Voy a decirlo pronto y rápido ¡pedazo policíaco!. Con elementos puramente nacionales, Alberto Rodríguez ha puesto en pie un contundente policíaco con una historia que va creciendo sin pausa, con unos personajes creíbles hasta el último secundario y un montaje vigoroso que no admite tregua.
Rodríguez se ha juntado con Rafael Cobos, también coguionista en la intensísima "After", para narrar una historia sin concesiones, la de un grupo formado por cuatro agentes encargado de erradicar el tráfico de drogas en la Sevilla de los años previos a la Expo 92.
Una de sus principales redadas pone en sus manos a "la Caoba", cabecilla de un cártel de distribución. Aprovechan el golpe para convertirla en su cómplice. Una parte de esa droga la utilizan ellos mismos para comprar voluntades y chivatazos. Pero el juego es muy absorbente y acaban tan metidos que se convierten en objetivos tanto del capo principal como de anticorrupción.
La barriada "Los canarios", donde se desarrolla la acción, nos recuerda a las 3.000 viviendas de Sevilla, pero también a las "casas baratas" de Baltimore en The Wire. Los escenarios son un acierto más de la película, bloques marginales atestados de callejones, descampados y casas abandonadas.
La barriada "Los canarios", donde se desarrolla la acción, nos recuerda a las 3.000 viviendas de Sevilla, pero también a las "casas baratas" de Baltimore en The Wire. Los escenarios son un acierto más de la película, bloques marginales atestados de callejones, descampados y casas abandonadas.
Mario Casas (Ángel) da el tipo como policía ambicioso. Un inconmensurable Antonio de la Torre (Rafael) se convierte en su valedor como policía rudo y atormentado y un brillantísimo Joaquín Núñez (Mateo) aporta el punto de humor necesario pero sin salirse de tono ni una vez. Los tres completan unas actuaciones extraordinarias y creíbles.
La historia principal tiene enjundia y también las historias secundarias. La película nos ofrece eso que es indicador de un gran poso dramático: la evolución de los personajes. Durante el metraje asistimos al recorrido del novato Ángel hasta la abyección (cuando dominan el cotarro y se cruza con yonquis o putas, éstos le saludan como "don Ángel"). Asimismo Rafael que comienza como un brutal policía, atormentado por la muerte de su hermano, crece hasta tener que contener a Ángel o recoger a una yonqui en su casa para ofrecerle una segunda oportunidad.
Todo lo que suele sonar falso en el cine español cuando se trata de tiroteos, persecuciones de coches o puñetazos aquí cobra carta de naturaleza. Afirmando un camino que ya desbrozaron "Celda 211", "La Caja 507" o "No habrá paz para los malvados", Grupo 7 nos deslumbra con un pulso firme, capaz de filmar con brío tiroteos y persecuciones o escenas turbadoras y amenazantes.
Quiero acabar subrayando la puesta en escena y el montaje. Todas las escenas son escuetas y directas: sólo con una frase de una yonqui (cuando sonríes eres igual que Pablo) y la reacción de Rafael ya está contado su tormento. Sólo con un gesto (trincar un paquete de farlopa) y una frase (tantas dosis, tantos yonquis, cada yonqui un confidente) ya está montado el tinglado. Sólo con tres escenas de unos pocos minutos y no más de una docena de frases se nos cuenta la relación de Rafael con la chica que recoge; pero el fracaso de ambos está expresado con profundidad insondable. En el montaje cada secuencia tiene la duración exacta (la persecución con coches y ambulancia es potente pero sólo dura lo necesario). Todo funciona como un metrónomo. No hay tiempos muertos. Peliculón.
Todo lo que suele sonar falso en el cine español cuando se trata de tiroteos, persecuciones de coches o puñetazos aquí cobra carta de naturaleza. Afirmando un camino que ya desbrozaron "Celda 211", "La Caja 507" o "No habrá paz para los malvados", Grupo 7 nos deslumbra con un pulso firme, capaz de filmar con brío tiroteos y persecuciones o escenas turbadoras y amenazantes.
Quiero acabar subrayando la puesta en escena y el montaje. Todas las escenas son escuetas y directas: sólo con una frase de una yonqui (cuando sonríes eres igual que Pablo) y la reacción de Rafael ya está contado su tormento. Sólo con un gesto (trincar un paquete de farlopa) y una frase (tantas dosis, tantos yonquis, cada yonqui un confidente) ya está montado el tinglado. Sólo con tres escenas de unos pocos minutos y no más de una docena de frases se nos cuenta la relación de Rafael con la chica que recoge; pero el fracaso de ambos está expresado con profundidad insondable. En el montaje cada secuencia tiene la duración exacta (la persecución con coches y ambulancia es potente pero sólo dura lo necesario). Todo funciona como un metrónomo. No hay tiempos muertos. Peliculón.
Podrían subtitularla y así nos enteramos de lo que dicen, porque no se entiende la mitad.
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