domingo, 12 de enero de 2014

El YO MODERNO

En la reciente Inside Llewyn Davis, de los hermanos Coen, el protagonista es un artista folk que deambula por la Gran Manzana buscando una oportunidad de triunfo con su guitarra. Mientras tanto, duerme en los sofás de sus amigos. De vez en cuando se acerca también a casa de su hermana que le recrimina su vida bohemia y que no busque un trabajo normal. Él responde que eso sería como estar muerto, algo como simplemente existir. Efectivamente esta porfía entre la realidad y el deseo no es un asunto baladí en la idiosincrasia  contemporánea.
Fortuitamente, dos días después de ver la película, leo el estupendo artículo de Javier Gomá LanzónLa domesticación del Romancitismo, publicado en el suplemento literario de El País. Allí el autor dilucida este conflicto entre el corazón y la producción al hilo del análisis de "Tonio Kröger", de Thomas Mann.
El artículo incluye estos dos párrafos tan lúcidos.     

El hijo del hombre  -  de Renée Magritte



"Cuando nace el yo moderno —aquella conciencia de estar dotado de una dignidad incondicional, resistente a todo, incluido el interés general o el bien común de los hombres—, el conflicto social es inevitable. Porque la sociedad reclama la integración de ese yo individual dentro de la economía productiva —oficio y casa, producción y reproducción— mientras que él anhela, por el contrario, seguir con fidelidad las leyes de su corazón. Desafía el orden constituido, que se le presenta como una amenaza a sus deseos más genuinos y personales, y a la postre sucumbe aplastado por el superior peso de la inclemente mayoría social. Para narrar ese conflicto se inventa un nuevo género literario: la novela moderna. Desde Cervantes a Thomas Mann las novelas recrean con mil variaciones esa conflictividad no resuelta.

Ahora bien, durante el Romanticismo dicho conflicto se exacerba y asume un radicalismo hasta entonces desconocido que lo encontramos bien compendiado en el título del célebre ensayo de Kierkegaard: Aut-aut. Que quiere decir: o lo uno o lo otro, dos opciones incompatibles y absolutamente irreconciliables. Las dos opciones en pugna son: de un lado, la ética del trabajo y las reglas del matrimonio burgués (oficio y casa); de otro, una vida digna de ese nombre, elevada y apasionada, los derechos del artista genial y los deseos infinitos del corazón. El antagonismo establecido por el Romanticismo conduce a una suerte de desprecio mutuo: para el artista, la mayoría social se compone de burgueses regidos por convenciones hipócritas, filisteos de mostrenca existencia; para la mayoría social, el artista es un bohemio sospechoso, amoral, estéril. Hay, pues, que elegir entre una normalidad sana pero estúpida y una individualidad auténtica pero excéntrica, maldita y socialmente fracasada."

Javier Gomá Lanzón  



Según el autor, Tonio Kröger ofrece respuesta a este debate rebasando dicho conflicto. Tanto individuo como sociedad nos constituyen indefectiblemente.

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