jueves, 23 de marzo de 2017

CRUDO - de Julia Ducournau



Epatante.
Algo tiene que ver el cine francés con respecto al tema "el destrozo del cuerpo". La llegada del nuevo siglo significó el desembarco de un tipo de cine de terror, violento y transgresor, que nos llegaba desde la dulce Francia. Cuando las propuestas se fueron acumulando alguien las agrupó bajo la denominación de "nuevo extremismo francés" o incluso "cine del cuerpo", por la preponderancia que tenían la mutilación, la violencia física y el sexo en sus fotogramas, generosamente regados con ríos de sangre y vísceras.

En esta línea podemos situar películas tan caracterizadas como Alta tensión, (2003, Alexandre Aja), A l´interieur (2007, Alexandre Bustillo), Martyrs (2008, Pascal Laugier), Trouble every day (2001, Claire Denis) o Frontières (2007, Xavier Gens). Todas ellas comparten una violencia brutal y unas psicosis tortuosas.


Pero en Crudo no hay psicópata ni tortura. Lo que en el fondo expone es un viaje interior, una travesía hacia la madurez muy sui generis. Justine es una joven vegetariana estricta que un día prueba la carne y ya no puede parar. Comienza la aventura cuando se incorpora a la Universidad para estudiar Veterinaria, igual que su hermana mayor y sus padres. Los primeros días son terribles. Los veteranos se apropian de los novatos para infligirles todo tipo de humillaciones y guarradas. Una de las pruebas consiste en comer riñones crudos y, cuando Justine los traga, un cambio radical se opera en ella. Será poseída por un hambre atroz hacia la carne cruda, incluida la humana. 
La guionista y directora trenza perfectamente los dos aspectos de la historia. Por un lado el despertar de Justine a un aspecto desconocido de su personalidad y por otro el proceso de iniciación de las novatadas, que incluye sexo, normas absurdas y presión del grupo.  

El conflicto se centra en qué significa ser normal. La hermana mayor le obliga a tragarse los riñones para que se integre en la normalidad. Por su parte las novatadas sitúan a los recién llegados en un plano de rebaño obediente y doblegado. En este sentido el canibalismo de la protagonista representa lo subversivo, el ataque a la moral y a la cultura social imperante. 

Este viaje iniciático de Justine complementa la batería francesa de terror físico, representada por el canibalismo poético de Trouble every Day,  el horror psicológico y sexual de Calvaire y las torturas hasta la extenuación de la morbosa Martyrs. Todo un terremoto de impulsos atávicos, ambigüedad moral y muchísima crueldad. 
Justine jugando con su hermana

Es de agradecer que Ducournau no caiga en la fácil tentación de multiplicar los planos de mutilaciones y vísceras. La sangre está muy bien dosificada y si la película te aplasta contra la butaca, es por la tensión brutal y la incertidumbre que Justine nos genera con su exploración.

No parece inocente la elección del nombre de Justine, con su evocación del Marqués de Sade (Justine o los infortunios de la virtud). Del mismo modo, nuestra aprendiz de veterinaria, una vez lejos de los padres, descubrirá todo un mundo de experiencias prohibidas y excitantes. La joven Garance Marillier compone un personaje extraordinario donde caben tanto el morbo, como la angustia o la inocencia. Sobre ella recae todo el peso de la película, complementada por una hermana mayor, Ella Rumpf, que le ayudará a ir abriendo las puertas.
Película para no todos los paladares.

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