El último duelo es todo un espectáculo medieval que gira su foco hacia el drama de una agresión sexual, lo que conecta esta historia del siglo XIV con la más rabiosa actualidad del MeeToo.
El relato nos lleva hasta el año 1386 para conocer el último duelo celebrado legalmente en Francia, entablado entre dos soldados amigos que después de compartir luchas y batallas acabaron enfrentados. Jean de Carrouges (Matt Damon) es valiente y aguerrido pero también un tipo simple y temperamental. Tras la muerte de su padre se casa con Marguerite de Thibouville (Jodie Comer) cuya dote le convierte en un pequeño terrateniente. Por su parte Jacques Le Gris (Adam Driver) es un arrisbista que utiliza su inteligencia y atractivo para medrar junto al señor de ambos, el conde Pierre II de Alençon (Ben Affleck).
Mientras el conde y Le Gris comparten juergas libertinas, a Carrouges le toca pringar yendo a guerrear para conseguir una exigua riqueza. En una de estas salidas es cuando Le Gris visita la mansión de Carrouges para cortejar a su mujer. Ambicioso y libertino verá su asalto como una conquista consentida, mientras que ella lo denuncia por violación. Dado que cuenta con el respaldado del conde a Jean de Carrouges solo le queda acudir al rey, Carlos VI (Alex Lawther) que, tras una vista judicial, accederá a que se celebre el duelo en que el mismo Dios dictará justicia.
Muchas características hacen de ésta una película notable. Primero por afrontar el problema de la violación en una época donde la mujer contaba poco o nada. Segundo por el riguroso y verosímil retrato que hace del alto Medievo. Tercero por la estructura narrativa elegida, que nos acerca a los mismos hechos desde los distintos puntos de vista de sus tres protagonistas, los dos hombres y la mujer. Siguiendo la arquitectura que Kurosawa dio carta de naturaleza en Rashomon los guionistas Matt Damon, Ben Affleck y Nicole Holofcener dividen el relato en tres partes que nos refieren la visión de cada personaje. El marido Carrouges no ve más que afrentas por parte del duque: un terreno que le correspondía porque constaba en la dote, finalmente es regalado por el duque a su amigo de correrías. También tiene que asumir una guerra en Escocia cuyos gastos y muertes superan ampliamente el botín. Mientras que a Le Gris la vida le sonríe, es el favorito del Duque de quien no recibe más que prebendas y las mujeres le adoran.
Quizás esta estructura alarga en exceso la película ya que se repite toda la historia cuando los hechos significativos son unos pocos, los que reflejan el carácter de cada personaje y, sobre todo, el momento del asalto y la violación. Eso nos permite ser testigos de cómo ve cada uno el acoso sexual. Cuando la dama huye a esconderse a su habitación, Le Gris lo ve como un juego que busca la incitación, mientras para Marguerite es una huida en toda regla y una defensa.
Cuando el soldado finalmente la atrapa en su habitación reacciona como lo suele hacer un depredador, pensando que un NO es un SI encubierto que acepta su seducción. De hecho, durante el juicio Le Gris confiesa que efectivamente ha habido adulterio, pero nunca violación; porque según él a ella le ha gustado.
En la parte formal de la película Ridley Scott nos regala una ambientación magnífica. Abunda el barro, el frío, las salas oscuras e inhóspitas. Vemos vestirse a mujeres y soldados con la retahíla de prendas que portaban en la época. Las batallas y el propio duelo se muestran de forma descarnada y brutal. El choque de armaduras, el esfuerzo ímprobo de portar más de 20 kilos de aperos y armamento se hace sentir. También aparece París con Notre Dame en construcción, rodeada de andamios, pero invadida por ratas y miseria.
El director nos hace descender al barro de aquella época lejana para que sintamos el pálpito de su forma de vida, todo lo cual es fruto de la fiel adaptación del libro homónimo en que se basa la película. El autor, Eric Jager, profesor de Literatura Medieval de la Universidad de California, relata este episodio histórico deteniéndose en la descripción de usos y costumbres, la moralidad religiosa y las relaciones de poder.
"Después de lavarse, rezar y comer, los asistentes de ambos hombres los prepararon con esmero para la batalla. Ambos se enfundaron una túnica de lino, o 'chemise', y, sobre ella, una prenda de lino más pesada con tejido acolchado en la zona de las costillas, la entrepierna y otras áreas vulnerables. Luego, se les colocó la armadura pieza a pieza, empezando por los pies y siguiendo hacia arriba, para minimizar el esfuerzo que se exigía al cuerpo durante este largo proceso.
Primero se cubrían los pies con zapatos de tela o cuero, sobre los cuales se colocaban los escarpes o 'sabatons' de metal, hechos de malla o de placas de metal articuladas. Después venían las calzas o 'chausses' y, sobre ellas, las grebas, rodilleras y musleras, que eran las placas de hierro que cubrían las piernas. De la cintura colgaba una pequeña falda de cota de malla que cubría el vientre y la parte superior de las piernas. Un abrigo de cota de malla sin mangas o 'haubergeon' (en ocasiones llamado en castellano 'joruca') protegía el torso, ceñido a la cintura con un cinturón de cuero. Sobre este se ponía o bien otro abrigo acolchado cubierto con placas de metal que se superponían unas a otras como si fueran escamas o un peto sólido. Otras piezas de metal protegían los hombros y la parte superior de los brazos y otras los codos y los antebrazos. Guantes de cota de malla y placas de metal astutamente articuladas cubrían las manos y dejaban expuesto el forro de tela o cuero en la palma para mejorar el agarre de las armas. Una gola de metal protegía el cuello."
Pero más allá de los aciertos formales, el meollo de la película está en la violación y posterior juicio. Un asunto que nos invita a reflexionar porque resulta escalofriantemente actual. La mujer es la que hace pública su denuncia por la violación sufrida, obligando a su marido a exigir reparación. Dos hechos me resultan especialmente alarmantes: por un lado Jean de Carrouges respalda a su mujer... porque ha hecho pública la ofensa; pero considera que el ofendido es él porque han atentado contra su propiedad y honor. No en vano el punto de inflexión de la película ocurre cuando Marguerite denuncia su violación y exige justicia, pero su suegra pretende retenerla contándole que ella también fue violada y tuvo que callar: "La verdad no importa, sólo cuenta el poder de los hombres", le dice.
Por otro lado, en la vista judicial que se celebra ante el rey para decidir si hay cuestión para aprobar el duelo, un jurado enteramente compuesto por hombres, interroga a la mujer como si fuese la culpable de los hechos y la informa de que si su marido muere en el duelo a ella se la castigará con terribles torturas. La víctima convertida en acusada tal y ocurre en muchos casos hoy en día, cuando se somete a la víctima de violación al escarnio público.
El episodio tiene enjundia porque se expone como una intriga judicial donde colisionan el derecho canónico, el derecho romano, la autoridad del rey y la abstracción de la justicia divina.
El mismo título de la película nos remite a una época de cambio donde conviven las contradicciones entre una época definida por el temor a Dios, las brutales secuelas de la peste y la extorsión del feudalismo, con unas ciertas expectativas en cuanto al renacimiento del humanismo y la implantación de la ciencia y la legalidad.
Los tres episodios confluyen en lo más potente de la película. Los interrogatorios del juicio ante el Rey nos zarandean moralmente y el duelo final a muerte, bajo los designios de Dios, nos encoje el corazón.
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