sábado, 29 de marzo de 2014

BYZANTIUM - de Neil Jordan

Reino Unido
2012








Una muy estimable película de un cineasta siempre inclinado a lo morboso. El reto no es menor, reinventar el mito del vampiro enfocado más a lo dramático que a lo terrorífico. 

Emparentada con su éxito de 1994, Entrevista con el vampiro, las dos figuras masculinas de aquella, son aquí femeninas; Clara (Gemma Arterton) y Eleanor (Saoirse Ronan). Madre e hija llevan doscientos años escondiendo su inmortalidad y huyendo de una misteriosa Hermandad a la que robaron su secreto.

La película se centra en la mirada de la joven Eleanor, harta de su azarosa vida y exhausta bajo el peso de su secreto: "quisiera contar mi historia y con ello ver los muros caer".
A la melancolía de los escenarios, que tan bien retrata Jordan, hay que añadir el poso de abatimiento que nos transmite una niña escribiendo una historia que no puede revelar. Cada vez que la concluye sus páginas son arrancadas y echadas al viento para volver a empezar.















La primera mitad resulta un poco plana, pero en la segunda, la historia cobra fuerza al entrelazar el relato actual con el del origen de su inmortalidad: el caballero que prostituye a la madre, el orfanato de la niña y el robo del mapa que habilita el viaje a la isla misteriosa para convertirse en sucuyan. Aquí no hay vampiro original, ni maldición divina; sino una secreta Hermandad y una gruta donde se ha de acudir a morir para renacer.

La cinta pretende acercarse al vampiro más allá del terror. Indaga en su inmortalidad, sus anhelos y frustraciones. De ciudad en ciudad, al final de su última huida, las dos mujeres recalan en un hotel decadente, al borde de la ruina, el Byzantium. Allí se fraguará el desenlace. Eleanor vuelve a escribir su historia, pero en vez de tirarla se la entrega a un muchacho del que se enamora. Ya un anciano que la reconoció como ser espectral, había sentenciado: "Llega un momento en la vida en que los secretos deben contarse".

Los aspectos novedosos no son solo la gruta y la ausencia de colmillos (es la uña del pulgar la que se afila ante el olor de la sangre), también lo es la Hermandad cuyas reglas ha roto Clara o la elección de sus víctimas. La sed de sangre no es acuciante ni empuja al crimen, sino que es una elección para comprar tiempo. De este modo, Clara elige a sus víctimas entre quienes abusan del poder, mientras Eleanor sólo dispondrá de las vidas de aquellos que están preparados para morir. Sus encuentros con las víctimas son luminosos, casi angélicos. Este es uno de los aspectos más atrayentes de la película, su contenido lirismo.

Otro de sus logros son las dos actrices protagonistas, así como los atisbos de esa Hermandad misteriosa y una ambientación de los más sugerente.


Neil Jordan ya es poseedor de una abundante filmografía. Huérfana, eso sí, de una obra maestra rotunda; contiene sin embargo un puñado de obras muy interesantes que hurgan siempre en la fragilidad. Mona Lisa cuenta con un estupendo Bob Hoskins encarnando a un tierno matón, Juego de Lágrimas (Crying Game) mezcla sorprendentemente terrorismo y transexualidad y en Desayuno en Plutón se alternan el cuento de hadas y la sordidez.

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