de Martin Scorsese
Primera película para todos los públicos del maestro Scorsese, que aprovecha una deliciosa historia (la Invención de Hugo Cabret, de B. Selznick) para componer todo un canto de amor al cine a través de unas imágenes portentosas. Pero mierda, Marty, no podías dejar de hablar de cine ¿eh? de contarnos su historia, sus trucos, su magia.... así que has metido tantas cosas en el baúl que se te olvidó hacer una película. La escenografía es prodigiosa, el 3D es aprovechado para hacernos transitar por un París de ensueño y los recuerdos del pionero Méliès nos hacen participar del hechizo de plasmar los sueños. La película toda es maravillosa, un gozoso espectáculo, aunque la emoción de la historia quede un poco marginal.
Hugo es un huérfano que vive en los entresijos de una estación. En secreto se encarga del cuidado de todos los relojes. Los recuerdos de su padre y un autómata roto ocupan su corazón. Hasta que conoce a una niña y a través de ella entra en contacto con el anciano que regenta la tienda de juguetes. Esta relación le abrirá las puertas a un mundo de fantasía.
Hugo es un huérfano que vive en los entresijos de una estación. En secreto se encarga del cuidado de todos los relojes. Los recuerdos de su padre y un autómata roto ocupan su corazón. Hasta que conoce a una niña y a través de ella entra en contacto con el anciano que regenta la tienda de juguetes. Esta relación le abrirá las puertas a un mundo de fantasía.
Hay algunos planos imposibles y mágicos como el inicial fundiendo el mecanismo de un reloj con el mecanismo de las calles de París, o el supertravelling que a continuación nos lleva desde el cielo de parís a través de toda la estación hasta el agujero en el reloj por donde asoma Hugo o el revuelo con los diseños de Méliès cuyas hojas agitándose componen un dibujo animado.
La película está desequilibrada (aunque poco importa). El propio Hugo desaparece en muchos momentos. La historia del policía interpretado por Borat no interesa tanto para los minutos que dura. Hay conversaciones entre los dos niños que no aportan nada.
Algunas secuencias son un tanto contemplativas. Seguro que Scorsese se recrea un poco con su juguete nuevo.
Es curioso cómo dos de las mejores películas del año -la presente y The Artist- nos remiten a los orígenes del cinematógrafo. ¿tendrá que ver con que el cine es cada vez más industria y menos arte, o con el deseo de volver a las esencias para comprobar dónde está el verdadero valor, la genuina emoción? Y el círculo se riza: Hugo y su amiga se cuelan en un cine para ver una película y un estudioso del cine proyecta a un Méliès desengañado sus propias cintas. Quizás ahí esté el mensaje: no nos desalentemos hasta conseguir nuestros sueños.
Con todo, quedémonos con el asombro, con la maravilla, del mismo modo que aquellos que entraban en una carpa para ver el nuevo espectáculo. Al restaurar aquellas primeras cintas (la salida de la fábrica, la llegada del tren, el viaje a la luna) e incluirlas en su película Scorsese nos hace partícipes y deudores de su inmenso amor al cine.
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