martes, 31 de octubre de 2017

La VIDA DIFÍCIL - de Slawomir Mrozek











Mrozek se aproxima a la condición humana con las herramientas de lo satírico y el absurdo. Tan corrosivo como paradójico, evita sin embargo la solemnidad. En sus relatos encontramos ferocidad irónica y sarcástica tanto hacia el sistema estalinista que marcó su juventud como hacia el sistema capitalista en el que vivió durante su madurez. 


Mrozek (Borzecin, Polonia, 1930 - Niza 2013) fue escritor, dibujante, periodista y dramaturgo. Marcaron su personalidad los años de guerra, la ocupación nazi de Polonia, el establecimiento de la República de Polonia después del conflicto y la represión de Stalin. Abandonó Polonia en 1963, regresó en 1996, una vez desaparecido el telón de acero y volvió a abandonarlo definitivamente a comienzos del nuevo siglo. Vivió en Italia, Alemania, Francia y México. En España debemos su descubrimiento al escritor catalán Quim Monzó, quien convenció a los editores para su publicación. En la editorial Acantilado podemos encontrar libros de relatos como El Elefante, Juego de azar, La vida difícil, El árbol y La mosca; así como las novelas Huida hacia el sur y El pequeño verano.


El absurdo y lo insólito está en la base de su narrativa que está cruzada por el humor y la sátira. En el relato "Una charla sobre la historia contemporánea" a un general le regalan un mono y el mono, al final, suplanta la figura del general. Ese es el tono, sarcástico y surrealista, de su obra. Esta colección también incluye desternillantes revisiones de cuentos populares, como Caperucita Roja o la Bella Durmiente, así como nuevos simbolismos, casi sin moraleja, aplicados a los conocidos personajes de las fábulas de Esopo.
El relato Denuncia comienza así: "Al Ilustrísimo Señor Jefe Superior de la Policía Secreta.
  Con todos mis respetos deseo denunciar que mi vecino se está quedando ciego de un modo antiestatal."

Patricio Pron, en Letras Libres nos desvela las claves de Mrozek en un esclarecedor estudio titulado "En principio sí: siete notas sobre Slawomir Mrozek". He aquí unos extractos:

Un oyente llama a una cadena de radio de la antigua Unión Soviética y pregunta: “¿Es verdad que Grigori Grigoriewitsch Grigoriew ha ganado un automóvil en el campeonato de obreros de Moscú?” La respuesta oficial es “En principio sí; pero, primero, no fue Grigori Grigoriewitsch Grigoriew sino Wassili Wassiljewitsch Wassiljew; segundo, no fue en el campeonato de obreros de Moscú sino en el festival del deporte de la granja colectiva de Gamsatschiman; tercero, no fue un auto sino una bicicleta; y, cuarto, no es que la ganó sino que se la robaron.” 
A pesar de su brevedad, la historia caracteriza muy bien el divorcio entre las palabras y su significado, que es característico de los regímenes totalitarios. (...)
A ese humorismo soviético le debemos algunos grandes chistes (“¿Por qué se ha encarecido tanto la vida en la URSS? Porque ha dejado de ser un artículo de primera necesidad”), (...) de ese humor y de esa necesidad surge la obra de Sławomir Mrożek.

Viñeta de El Roto

“Existe algo humillante y restrictivo en un autor que hipoteca su creación solo porque hay alguien que le golpea y que le oprime”, afirmó el autor polaco en una ocasión. Sin embargo, buena parte de su obra parece funcionar como una reacción a esa opresión y tiene como tema el comportamiento humano bajo las condiciones de alienación y abuso de poder de los sistemas totalitarios. A pesar de que su obra es vinculada recurrentemente con el teatro del absurdo, Mrożek nunca pareció sentirse cómodo bajo este apelativo, porque el humorismo absurdo de su obra no surge de una adhesión explícita al existencialismo, sino de una reflexión personal en torno a las condiciones específicas de vida en Polonia durante el comunismo.

En ese sentido, quizás el origen del humorismo absurdo de la obra, se encuentre en el hecho de que Mrożek comenzó su carrera como escritor en la redacción del periódico Dziennik Polski, para el que escribió, entre 1950 y 1954, artículos que solían conformar las demandas de un periodismo ideológicamente correcto.
La obra narrativa del escritor polaco tiene como tema subterráneo la existencia de contradicciones y opuestos que el Estado totalitario disimula mediante un hábil uso del lenguaje. Este uso subvierte los términos antitéticos de razón y sinrazón, cultura y naturaleza, tradición y progreso, orden y desorden, abundancia y carestía, progreso y atraso, ficción y realidad, adecuándolos a los fines de perpetuar el régimen que les da origen, y Mrożek tiende a hacer lo mismo con fines satíricos. 
Society  by  Paul McCarroll

Un chiste muy popular en la Unión Soviética enumeraba los cinco preceptos a los que los escritores nativos debían atenerse: “No piense. Si piensa, no hable. Si piensa y habla, no escriba. Si piensa, habla y escribe, no firme. Si piensa, habla, escribe y firma, después no se queje.” Mrożek encontró en ese marco la posibilidad de escribir una literatura realmente política y a su vez eludir a la censura mediante el recurso de arrebatar al Estado totalitario su uso monopólico de la palabra, mostrando las contradicciones evidentes entre las motivaciones internas y externas de los actos de los ciudadanos soviéticos (al respecto existe un gran chiste de la época: “El secretario del politburó pregunta a su subalterno en una reunión: ‘Camarada Rabinovich, ¿tiene usted alguna opinión en relación a este tema?’ ‘Tengo, pero no estoy de acuerdo con ella’, responde Rabinovich”).
Precisamente uno de los temas centrales de su obra es la disociación entre la realidad y lo que se dice y se piensa de ella, que aparece en el “en principio sí” con el que comienzan muchos chistes soviéticos. Al leer a Mrożek sentimos la tentación de reír, pero nuestra risa es una de ansiedad y amargura ante lo que un Estado totalitario puede hacer con sus ciudadanos, y en esa constatación hay un recuerdo pero también una advertencia para los tiempos por venir.

El relato más famoso del volumen es "Revolución", un par de páginas que reflejan en todo su esplendor la idiosincrasia y el cosmos literario de este autor: 

REVOLUCIÓN

“En mi habitación la cama estaba aquí, el armario allá y en medio la mesa. Hasta que esto me aburrió. Puse entonces la cama allá y el armario aquí. Durante un tiempo me sentí animado por la novedad. Pero el aburrimiento acabó por volver. Llegué a la conclusión de que el origen del aburrimiento era la mesa, o mejor dicho, su situación central e inmutable. Trasladé la mesa allá y la cama en medio. El resultado fue inconformista. La novedad volvió a animarme, y mientras duró me conformé con la incomodidad inconformista que había causado. Pues sucedió que no podía dormir con la cara vuelta a la pared, lo que siempre había sido mi posición preferida. Pero al cabo de cierto tiempo la novedad dejó de ser tal y no quedó más que la incomodidad. Así que puse la cama aquí y el armario en medio. Esta vez el cambio fue radical. Ya que un armario en medio de una habitación es más que inconformista. Es vanguardista.

Pero al cabo de cierto tiempo… Ah, si no fuera por ese ‘cierto tiempo’. Para ser breve, el armario en medio también dejó de parecerme algo nuevo y extraordinario. Era necesario llevar a cabo una ruptura, tomar una decisión terminante. Si dentro de unos límites determinados no es posible ningún cambio verdadero, entonces hay que traspasar dichos límites. Cuando el inconformismo no es suficiente, cuando la vanguardia es ineficaz, hay que hacer una revolución. Decidí dormir en el armario. Cualquiera que haya intentado dormir en un armario, de pie, sabrá que semejante incomodidad no permite dormir en absoluto, por no hablar de la hinchazón de pies y de los dolores de columna. Sí, esa era la decisión correcta. Un éxito, una victoria total. Ya que esta vez ‘cierto tiempo’ también se mostró impotente.
Ilustración de Edward Gorey

Al cabo de cierto tiempo, pues, no sólo no llegué a acostumbrarme al cambio —es decir, el cambio seguía siendo un cambio—, sino que, al contrario, cada vez era más consciente de ese cambio, pues el dolor aumentaba a medida que pasaba el tiempo. De modo que todo habría ido perfectamente a no ser por mi capacidad de resistencia física, que resultó tener sus límites. Una noche no aguanté más. Salí del armario y me metí en la cama. Dormí tres días y tres noches de un tirón. Después puse el armario junto a la pared y la mesa en medio, porque el armario en medio me molestaba. Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario”.

Ahora la cama está de nuevo aquí, el armario allá y la mesa en medio. Y cuando me consume el aburrimiento, recuerdo los tiempos en que fui revolucionario."



…………..



"Sorprende que en un cuento tan breve como “Revolución” se haya sintetizado, y con excelente sentido del humor, el devenir de los últimos tiempos de la historia de Europa, tanto en su evolución político-social como artístico-cultural. Pero, sobre todo, destaca la gracia inteligente del autor polaco que narra, en primera persona, las peripecias de un hombre que, un buen día, insatisfecho por el orden y monótona disposición de los muebles de su habitación y para hacer más interesante su cotidianeidad, decidió cambiarlos de lugar, suponiendo que así él mismo podría renovarse, pues la transformación de su hábitat comportaría la renovación de su propia existencia. El resultado fue que, por ello, se sometió primero a lo novedoso, más tarde, a lo insólito -ambos, valores máximos y aun míticos de la modernidad-, y, después, por supuesto, a lo incómodo, llegando incluso al sufrimiento insoportable.

No hay que ser un lince para darse cuenta de que estamos ante una parodia brevísima, pero excelente, de las innovaciones del arte moderno, de los experimentos culturales y, también y sobre todo, de los inhumanos y brutales sistemas políticos del último siglo. Si colocar la cama en medio de la habitación resulta indudablemente inconformista, poner en dicho lugar el armario se transmuta en un acto de vanguardia. Como el armario entorpece el paso y no permite llegar hasta la cama, nuestro hombre toma la decisión de dormir de pie dentro de él, o sea, justo lo más incómodo, absurdo y doloroso: “Esto sí era ya un acto revolucionario”.

Al fin el buen sentido se impone, porque ni pueblos ni hombres pueden soportar por largo tiempo el dolor y ni mucho menos el absurdo; y, por tanto, se vuelve al orden primigenio. Pero, ¡ay!, de vez en cuando, nuestro hombre se aburre y siente nostalgia de su pasado revolucionario; así, pues, es posible que, sentado en su silla, ante la mesa, con rostro lánguido y mano en mejilla, esté esperando a los bárbaros…

Y como bonus  el corto de los Rosete Brothers inspirado en el mismo relato.

REVOLUTION from THE ROSETE BROTHERS on Vimeo.

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