de MILORAD PAVIC
I
l escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por las noches y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.
4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6). Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté bebiendo ponga sobre la mesa aquel pendiente. Luego ya no tendrá que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil. También una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque, sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con pendientes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.
Sueño masculino
I
l escritor les aconseja, queridos lectores, que no lean este cuento un miércoles y de ninguna manera antes del mes de mayo. Además, lo más conveniente sería que lo leyeran por las noches y en la cama. Descubrirán las razones por ustedes mismos. Aún debo decir que en este cuento no hay héroes; los únicos héroes aquí son ustedes, sus lectores.
Yo sé que, mientras escribo esto, mi ojo izquierdo mira
el papel como el ojo de mi padre, y el derecho, como el ojo de mi madre. Tal
vez por esa razón esto no resulta tanto un cuento como una especie de elixir de
amor, y estos renglones se convierten en las instrucciones para el uso de dicho
elixir.
Ustedes, no obstante, saben que la diferencia entre dos amores
puede ser más grande que la diferencia entre el amor y el odio. Quizás por eso
cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras y son justamente ellas,
esas pequeñas mentiras, lo que tenemos que agregar al cuento como base para
esta pócima de amor.
La primera de ellas, queridos lectores, sean quienes sean
o se llamen como se llamen, será su nombre secreto, es decir falso. Así que el
nombre de la lectora de este cuento será desde ahora Aseneta, como la esposa
del hermoso Josefo, mientras que el nombre secreto del lector será Aristin como
se llamaba un escritor del siglo XII.
Pero el elixir de amor aquí ofrecido podrán aprovecharlo,
queridos Aseneta y Aristin, sólo si pasan por una iniciación especial, es
decir, si logran alinearse entre los héroes de este cuento. Porque no todos los
lectores de este texto podrán realizarlo. Por otro lado, tengan en cuenta que
eso no es inocuo, porque la conversión del lector en el héroe de un libro le da
la posibilidad al escritor de lastimarlo, incluso de matarlo, en cuestión de
dos renglones. Sin embargo, nuestro objetivo aquí es el amor, y no la muerte,
un elixir de amor, y no un veneno. Así que ármense de valor y escuchen las
primeras instrucciones. Aparentemente, todo parece bastante fácil, es
suficiente que en un futuro cercano mientan tres veces, pero también se
necesita que algo ya haya ocurrido en su pasado reciente. Un evento
aparentemente pequeño e insignificante, que, sin embargo, representa la
condición para acceder a la pócima del amor.
Mis instrucciones seguirán por separado para Aseneta y
después para Aristin, porque difieren dependiendo de su destinatario.
Instrucciones para Aseneta
1. Querida Aseneta,
Tal vez tiene usted unos maravillosos ojos negros que
lanzan miradas aromáticas a su alrededor, tal vez siembra tras de sí sombras
costosas y tal vez orina agua de colonia, como dijo una escritora, pero eso no
le ayudará a llegar a ser la heroína de este libro. Lo puede conseguir sólo la
lectora que antes del día en que empieza a leer este cuento haya perdido una
llave. Una llave cualquiera. La llave del maletín de maquillaje, la llave de su
auto, o de un departamento ajeno, da igual. Si eso le ha pasado está en buen
camino y sólo usted puede considerarse la heroína de este cuento y la portadora
del nombre falso de Aseneta. Ninguna otra. Las demás lectoras pueden tirar este
libro, inclusive, porque él ya no se refiere a ellas.
2. Su siguiente deber, querida Aseneta, es soñar un
sueño. Antaño los monjes de Constantinopla curaban las enfermedades del sueño de
sus hermanos, o de otra gente, solicitándole a toda la hermandad de su
monasterio que una determinada noche soñara el mismo sueño, previamente
descrito. Algo semejante se necesita aquí también. Sólo que aquí el modelo
tiene que ser un sueño femenino, por lo que vamos a aprovechar un sueño que
había soñado mi media hermana. Así que la lectora que se sentó a leer este
cuento habiendo olvidado en algún lugar una llave, por lo que tiene derecho a
llevar el nombre de Aseneta, debe soñar el siguiente
Sueño femenino
Sueño que camino de noche por una calle desierta. Es
tarde, está oscuro, empiezo a sentir miedo cuando de pronto escucho unos pasos
detrás de mí. Son pesados y resuenan cada vez con más velocidad. Aún estoy
lejos de mi casa, me apresuro, y luego empiezo a correr con pánico. Los pasos
pesados son cada vez más frecuentes y el desconocido a mis espaldas está
corriendo. Me persigue. En una esquina alcanzo a verlo con el rabillo del ojo.
Es un hombre más robusto que yo, que apresura su paso sin hablar en la oscuridad.
Allí ya no hay calles, sólo una zona densamente poblada, uno atraviesa los
patios de las casas, viejas escaleras, pasa por los pórticos, a veces por las
antesalas abandonadas de las casas. De pronto, como suele ocurrir en los
sueños, las piernas ya no me obedecen. Sigo corriendo, pero no me muevo de un
portal que me observa con su oscuridad. Me quedo paralizada. El desconocido se
acerca cada vez más, casi me cubre su sombra, pero en el momento decisivo de
repente deja de perseguirme, se detiene en una esquina, se para junto a la
pared y orina por un largo, largo rato…
3. Por supuesto que a la mañana siguiente, en cuanto se
despierte, querida Aseneta, usted se dará cuenta que no lo ha logrado. No ha
soñado el sueño solicitado, sino algún otro, diferente, quién sabe cuál. Pero
no se preocupe. Eso no importa en absoluto. El sueño, en realidad, no le fue
solicitado para que lo soñara, porque hoy en día ya nadie sabe hacerlo, sino
para recordarlo muy bien. Incluso, hay una razón adicional, pero cada cosa en
su momento. Ahora debe buscar algún pendiente suyo. Cualquiera. Necesitará sólo
uno. Póngalo en su bolso.
4. El siguiente miércoles debe ir a la terraza de la taberna más cercana a la iglesia principal de su lugar (aquí en Belgrado, sería la terraza de la taberna “El signo de interrogación” en la calle Kralja Petra, número 6). Al medio día debe sentarse allí, al sol, y ordenar un té. Mientras lo esté bebiendo ponga sobre la mesa aquel pendiente. Luego ya no tendrá que hacer nada, salvo esperar. Debe esperar a un joven que pondrá sobre la mesa ante usted una llave sin cortar. Sin embargo, la espera es un oficio difícil. También una buena escuela…Pero, tenga cuidado, el cuento en este punto puede dejar de ser un cuento de amor en un sentido clásico. Porque, sólo Dios sabe a quién traerá la casualidad ante usted un miércoles en la terraza de la taberna para que en un té para dos se tope con quien le hace falta en la vida…Puede suceder que nadie con una llave aparezca no sólo ese miércoles, sino tampoco el siguiente. O puede suceder que un solo joven con una llave sin cortar se tope con diez chicas con pendientes sobre la mesa. Es decir, este cuento se convirtió en una tienda de elixir de amor, pero éste, como todas las demás pócimas mágicas, no es inocuo.
* - *
En este lugar de pronto dejé de escribir porque en mi
mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aseneta, si
sabes muy bien que es totalmente incierto que algo ocurra y qué cosa puede
ocurrir el miércoles siguiente en la terraza de dicha taberna?
Al pensarlo un poco me respondí a mí mismo:
-Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas
mentiras…
Instrucciones para Aristin
1. Querido Aristin,
Usted puede tener las manos y la voz que hacen temblar
los oídos femeninos, los bigotes que embellecen su sonrisa y la sonrisa que
embellece sus bigotes, pero eso no va a ayudarle a convertirse en el héroe de
este cuento. El lector atinará fácilmente si él es el verdadero, si es el único
que puede lograrlo, si por la noche, en la cama, cuando se disponga a leer este
cuento, recordara que hace poco encontró en el pasto o en la calle un pendiente perdido. Un pendiente femenino común que no tiene que ser caro en absoluto. Ese
lector es el elegido. Y sólo él tiene derecho de llevar el nombre secreto del
héroe de este cuento: Aristin. Los demás ya pueden desistir de los intentos y
la lectura de este cuento ya no les va a concernir.
2. Si ha leído la instrucción del punto 2 para Aseneta se
refiere a usted también. Aquí está el sueño que se requiere de usted para los
fines mencionados con la advertencia de que se trata de un sueño masculino que
yo había soñado, por lo que supongo lo podrá soñar usted también, Aristin…
Sueño masculino
Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está
el techo de madera al cual está sujeta una mesa cuadrada puesta para comer.
Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera al revés. En la mesa
están de cabeza, pero sin caerse, un plato lleno de comida, tenedor, cuchara y
cuchillo, una fuente con pan y un vaso de aguardiente de ciruela pasa. Tal vez
en el plato está el bagre frito en agua para el Día de San Nicolás. El techo es
bajo y la mesa está justamente a una distancia que acostado pueda tomarme el
aguardiente y almorzar todo lo que hay en ella. Y eso resulta tan fácil que
causa un placer supremo, una calma y felicidad que desconocemos en la tierra.
Todo allí es completamente “natural”, adaptado al cuerpo, un cuerpo astral, que
está conectado con mi cuerpo a través de mi ombligo astral…Mientras aquí, en la
Tierra, camino por un bosque y me duele cada hoja.
3. Querido Aristin, creo que usted no pudo soñar el sueño
exigido y comerse allí el almuerzo, aquel bagre frito en agua para el Día de
San Nicolás. Pero no se desespere. Usted ya sabe, porque echó un vistazo en las
instrucciones para Aseneta, que el sueño no se le exige para soñarlo, sino para
otros propósitos. Por eso, continúe ahora su camino, es decir, pase por una
tienda y cómprese la llave sin cortar.
4. El siguiente miércoles váyase a la terraza de la
taberna más cercana al templo de su lugar (aquí, en Belgrado, está en la calle
Kralja Petra, número 6, donde se encuentra la taberna “El signo de
interrogación”). Tendrá que estar allí al mediodía y buscar a una persona
femenina que esté tomando té y sobre la mesa ante ella tenga un pendiente femenino.
Acérquese a ella, ponga la llave sobre la mesa y pregúntele si usted puede
sentarse. Si ella no le da permiso, preséntese, dígale que se llama Aristin. Si
ella es Aseneta, se puede suponer que le ofrecerá el asiento y usted le contará
lo que soñó la noche anterior. En realidad, el sueño que no ha soñado, sino que
le fue exigido. Cuénteselo como si lo hubiera soñado, aunque no lo hubiera
hecho. Si también ella le cuenta un sueño que le fue pedido, el cual usted ya
leyó en este cuento, se cumplió el objetivo y todos los requisitos están ahí.
Es decir, cada amor grande empieza, como dijimos, con tres pequeñas mentiras.
Esa condición la habrán cumplido los dos parcialmente, mintiendo haber soñado
lo que no soñaron y presentando sus nombres falsos. Eso significa que están en
el mejor camino para aprovechar el elixir de amor y convertirse en los
protagonistas de un gran amor. Si Aseneta le pregunta a usted, querido Aristin:
¿por qué precisamente una llave y por qué precisamente un pendiente?, usted
contestará lo siguiente: No tiene ninguna importancia si es una llave o un pendiente. Lo importante es que a los hombres, por lo general, les falta algo de
atención, así que alguien que fue lo suficientemente atento para notar en el
pasto o en la calle un pendiente perdido es muy recomendable. A las chicas, por lo
general, les falta ser un poco distraídas, entonces, es recomendable la que
puede llegar a perder unas llaves. Esos dos, según parece, podrían formar una
pareja bastante armoniosa…
* - *
En este lugar interrumpí por segunda vez la escritura de
este cuento porque en mi mente apareció una pregunta clara como el cristal:
-¿Por qué le mientes? ¿Por qué mientes a Aristin, si
sabes muy bien que todo es totalmente incierto? Porque los que lo intenten
experimentarán por sí mismos que una relación basada en llaves sin cortar y una
chuchería femenina no debe significar gran cosa. Puede ocurrir que Aseneta y
Aristin simplemente no se gusten. O aún peor, puede darse el caso que, yo mismo
me lo imaginaba, que Aseneta o Aristin no encuentren a nadie para tomarse un té
para dos con ellos, alrededor del medio día en la terraza junto a la iglesia.
La cosa puede convertirse en la amistad entre dos chicos, un compañerismo
mutuamente útil entre un viejo y una joven, la plática entre dos viejas, un
romance entre dos lesbianas o quién sabe qué más. Entonces, ¿por qué mientes a
Aristin?
-Porque cada gran amor –me respondí a mi mismo- empieza
con tres pequeñas mentiras…
II
Casi dos años después de que este cuento fuera escrito y
publicado en un periódico me llamó por teléfono una voz masculina, me dijo que
no nos conocíamos, que era mi lector y que tenía que decirme algo
extraordinario en relación con el cuento “El té para dos”. Quedamos en
encontrarnos en la terraza de la taberna “El signo de interrogación”. En ese
entonces yo ya había cumplido setenta años, había entrado en el siglo XXI y empezaba
a olvidar sin orden muchas cosas – cazar cornejas, tirar los guijarros sobre la
superficie del agua, entrar por la puerta de espaldas, días de la semana
primero en ruso y después en francés, mientras que los nombres de días en
inglés brotaban de mi memoria a pesar de que jamás lo había aprendido bien. En
resumen, el alma se me salía por la nariz, y yo tenía que estornudar cada
mañana. Aunque todavía no me olvidaba cómo reír. Por eso me reí en el
auricular, él no lo hizo, y nos encontramos en la terraza de la taberna “El
signo de interrogación”. Él estaba tomando café y leyendo el periódico “La voz
pública”. Estaba en la mejor edad, cuando las virtudes aún no empiezan a
convertirse en vicios. Vestía bien, de negro, tenía tres caras transparentes
una encima de la otra, cada una hermosa a su propia manera. Y tres tipos de
cabellos en la cabeza –uno cerdoso, otro parecido a plumas y un corto pasto
hirsuto en la mollera. Con su mirada podía congelar el agua en el vaso delante
de él…Yo me desconcerté y concluí: Dios cura, nosotros sólo cambiamos vendajes…
Me contó lo siguiente.
El cuento del lector
“Antes que nada, quiero decirle que yo no soy ningún
ratón de biblioteca. Es todo un milagro que haya leído su cuento y el milagro
se dio de la siguiente manera. Un día mientras paseaba por Kalemegdan, mi
mirada cayó, por pura casualidad, sobre un objeto que brillaba en el pasto. Me
agaché y encontré un pendiente femenino. Parecía un poco aplastado, probablemente
pisado, pensé, y lo metí en el bolsillo. Lo olvidé allí, porque los bolsillos
son los mejores lugares para olvidar cosas. Cuando después de algunos días
volví a ponerme la misma chaqueta palpé el pendiente en el bolsillo, primero
sorprendido de que estuviera ahí, pero luego pasé por “El Bazar del Milenio” a
visitar a un joyero que fue mi compañero de escuela.
- ¿De dónde sacaste esta maravilla? –preguntó.
- La encontré.
Examinó el pendiente bajo la lupa y dijo:
- Oro de catorce quilates con tres diamantes, tres
verdaderos diamantes.
- ¿Cuánto vale eso?
Mi amigo dijo una suma aproximada que hizo dar vueltas a
mi cabeza. Siguió examinando el pendiente cuidadosamente bajo la lupa.
-En el pendiente hay un poco de sangre seca. Fue arrancado de
la oreja de una chica. Por eso está un poco deformado…
Al devolverme la joya mi amigo quedó un poco pensativo y
agregó:
- Yo sé de quién es ese pendiente.
Me quedé pasmado.
- ¿Estás bromeando?
- Lo sabe todo el mundo. Perteneció a Ksenia Kaloper.
Hace un mes todos los periódicos escribieron sobre ella. Fue robada y asesinada
en Kalemegdan. Sabes aquello: “Nena, ¡quítate la chuchería para que no te
arranque la oreja!” No obedeció. A juzgar por los periódicos, le arrancaron los pendientes, le quitaron las sortijas de las manos y un anillo de un pie, todo con
violencia y rapidez. El asesino tenía prisa. El anillo del pie fue encontrado
ahí mismo. Lo demás no…
- ¿Y qué hago ahora con esto?
- Tienes varias posibilidades, cada una peor que la
anterior. Entregar el asunto a los órganos de justicia, devolver el pendiente a la
familia de la difunta Ksenia Kaloper, vendérmelo a mí bajo la condición de que
yo quiera comprarlo. En los tres casos tendrías que explicarle a la policía
cómo lo obtuviste.
Desesperado devolví el pendiente al bolsillo y decidí
olvidarlo allí de nuevo. Por ahora. Antes de salirme de la tienda mi amigo me gritó:
- Todo eso tiene un lado bueno.
- ¿Cuál?
- Te convertiste en el personaje de un cuento.
- ¿Cuál cuento? –me quedé asombrado de nuevo.
- El cuento se llama “Té para dos” y sus personajes
llegan a ser todos aquellos que encontraron cualquier pendiente en cualquier lugar.
Yo leí hace poco en un periódico. Un momento…aquí está.
De un montón de periódicos sacó uno y me tendió su
cuento. Así llegué a “Té para dos”. Y así se dio que leyera su cuento. En un
momento pensé irme a la cita en la terraza del “Signo de interrogación”, hasta
conseguí una llave sin cortar por si acaso, pero esas intenciones se vieron
impedidas entonces por un gran cambio en mi vida.
Dos semanas después de haber leído “El té para dos” me
dieron inesperadamente un empleo en el extranjero. Estuve fuera de Belgrado
varios meses, trabajaba en Moscú y tenía la intención de continuar mi vida allá
cuando me avisaron que mi padre había muerto, así que vine a enterrarlo y a
encargarme de su apartamento. Después del funeral y de los demás trámites
regresé al desierto hogar paterno lleno de cosas viejas que desde hace mucho
habían perdido sus aromas y adquirieron una especie de tufo común. Miraba
fijamente esas cosas y a mí mismo en medio de ellas a través de un espejo de mi
padre, gastado y con un agujero y sentí que el hombre cada día tenía la
oportunidad de ser inteligente al menos por un instante. Porque todo hombre
pasa cada día, sin siquiera percatarse, por un semi-instante anterior a su
nacimiento y por un semi-instante posterior a su muerte. Entre esos dos
semi-instantes está la gota de la sabiduría que apenas notamos…Con esos
pensamientos me tumbé en la cama, pero no pude dormirme. Toda la noche estuve
dando vueltas y me levanté tarde sin pegar un ojo. Miré por la ventana, me di
cuenta de que era casi mediodía y de que era primavera; me puse mi vieja chaqueta que estaba en el armario y que no me había puesto en mucho tiempo. Palpé una
llave en el bolsillo, la saqué, me pregunté de qué era y con sorpresa noté que
no tenía cortes. Me acordé, por supuesto, que estaba preparada para la cita en
la taberna “Signo de interrogación”, pero que jamás tuve tiempo de verificar si
funcionaba o no. En el otro bolsillo estaba, desde luego, el pendiente de oro con
diamantes.
De pronto se me ocurrió que podría tomarme el café de la
tarde, que necesitaba sobremanera, justo en “Signo de interrogación” y me fui
directamente a la calle Kralja Petra. Hacía calor, en la terraza había mucha
gente sentada, y no quedaban mesas desocupadas. En una mesa noté a una chica
sola tomando té. Tenía un zapato negro con el tacón blanco, y otro blanco con
el tacón negro, junto a su taza estaba un pendiente. De oro con tres piedritas
brillantes. Con tres diamantes. Algo deformado. Me quedé petrificado. El otro
igual a ése, estaba en mi bolsillo. Al acercarme, puse aquella llave sobre la
mesa y dije:
- Buenas tardes, soy Aristin, ¿puedo sentarme?
- Cuéntame un poco de eso –contestó la chica- ¿quién se
llama así hoy en día? Es decir, mientes, pero siéntate, ya que el lugar está
lleno. Tomate un café y largo de aquí.
Me senté, pedí un café e intenté una vez más. Le
pregunté:
- ¿Quiere que le cuente lo que soñé anoche?
- Está bien, si no va para largo. De todos modos estamos
matando el tiempo –dijo.
Entonces empecé a contarle el sueño que me fue encargado
en el “Elixir de amor”:
- Sueño que estoy acostado en una cama. Arriba de mí está
el techo de madera al cual está sujetada una mesa cuadrada puesta para comer.
Parece como si estuviera clavada a un suelo de madera al revés…
- Mientes de nuevo. En tus ojos veo que anoche no pegaste
un ojo. ¿Cómo pudiste soñar despierto?
Ante esas palabras yo quise levantarme de la mesa cuando
ella preguntó:
- ¿Y dónde está tu arete?
- ¿Disculpe? –me desconcerté, pero empecé a revisar mis
bolsillos aunque sabía que, por ahora, no iba a enseñarle el arete de ninguna
manera. Finalmente pregunté sólo por decir algo:
- ¿Cuál arete?
Creo que mi rostro lucía una sonrisa acartonada mientras
pagaba el café, pero ella no desistía:
- ¿Cómo que cuál arete? El que es prerrequisito para que
te conviertas en el héroe del cuento “Té para dos” y vengas acá. ¡Felicidades!
Es tu tercera mentira hoy. ¡Mentiste antes de que terminaras de leer el cuento!
Tú no encontraste ningún pendiente en absoluto…
Me reí y regresé a la mesa. Desde entonces empezamos a
vernos a diario. En las mañanas, mientras me iba a trabajar, la dejaba sola en
mi apartamento. Era fácil notar que revisaba los cajones en mi ausencia.
Buscaba los diamantes. Anteayer, por fin, le enseñé el pendiente. Le dije que lo
había comprado para mi hermana, que supuestamente usaba esos adornos siempre en
una sola oreja. Sabía que eso iba a obligarla a ella y a su cómplice, probablemente
el asesino de Kalemegdan, a descubrirse y comenzar a actuar con rapidez antes
de que el pendiente que apenas pudieron encontrar en mi casa, se esfumara de mis
manos. Así podía agarrarlos y entregarlos a las manos de la ley…”
* - *
Ese fue el cuento del joven. Estábamos sentados tomando
café y callamos por un instante, cuando el joven apuntó con la mano hacia la
chica que estaba entrando en la terraza. Tenía los labios pintados de un brillo
labial negro, y en el moño una aguja de plata con una canica de vidrio verde.
Calzaba un zapato blanco con el tacón negro y otro negro con el tacón blanco…
Un paso blanco, un paso negro, otra vez blanco, otra vez
negro. Y luego un silencio particular. Un silencio salado, diría. Él se
levantó, se besaron y mientras todos miraban ese beso, ella le dio la mano a
pesar de que él tuviera sus dos manos alrededor de los hombros de ella. Después
se volvió hacia mí y se presentó:
- Aseneta. Se ve que usted ha desechado más gorras en su
vida que las que yo he comprado. Usted tuvo razón. Aquel elixir suyo sí
funciona. Cada amor grande empieza con tres pequeñas mentiras…
Entonces la chica puso ante mí, sobre la mesa, una caja de dulces con whisky para hombres Laroshell de Luxe.
- Es para usted –agregó-, además le tengo dos preguntas,
profesor. Primero, el elixir del amor, su té para dos, ¿también le concierne a
usted? Segundo, ¿se puede considerar como una pequeña mentira algo que en el
futuro llegará a ser una gran verdad?
- Por supuesto –dije.
- ¿Por qué, entonces, no toma un poco de su elixir de
amor que con tanta generosidad nos ofrece a nosotros?
Me reí, ellos se despidieron y se fueron abrazados, y yo
ordené en vez de café un té de menta con alcaravea. Como si esperara a alguien
en un té para dos. Al abrir “La Voz Pública” que Aristin dejó en la mesa, leí
en el periódico que ese día yo había muerto en las primeras horas de la mañana.
* - *
Mi querida lectora y mi querido lector, seas quien seas,
recordarás que mis palabras al final de este cuento son, en realidad, mi
declaración de amor hacia ti. Mi tercera pequeña mentira que llegará a ser
verdad en el futuro.
Porque cada gran amor empieza con tres pequeñas mentiras.
No cabe duda, Milorad Pavic es un mago y este cuento una de sus más potentes pócimas. Su literatura es pura creación.
Este cuento pertenece al maravilloso libro "Siete pecados capitales". Ed. Sexto Piso, 2006
No cabe duda, Milorad Pavic es un mago y este cuento una de sus más potentes pócimas. Su literatura es pura creación.
Este cuento pertenece al maravilloso libro "Siete pecados capitales". Ed. Sexto Piso, 2006
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