de J. C. Chandor
Película en la línea de Glengarry Glen Ross de J. Foley (con maravilloso guión de David Mamet), pero menos compleja y con un desarrollo más esquemático.
En la película asistimos en directo a ese famoso día de septiembre de 2008 en que Lehman Brothers se derrumba. El tránsito entre un día en que ciertas entidades financieras eran calificadas con triple AAA+++ y el día siguiente en que no valían nada, desapareciendo de la faz de la tierra barridas por una crisis que ellas mismas habían creado.
Un analista concluye un estudio sobre los activos de la firma en que trabaja que indica que van a perder todo su valor. La quiebra es inmediata, todos los ejecutivos son citados, hasta el jefazo (Jeremy Irons) se ve obligado a acudir. Escalofría su intervención: "A ver joven, explíqueme la situación como si yo fuera un tonto." (¿?) Y efectivamente lo es en economía y ética, pero no en olfato: "yo soy el que más cobra aquí no por trabajar más o mejor que nadie, sino por escuchar la música... Y ahora no escucho nada." Los abismos suelen ser silenciosos. Y además nos regala un retrato exacto de la "ciencia" de la economía.
Socializar la pérdidas, vender a toda pastilla los activos ocultando a los inversores que son puro humo. Uno de los ejecutivos pregunta a otro ¿y ahora qué pasará? a lo que le responde: "a ellos nada, saldrán de ésta ganando todavía más dinero".
Y es que la rueda debe continuar. El papel de Irons es generoso en frases definitorias: "Es sólo dinero. ¡Se fabrica! Trozos de papel con fotos para que no tengamos que matarnos para conseguir comida ¡No es malo!". El ejecutivo interpretado por Kevin Spacey opone algún reparo, pero finalmente entra al trapo. Él necesita el dinero y sabe cómo motivar a sus brokers.
Hay una escena que fotografía la situación. Dos ejecutivos acuden a la reunión definitiva en el ascensor. Allí coinciden con la limpiadora de noche y sus bártulos. Ellos hablan de la coyuntura en su jerga, intentando todavía salir airosos. La limpiadora escucha sin entender nada, asiste a la debacle en directo pero ajena a todo. Lo más seguro es que sea despedida al día siguiente. Da igual que trabaje mejor o peor. Estamos en manos de los tiburones. Todos nosotros somos la limpiadora.
Película en la línea de Glengarry Glen Ross de J. Foley (con maravilloso guión de David Mamet), pero menos compleja y con un desarrollo más esquemático.
¡Qué pocas veces en el cine, las ideas de una filosofía determinada tienen un desarrollo dramático interesante! Margin Call lo consigue e incluso con una pizca de suspense.
Parece mentira que sea la ópera prima de J.C. Chandor. Sus escenas y diálogos son diáfanos y directos. El grupo de actores es y está excelente. La acción es sostenida en una sola unidad de tiempo, una intensa y dramática noche donde se pone en escena ejemplarmente el punto de inflexión en que la actual crisis económica hizo ¡crac!.
Parece mentira que sea la ópera prima de J.C. Chandor. Sus escenas y diálogos son diáfanos y directos. El grupo de actores es y está excelente. La acción es sostenida en una sola unidad de tiempo, una intensa y dramática noche donde se pone en escena ejemplarmente el punto de inflexión en que la actual crisis económica hizo ¡crac!.
En la película asistimos en directo a ese famoso día de septiembre de 2008 en que Lehman Brothers se derrumba. El tránsito entre un día en que ciertas entidades financieras eran calificadas con triple AAA+++ y el día siguiente en que no valían nada, desapareciendo de la faz de la tierra barridas por una crisis que ellas mismas habían creado.
Un analista concluye un estudio sobre los activos de la firma en que trabaja que indica que van a perder todo su valor. La quiebra es inmediata, todos los ejecutivos son citados, hasta el jefazo (Jeremy Irons) se ve obligado a acudir. Escalofría su intervención: "A ver joven, explíqueme la situación como si yo fuera un tonto." (¿?) Y efectivamente lo es en economía y ética, pero no en olfato: "yo soy el que más cobra aquí no por trabajar más o mejor que nadie, sino por escuchar la música... Y ahora no escucho nada." Los abismos suelen ser silenciosos. Y además nos regala un retrato exacto de la "ciencia" de la economía.
Socializar la pérdidas, vender a toda pastilla los activos ocultando a los inversores que son puro humo. Uno de los ejecutivos pregunta a otro ¿y ahora qué pasará? a lo que le responde: "a ellos nada, saldrán de ésta ganando todavía más dinero".
Y es que la rueda debe continuar. El papel de Irons es generoso en frases definitorias: "Es sólo dinero. ¡Se fabrica! Trozos de papel con fotos para que no tengamos que matarnos para conseguir comida ¡No es malo!". El ejecutivo interpretado por Kevin Spacey opone algún reparo, pero finalmente entra al trapo. Él necesita el dinero y sabe cómo motivar a sus brokers.
Hay una escena que fotografía la situación. Dos ejecutivos acuden a la reunión definitiva en el ascensor. Allí coinciden con la limpiadora de noche y sus bártulos. Ellos hablan de la coyuntura en su jerga, intentando todavía salir airosos. La limpiadora escucha sin entender nada, asiste a la debacle en directo pero ajena a todo. Lo más seguro es que sea despedida al día siguiente. Da igual que trabaje mejor o peor. Estamos en manos de los tiburones. Todos nosotros somos la limpiadora.
Llama la atención cómo los mismos empleados que van a coger el teléfono para vender directamente estos productos son convencidos mediante un buen "pellizco". Ellos trincan un millón, hacen ganar cientos de millones a sus jefazos y van a arruinar a miles de personas.
"Inside Job", al ser un documental, te producía rabia, esta película te hacer asomar al vértigo: en manos de quien estamos, cómo funciona el sistema, qué garantías legales existen, qué coño hacen los gobiernos, etc
Justo cuando estoy redactando este post, leo un estupendo artículo de Jose Manuel Atencia en ElPais.com: Los tontos del tulipán; que ilustra de forma amena y rotunda esta crisis. No me resisto a reproducir unos párrafos.
"En
el año 1623 un inversor llegó a pagar por un bulbo de tulipán 1.000 florines
neerlandeses, cuando el salario medio de la época apenas era de 150. Los Países
Bajos vivieron un periodo de euforia especulativa con un curioso protagonista:
los tulipanes, unas flores que se convirtieron en objeto de ostentación y
símbolo de riqueza. Un periodista escocés llamado Charles Mackay escribió en el
año 1841 un libro contando lo que muchos consideran el primer fenómeno
especulativo de masas del que se tiene noticia y lo tituló Memorias de
extraordinarias ilusiones y de la locura de las multitudes. En él acreditó la
existencia del primer mercado de futuros de la economía globalizada, el de la
fiebre por los tulipanes: los inversores, debido al alza de sus precios,
compraron grandes cantidades de bulbos aún no recolectados, en un fenómeno que
se denominó el negocio del aire.
Los
compradores se endeudaban para adquirir las flores, pero ya no se
intercambiaban bulbos sino que efectuaban las transacciones mediante
operaciones de crédito. Se adquirían por catálogo y el mercado de los tulipanes
entró en la bolsa de valores, pero ocurrió que una mañana se sacó a la venta un
lote de medio kilo de bulbos a un precio de 1.250 florines y no encontró
comprador. Los inversores se pusieron nerviosos y sacaron al mercado todas las
reservas, las que existían de verdad y las que no estaban todavía ni plantadas.
Los precios cayeron en picado y nadie compraba. De pronto, la gente se encontró
con enormes deudas generadas por la adquisición de unas flores que ahora no valían
nada, lo que llevó a la economía a la quiebra.
La
tulipomanía, que así se titula el artículo donde he encontrado esta historia,
es uno de los ejemplos de una de las explicaciones más originales que he leído
sobre lo que está sucediendo en los mercados. Se denomina la teoría del tonto
más grande"
Y aquí un poco más de información para el estudioso de los conceptos mercantiles: El apalancamiento y el margin call ¡qué bonito!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.