la vida de Straka —llena de conspiraciones, sabotajes y asesinatos— y la que imagina para su protagonista S., sumergido en una rebelión que le conduce a matar Agentes y cometer atentados. 


Uno de los códigos más elaborados que esconde el libro tiene que ver con La Rueda de Eötvös, una rueda codificada con diferentes puntos cardinales que, por supuesto, está presente entre las páginas del libro. Para usarla son fundamentales las notas a pie de página. Aunque muchos están resueltos por Jen y Eric, el aficionado a los puzzles que quiera seguir jugando más allá de la lectura podrá apoyarse en una web dedicada a explicar estos cifrados, aquí.  También hay toda una comunidad de lectores dedicada a desencriptar los enigmas y juegos de palabras que atesora la obra. Item más, en este blog elbarcodestraka.wordpress.com— encontrará toda una guía y análisis pormenorizados del strakaverso.

Una de las notas más conspiranoicas está en la página 27, cuando Jen escribe: "Eric, mira esto! Las letras primera y última de las notas al pie del capítulo dan [ER DA SS TO DO S 19 1900 H pm] ¿O sea, en el hotel Erdass, el de la calle 38, todos los días 19 a las 7 p.m. Mi teoría: Caldeira creía que Straka seguía vivo y le estaba diciendo dónde y cuándo podrían quedar". Uff.

En algún momento Jen se refiere al volumen que van construyendo como "un álbum de recortes", lo cual no hace sino describir la arquitectura de este libro tan provocador que debemos al concepto de J.J. Abrams  y a la escritura de Doug Dorst. Un libro que el lector deberá ir componiendo mientras ajusta sus piezas. J. J. Abrams es el urdidor de series tan enigmáticas como LostFringe además de director de los reboots cinematográficos de Star Wars y Star Trek o de la delicia ochentera Super 8. En una charla TED comentó que el mejor ejemplo para explicar el origen de su amor por el misterio es una caja que compró en una tienda de magia décadas atrás y que jamás ha abierto. La ve todos los días sobre una repisa en su despacho pero piensa que abrirla "supondría renunciar a la esperanza en el prodigio". Cree firmemente que cuanto más conozca los mecanismos de la caja menos fascinación le provocará. Pues bien con El barco de Teseo él ha creado una caja llena de claves y mecanismos secretos. Lo mejor de todo es que nos invita a abrirla y disfrutarla.  

A quién crea que será difícil leer un texto con tantos niveles le diré que no es para tanto. Las notas al margen comentan y abundan asuntos de la misma página donde se encuentran, así que leyéndolo todo a la vez no puedes perderte. Del mismo modo las cartas, planos y recortes están situados en la página donde se los cita, por lo que se pueden considerar una ilustración exenta del texto. La escritura es directa y nada críptica por lo que la dificultad estriba en mantener abierta la mente para seguir los dos discursos, el de la novela impresa, con su propia aventura, y el de las anotaciones que arrancan trozos de texto para incrustarlos en otra realidad. Además, siendo así que los dos lectores comentan como obsesos cada pequeño detalle del texto, exprimiendo su posible alcance, tú mismo acabas convirtiéndote en el tercer lector que salta y grita cuando ve aparecer una S o un número 19. 


El libro tiene tres niveles de lectura. Por un lado está el texto de la novela impresa, con los periplos de S. por el Territorio enemigo, siempre perseguido por los Agentes. Por otro están las anotaciones en los márgenes en las que estos dos fieles nos informan de su vida personal, es la más floja. Y finalmente están esas mismas glosas pero referidas al misterio Straka que, junto a las notas a pie de página del traductor Caldeira, nos van revelando todo un mundo de sorprendentes claves y confabulaciones. 

Aunque la novela impresa o los comentarios se pueden leer de forma autónoma o lineal, yo creo que es en la lectura conjunta cuando adquieren su máxima potencia. Por supuesto puedes elegir leer del tirón la novela impresa (aquí la reseño individualizada), ignorando toda la parafernalia de objetos y anotaciones. Te adelanto que es muy entretenida y enigmática. Pero te perderás un primoroso juego que te ha de convertir en un adepto más de este complot tejido en torno al enigma Straka .







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No puedo concluir este comentario sin valorar el trabajo de edición de este auténtico palimpsesto. Sin duda es una caja mágica para navegar por enigmas, islas y mares que desafía el trabajo puramente mecánico de imprimir un libro. Su composición laboriosa hace que parezca hecho a mano. ¿Hay mejor elogio?
El libro llega a tus manos manchado con su propia historia, más allá del texto impreso. El propio J.J. Abrams ha declarado que "esta obra es una celebración del libro como objeto físico, es intencionalmente tangible".
Desde su publicación original en el 2013 hubo que esperar diez años para que una editorial, Duomo, se lanzara a publicarlo en español. Enhorabuena. 

El BARCO de TESEO - novela de V. M. Straka


En esta entrada se reseña exclusivamente la novela impresa atribuida a V. M. Straka. Para ver el volumen completo con notas y adendas elaborado por J. J. Abrams y Doug Dorst pincha aquí.  


Esta novela es un pastiche sumamente entretenido. Reúne elementos de literatura fantástica, de espías y de novela social. La historia gira en torno a S., un hombre amnésico que en la primera página aparece deambulando por una ciudad anónima y misteriosa. Ignorante de quién es y a dónde va es enrolado en un barco cuyos marineros tienen los labios cosidos. Le irán depositando, a lo largo de varias singladuras, en el Territorio, un espacio totémico que vive bajo el dominio de Vévoda, un poderoso empresario también ignoto que gobierna con mano de hierro gracias a un ejército de Agentes que van asesinando a todo oponente que se postule. Sus misiones varían, desde proteger documentos secretos hasta cometer atentados. 

La novela tiene una textura onírica y hasta metafísica. Un hombre deambula por una ciudad fantasma. Él mismo parece un fantasma. No sabe ni quien es. No tiene recuerdos. Porta en el bolsillo una hoja con una misteriosa S impresa en estilo gótico. Cuando llega al puerto de la ciudad ve una taberna con una S igual en la pared de entrada. Se dice a sí mismo "aquí es".


Este es el comienzo:
"Crepúsculo. El barrio viejo de una ciudad en la que un río da al mar.
Un hombre con un abrigo gris camina por las calles, una telaraña de pasajes de adoquín que parten del muelle y se entretejen en vecindarios donde los olores de las especias varían pero la decrepitud y la tristeza son compartidas. Los edificios, negros por el hollín de siglos, se elevan por encima de él, tapando la mayoría del cielo y dificultándole el saber de un momento al otro si está acercándose al agua o alejándose.
El hombre sospecha que esta es una ciudad en la que hasta sus moradores habituales se pierden. Pero no sabe si él mismo es uno de ellos. no sabe si ha estado antes aquí. No sabe por qué está aquí ahora."
Todo el relato tiene un eco de irrealidad. Cada misión en tierra firme es más violenta y extraña; pero nunca acaba sabiendo más, ni de sí mismo, ni de ese mundo foráneo. Cuando tras otra misión S. huye hacia el barco con la ayuda del rebelde Osfour, éste es alcanzado por un francotirador y al comprobar que está muerto S. piensa "Osfour era real".

La letra S gótica es una clave omnipresente. No solamente es la inicial de Straka, también es el nombre del protagonista al que se conoce como S. Pero además el trazo sinuoso de esta letra aparece constantemente en el itinerario del protagonista: escrita en un papel en su bolsillo, pintada en una fachada, grabada en la madera del barco, serigrafiada en una persiana o repujada en una cartera de cuero donde porta los documentos secretos de la rebelión. El símbolo es tan potente que llega a saltar desde el libro a la realidad de los dos fanáticos lectores que escriben en sus márgenes, los cuales llegan a verlo en su mundo, en algunos túneles y tiendas.


Pero no es el único símbolo de este juego tan deliciosamente cifrado. También se repite de forma enigmática el número 19. Hay 19 marineros en el barco que transporta a S., cuando se subastan objetos de Straka el lote suma 19 piezas y siendo este el último libro de Straka es el decimonoveno. Parece una clave o una obsesión. En una nota a pie de página el traductor Caldeira apunta. "Straka, de joven, era un prodigio del violín, y en sus novelas abundan las referencias musicales. (Me contó que dejó el instrumento cuando, tras una competición, el juez le dijo que, de los diecinueve participantes, había quedado el 19)". 

De igual modo no deja de aparecer un libro de cuentos legendario, "Los Relatos del Arquero", de un tal Arquímedes de Sobreiro. Tiene la capacidad de relacionar a personajes muy alejados y concitar nuevas y extrañas claves. 


En el ultimo tercio del libro, desde el capítulo Interludio, empezamos a conocer también la historia desde el punto de vista de los Agentes de Vévoda. Sus relatos particulares nos muestran una guerra interminable donde ellos mueren y matan a distintos S. de forma inagotable. El libro relata el clásico enfrentamiento entre el bien y el mal pero en un ámbito muy abstracto, casi diría kafkiano. Efectivamente la singladura de S. por momentos me recuerda a la del agrimensor K. en El Castillo, de Franz Kafka. Ambos están inmersos en una lucha desigual contra poderes incógnitos mientras permanecen alienados, ajenos a un sistema social que no logran comprender. También aquí hay un castillo no menos remoto e inaccesible, el Château donde habita Vévoda.

Aprecio otro paralelismo entre S. y Vévoda, el del anonimato. Los dos son como sombras. Ni sus secuaces saben quienes son, ni de donde vienen. Uno de los encargados adoctrina a un Agente del siguiente modo: "Nunca le has visto, claro. Nunca has estado en el Château, ni siquiera sabes dentro de qué fronteras se encuentra. Pero has oído las historias que cuentan otros Agentes". Mientras que en cuanto a S., "quienes lo ayudan no saben nada de quién es él; solo saben lo que hace".

En varias ocasiones parece que se nos presente a Vévoda como la personificación del Estado Profundo: "El Jefe está reconstruyendo el mundo según su visión, al igual que han hecho todos los grandes hombres de la historia y tú eres un instrumento de su voluntad épica", le explican a un Agente.
"Dirige la orquesta de la guerra, pero sin que los focos lo iluminen dice Osfour. Resuenan los tambores amigo mío. En cinco continentes. En docenas de conflictos. Millones de personas contienen el aliento y esperan lo peor.
¿Tú también? pregunta S.
Por supuesto. La invasión de El-H___ está cercana. Hay ejércitos cruzando el desierto mientras hablamos.
Cuando le pregunta quién va a ser el invasor, Osfour escupe en el suelo y pronuncia un nombre que a S. no le dice nada.
No era nadie explica hasta que Vévoda decidió que fuera alguien."
(Se me dibuja una sonrisa amarga al comprobar cómo este diálogo podría representar la época actual de tiranos y fantoches)

Por supuesto el título del libro y su contenido son coherentes con su idea central, el dilema de la identidad. Esto afecta tanto al autor del libro, Straka, cuya identidad nunca ha sido confirmada; como al protagonista del mismo, S., que aparece de pronto, ignorando su pasado. S. piensa que la personalidad se sustenta en los recuerdos, por lo que al perder la memoria ha perdido su identidad. 

El misterio de quien fue V. M. Straka queda fuera de su novela pero por la Introducción y la notas sabemos que, a pesar de su éxito, nunca nadie lo conoció y que se sospecha su participación en atentados y sabotajes... como su protagonista. 

La verdad es que las travesías y enigmas se multiplican en estas páginas como si de una nueva Odisea se tratase. En una misión S. y sus cómplices han de huir por unos túneles en la montaña que parecen un agujero de gusano espacio temporal. No menos enigmático es el extraño cómputo del tiempo que transcurre de distinto modo en el Territorio y en el barco. Tras una misión que para S. ha durado unos días, vuelve al barco y le parece que han sido años puesto que tanto la tripulación como el barco están totalmente transformados. En el tercer viaje el barco lleva a S. hasta una isla desierta y remota para ver a la Dama, dueña de una enorme biblioteca cuyos volúmenes aparecen signados con una sola letra gótica. Al abrir el libro con la S descubre que sus páginas contienen dibujos del barco donde se han ido detallando cada uno los cambios que ha venido sufriendo.
"Vuelve a pasar las más de mil páginas de una vez hasta la primera. Las manos le tiemblan de fiebre o fatiga. Parpadea varias veces. ¿Son todos el mismo barco? Cree que sí, aunque quizás influya el hecho de que todas las hojas estén entre las mismas cubiertas.
¿Por qué? ¿Por qué estos dibujos, más bien diagramas, han sido recopilados, unidos, anotados, conservados? ¿Para qué fueron creados? ¿Y por qué en cada una de las ilustraciones hay líneas y curvas bien ocultas entre las de cubierta que, relajando la vista y sin esfuerzo, se distingue que forman la palabra SOBREIRO?".   
pág. 292

 


A pesar de su textura onírica y su trasfondo social se puede decir que, en general, es una novela de aventuras. Así lo acaba entendiendo el mismo protagonista. 
"S. asiente. Comprende intuitivamente la frase: creamos historias para dar forma a un mundo caótico, para superar las desigualdades del poder, para aceptar nuestra falta de control sobre la naturaleza, sobre los demás, sobre nosotros mismos." pág. 146

viernes, 28 de marzo de 2025

LOS HERALDOS NEGROS - de César Vallejo

After Second Version Of The Triptych 1944 (panel derecho) © Francis Bacon 1988



 



Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!
Golpes como del odio de Dios; como si ante ellos,
la resaca de todo lo sufrido
se empozara en el alma… ¡Yo no sé!

Son pocos; pero son… Abren zanjas oscuras
en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte.
Serán tal vez los potros de bárbaros Atilas;
o los heraldos negros que nos manda la Muerte.

Son las caídas hondas de los Cristos del alma
de alguna fe adorable que el Destino blasfema.
Esos golpes sangrientos son las crepitaciones
de algún pan que en la puerta del horno se nos quema.

Y el hombre… Pobre… ¡pobre! Vuelve los ojos, como
cuando por sobre el hombro nos llama una palmada;
vuelve los ojos locos, y todo lo vivido
se empoza, como charco de culpa, en la mirada.

Hay golpes en la vida, tan fuertes… ¡Yo no sé!













César Vallejo (1892 - 1938) fue un gran renovador de la poesía moderna. Su obra está íntimamente relacionada una intensa vida trufada de no pocos quebraderos de cabeza políticos y sociales, y una sensibilidad exacerbada. Estuvo tres meses en la cárcel, una experiencia que lo marcó profundamente. Allí escribió su segundo libro, Trilce. Experimentó la pobreza, la separación familiar y un agraviado sentido de la justicia. Todo ello aflora en su poesía. También un fatalismo procedente de sus orígenes indígenas. Estos sedimentos iluminan una constante en su obra: la solidaridad del poeta con el  sufrimiento de los hombres que en sus versos aparece convertido en un grito de rebelión.

En sus poemas experimentó con las capacidades expresivas del lenguaje, de ahí que habitualmente encontremos exclamaciones, asociaciones enigmáticas y patrones rítmicos cuyos ecos palpitarán en nuestra memoria. 

Desde sus inicios modernistas y su paso por las vanguardias de entreguerras logró construir una voz personalísima que ensanchó hasta alcanzar un humanismo radical y crítico. El poema "Los heraldos negros" está incluido en el libro homónimo publicado en 1919. En él se manifiesta el dolor intrínseco a la condición humana, tan vulnerable y frágil en su fugacidad.

miércoles, 19 de marzo de 2025

ANORA - de Sean Baker



Esta película se llevó la Palma de Oro del último Festival de Cannes y acaba de recibir el Oscar a la mejor Película, a la mejor Dirección, al Mejor Guión y al Mejor montaje, además del Oscar a la mejor interpretación femenina. 
No entiendo el por qué de los cuatro primeros Oscars. 
La película me parece más que sencilla simple, con un conflicto de poca envergadura y unos personajes en los que hay poco que rascar.

Anora es una joven de ascendencia rusa que trabaja en un local neoyorkino como bailarina erótica. Una noche recibe a un grupo de jóvenes entre los que destaca uno de carácter jovial, con muchas ganas de divertirse. Es el hijo de un jerarca ruso multimillonario y acaba enrollándose con Anora. El pase privado le parece poco y termina llevándosela a su mansión de Brighton Beach. Deseoso de alargar la fiesta le propone un contrato de 15.000 dólares por ser su novia durante una semana. 


Todo es fantástico. Anora alucina. El dinero corre a raudales. Se van de juerga y luego a follar. Salen de compras y luego a follar. El chico se pasa el día jugando a videojuegos y sólo para para follar. Finalmente coge su jet privado y se van a Las Vegas para correrse una juerga y... acaban casándose en una de esas capillas tan kistch que pululan por la ciudad del juego. Anora cree que ha encontrado a su príncipe azul pero, aunque ellos no lo saben, acaban de cruzar una línea roja.

El guardaespaldas avisa a la madre del chico que monta en cólera y viene rauda desde Rusia para deshacer el entuerto. Cuando baja del avión en Nueva York ya la están esperando el abogado y el juez con los papeles del divorcio preparados. A nadie le importa Anora. Ha tenido un pico de felicidad que apunta a estrellarse contra el suelo. Aunque ella no es una víctima. Conoce bien los sinsabores de la vida y planta cara; pero la calidez de ese corto viaje que acaba de hacer desde lo contractual hasta lo emocional ha convertido su fuerza en vulnerabilidad. 


La historia tiene el gancho de presentarse como el reverso acibarado de Pretty Woman, pero no tiene profundidad ni encanto. Anora se ha lanzado por el tobogán enloquecedor de esa oportunidad única sin reservas ni dudas. Ella solo vive el momento. Por supuesto se resiste cuando la madre empuja para organizar el divorcio; pero no percibo drama y la emoción es limitada. Todo es demasiado previsible.
Es como cuando has perdido un contrato. 
El chico es un viva la virgen que por supuesto va a lo suyo, mientras Anora sigue resbalando por un cristal de colores que sólo se rompe en el último plano.
 

Creo que todos estos premios tienen algo que ver con reconocer una carrera, una mirada y un estilo que, por supuesto, lo merecen; pero no han acertado con la película. Sean Baker tiene mejores películas donde practica esa vuelta de tuerca a la sociedad norteamericana para mostrar sus miserias y sus valores deshumanizantes. 

Sean Baker nació en 1971 y su trayectoria lo avala como un cineasta de gran honestidad y humanismo. Su cámara pone el foco en la gente que habita los márgenes de ese mito edulcorado que es el sueño americano. Y lo hace con un riguroso realismo pero también con una gran sensibilidad, atento al dolor de los excluidos. Aunque se dio a conocer con Starlet (2012) rompió moldes definitivamente con "Tangerine", una cinta muy cruda sobre una prostituta transgénero que, al salir de la cárcel, inicia la búsqueda de su anterior amante sondeando en la noche de la ciudad. Este asunto se repite en Anora cuando el chico desaparece y la madre, el guardaespaldas y Anora recorren todos los antros de la ciudad buscándolo. Aunque yo me quedo con "The Florida project’ (2017), una crónica ácida y tierna de los descartados por el sueño americano.
 
En ella Willem Dafoe encarna al responsable de un motel situado en las inmediaciones de Disney World. Tanto el motel como el parque acaban siendo dos espacios extremos, artificiales y casi irreales. En ese motel cercano al "lugar más feliz de la Tierra" malviven una madre y su hija, víctimas de la desesperanza y la miseria que provoca la trituradora capitalista. Cabe recordar que en EEUU está prohibido instalarse de forma permanente en estos alojamientos, de modo que aquellos que no disponen de vivienda deben deambular de motel en motel o de habitación en habitación escondiendo su infortunio. El recorrido de ambas por la derrota es amargo pero vitalista y, sobre todo, está lleno de humanidad y amor.  Brooklynn Prince interpreta a la niña protagonista de seis años y, como Mikey Madison en Anora, está magnífica.
Finalmente queda "Red rocket" (2021) otra crónica más de la realidad americana mas sórdida. Su protagonista es una estrella en declive del cine porno que abandona Los Angeles para regresar a su pueblo de origen en Texas. Pero tiene grabado a fuego la cultura del éxito americano de modo que, una vez allí, se lía con una Lolita local en la que ve una nueva oportunidad para reverdecer laureles en la Tierra de los Sueños. Sean Baker retrata a este buscavidas adulador y ególatra con una gran empatía, sin juzgarlo.

viernes, 14 de marzo de 2025

MICKEY 17 - de Bong Joon-ho

2025

Mickey 17 es una película disfrutable y llena de ideas estimulantes pero fallida. Lástima, porque los temas que toca son relevantes y el nivel de producción alto, pero los asuntos se amontonan y en conjunto no suman, sino que provocan un ritmo demasiado irregular. 

Mickey (Robert Pattinson) es un ratón de laboratorio en este drama de ciencia ficción con toques de humor negro y un marcado cariz satírico. Estamos en 2054 y la vida en la Tierra es una mierda. Las colas de gente para ir al espacio son infinitas y siendo Mickey un cero a la izquierda sus oportunidades para embarcar son nulas: "parece que todo el planeta estaba huyendo de algo" reflexiona. De modo que el único billete a su alcance es declararse "prescindible" y sumarse a una misión exploradora. Con esa etiqueta lo someterán a todo tipo de experimentos —para probar la atmósfera de un nuevo planeta, o un nuevo medicamento, o un nuevo gas mortal o los límites de la radiación en un paseo espacial, etc.— para ver cómo reacciona el cuerpo humano antes de morir... Lo cual no importa, porque pueden reimprimir a Mickey tantas veces como quieran, con su mismo cuerpo y el paquete completo de recuerdos y personalidad almacenados previamente.

Los otros vértices de la historia son un comandante de misión bastante bufo y unas extrañas criaturas que habitan el planeta a colonizar. El enredo lo pone el hecho de que dan por muerto a Mickey 17 y hacen click para sacar a Mickey 18. La multiplicidad de Mickeys echará un poco de pimienta al guiso. 



Fui al cine con grandes expectativas pero la mezcla de ciencia ficción y comedia negra es muy delicada de sostener. Hay momentos en que te ríes por las situaciones tan absurdas a las que someten a Mickey, demostrando que las personas sólo somos carne de cañón en sistemas tiránicos; pero en otros momentos la tensión narrativa se desploma y la sátira política sólo llega a parodia, como en la representación de un dictador de pacotilla.

Kenneth Marshall (Mark Ruffalo) es un político fracasado y egocéntrico que se convierte en empresario de éxito y prepara una misión espacial con destino al planeta Niflheim. Allí pretende fundar una colonia de raza pura bajo sus dictados. Marshall es un tipo histriónico y ridículo que necesita que su mujer (Toni Colette) le sople al oído lo que tiene que decir y que su asesor de imagen le diga cómo tiene que posar en sus discursos delirantes. Pronto se hace evidente que este petimetre supremacista es la combinación física y moral de los dos tipos que ocupan hoy el despacho oval. Lo sorprendente es que la película concluyó su rodaje en 2022, por lo que podemos concluir que todos los autócratas son previsibles en su crueldad y ridiculez. Esta es la parte más floja de la película, los personajes de Mark Ruffalo y Toni Collette sobrepasan la excentricidad y llegan a rozar el ridículo. 





No es la única crítica sociopolítica que aparece en la película. La idea de poder duplicar a un trabajador sin derecho alguno haría babear a cualquier capitalista codicioso. Lo que ocurre es que con cada copia Mickey es menos persona. De hecho reimprimir a Mickey acaba convirtiéndose en una tarea tan rutinaria que en ocasiones la impresora lo escupe al suelo sin que nadie lo recoja. Reimprimir a alguien para exprimirlo cuantas veces se quiera parecería una indignidad sacada de una novelucha pulp... sino fuera porque hace sólo unas semanas el hombre más rico del mundo propuso una jornada laboral de 120 horas semanales y sin cobrar. A eso aspira el capitalismo más rapaz y deshumanizante. 

Otro aspecto que toca la película es el de la colonización de tierras a partir del exterminio de sus aborígenes. Parecería cosa del pasado siglo XVII, sino fuese porque ahora mismo estamos asistiendo a la retransmisión en directo de las masacres que Putin está cometiendo en Ucrania para anexionársela o Netanyahu en Gaza para apropiársela. Como se ve el caldo de cultivo está ahí. 



El problema de la película es que la sátira política carece de sutileza y por momentos cae en la caricatura. El otro problema que tiene es la excesiva acumulación de temas que impiden una narración firme y coherente. 

Conociendo la filmografía previa de Bong Joon-ho y siendo su primera película en Hollywood, parecería que no ha querido dejarse en el tintero ninguno de sus rasgos estilísticos. El exterminio de los bichos que habitan Niflheim recuerda al activismo por los derechos de los animales que mostró en “Okja”; aunque aquí esta subtrama carece de complejidad y resulta emocionalmente plana. Por su parte la supervivencia en un planeta extremo con una sociedad superjerarquizada nos lleva al catastrofismo ambiental y las castas que nos fascinaron en “Snowpiercer”. Y, por supuesto, la crítica a la desigualdad social que detonaba en la premiada "Parásitos" también se hace patente aquí.  Lo bueno es que a pesar de los millones que Hollywood ha puesto en sus manos, Bong Joo-ho no ha renunciado a su característico humor grotesco y beligerancia crítica contra el poder. Eso se agradece. 



Mickey 17 da una vuelta de tuerca a los "replicantes" de Blade Runner. Estos "prescindibles" ya no son ni máquinas expertas con aspecto humano, sino personas perfectamente desechables para usar y tirar tras un experimento letal. Lo que ocurre es que finalmente la versión decimoctava de Mickey será menos complaciente y provocará el movimiento libertador de una sociedad domesticada. Aunque esta revuelta no será tan provocadora como la que vimos en "Parásitos".

No puedo acabar sin anotar que Robert Pattison sale airoso de su interpretación de dos personas idénticas pero radicalmente opuestas. Mickey 17 es un tipo ingenuo y un tanto imbécil, de mandíbula floja; mientras que Mickey 18 tiene dos dedos de frente y sabe al juego al que están jugando. Como Bong Joon-ho, que parece estar tañendo una campana para despertar a los imbéciles más adormilados.  






El guión también lo firma Bong Joon-ho y es la adaptación de la novela Mickey 7, de Edward Ashton, publicada en 2022. 

jueves, 13 de marzo de 2025

RAIN DOGS - creada por Cash Carraway


Esta es la serie más sórdida y promiscua que he visto en años... pero también la más llena de vitalidad. Sus personajes se arrastran por el arrabal de Londres pero su fuerza vital es inquebrantable.

Una mujer, su hija de diez años y un amigo intentan sobrevivir a las  enormes dificultades personales y económicas que les plantea un Londres tan contemporáneo como inclemente. Desde el minuto uno sabemos que no les va nada bien. La serie se abre con ellas dos empacando sus escasas pertenencias mientras la policía aporrea la puerta para desahuciarlas de esos minipisos en colmena donde viven los peones. Se van con la cabeza alta, al fin y al cabo llevan años buscándose la vida en condiciones muy precarias. La madre tranquiliza a la niña mientras la deja en la puerta del colegio, "no te preocupes cariño ya sabes que tengo mano con los espíritus y antes de las cinco de la tarde habrán dispuesto un techo para nosotras". Pero no es así. La primera noche tienen que romper el cristal de un coche para dormir a cubierto de la lluvia. La segunda tienen que aceptar la caridad de un tipo para dormir en un cuartucho....hasta que el pervertido exige el pago del favor. 



Están al borde de la indigencia, pero nadie se recrea en ello, la vida sigue. Lo que te engancha es el carácter inexpugnable de la madre, Costello Jones (Daisy May Cooper). No tiene nada, ni dinero, ni techo, pero nunca la ves desesperada. Está muy bregada por la vida y además es de armas tomar. Tuvo que huir de casa muy joven por abusos de su madre y trabaja por horas haciendo cabina en un sex shop. Su hija Iris (Fleur Tashjian) es su motor, también su sueño de convertirse en escritora. Quiere escribir sobre esta vida perra que le ha tocado vivir.



La otra parte de la historia es Shelby (Jack Farthing) el colega que Costello conoció en la Universidad, un niño rico gay tan cínico como ingenioso que acaba de pasar un año en la cárcel. Cuando Costello ya no tiene donde agarrarse él provee el dinero suficiente para que no se despeñe. Aunque él no está mejor. Su padre se suicidó. Su madre no quiere saber nada de él, le pasa una simple paga que él dilapida en el juego y las apuestas. Ya fuera de la trena sigue sin saber qué hacer con su vida. Sólo tiene claro que siempre cuidará de Iris, pero tiende a desaparecer, a la melancolía y a la depresión. 

Los tres forman un trío calavera que avanza por la vida dando tumbos. Su ecosistema es el lumpen, la prostitución, el alcoholismo, la precariedad y unos servicios sociales de derribo. La serie aporta una mirada crítica a un sistema que es muy eficiente redistribuyendo la pobreza; pero aquí no hay militancia política como ocurre en las películas de Ken Loach, por ejemplo. La sociedad que retrata sin tapujos es áspera y descarnada, pero las malas condiciones económicas y sociales parecen asumidas, tras la Thatcher y el Brexit se dan por amortizadas. La cuestión está en cómo lo afrontan -con un inocente empeño- este trío de desubicados. 




No están solas estas almas en pena. Sus vigilias se aderezan con todo tipo de personajes extravagantes, pervertidos y tramposos. Una periodista engaña a Costello para sacar adelante un escandaloso reportaje que acaba perjudicándole. Las compañeras de cole de Iris son unas pijas que la alienan todavía más. Gloria (Ronkẹ Adékoluẹjo) es la mejor amiga de Costello, trabaja en la funeraria de su padre, pero su vida no es menos caótica. Los ratos más relajados de Costello son los que pasa con Lenny (Adrian Edmonson), un anciano y pervertido artista especializado en pintar coños y desnudos. Lenny está de vuelta de todo y vive pegado a su bomba de oxígeno. Costello le ayuda limpiándole la casa y posando para él abierta de piernas mientras él se masturba. 

Hay un capítulo en el que la ricachona madre de Shelby los envía a vivir a su casa de campo con los gastos pagados. Por lo menos allí los tendrá controlados. Ni aún así. Después de unas pocas semanas ya se están haciendo la vida imposible. La bronca es constante. Shelby llega a robar los ahorros de Costello para jugárselos. Luego se desespera y llega a decir que nunca se ha odiado más a sí mismo. Costello quiere irse pero no puede hacerle esa putada a Shelby, dejarle sin Iris. La ricachona madre no es tan misericordiosa. Llama a un psiquiátrico y vienen a recogerlo para ingresarlo.

Así transcurren estos ocho episodios que destilan frescura y autenticidad. Una montaña rusa de amarguras y emociones. Todo es difícil e inarmónico en sus vidas, pero ni Costello ni Shelby buscan lástima. Son capaces de tomar las peores decisiones posibles, las más egoístas e incluso las más autodestructivas, pero también las más humanas. “Es normal odiar a las personas que amas”, le dice lúcidamente Shelby a Costello en algún momento de su historia de encuentros y desencuentros. 


Tom Waits fue quien acuñó el término “rain dog”, en referencia a los perros callejeros que pierden su camino de regreso a casa porque los rastros y las huellas han desaparecido con las tormentas. Aquí la metáfora se extiende a los seres humanos que se sienten perdidos y desorientados en la vida. La serie no sólo adopta el título de la canción de Waits sino también su poso romántico y melancólico. El amor puro e incondicional está siempre presente en el tortuoso camino que Costello, Iris y Shelby recorren. Su viaje constituye toda una meditación poética sobre la alienación, la camaradería y la búsqueda de un sentido a este mundo desolado.

domingo, 9 de marzo de 2025

THE ORDER: La Hermandad Silenciosa - de Justin Kurzel


Esta película se basa en el libro de no ficción "La Hermandad Silenciosa" de Kevin Glynn y Gary Gerhardt y retrata hechos verídicos sucedidos entre 1983 y 1984 en una región de Ohio, cuando el extremista estadounidense Bob Mathews (interpretado aquí por Nicolas Hoult) creó una organización terrorista para la supremacía blanca -La Orden- con el objetivo de derrocar al Gobierno Federal y provocar una guerra racial que culminase con el exterminio de los no blancos y los judíos. Para empezar, esta grupo cometió numerosos robos para financiar su lucha y asesinó a tres personas.

Estrenada en estos tiempos oscuros que vivimos la película tiene una lectura muy actual y llega a espeluznar. Bob Mathews es un tipo amable y carismático que encarna el caldo de cultivo presente en muchas comunidades rurales estadounidenses, una tierra prometida para el supremacismo y el nacionalismo cristiano. "Estamos en plena guerra" dice Mathews en la iglesia de su congregación, harto de la palabrería que su predicador del odio, el reverendo Richard Butler, suelta desde el púlpito. Su intención es forjar una milicia que pase a la acción aunque muera en el intento. Porque él lo tiene claro: "Una cosa que nunca muere es la fama de las hazañas de un muerto".

Sus robos a bancos, atracos a furgones blindados y atentados con bomba pronto llaman la atención de un agente del FBI experto en mafias y Ku Klux Klan, el agente Terry Husk (Jude Law). Sospecha que detrás de todo esto algo grande se está fraguando. 






La película es un thriller muy efectivo aunque no llega a brillar con todo el esplendor que destila, por ejemplo, el clásico Arde Mississippi (Alan Parker, 1988). Aún así las potentes interpretaciones de sus dos protagonistas logran elevar su perfil y convertirla en un inquietante cuento cuya moraleja se derrama sobre nuestra actualidad. En una arenga Mathews llega a decir: “En 10 años tendremos miembros en el Congreso y el Senado. Así se hacen los cambios, pero lleva tiempo”.
¡Ostras! No se equivocaba.

Estamos en 2025 y los supremacistas, xenófobos, racistas y negacionistas seguidores del Emperador Pollo tienen mayoría en el Congreso y en el Senado. En 1984 el agente Terry Husk logró desmantelar la banda... pero hoy en día sería despedido por el presidente delincuente Trump que, además, excarcelaría a los terroristas como ya ha hecho con los que asaltaron el Capitolio el 6 de enero de 2021. 
Los que hace poco eran minorías clandestinas, hoy dictan leyes y decretos.
La vida al revés.

Me llama la atención el hecho de que estos grupos extremistas racistas tengan su propia biblia, 'Los diarios de Turner', de William Luther Pierce; libro que aparece en la cabecera de toda casa respetable de la congregación del reverendo Butler. De hecho este libro ha sido vinculado a eventos reales como el atentado de Oklahoma City, que ocasionó 168 muertos el 19 de abril de 1995, y otros ataques de la extrema derecha. Recordemos que el saludo nazi y la bandera con la esvástica están avalados por la Corte Suprema en EEUU desde 1978, cuando un grupo neonazi quiso organizar una marcha por Skokie, un barrio de Chicago habitado en su mayoría por supervivientes del Holocausto. La sentencia considera constitucionales esas acciones en base a la libertad de expresión consagrada en la Primera Enmienda; lo cual abrió las calles norteamericanas a todo tipo de grupos neonazis.



"Los diarios de Turner" son en realidad una novela de anticipación que describe cómo un grupo supremacista logra derrocar al gobierno de EEUU que según ellos está controlado por negros y judíos. Esos diarios registran detalladamente las etapas de lucha que se sucedieron durante años hasta la culminación de la Revolución aria. De ahí que esas etapas sean comentadas y memorizadas por todo buen supremacista, tal como ilustra la película. 

Bob Mathews por supuesto sigue a rajatabla el plan de seis pasos delineados en la novela anhelando llegar al último, "El Día de la Soga", cuando se ahorcará a todos los traidores a la raza blanca; cuestión que se confirma en la película con el asesinato de Alan Berg (Marc Maron), un locutor de radio judío que se enfrentaba desde las ondas a los extremistas. Esta expectativa de justiciero supremacista me trajo a la memoria al siniestro personaje que Jesse Plemons interpreta en la reciente Civil War (Alex Garland) cuando, pertrechado con un fusil y unas gafas de sol de plástico rojo, pregunta a un grupo de detenidos "¿qué clase de estadounidense eres?"; convirtiéndose en juez y verdugo en cuanto a la pureza de raza.


El personaje de Mathews está sutilmente perfilado. Es un tipo común e insidiosamente espeluznante. Amante de la naturaleza y padre de familia que educa con amor a su hijo de cinco años... incluso enseñándole a disparar armas reales. En las escenas familiares cotidianas, en reuniones con vecinos y en las barbacoas de fin de semana es donde se revela lo aterrador de esta mentalidad enfermiza. La gama cromática de su moralidad va desde entrañable padre a intransigente, pasando por racista hasta llegar a supremacista blanco cristiano. Toda una gama obsesivo-extremista de sentimientos irracionales de superioridad sobre otras personas sea por motivos de raza, color de piel o religión. 

En cambio el personaje del agente Husk lamentablemente resulta plano y no llega a desarrollar aspectos que se sugieren. Se nos deja entrever que está divorciado y entregado a su trabajo. Porta la cicatriz de una operación de corazón pero eso no le impide acelerar y meterse en la boca del lobo cuando surge la ocasión. Llega a mencionar un caso anterior en el que una informante fue asesinada brutalmente, como señalando a sus compañeros, la agente Carney (Jurnee Smollett) y el policía local Jamie Bowen (Ty Sheridan), que sus decisiones suelen ser viscerales y van acompañadas de tragedia.

Última y perturbadora reflexión: 
* Hace 85 años los nazis alemanes aterrorizaron al mundo y exterminaron a más de 6 millones de judíos.
* Hoy, en 2025, aquella Norteamérica que resultó crucial para derrotar el III Reich está cavando con ahínco un foso aislacionista mientras los grupos supremacistas y neonazis pasean la esvástica por sus calles. 
* También hoy y desde 2023 cuando Hamás llevó a cabo sus viles atentados terroristas el 7 de octubre, el estado de Israel está empeñado en llevar a cabo un segundo holocausto; pero no como víctima, sino como victimario: acometiendo el genocidio del pueblo palestino por el más ruin de los motivos, expulsarlos de sus tierras para apropiarse de ellas.  









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Justin Kurzel es un cineasta australiano que se presentó con Los asesinos de Snowtown (2011), el espeluznante retrato de un asesino en serie de Australia y posteriormente dirigió entre otras, una sombría y brutal adaptación de Macbeth (2015) y La verdadera historia de la banda de Kelly (2019), un sugerente y violento western con un envidiable concepto visual.

sábado, 8 de marzo de 2025

EL MURCIÉLAGO - de Luigi Pirandello

ⓒ  Pimlico Prints


Serie Narraciones Extraordinarias












odo bien. En la comedia no había nada nuevo que pudiera irritar o trastornar a los espectadores. Y estaba montada con un espectacular atrezo. Un gran prelado entre los personajes: una eminencia vestida de rojo que hospeda en casa a una cuñada viuda y pobre, de quien, cuando era joven, antes de emprender la carrera eclesiástica, había estado enamorado. Una hija de la viuda, ya en edad de merecer, que Su Eminencia quisiera casar con un joven protegido suyo, que se ha criado en su casa desde niño, aparentemente hijo de un viejo secretario, pero en realidad… En fin, vamos, un antiguo error de juventud, que ahora no se podría reprochar a un gran prelado con la crudeza que necesariamente derivaría de la brevedad de un resumen. Sobre todo porque es, por decirlo así, el centro de todo el segundo acto, en una escena de grandísimo efecto: con la cuñada, en la oscuridad, o mejor, bajo el claro de luna que inunda la galería, porque Su Eminencia, antes de empezar la confesión, le ordena a su confiado sirviente Giuseppe: «Giuseppe, apague las luces». Todo bien, todo bien, en fin. Los actores: todos en orden y enamorados, uno por uno, de su papel. También la pequeña Gàstina, sí. Contentísima, contentísima en el papel de la sobrina huérfana y pobre, que por supuesto no quiere casarse con aquel protegido de Su Eminencia y protagoniza algunas escenas de violenta rebelión, tan del agrado de la pequeña Gàstina, porque prometían una lluvia de aplausos.
En resumen, el amigo Faustino Perres no podía estar más contento, en la espera ansiosa de un éxito rotundo para su nueva comedia, la víspera de su representación. 
Pero había un murciélago. 
Un maldito murciélago que cada noche, durante aquella temporada teatral de nuestra Arena Nacional, o entraba por las aberturas del techo del pabellón, o se despertaba a cierta hora en el nido que debía de haber hecho allí arriba, entre las estructuras de hierro, los tornillos y los bulones, y se ponía a revolotear como enloquecido, no por el enorme techo de la Arena sobre las cabezas de los espectadores, porque durante la representación las luces de la sala estaban apagadas, sino allí, donde lo atraían la luz del proscenio, de las balanzas y de los bastidores, las luces de la escena. Sobre el escenario, justo en la cara de los actores. 
La pequeña Gàstina le tenía un miedo irracional. Durante las noches anteriores tres veces había estado a punto de desmayarse al verlo pasar, rasante, por su rostro, sobre el pelo, ante sus ojos, y la última vez, ¡Dios, qué repugnancia!, hasta casi rozarle la boca con aquella membrana viscosa. No había gritado de milagro. La exasperaba la tensión de los nervios para obligarse a permanecer inmóvil, representando su papel (mientras no podía evitar seguir con los ojos, asustada, el revoloteo de aquella bestia asquerosa, para defenderse de ella o, si no aguantaba, para huir del escenario y encerrarse en su camerino), hasta el punto de afirmar que ella, con aquel murciélago allí, si no se encontraba la manera de impedirle que viniera a revolotear por el escenario durante la representación, no se sentía segura de sí misma, de lo que haría una de aquellas noches.
Se obtuvo la prueba de que el murciélago no venía de fuera, sino que había establecido su domicilio en los envigados del techo de la Arena, porque, la noche anterior al estreno de la nueva comedia de Faustino Perres, todas las aberturas del techo se mantuvieron cerradas, y a la hora acostumbrada se vio al murciélago lanzarse, como todas las noches anteriores, al escenario, con su revoloteo desesperado. Entonces Faustino Perres, aterrado por el destino de su nueva comedia, rezó, imploró al empresario y al director para que hicieran subir al techo a dos, tres, cuatro obreros, incluso a cargo suyo, para encontrar el nido y dar caza a aquel animal tan insolente; pero fue tachado de loco. Especialmente el director se enfureció frente a la propuesta, porque estaba cansado, así era, cansado, muy cansado, realmente cansado de aquel miedo ridículo de la señorita Gàstina a echar a perder su magnífico pelo.
—¿El pelo?
—¡Seguro! ¡Seguro! ¿Aún no se ha enterado? Le han dado a entender que si por casualidad le cae en la cabeza, el murciélago tiene en sus alas no sé qué viscosidad, por lo cual sería imposible desenredarlo del pelo sin cortarlo. ¿Ha entendido? ¡Esa es la razón de su miedo! ¡Debería interesarse por su papel, identificarse con el personaje, al menos hasta el punto de no pensar en tales tonterías! ¿Tonterías, el pelo de una mujer? ¿El magnífico cabello de la pequeña Gàstina?



El terror de Faustino Perres, frente al arrebato del director, se centuplicó. ¡Oh, Dios! ¡Oh, Dios! ¡Si realmente la pequeña Gàstina temía por eso, su comedia estaba perdida! Para desairar al director, antes de que empezara el ensayo general, la pequeña Gàstina, con el codo apoyado en la rodilla de una pierna cruzada sobre la otra y el puño bajo la barbilla, le preguntó seriamente a Faustino Perres si la frase de Su Eminencia en el segundo acto: «Giuseppe, apague las luces», no podía ser repetida, de ser necesario, alguna vez más durante la representación, visto y considerado que no había otro medio para echar a un murciélago que entra de noche en una habitación que no fuera apagar las luces.
Faustino Perres sintió que se le helaba la sangre en las venas.
—¡No, no, lo digo en serio! Porque, perdone, Perres: ¿usted quiere dar, con su comedia, una perfecta ilusión de realidad?
—¿Ilusión? No. ¿Por qué dice ilusión, señorita? El arte crea verdaderamente una realidad.
—Ah, está bien. Pues yo le digo que el arte la crea y el murciélago la destroza.
—¿Cómo? ¿Por qué?
—Porque sí. Ponga por caso que, en la realidad de la vida, en una habitación donde se está desarrollando, de noche, un conflicto familiar, entre marido y mujer, entre una madre y una hija, ¡qué sé yo!, o un conflicto de intereses o de otro tipo, entra por casualidad un murciélago. Bien: ¿qué se hace? Le aseguro que, por un momento, el conflicto se interrumpe por culpa de aquel murciélago que ha entrado, o se apaga la luz, o se va a otra habitación, o alguien va a coger un bastón, se sube a una silla e intenta golpearlo para acabar con él en el suelo, y entonces todos los demás, créame, en aquel momento, se olvidan del conflicto y corren a mirar, sonrientes o con asco, de qué está hecha aquella bestia odiadísima.
—¡Ya! ¡Pero esto pasa en la vida ordinaria! —objetó Faustino Perres, con una sonrisa cadavérica en los labios—. En mi obra de arte, señorita, no he puesto a ningún murciélago.
—Usted no lo ha puesto, pero, ¿y si él se mete sólo en ella?
—¡No hay que hacerle caso!
—¿Y le parece natural? Le aseguro, yo que debo vivir en su comedia el papel de Livia, que eso no es natural, porque Livia, yo lo sé, lo sé mejor que usted, ¡le tiene miedo a los murciélagos! Su Livia, cuidado, no yo. Usted no lo ha pensado, porque no podía imaginar el caso en que un murciélago entrara por la puerta, mientras ella se rebelaba furiosamente a la imposición de su madre y de Su Eminencia. Pero esta noche, puede estar seguro de ello, el murciélago entrará en la habitación durante aquella escena. Y entonces yo le pregunto, por la realidad misma que usted quiere crear, si le parece natural que Livia, con el miedo que le tiene a los murciélagos, con la repugnancia que la hace retorcerse y gritar al imaginarse un posible contacto, se quede allí como si nada, impasible, con un murciélago que revolotea alrededor de su rostro. ¡Usted bromea! Livia se escapa, se lo digo yo; deja la escena y se escapa, se esconde bajo la mesa, gritando como una loca. Le aconsejo, por eso, que reflexione si no le conviene más que Su Eminencia llame a Giuseppe y repita la frase: «Giuseppe, apague las luces», o… espere, o… ¡Sí, sí, mejor! ¡Sería la solución! Si le ordenara que coja un bastón, que se suba a una silla y…
—¡Ya! ¡Sí! Interrumpiendo la escena a la mitad, ¿verdad?, en la hilaridad fragorosa de todo el público.
—¡Pero sería el colmo de la naturalidad, querido mío! Créame. También para su comedia, dado que aquel murciélago está ahí y que en aquella escena (es inútil, lo quiera usted o no) se mete: ¡un murciélago de verdad! Si no lo tiene en cuenta, parecerá falsa, por fuerza. Livia que no le hace caso, los otros dos que no le hacen caso y continúan recitando la comedia, como si no estuviera allí. ¿No lo entiende?
Faustino Perres dejó caer los brazos, desesperadamente.
—Oh, Dios mío, señorita —dijo—, que usted quiera bromear es una cosa…
—¡No, no! ¡Le repito que estoy hablando en serio, en serio, realmente en serio! —rebatió Gàstina.
—Y entonces yo le contesto que usted está loca —dijo Perres, levantándose—. Aquel murciélago tendría que ser parte de la realidad que yo he creado, para que pudiera tenerlo en cuenta y hacer que los personajes de mi comedia lo tuvieran en cuenta; ¡tendría que ser un murciélago de mentira y no real, en fin! Porque un elemento de la realidad casual no puede, así, incidentalmente, de un momento a otro, introducirse en la realidad creada, esencial, de la obra de arte.
—¿Y si se introduce en ella?
—¡Pero no es verdad! ¡No puede! Aquel murciélago no se introduce en mi comedia, sino en el escenario donde usted actúa.
—Muy bien. Donde yo represento su comedia. Por tanto estamos entre dos posibilidades: allí arriba, o está viva su comedia o está vivo el murciélago. El murciélago, se lo aseguro yo, está vivo, vivísimo, de todas formas. Le he demostrado que con él así de vivo allí arriba, Livia y los otros dos personajes no pueden parecer naturales, que tendrían que seguir interpretando la escena como si él no estuviera allí, mientras lo cierto es que está. Conclusión: o se va el murciélago, o se va su comedia. Si considera imposible eliminar al murciélago, póngase en las manos de Dios, querido Perres, con respecto al destino de su comedia. Ahora le voy a demostrar que conozco mi papel y que actúo con todo el empeño, porque me gusta. Pero esta noche no respondo de mis nervios.

H. Aldegreve, 1550  -METROP.  MUSEUM of ART


Todo escritor, cuando es un verdadero escritor, aunque sea mediocre, para quien lo esté mirando en un momento como aquel en que se encontraba Faustino Perres la noche antes del estreno, tiene esto de conmovedor, o también, si se quiere, de ridículo: que se deja secuestrar —él mismo antes que nadie, él mismo a veces solo entre todos— por lo que ha escrito, y llora y ríe y pone caras, sin saberlo, con las diferentes emociones de los actores en escena, con la respiración acelerada y el alma en suspenso y tambaleante, que le hace levantar ora esta, ora aquella mano, en acto de parar algo o de sostenerlo.
Puedo asegurar, yo que lo vi y le hice compañía, que Faustino Perres, mientras estaba escondido detrás de los bastidores, entre los bomberos que estaban de guardia y los ayudantes de escena, durante todo el primer acto y durante parte del segundo, no pensó en absoluto en el murciélago, tan concentrado estaba en su trabajo e identificado con él. Y no quiero decir con esto que no pensaba en ello porque el murciélago no había hecho su habitual aparición en el escenario. No. No pensaba en ello porque no podía pensarlo. Es tan cierto que, cuando a la mitad del segundo acto, el murciélago al fin apareció, él ni se dio cuenta; ni tampoco entendió por qué yo lo tocaba con el codo y se giró a mirarme como un insensato:
—¿Qué ocurre?
Empezó a pensar en ello sólo cuando el destino de la comedia, no por culpa del murciélago, ni por la aprensión de los actores a causa de él, sino por defectos evidentes del texto, empezó a ir mal. Ya el primer acto, para ser sincero, no había despertado más que unos pocos y tibios aplausos.
—Oh, Dios mío, ahí está, mira… —empezó a decir el pobrecito, con sudores fríos; y se encogía de hombros, movía la cabeza hacia atrás o la inclinaba a un lado y al otro, como si el murciélago revoloteara alrededor suyo y quisiera evitarlo; se retorcía las manos, se cubría el rostro—. Dios, Dios, Dios, parece enloquecido… ¡Ah, mira, casi se tira a la cara de Rossi!… ¿Qué hacemos? ¿Qué hacemos? ¡Piensa que justo ahora Gàstina entra en escena!
—¡Cállate, por caridad! —lo exhorté, aferrándolo por los brazos e intentando sacarlo de allí.
Pero no pude. Gàstina entraba por los bastidores de enfrente y Perres, mirándola, como fascinado, temblaba.
El murciélago giraba en lo alto, alrededor de los ocho globos de la lámpara que colgaba del techo y Gàstina no parecía darse cuenta, claramente halagada por el gran silencio con el cual el público había recibido su aparición en la escena. Y la escena seguía en aquel silencio, y evidentemente gustaba al público. ¡Ah, si aquel murciélago no estuviera ahí! ¡Pero ahí estaba! ¡Ahí estaba! El público no se daba cuenta de ello, concentrado en el espectáculo, pero ahí estaba, como si, a propósito, hubiera apuntado a Gàstina, precisamente a ella que, pobrecita, hacía todo lo que estaba en sus manos para salvar la comedia, conteniendo su creciente terror por aquella persecución obstinada y feroz de la bestia asquerosa y maldita.
De repente, Faustino Perres vio el abismo que se abría ante sus ojos, en la escena, y se llevó las manos al rostro, frente a un grito imprevisto, agudísimo, de Gàstina, que desfallecía en los brazos de Su Eminencia.
Fui muy rápido en arrastrarlo fuera, mientras por su parte en el escenario los actores arrastraban a Gàstina, desmayada.
Nadie, en la confusión del primer momento, en el desorden del escenario, pudo pensar en lo que, mientras tanto, procedía de la sala del teatro. Se oía como un gran estruendo lejano, al cual nadie hacía caso. ¿Estruendo? ¡No! ¿Qué estruendo? Eran aplausos. ¿Qué? ¡Sí! ¡Aplausos! ¡Aplausos! ¡Era un delirio de aplausos! Todo el público, de pie, aplaudía desde hacía cuatro minutos, frenéticamente, y quería al autor, a los actores en el proscenio, para decretar el triunfo de aquella escena del desmayo, que había tomado por real como si estuviera en la comedia y que había visto representar con un realismo absolutamente prodigioso.



¿Qué hacer? El director, enfurecido, corrió a coger por los hombros a Faustino Perres, que miraba a todos, temblando de perplejidad angustiosa, y lo echó de un empujón fuera de los bastidores, al escenario. Fue recibido por una ovación clamorosa, que duró más de dos minutos. Y tuvo que presentarse otras seis o siete veces a dar las gracias al público, que no se cansaba de aplaudir, porque quería a Gàstina.
—¡Que salga Gàstina! ¡Que salga Gàstina!
¿Pero cómo conseguir que se presentara Gàstina, quien en su camerino aún se debatía en una violenta convulsión de nervios, entre la agitación de quienes la rodeaban para socorrerla?
El director tuvo que subir al proscenio para anunciar, con pesar, que la actriz aclamada no podía comparecer ahora para agradecer, porque aquella escena, vivida con tanta intensidad, le había provocado un síncope imprevisto, por lo cual la representación de la comedia, aquella noche, tenía que ser interrumpida.
Se pregunta en este punto si aquel réprobo murciélago podía rendirle a Faustino Perres un servicio peor que este.
Hubiera sido, en cierto sentido, confortante poderle atribuir el hundimiento de la comedia, ¡pero deberle ahora el triunfo, un triunfo que no tenía otra razón de ser que el vuelo loco de sus alas asquerosas!
Cuando se recuperó del trastorno inicial, aún más muerto que vivo, corrió hacia el director que lo había empujado con tan mala sombra sobre el escenario a agradecer al público y con las manos en el pelo, le gritó:
—¿Y mañana?
—¿Pero qué tenía que decir? ¿Qué tenía que hacer? —le gritó, furioso, el director—. ¿Tenía que decirle al público que aquellos aplausos los merecía el murciélago y no usted? Remédielo, por caridad, remédielo enseguida: ¡haga que mañana le aplaudan a usted!
—¡Ya! Pero, ¿cómo? —preguntó, con dolor, el pobre Faustino Perres, perdido.
—¡Cómo! ¡Cómo! ¿Me lo pregunta a mí, cómo?
—¡Pero si aquel desmayo no está en mi comedia y no tiene nada que ver con ella, caballero!
—¡Es necesario que usted lo introduzca, querido señor, a toda costa! ¿No ha visto qué gran éxito? Mañana todos los diarios hablarán de él. ¡Ya no se podrá evitar! No dude, no dude de que mis actores sabrán hacer con el mismo realismo lo que esta noche han hecho sin querer.
—Ya… Pero, entienda usted —intentó hacerle observar Perres—, ¡ha ido tan bien porque la representación, después de aquel desmayo, ha sido interrumpida! Si mañana, en cambio, tiene que seguir…
—¡Pero si es ese, en nombre de Dios, el remedio que usted tiene que encontrar!—el caballero volvió a gritarle a la cara.
Pero, en este punto:
—¿Cómo? ¿Cómo? —dijo la pequeña Gàstina, que ya se había recuperado, poniéndose el sombrero de piel con las dos manos resplandecientes de anillos—. ¿De verdad no entienden que eso debe decirlo el murciélago y no ustedes, señores míos?
—¡Pare ya con esa historia del murciélago! —dijo el director, acercándose a ella, amenazador.
—¿Que pare yo? ¡Pare usted, caballero! —contestó, plácida y sonriente Gàstina muy segura de hacerle así, ahora, el mayor desaire—. Porque, mire, caballero, razonemos: yo podría sufrir, si me lo ordenan, un desmayo fingido, durante el segundo acto, si el señor Perres, siguiendo su consejo, lo introdujera. ¡Pero usted también tendría que tener bajo sus órdenes al murciélago verdadero, para que no me provoque otro desmayo (no fingido sino real) en el primer acto, o en el tercero, o quizás en el segundo mismo, inmediatamente después del primero, fingido! ¡Porque yo les ruego que crean, señores míos, que yo me he desmayado de verdad, al sentirlo aquí, en mi rostro, aquí, aquí, en mi mejilla! ¡Y mañana no actúo, no, no, no actúo, caballero, porque ni usted ni nadie puede obligarme a actuar con un murciélago que se lanza contra mi cara!
—¡Ah, no, sabe! ¡Esto se verá! ¡Se verá! —le contestó el director, meneando la cabeza enérgicamente.
Pero Faustino Perres, plenamente convencido de que la única razón de los aplausos de aquella noche había sido la intrusión imprevista y violenta de un elemento extraño, casual, que en lugar de poner patas arriba (como hubiera tenido que hacer) la ficción del arte, se había milagrosamente insertado en ella, confiriéndole, en el momento, en la ilusión del público, la evidencia de una verdad prodigiosa, retiró su comedia y no se habló más de ella.



Luigi Pirandello