¡Vaya prenda este Barry Seal!
Un tío que de piloto comercial en la TWA pasa a ser piloto de operaciones encubiertas a cargo de la CIA y casi a la vez se convierte en el piloto personal de los narcotraficantes hermanos Ochoa y Pablo Escobar. Todo un figura.
Barry Seal es uno de esos personajes reales cuya historia parece un relato de ficción: buscavidas, pícaro y sin escrúpulos, Barry vivió en un contexto sociopolítico muy convulso y lo aprovechó para alcanzar el sueño americano.
Siendo piloto comercial lo pillaron pasando marihuana y a partir de entonces la CIA se propuso aprovechar sus habilidades. Le obligaron a realizar operaciones encubiertas que iban desde volar para conseguir fotos de las guerrillas centroamericanas hasta el abastecimiento secreto de armas a la Contra nicaragüense. Pero volver con el maletero vacío a EEUU le parecía un desperdicio al jovial Seal; de modo que aprovechó estos viajes para entrar en contacto con los hermanos Ochoa y Pablo Escobar, líderes del incipiente cartel de Medellín, para iniciar un fructífero negocio con el que amasaría millones de dólares. Es lo que tiene tener un espíritu emprendedor y carecer de escrúpulos. Hacia el Sur para luchar contra el socialismo y de vuelta al Norte para nutrir de coca al buen pueblo norteamericano. El negocio es el negocio.
Intrépido y cínico navegó con éxito por un tablero político que parecía un avispero. Allí estaban Ronald Regan luchando contra el comunismo, Pablo Escobar poniendo en pie un gigantesco negocio que casi puso de rodillas a todo un país, la Contra nicaragüense alimentada por Oliver North... y en medio de todo ello un sinvergüenza descarado dispuesto a cualquier cosa con tal de triunfar en la vida.
Los hechos históricos que se relatan en la cinta son el antecedente directo de la película de Michael Cuesta, Matar al mensajero (2014), donde se narra el viacrucis del periodista Gary Webb al publicar evidencias de la relación entre la Casa Blanca y el narcotráfico: se intercambiaba drogas por armas para abastecer a la "contra" nicaragüense.
Tom Cruise se alía de nuevo con Doug Liman, con el que rodó «Al filo del mañana», para llevar a la gran pantalla las rocambolescas hazañas de este vividor y estafador compulsivo. La película tiene la energía y el desparpajo que destila este pícaro buscavidas, pero le falta acidez y mala baba. Es un poco como el propio Barry Seal, que confiesa, "tiendo a actuar antes de pensar". Eso es la película, un reportaje periodístico muy ameno y dinámico, pero de escasa profundidad. Su montaje electrizante y su narración en off por parte del propio Seal me llevan a recordar Goodfellas o El Lobo de Wall Street, ambas de Martin Scorsese, pero sin profundidad. Como el propio Barry diría, esto es lo que hay. Un buen reportaje.
Aunque si bien su crítica es leve, no deja de ser significativa.
Me quedo con dos escenas.
Cuando llevan a suelo norteamericano a casi trescientos soldados nicaragüenses de la Contra para entrenarlos en secreto, resulta que la mitad huye para intentar asentarse en EEUU. No tenían muchas ganas de luchar, sólo de mejorar su vida.
Por otro lado la fiscal general de Nebraska le pide al juez que condene a Barry por traficante a gran escala y blanqueador de dinero. Finalmente la política se impone. El juez simplemente le condena a 1.000 horas de servicios comunitarios.
Gracias a su estilo, chulería y ganas de vivir, este expiloto de la TWA se convirtió en el auténtico héroe de la adormilada ciudad de Mena, Arkansas; en la que vivió a partir de 1981. Allí puso en marcha negocios de blanqueo con los que desembolsó grandes cantidades de dinero. Parece ser que hay dos tipos de traficantes; los que se imponen por el miedo y la "corbata colombiana", y los que son extrovertidos y riegan de dinero su comunidad, como también vimos hacer a Sito Miñanco en "Fariña".
"Tom y yo queríamos hacer una película que celebrase la vida de Barry Seal". dice el director de la cinta. Y lo ha conseguido. El retrato que nos traslada es desenfadado y vitalista, el de un oportunista. Por eso han dejado de lado otras cuestiones más políticas, morales o históricas. Hay que tener en cuenta que cuando murió Barry, llevaba encima el número de teléfono de George Bush padre, entonces vicepresidente de EEUU y máximo responsable de la lucha contra la droga en la administración Reagan.
Me llama poderosamente la atención el grado de chapuza de la CIA y los políticos norteamericanos. Los tíos se sienten tan poderosos que juegan en el tablero internacional como si fuese el juego de la oca. No creo que LeCarré pudiese haber escrito ninguna gran novela con la política internacional de EEUU: no hay moral, ni sutileza, ni ambigüedad o traición.
Sólo poder y simpleza.
Un tipo simple como Reagan es capaz de llegar a la presidencia del país con una visión tan simplista y maniquea del mundo que produce sonrojo, sobretodo al ver el cúmulo de chapuzas que vemos en Barry Seal: un buscavidas que casi sin querer se encuentra en la encrucijada por donde pasan toneladas de drogas y de pasta en efectivo.
...Y el listón sigue bajando con el pollo tuitero Trump.
Sólo poder y simpleza.
Un tipo simple como Reagan es capaz de llegar a la presidencia del país con una visión tan simplista y maniquea del mundo que produce sonrojo, sobretodo al ver el cúmulo de chapuzas que vemos en Barry Seal: un buscavidas que casi sin querer se encuentra en la encrucijada por donde pasan toneladas de drogas y de pasta en efectivo.
...Y el listón sigue bajando con el pollo tuitero Trump.
Finalmente la DEA forzó la máquina y puso a Seal en el punto de mira. Llenaron su avión de cámaras y así consiguieron la única foto de Pablo Escobar con las manos en la masa: fue el 25 de mayo de 1984 en el aeropuerto de Managua y allí están Escobar, Gonzalo Rodríguez Gacha "El Mexicano", un alto funcionario del régimen sandinista y varios soldados nicaragüenses.
Esa foto era una prueba contundente y el gobierno de Ronald Reagan la filtró a la prensa para demostrar los nexos del gobierno sandinista con el narcotráfico. También fue la prueba de la traición de Seal al clan de los Ochoa que no se lo acababan de creer. Lo consideraban de la familia. Había estado invitado en Colombia, conocía a toda la familia y era tratado como un miembro más.
Pusieron precio a su cabeza y finalmente Barry Seal fue asesinado en Florida el 19 de Febrero de 1986. Estaba en su Cadillac frente de la sede del Ejército de Salvación. No había tomado ninguna precaución.
Pensó que nunca se atreverían a matarlo en suelo americano.
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