de Eran Ricklis
Esta coproducción Israel-Francia, se llevó el Premio del Público en el Festival de Berlín de 2.008 y no es de extrañar.
Película amena y amarga que con pulcritud y sensibilidad nos muestra en una especie de parábola los entresijos humanos del conflicto árabe-israelí. Nunca cae en el exceso, ni caricaturiza las opciones políticas. Con una desnudez casi documental y un interés que no decae, asistimos a la peripecia de Salma, una viuda palestina que vive del limonar que rodea su casa, cuando de pronto se encuentra siendo vecina del ministro de Defensa israelí. La sempiterna Seguridad Nacional decreta que el limonar ha de desaparecer para prevenir posibles atentados. Pero Salma está dispuesta a luchar. Denuncia la medida, va recurriendo las sentencias hasta el Tribunal Superior.
El conflicto politizado, ideologizado, inyectado de odios ancestrales queda desnudo y vacuo ante hechos cotidianos. Salma sólo quiere mantener su modo de vida, su limonar plantado 50 años atrás por su abuelo. La ironía y el sarcasmo asoman cuando en la fiesta que da el ministro en su nueva casa faltan limones: después de haber colocado una valla para impedir el acceso al limonar a todo el mundo incluida Salma, los criados y guardias israelíes invaden el limonar para surtir la fiesta.
Finalmente todos pierden. El ministro cada vez más alejado de la realidad es abandonado por su esposa y el tribunal superior ante el eco internacional que cobra la noticia determina cortar a ¡30 cm.! del suelo la mitad del limonar más cercano a la casa del ministro y dejar el resto tal cual.
Quizás se echa de menos una mayor particiación de la mujer del ministro, culta e independiente. Es como si fuese nuestros ojos para asistir al conflicto de forma neutra y desapasionada. En la lejanía y sólo con la mirada se establece un nexo entre las dos mujeres. La injusticia de quien coloniza y reacondiciona el territorio según sus necesidades es elocuente.
A destacar el trabajo inmenso y contenido de la actriz palestina Hiam Abbass, que con gran economía de medios logra transmitirnos una amplia paleta de emociones.
Quizás se echa de menos una mayor particiación de la mujer del ministro, culta e independiente. Es como si fuese nuestros ojos para asistir al conflicto de forma neutra y desapasionada. En la lejanía y sólo con la mirada se establece un nexo entre las dos mujeres. La injusticia de quien coloniza y reacondiciona el territorio según sus necesidades es elocuente.
A destacar el trabajo inmenso y contenido de la actriz palestina Hiam Abbass, que con gran economía de medios logra transmitirnos una amplia paleta de emociones.
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