Película que rastrea alegorías, símbolos y procesos mentales con las herramientas de un thriller de terror psicológico. Brillante en una tensión dramática que está muy lograda, en el último tercio se vuelve un tanto repetitiva y falazmente exagerada.
Javier Bardem interpreta a un poeta, un escritor que publicó una obra redonda "quemando" en ella toda su imaginación. Ahora se encuentra retirado, con su hermosa mujer (Jennifer Lawrence), en una casa aislada y busca la inspiración para una nueva obra. Ahí está la almendra del asunto. La inspiración, el proceso creativo. Poco a poco las historias y los personajes que empiezan a bullir en la cabeza del escritor cobran vida y llaman a la puerta de su casa. Primero un médico enfermo (Ed Harris), luego su mujer (Michelle Pffeifer) y al poco tiempo sus dos hijos son acomodados por el poeta en su hogar como si sobre él tuviesen algún tipo de ascendiente. Su mujer asiste perpleja a esta invasión de su intimidad, en la que los invitados actúan como si ostentasen algún extraño poder.
Las preocupaciones del matrimonio invasor y el conflicto que traen sus hijos a cuenta de la herencia, genera en el escritor un torrente de ideas creativas; pero su mujer se siente suplantada y menospreciada.
-Siempre es por ti y por tu trabajo ¿tú crees que esto te va a ayudar a escribir? ¡Nada lo hará! Yo reconstruí toda esta casa, pared por pared y tú no has escrito ni una sola línea.
-¡Lo sé. Lo sé pero no puedo, no logro escribir ni pensar, lo único que quiero es darle vida a esta casa. Abrirle la puerta a gente nueva, a ideas nuevas."
Este nuevo conflicto concluye con la entrega pasional de la pareja que acaba concibiendo un hijo, el fruto de su amor.
Hasta aquí se encuentra lo mejor de la película. Un intenso viaje alegórico al que zarandean fuerzas misteriosas. Las ideas fluyen con armonía y los contrastes iluminan el alma oscura de la creación. Como espectadores asistimos a un relato perturbador que en muchos momentos roza lo terrorífico.
A partir del alumbramiento del hijo, fruto de la unión entre el poeta y su musa ("mi diosa", "mi inspiración", como la reconoce el poeta), la cinta toma unos derroteros más alocados y menos interesantes. Seguidores del escritor empiezan a cercar la casa. La Fama, confundida con un fervor casi místico por el creador, empieza a invadirlo todo. El poeta quiere ofrecer el fruto de su obra como si de una comunión con sus fieles se tratase. Entre referencias bíblicas y excesos, este último tercio se desangra caótico y sin freno.
Aronofsky siempre se muestra ambicioso en lo conceptual y no menos en lo visual. Sus películas frecuentemente son apasionantes (Cisne negro), algunas veces hipnóticas (Pi) y siempre hierve en ellas un tremendo poso filosófico/poético que te invita a reflexionar (The Fountain).
Madre! se puede resumir con un poema visual que componen un pequeño puñado de sus planos: al inicio y al final encontramos la misma secuencia con el rostro calcinado de la musa y su posterior regeneración; mientras que en el centro de la cinta vemos la casa y todo el paisaje alrededor carbonizado hasta que, en primer plano, el escritor y su musa/mujer entrelazan sus manos. Entonces todo vuelve a reverdecer y cobrar vida. La creación. La lucha contra la página en blanco se representa aquí como un paisaje quemado.
Aronofsky juega a establecer un paralelismo entre la génesis de una obra artística y el Génesis (Adán y Eva aparecen en el Paraíso del creador y entre sus hijos, Caín y Abel, sucede un asesinato. También Adán y Eva muerden una manzana, en este caso de cristal). En ambos casos el autor es Dios. Mezclado todo con un potente discurrir dramático, la película consigue ser fascinante.
Quizás el problema de que el último tercio se desmadre, sea por el exceso de iconografías y la aparición de ideas más peregrinas. La reflexión sobre la creación artística mezclada con el mito del Paraíso Perdido (la casa está en el centro de un frondoso campo, sin caminos ni sendas por las que salir o entrar) y el Génesis, tratado todo con la textura de una crónica paranoica resulta de hecho deslumbrante. Mientras que los excesos de la fama y el egotismo o las reflexiones sobre la pareja parecen más banales.
El concepto de Madre asoma en una reflexión que, sobre los hijos, le hace Michelle Pffeifer a la mujer del poeta: "Les das y les das todo pero nunca es suficiente". Expresión que refleja perfectamente la realidad de la musa, cuya vida y energías se hallan totalmente volcadas con el poeta.
Aun para los que no profundicen en su simbología, la película seduce gracias a una realización portentosa. La cámara está constante pegada a Jennifer Lawrence y eso nos convierte en testigos de primera fila de una situación inquietante. La atmósfera que logra crear el director nos transmite una sensación de opresión y angustia constante. Nunca sabemos del todo lo que está pasando.
Como en todas las películas de Aronofsky los intérpretes están creíbles y fantásticos. Ellos convierten en una delicia asistir a los escarceos de este pequeño dios y su fantasmagórico universo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.