"Pocas historias son tan extrañas como la de David Goodis.
En 1950, a la edad de 33 años,después una prolífica carrera en Nueva York como escritor pulps, tras la publicación de una primera novela a los veintiún años y, siete años después, su obra más conocida, Senda Tenebrosa, a raíz de la cual (con su serialización en el Saturday Evening Post y la compra del guión para Bogart y Bacall) consiguió un contrato de seis años con la Warner, David Goodis volvió a Filadelfia, donde había nacido, para vivir como un prisionero virtual en casa de sus padres hasta que murieron, muerte que precedió en poco tiempo a la suya, en 1967.
En California, había alquilado un sofá en casa de un amigo por cuatro dólares al mes, y allí vivía. Condujo el mismo destartalado Chrysler descapotable durante la mayor parte de su vida de adulto. Vestía los mismos viejos trajes hasta que se convertían en harapos (a veces, les cosía etiquetas de sastres de moda) y entonces los teñía de azul marino para seguir poniéndoselos.
Se introducía en la nariz la cinta roja de celofán de los paquetes de cigarrillos cuando iba a los restaurantes y finjía hemorragias nasales, lanzaba gritos de fingido dolor y salía corriendo por las puertas giratorias. También solía lucir en público el viejo albornoz de un amigo (lo que nos hace pensar en el pobre y alienado Kinbote, de Pálido Fuego, de Nabokov) como si fuera "un ruso blanco, un príncipe de sangre azul en el exilio".
Sus amigos de ambas costas recuerdan a Goodis frecuenteando los bares y cabarets de los guetos en busca de negras obesas que abusasen de él verbalmente y, tal vez, según prueba su obra, de alguna manera más sustancial, cosa que le chiflaba.
La primera frase de su primera novela dice así: " Al cabo de un rato uno se siente tan mal que quisiera detenerlo todo en ese momento".
(...)
De esta manera, señala Geoffrey O´Brien, "el gran artista de la literatura David Goodis, convertido en escritor de segunda clase, podía relatar su propia historia y ejercer su profesión al mismo tiempo". Que es precisamente lo que hizo al acotar como especialmente suya una zona de la ficción americana y forjar novelas reconocibles al instante como suyas, tanto por su recargado estilo como por sus obsesiones características.
Sin embargo, como señala O´Brien, cuanto más lee uno los libros de Goodis, más insistente es la percepción de que allí hay algo que está más allá de la preocupación o la venganza, algo parecido a la auténtica locura."
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