martes, 13 de abril de 2021

EL SUEÑO - de O. Henry






















Serie NarracionesExtraordinarias







urray soñó un sueño.
La psicología vacila cuando intenta explicar las aventuras de nuestro mayor inmaterial en sus andanzas por la región del sueño, "gemelo de la muerte". Este relato no quiere ser explicativo: se limitará a registrar el sueño de Murray.
Una de las fases más enigmáticas de esa vigilia del sueño, es que acontecimientos que parecen abarcar meses o años, ocurren en minutos o instantes.
Murray aguardaba en su celda de condenado a muerte. Un foco eléctrico en el cielo raso del comedor iluminaba su mesa. En una hoja de papel blanco una hormiga corría de un lado a otro y Murray le bloqueaba el camino con un sobre. La electrocución tendría lugar a las nueve de la noche. Murray sonrió ante la agitación del más sabio de los insectos.
En el pabellón había siete condenados a muerte. Desde que estaba ahí, tres habían sido conducidos: uno, enloquecido y peleando como un lobo en una trampa; otro, no menos loco, ofrendando al cielo una hipócrita devoción; el tercero, un cobarde, se desmayó y tuvieron que amarrarlo a una tabla. Se preguntó cómo responderían por él su corazón, sus piernas y su cara; porque ésta era su noche. Pensó que ya casi serían las nueve.
Del otro lado del corredor, en la celda de enfrente, estaba encerrado Carpani, el siciliano que había matado a su novia y a los dos agentes que fueron a arrestarlo. Muchas veces, de celda a celda, habían jugado a las damas, gritando cada uno la jugada a su contrincante invisible.
La gran voz retumbante, de indestructible calidad musical, llamó:
—Y, señor Murray, ¿Cómo se siente? ¿Bien?
—Muy bien, Carpani —dijo Murray serenamente, dejando que la hormiga se posara en el sobre y depositándola con suavidad en el piso de piedra.
—Así me gusta, señor Murray. Hombres como nosotros tenemos que saber morir como hombres. La semana que viene es mi turno. Así me gusta. Recuerde, señor Murray, yo gané la última partida de damas. Quizás volvamos a jugar otra vez.
La estoica broma de Carpani, seguida por una carcajada ensordecedora, más bien alentó a Murray; es verdad que a Carpani le quedaba todavía una semana de vida.
Los encarcelados oyeron el ruido seco de los cerrojos al abrirse la puerta en el extremo del corredor. Tres hombres avanzaron hasta la celda de Murray y la abrieron. Dos eran guardias; el otro era Frank -no, eso era antes- ahora se llamaba el reverendo Francis Winston, amigo y vecino de sus años de miseria.
—Logré que me dejaran reemplazar al capellán de la cárcel —dijo, al estrechar la mano de Murray. En la mano izquierda tenía una pequeña biblia entreabierta.
Murray sonrió levemente y arregló unos libros y una lapicera en la mesa. Hubiera querido hablar, pero no sabía qué decir. Los presos llamaban la Calle del Limbo a este pabellón de veintitrés metros de longitud y nueve de ancho. El guardia habitual de la Calle del Limbo, un hombre inmenso, rudo y bondadoso, sacó del bolsillo un porrón de whisky, y se lo ofreció a Murray diciendo:
—Es costumbre, usted sabe. Todos lo toman para darse ánimo. No hay peligro de que se envicien.
Murray bebió profundamente.
—Así me gusta —dijo el guardia—. Un buen calmante y todo saldrá bien.
Salieron al corredor y los siete condenados lo supieron. La Calle del Limbo es un mundo fuera del mundo y si le falta alguno de los sentidos, lo reemplaza con otro. Todos los condenados sabían que eran casi las nueve, y que Murray iría a su silla a las nueve. Hay también, en las muchas calles del Limbo, una jerarquía del crimen. El hombre que mata abiertamente, en la pasión de la pelea, menosprecia a la rata humana, a la araña y a la serpiente. Por eso sólo tres saludaron abiertamente a Murray cuando se alejó por el corredor, entre los guardias: Carpani y Marvin, que al intentar una evasión habían matado a un guardia, y Bassett, el ladrón que tuvo que matar porque un inspector, en un tren, no quiso levantar las manos. Los otros cuatro guardaban humilde silencio.
Murray se maravillaba de su propia serenidad y casi indiferencia. En el cuarto de las ejecuciones había unos veinte hombres, entre empleados de la cárcel, periodistas y curiosos que...


Nota del Editor
Aquí, en medio de una frase, "El sueño" quedó interrumpido por la muerte del autor O. Henry. Se conoce, sin embargo, el final:

Murray, acusado y convicto del asesinato de su esposa, enfrentaba su destino con inexplicable serenidad. Lo conducen a la silla eléctrica, lo atan. De pronto, la cámara, los espectadores, los preparativos de la ejecución, le parecen irreales. Piensa que es víctima de un error espantoso. ¿Por qué lo han sujetado a esa silla? ¿Qué ha hecho? ¿Qué crimen ha cometido? Se despierta: a su lado están su mujer y su hijo. Comprende que el asesinato, el proceso, la sentencia de muerte, la silla eléctrica, son parte de un sueño. Aún trémulo, besa en la frente a su mujer. En ese momento, lo electrocutan.

La ejecución interrumpe el sueño de Murray.
O. Henry








☙☘☙




Sin duda el relato tiene ecos del magistral "Un suceso en el puente sobre el río Owl" de Ambrose Bierce y de Jorge Luis Borges, en concreto de El Milagro secreto, donde se narra el fusilamiento postergado de Jaromir Hladik "autor de la inconclusa tragedia Los enemigos, de una Vindicación de la eternidad y de un examen de las indirectas fuentes judías de Jakob Boehme".
Pero el hilo que une a O. Henry y a Borges no llega sólo hasta ahí.
El sueño quedó inacabado por la muerte del autor. La revista Cosmopolitan, que se lo había encargado, lo publicó de un modo diferente a como ha aparecido más arriba (rematado genialmente por Borges y Bioy) y que ha quedado como canónica (al menos en español).

Después del último párrafo que dejaba inconclusa la historia, los editores del Cosmopolitan añadieron lo siguiente, con la misma tipografía y sin señal o advertencia alguna:


Aquí, en mitad de la frase, la mano de la Muerte interrumpió la narración del último cuento de O. Henry. Había planeado hacer una historia diferente de las anteriores, el comienzo de una nueva serie en un estilo que no había intentado antes.
Quiero mostrarle al público que puedo escribir algo nuevo –nuevo para mí, quiero decir–, una historia sin slang alguno, un argumento directo y dramático tratado de tal modo que se acerque a mi idea de lo que es realmente la escritura de un cuento real.
Antes de empezar a escribir este cuento, O. Henry reseñó brevemente cómo pensaba desarrollarlo:
Murray, el criminal acusado de asesinar brutalmente a su mujer –un homicidio provocado por la rabia de los celos–, al comienzo enfrenta la muerte con calma y, visto desde fuera, parece indiferente a su destino. Pero al acercarse a la silla eléctrica se le revuelven los sentimientos. Queda desconcertado, embobado y petrificado. Toda la escena de la muerte –los testigos, los espectadores, los preparativos de la ejecución– le parece irreal. Por su cerebro un pensamiento atraviesa como una llamarada: se ha cometido una equivocación terrible. ¿Por qué lo amarran a esa silla? ¿Qué ha hecho? ¿Qué crimen ha cometido? Mientras le ajustan las amarras tiene una visión. Sueña un sueño. Ve una casita de campo, brillante, llena de luz. Hay una enredadera en flor. Hay una mujer y un niño pequeño. Les habla y, claro, es su mujer, es su hijo. Está en su casa. Así es que, después de todo, hubo realmente una equivocación. Alguien cometió un terrible error. La acusación, el juicio, la sentencia de muerte, la silla eléctrica, todo eso es un sueño. Abraza a su mujer y besa a su hijo. Sí, la felicidad está aquí. Entonces, era un sueño. A la señal del guardia dan la corriente.
Murray había soñado el sueño equivocado.

Arturo Fontaine, investiga y refiere los avatares del cuento, contrastando la versión publicada por Cosmopolitan con la versión libre que realizaron Borges y Bioy, más sobria y más directa, en un artículo publicado en Letras Libres y reproducido en el blog OyeBorges.

El artículo en cuestión es fascinante y tiene algo de borgeano, en el sentido de referirse a un cuento inexistente, pero que alguien leyó. Así Fontaine rastrea un cuento que no recogen muchas Antologías y ediciones de las Obras Completas de O. Henry. Del mismo modo que no aparece en todas la ediciones del famoso volumen "Antología de la Literatura Fantástica", elaborada por Borges, Bioy y Ocampo. Esto me ha llevado a recordar el relato de Borges,   Tlön, Uqbar, Orbis Tertius, donde Bioy le refiere al narrador una cita sobre Uqbar que sólo aparece en algunas escasas ediciones del volumen XLVI de la Anglo American Cyclopaedia; relato que comienza de este modo tan evocador: "Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar".

O. HENRY, escritor de cuentos

                     


O. Henry fue el seudónimo con el que escribió William Sydney Porter, nacido el 11 de septiembre de 1862 en Greensboro, Carolina del Norte, y muerto en Nueva York, el escenario de muchos de sus cuentos, el 5 de junio de 1910, a los 47 años, minado por el alcoholismo crónico y los problemas económicos. Fue uno de los precursores del «cuento corto» (Short Story) estadounidense junto a Bret Harte y Edgar Allan Poe, dejando escritos unos 600 relatos que en muchas ocasiones escribió presionado por la pura necesidad económica.

Como muchos escritores norteamericanos O. Henry desempeñó múltiples profesiones antes de dedicarse por completo a la literatura. Trabajó como músico (tocaba la guitarra y la mandolina), pastor, delineante en la Oficina General de Tierras de Texas, empleado de banca, dibujante y periodista. A los quince años dejó la escuela para comenzar a trabajar en la droguería de su tío, gracias a lo cual obtuvo su licencia de farmacéutico a los 19 años. En 1882, con 20 años, se mudó a Texas buscando un clima favorable para sus problemas pulmonares. Allí encauzó su vida contrayendo un feliz matrimonio e ingresando como cajero y tenedor de libros en el First National Bank de Austin. En 1895 se muda a Houston, donde comienza a escribir un artículo diario para el Daily Post. 
Sin embargo al año siguiente tuvo que escapar de la justicia, huyendo a Honduras, al descubrirse una malversación de fondos que hizo en el banco. Allí, en un hotel de la ciudad de Trujillo, O. Henry escribió Cabbages and Kings, en el que acuñó el término “república bananera” para calificar al país, expresión que cuajó para referirse a estados inestables y corruptos. Apenas siete meses después regresó a EEUU para estar presente en el lecho de muerte de su esposa. Finalmente es condenado a 5 años de cárcel que son reducidos a poco más de 3 por buena conducta. Mientras estaba en prisión publicó 14 historias bajo distintos seudónimos para conseguir algún dinero con que mantener a su hija. Un amigo los enviaba a los editores para que no supiesen que el autor estaba en la cárcel.

Tras su liberación en 1902 y ya con el seudónimo de O. Henry se traslada a Nueva York. Desde diciembre de 1903 hasta enero de 1906, produjo un relato a la semana para la revista New York Sunday World. Eran narraciones donde exploraba las vidas y anhelos de la gente corriente que habitaba Nueva York. Su obra más conocida, Los cuatro millones, hace referencia al número de habitantes que dicha ciudad tenía a principios del s. XX. Para él cada uno de sus habitantes constituía "una historia digna de ser contada". 

En Nueva York vivió su época más prolífica, allí escribió 381 cuentos. En 1904 publicó su primer libro de relatos Cabbages and Kings, que incluía su famoso relato El cuarto amueblado. En 1906 publicó el que sería considerado su mejor libro de cuentos, The Four Million. En este aparecen sus relatos más conocidos, como El Regalo de los Reyes Magos, Veinte años después, El cuarto del tragaluz, Between Rounds, El policía y el himno y El cuarto amueblado. Más tarde aparecen Heart of the West (1907), The Voice of the City (1908) y Roads of Destiny (1909).

Los cuentos de O. Henry se han hecho justamente famosos por sus finas semblanzas de personajes y ambientes, su estilo directo (que nos refiere hechos insólitos ocurridos a gente común) y su humor paradójico donde no faltan los juegos de palabras; pero sobre todo por su admirable técnica narrativa en los finales. Sus relatos se convirtieron en ejemplo de construcción circular con un remate final sorpresivo y teatral. Jorge Luis Borges, que lo admiraba profundamente, dijo de él: «Edgar Allan Poe sostenía que todo cuento debe redactarse en función de su desenlace; O. Henry exageró esta doctrina y llegó así al trick story, al relato en cuya línea final acecha una sorpresa». 


O. Henry siempre se ganó la vida a duras penas. Se cuenta que cuando murió apenas era dueño de 23 centavos. Escribía acuciado por la necesidad y casi siempre acompañado de la botella tal y como ilustra la anécdota sobre la creación de su cuento más famoso, El regalo de los Reyes Magos. Comprometido para entregar un relato semanal a la revista New York World se estaba retrasando por enésima vez. Dado que el relato siempre iba acompañado por una ilustración, el editor le envió al dibujante para que le resumiera el cuento y así ir adelantando el trabajo. O. Henry no tenía ninguna idea y sí alguna copa de más de modo que para salir del paso se le ocurrió que la ilustración debía representar a dos jóvenes enamorados, sentados en una habitación modesta, ella con una espléndida cabellera, él con un lujoso reloj en las manos.
En tres horas y media, partiendo de esta imagen y con la ayuda de una botella de whisky, escribió El regalo de los Reyes Magos, probablemente el relato que le proporcionó mayor fama, y que ha sido llevado al cine en varias ocasiones.




☙☘☙

domingo, 11 de abril de 2021

LOS FAVORITOS de MIDAS - de Mateo Gil


Mateo Gil ya nos sorprendió gratamente filmando un thriller tan castizo y potente como Nadie conoce a nadie (1999) y -ahí es nada- la continuación del clásico Dos hombres y un destino, con el western crepuscular Blackthorne. Sin destino (2011), interpretado por Eduardo Noriega y el gran Sam Shepard. Ahora nos vuelve a sorprender con la adaptación de un relato tan magistral como clásico de Jack London, The minions of Midas (1901), y lo hace con inteligencia suma, penetrando en su significado y llevándolo incluso más allá. Porque mientras que el cuento acaba con el suicidio del protagonista, maniatado por una conspiración colosal, Mateo Gil se atreve a plantearnos otro tipo de confabulación global que nos ofrece una lectura muy provocadora sobre la sociedad de nuestros días. Un thriller en seis episodios que acumula grandes dosis de intriga y tensión.

La historia transcurre en un Madrid ligeramente distópico, con grandes rascacielos y continuas revueltas sociales en las calles, lo que en los telediarios internacionales aparece como la "revuelta española" (una violenta versión del 15-M). Los disturbios gritan el descontento social y denuncian el capitalismo feroz y la pérdida de derechos y oportunidades. Mientras tanto un empresario de éxito, Victor Genovés (Luis Tosar), es designado para dirigir un imperio empresarial y mediático, el Grupo Malvar, con un agonizante periódico como santo y seña, El Observador, que, a pesar de sus pérdidas, conserva su impronta como referente de independencia y veracidad. 

A las pocas semanas Genovés recibe una misiva con un extraño chantaje: Tiene que pagar 50 millones de euros a los autodenominados 'Favoritos de Midas' o matarán a una persona al azar, en un lugar y fecha previamente señalados. En caso de no pagar añadirán una nueva víctima cada cinco días hasta conseguir su objetivo. Lo que en un principio se toma como una broma, pronto adquiere un carácter trágico. Efectivamente, llegado el momento, una víctima anónima muere a la hora y en el lugar indicados. Una enorme carga moral acaba de precipitarse sobre Genovés. 


La serie aúna una densa intriga y un cierto debate moral: ¿son compatibles la conciencia social y el poder económico?. En principio Genovés es un hombre íntegro que ha accedido al puesto de CEO por expreso deseo del creador de la empresa recientemente fallecido, el cual admiraba su coraje y honestidad. Su primera decisión será si publicar o no un artículo de investigación donde se denuncian los negocios oscuros de un banco español con grupos terroristas. Contra la opinión del Consejo de Administración, Genovés se la juega y lo publica, en aras de la transparencia y la verdad. Consigue con ello un éxito rotundo, saliendo reforzado en su liderazgo. Pero al poco tiempo tiene que enfrentarse a una reprobación de su propio Consejo (el Banco de marras también es accionista del periódico) y a la extorsión de los "Favoritos de Midas".

El ejecutivo vuelve a estar en una encrucijada de lo más compleja, una críptica trama criminal donde contará con la ayuda del inspector Conte (Willy Toledo) y la periodista de investigación en plantilla Mónica Báez (Marta Belmonte), con quien acaba teniendo una relación amorosa. La trama y el desarrollo dramático se apoya en estos personajes muy bien caracterizados y brillantemente interpretados. El inspector Conte se cree la historia del ejecutivo a pesar de la ausencia de pruebas, ya que los crímenes anunciados y ejecutados acaban teniendo la apariencia de accidentes. Por su parte la periodista busca contrarreloj pistas y antecedentes de algo semejante. También aparece episódicamente Mª José "Jose" Alba (Marta Milans), superejecutiva de una multinacional que ofrece a Genovés un acuerdo para absorber su empresa y convertirlo a él en multimillonario... pero dejando caer al periódico comprometido. 
La redacción de El Observador


Estas dos mujeres poseen un gran magnetismo. Cada una representa a los dos ejércitos de esta partida de ajedrez: la periodista despliega toda su integridad y compromiso con la verdad; enfrente Jose representa el poder económico que busca de cualquier modo la máxima rentabilidad. Mientras tanto los asesinatos se van produciendo con una precisión angustiosa, a la vez que el Consejo de Administración se prepara para votar el relevo de un Genovés prisionero de una red abrumadora. ¿Hasta dónde llega su responsabilidad en esas muertes al azar? ¿Parando la primera habrá otras más?

Poco a poco la investigación da sus frutos. Por un lado se insinúa que al predecesor de Genovés lo asesinaron y por eso designó, por sorpresa, a alguien bregado e íntegro. Por otro, Mónica encuentra a un empresario (Carmelo Gómez) que sufrió la misma extorsión, pero eligió pagar y retirarse de los negocios. La indiferencia de la Consejera de Interior por el caso y las amenazas que empieza a recibir Conte, les demuestra a todos que en este juego hasta sus vidas corren peligro.



En el cuento de London (aquí lo puedes leer en traducción de Borges), los Sicarios de Midas son una organización de proletarios intelectuales que ven la extorsión como el arma más eficaz para cambiar un sistema injusto. Mateo Gil y Miguel Barros dan al relato una vuelta de tuerca para presentar el chantaje no de abajo hacia arriba, sino entre los mismos poderosos que vigilan el mantenimiento del statu quo frente a los díscolos. Convierten así su relato en una metáfora sobre el capitalismo global como una poderosísima red de intereses  interconectados capaz de deshacerse de cualquier elemento que atente contra ellos. Como le dice el inspector Conte a un desconcertado Genovés: "¿Y si los favoritos de Midas fueran como un virus de la sociedad que puede contagiar a cualquiera, que se ha extendido por todos los órganos?" En este sentido, serán los favoritos de Midas quienes probarán el talante de Genovés al proveerle de munición (en forma de información privilegiada) para desbaratar la moción y mantenerse como presidente del Grupo Malvar. Lo cual le llevará a plantearse ¿prefiere mecerse en el elíseo de los dioses o luchar contra los elementos?.

Efectivamente, en el relato original el chantajeado elige suicidarse
"No hay sino un camino, en apariencia, como usted sin duda lo habrá descubierto. Pero queremos informarle que aún este único camino le está cerrado. Usted puede morir, pero reconociendo su fracaso. Tome nota de esto: Somos parte y porción de sus posesiones. Con sus millones pasamos a ser sus herederos y cesionarios para siempre. Somos lo inevitable. Somos la culminación de la injusticia industrial y social. Nos volvemos contra la sociedad que nos creó. Somos los fracasos triunfantes, los azotes de una civilización degradada".
Pero Genovés elegirá otra vía y ésta me parece la genialidad de Mateo Gil y Barros. Jack London era un utopista en un mundo mucho más pequeño; mientras que el mundo actual se ha lanzado ciegamente a una globalización aplastante, en la que los estados tienen cada vez menos poder para proteger a sus ciudadanos, cuando no se condena a la miseria (véase el mercado de futuros de los alimentos) a continentes enteros. Por eso me parece una lectura muy actual y solvente. 


Genovés está acostumbrado a luchar (y ganar), por eso cuando está depositando el maletín con los cincuenta millones en el punto acordado, y sospechando una guerra sin fin, encuentra una alternativa más provechosa para él... aunque sea a costa de sacrificar sus principios (y a su propia amante) e iniciar el descenso hacia la corrupción moral. Los dos últimos capítulos nos provocarán una estupefacción suprema, del mismo modo que la imagen final de la serie, con Genovés subiendo ufano a una limusina, nos da una bofetada en pleno rostro.  

Relato y serie comparten una funesta condena. En las educadísimas cartas que los sicarios de Midas envían al protagonista escriben, "somos lo inevitable".

Intensa y compleja. Muy buena.

viernes, 9 de abril de 2021

AMSTERDAM - de Ian McEwan



Después de leer dos grandes obras del mismo autor como Expiación y Niños en el tiempo, me quedo un poco confuso al leer Amsterdam, obra con la que McEwan ganó el Premio Booker de 1998. A pesar del premio me parece una obra menor. Por mucha ironía que destile, que la destila, la encuentro demasiado simple y ligera. El mismo Ian McEwan reconoció en una entrevista que el libro tiene una "trama cómica bastante improbable" y que surgió como una "broma de larga duración". 

Eso sí la novela no aburre en ningún momento y se lee de un tirón. Se apuntan aspectos sobre la eutanasia, el cinismo y soberbia de los poderosos, los problemas de creación del artista y su mercadeo, la ética periodística o la amistad.
Pero son solo apuntes.
McEwan escribe acerado y claro, sin duda; de hecho la obra contiene algún que otro pasaje memorable; pero se puede decir que las partes son superiores al conjunto, el cual queda deslavazado y falto de profundidad. Su truculenta y brusca resolución tampoco ayuda, por más que sea un cierre perfecto para esa "broma".

La narración comienza con el funeral de Molly Lane, una mujer seductora e independiente que ha fallecido a los 46 años tras una larga enfermedad que fue anulando su cuerpo y su mente. La ceremonia reúne a cuatro hombres con los que compartió su vida en algún momento: su último marido, George Lane, un editor millonario y marido celoso que ante la enfermedad de su mujer se convirtió en su implacable cuidador y carcelero. También Julian Garmony, el actual ministro de Asuntos Exteriores y candidato a primer ministro. Frente a ellos se sitúan dos amigos que fueron amantes de Molly cuando todos ellos eran jóvenes e idealistas, el músico Clive Linley y Vernon Halliday, actual director de un importante periódico.

Enseguida la acción se centra en Clive y Vernon, amigos desde los años 60 y amantes de Molly en diferentes periodos de su juventud. Sus puntos de vista se van alternando en el libro y así podemos acercarnos a un retrato que interesa mucho a McEwan, lo que ansiaban ser los jóvenes y utopistas de los 60 y lo que han acabado siendo. Un retrato generacional que no puede sacarte más que una mueca amarga.
"Nadie más la echaba en falta. Miró a su alrededor: muchos de los asistentes tenían más o menos su edad (la de él, la de Molly). Cuán prósperos, cuán influyentes, cómo habían medrado con aquel gobierno que antes habían despreciado durante casi diecisiete años. he ahí a tu generación. Tanta energía, tanta suerte... Alimentados en la posguerra a los pechos del Estado, y luego sostenidos por la inocua, vacilante prosperidad de sus progenitores, se habían hecho hombres y mujeres en el pleno empleo, en las nuevas universidades, en los luminosos libros de bolsillo, en la era augusta del rock and roll, de los ideales realizables. Cuando la escalera se había hundido a su espalda, ellos ya estaban a salvo." pág. 22

Los cuatro implicados con Molly han triunfado en la vida; pero tras un somero análisis de su forma de ser y proceder podemos concluir que son personas ridículas y miserables. El acto que decanta la acción son unas fotos que, tiempo atrás, Molly le hizo al actual ministro vistiendo ropa femenina. El viudo de Molly las encuentra y de forma ladina y cobarde se las vende a Vernon cuyo periódico está teniendo problemas para mantenerse a flote. El escándalo le servirá para aumentar la tirada y las ventas. Mientras tanto Clive permanece aislado en su torre de marfil, componiendo una sinfonía que el gobierno le ha encargado para festejar el cambio de milenio en el 2000. Su abstracción de la realidad llega a tal punto que siendo testigo de un intento de violación no interviene porque le urge ir a escribir unas notas cuya inspiración se le escapaba. El mercadeo del arte y de los principios, la política más ruin y ramplona, las ínfulas elitistas del artista, el egoísmo y endiosamiento más burdo queda retratado de forma inmisericorde a través de los personajes. Como dijo A.S. Byatt en su reseña, "una fábula moral extremadamente inmoral, contada con irónica distancia". 
"-Usted dijo en un discurso que Nelson Mandela merecía ser colgado.
Garmony, que debía visitar Sudáfrica el mes siguiente, sonrió con calma. El discurso en cuestión había sido sacado a la luz recientemente -y de forma bastante insidiosa- por el diario de Vernon.
-No creo que sea razonable ligar a las personas a cosas que dijeron cuando eran unos universitarios exaltados. -Hizo una pausa para reír entre dientes-. Hace casi treinta años. Apuesto a que usted también dijo o pensó cosas horribles en el pasado.
-Sí, por supuesto -dijo Clive-. y me refiero a eso, precisamente. Si se hubiera hecho entonces lo que usted postulaba, hoy no habría muchas posibilidades de cambiar las cosas."
pág. 26
Leo muchas revistas y blogs donde se repiten hasta la saciedad los lugares comunes en torno a McEwan, "análisis mordaz de la naturaleza humana", "su prosa luminosa y precisa es capaz de revelar la cínica moral que sustenta nuestra sociedad". Es cierto, pero también lo es que son lugares comunes cuando se habla del autor. En cambio yo creo que en Amsterdam predomina la ironía. Así se aprecia en el triunfo final e insospechado del celoso viudo, en el auge y ridícula caída del genial Clive o en que el trágico enfrentamiento entre los dos amigos surja de un ridículo malentendido provocado por un acento fonético y un sello barato (pág. 167). También lo vemos en el retrato esperpéntico que se hace de Vernon, un tipo tan anodino que es asaltado por pensamientos de inexistencia.
"Este sentido de "inexistencia" se había ido acrecentando desde la incineración de Molly. Se estaba convirtiendo en algo inherente a él. La noche anterior se había despertado junto a su mujer dormida y había tenido que tocarse la cara para asegurarse de que seguía siendo un ente físico.
Si Vernon hubiera llevado aparte en la cantina a algunos de sus redactores y les hubiera confiado lo que le pasaba, se habría llevado un buen susto ante su falta de sorpresa. Era notorio que era un hombre sin rasgos muy marcados, sin defectos ni virtudes, un hombre que no existía totalmente. Dentro de la profesión Vernon era considerado -y respetado- como un ser esencialmente anodino." pág. 40

McEwan plasma la conducta de los cuatro hombres protagonistas en un momento crítico de sus vidas, lo que hace aflorar la soberbia, el cinismo, la hipocresía y el egocentrismo que los mueve. Mientras George Lane maniobra en la sombra una cruel y sibilina venganza contra los tres examantes de su mujer, Garmony despliega todo el encanto y la hipocresía de un político de derechas. Por su parte Vernon demuestra ser un hombre sin escrúpulos que siente una oscura envidia por Clive, heredero de una enorme casa en Kensington en la que recibe a lo más exquisito de la sociedad (John Lennon y Yoko Ono se alojaron allí una semana y Jimi Hendrix se quedó una noche). A pesar de ser un tipo anodino siente el mordisco de la injusticia que finalmente lo connduce a una venganza camuflada oportunamente por el sentimiento del deber. Sin embargo Clive, muy oportunamente, le enfoca con precisión el debate moral de las fotos del ministro.
"- ¿Cuál es exactamente el crimen de Garmony para que haya que sacarlo a la luz pública?
- Su hipocresía, Clive. Estamos hablando del flagelador, del linchador, del apóstol de los valores familiares, del azote de emigrantes, de quienes piden asilo político, de quienes van vagando de un país a otro, de los marginados...
-Eso no viene a cuento ahora- dijo Clive.
-Por supuesto que viene a cuento. No digas gilipolleces.
-Si está bien ser un travesti, también está bien que un racista sea travesti. Lo que no está bien es ser racista."
pág 87
A pesar de la ligereza y de un final tan chusco, he disfrutado del libro. Los capítulos donde Vernon se enfrenta a la "vieja guardia" de la plantilla por publicar el escándalo es un debate bien actual, donde los medios de comunicación "serios" afrontan el arduo reto de conjugar calidad y rentabilidad, sin caer en el amarillismo.


Me han gustado especialmente los epígrafes donde se relata la huida de Clive desde la ciudad al campo; esas caminatas buscando el sosiego y la inspiración por el Distrito de los Lagos están escritos con un pulso magistral. 
"Sintió, pese a su optimismo, que se apoderaba de él la desazón de la soledad de los espacios abiertos. Se vio arrastrado con impotencia hacia una suerte de ensoñación, una rebuscada historia de alguien que se escondía tras un roca y se quedaba al acecho para matarle. De cuando en cuando, Clive volvía la cabeza para mirar por encima del hombro. Conocía bien esa sensación; estaba acostumbrado a aquellas caminatas en solitario. Siempre se resistía a dejarse vencer: caminar, alejarse de la gente más cercana, de cualquier refugio, del calor y la posibilidad de obtener ayuda, era un acto de voluntad, una lucha contra el instinto. El sentido de la proporción, habituado a las perspectivas cotidianas de habitaciones y calles, se veía violentado de pronto por un vacío inmenso. Aquella masa de roca que se alzaba en lo alto del valle era como un largo y ceñudo entrecejo hecho de piedra. El sibilante ruido del arroyo era el lenguaje de la amenaza. Su ánimo cada vez más encogido y todas sus inclinaciones básicas le gritaban que era necio e innecesario seguir adelante, que estaba cometiendo un tremendo error.
Pero Clive siguió caminando, porque el amilanamiento y la aprensión eran precisamente el estado -la enfermedad- del que pretendía liberarse, y la prueba manifiesta de que su diario quehacer -el encorvarse al piano durante horas- lo había sumido en un progresivo encogimiento anímico. Recuperaría su dimensión, superaría el miedo. No se hallaba ante una amenaza, sólo ante una elemental indiferencia. Había peligros, por supuesto, pero tan sólo los normales, los de siempre, que en ningún caso eran terribles. Herirse en una caída, perderse, arrostrar un brusco y violento cambio de tiempo, verse sorprendido por la oscuridad de la noche... Si lograba orillar todo esto podría recuperar la sensación de control perdida. Pronto aquel medio rocoso se despojaría de todo sentido humano, y el paisaje asumiría toda su belleza y lo acogería en su seno; la inmemorial edad de las montañas y la fina urdimbre de las cosas vivientes que las poblaban le recordarían que era parte de aquel orden -una parte insignificante- , y esa vivencia lo haría libre."
pág 92.

martes, 6 de abril de 2021

El ARCHIVO - de V. E. Schwab



El Archivo al que se refiere el título es una dimensión paralela a la realidad donde se almacenan todas las vidas y recuerdos de quienes van muriendo. Todos los muertos se convierten en Historias que quedan depositadas y ordenadas en infinidad de anaqueles. Para custodiar el Archivo están los Bibliotecarios y por si una Historia se despierta e intenta escapar a través de los Estrechos están los Guardianes y las Brigadas.... porque a veces las Historias se despiertan y se vuelven peligrosas.
"Vamos en coche en dirección norte para poder estar en casa para mi cumpleaños, aunque yo preferiría quedarme contigo a soplar las velas. Ben duerme en el asiento trasero, y durante todo el camino de vuelta, me cuentas historias acerca de tres lugares.
El Exterior, sobre el que no gastas demasiado tiempo porque es todo lo que nos rodea, el mundo normal, el único que la mayoría de la gente conoce.
Los Estrechos, un lugar de pesadilla, de pasillos sucios y susurros distantes, de puertas y de una oscuridad espesa como el hollín.
Y el Archivo, una biblioteca de muertos, vasta y templada, de madera, piedra y cristales de colores, y una sensación de paz en toda su extensión.
Mientras conduces y hablas, una mano guía el volante y la otra juega con la llave que llevas en el cuello.
-Lo único que los tres lugares tienen en común -dices- son las puertas. Puertas para entrar y puertas para salir. Y las puertas necesitan llaves." pág 16
La novela alumbra un mundo nuevo y original lleno de misterios y Schwab traza en él una aventura de ritmo trepidante donde continuamente se traspasa la delgada línea que hay entre pasado y presente, entre confianza y traición. Pero, sobre todo, asistimos al paso de la jovencita protagonista -Mackenzie- hacia la edad adulta a través de experiencias traumáticas y pérdidas insoportables.

En la novela están muy presentes los temas de la muerte y del pasado. Mackenzie se ha preparado desde niña para ser Guardiana. Su abuelo Da le enseñó el oficio y los recovecos de El Archivo y ella lo tiene muy presente; a lo largo de la novela aparecen epígrafes en negrita donde Mac recuerda sus conversaciones y enseñanzas. Pero además de a su abuelo, Mac ha perdido recientemente a su hermano pequeño Ben y todavía está de duelo. El otro asunto es el pasado y cómo puedes aprender de él o manipularlo. Para cotejarlo los Guardianes tienen una capacidad única, pueden "leer" la historia de objetos y personas cuando entran en contacto con ellos. Así  Mackenzie puede conocer el pasado de las personas o lo que ha ocurrido en una habitación con sólo tocarlos.  


Comienza la novela con el trasladado de los padres de Mackenzie a una nueva ciudad, allí vivirán en El Coronado, un antiguo hotel transformado en apartamentos, donde regentarán una cafetería. Las habitaciones de El Coronado guardan oscuros misterios y asesinatos que empujarán a Mac a investigar uno de los más horribles crímenes cometidos allí, el de la joven Regina. Pero esta investigación tendrá que compatibilizarla con su trabajo de Guardiana. El Coronado es un lugar perfecto, con su laberinto de pasillos y puertas, para acceder a los Estrechos, esos oscuros y polvorientos pasillos de la otra dimensión, donde van a parar las Historias que se escapan del Archivo y quieren llegar al Exterior. 

Capturar Historias puede ser muy peligroso. En principio están confusas y no saben qué ocurre, pero al poco tiempo tienden a colapsar y cuando están enfurecidas pueden causar tu muerte.
"Cuando las Historias están lo bastantes desbordadas, empiezan a ver a otras personas cuando te miran. Ven a quienquiera que anhelen o necesite u odien o amen o recuerde, y eso lo vuelve todo mucho más confuso todavía. Los hacer caer más rápido en la locura." pág. 29
Por muchos motivos Mackenzie se encuentra en una encrucijada. No sólo añora a su abuelo sino que recientemente ha muerto su hermano pequeño y Mac lucha cada día con la tentación de recuperar su Historia. ¿Podría encontrarlo en el Archivo y hacerlo revivir?. Aunque el momento es el menos adecuado; en esos momentos el Archivo está sometido a una gran perturbación; cada día son más las Historias que se escapan a los Estrechos y Mackenzie no da abasto. 


Además Mackenzie ha conocido en los Estrechos a Wesley y Owen. El primero es un Guardián que ha acudido a ayudarla pero el segundo es una Historia de lo más extraña. Por un lado nunca se "desborda" y por otro le pide ayuda a Mackenzie para que reconstruya los momentos previos a su muerte, cuando su hermana Regina le dejó una serie de mensajes secretos escondidos por el edificio que todavía no ha podido reunir. Mackenzie comparte con Owen la pérdida de un ser querido y su relación con él siempre será extraña y atormentada.
"-Era 1953. Mi familia vivía en el Coronado desde hacía ya dos años. Regina tenía quince. Yo, dieciocho y acaba de mudarme; solo -dice Owen con los dientes apretados-, justo un par de semanas antes de que pasara. No lejos, pero ese día hubiese dado lo mismo que fueran países o mundos de distancia, porque cuando me necesitó, yo no estaba allí.
Las palabras me atraviesan. Son las mismas que me he dicho a mí misma miles de veces cuando pienso en el día que Ben murió." pág. 193
Uno de los puntos fuertes de Victoria Schwab son sus fascinantes ambientaciones. Ya lo hizo en las trilogías Sombras de Magia, con esos cuatro Londres paralelos, y La Ciudad de los Fantasmas, con ese Edimburgo lleno de fantasmas, pasajes y torreones. Mientras que aquí crea toda una dimensión con el misterioso Archivo y sus Estrechos que tiene su correlato exterior en El Coronado, un edificio antiguo que guarda su propia historia. Victoria Schwab construye todo este mundo de muertos e Historias con sus propias normas y categorías perfectamente articuladas; como que los Bibliotecarios son los únicos que pueden leer las Historias o que los Guardianes poseen llaves singulares para abrir puertas en los Estrechos: unas llevan de vuelta al Archivo, otras conducen al Exterior y las hay que se abren a lugares remotos y vacíos. 


La novela está narrada en primera persona y eso hace que el desarrollo del personaje protagonista sea extraordinario. Ante nuestros ojos sufre y evoluciona, revelándonos sus miedos y anhelos. Los recuerdos con su abuelo refieren todo un aprendizaje; pero tanto sus padres como los dos chicos de los Estrechos están un tanto desdibujados. Sin embargo la historia está muy bien trabada y el misterio que rodea al sombrío Owen acabará siendo determinante. 

El libro se bebe en dos tardes gracias a una escritura muy funcional y cinematográfica. Aunque tiene una continuación -El vacío- este primer volumen está cerrado perfectamente. De hecho, la segunda parte de esta bilogía parece pensada a posteriori, ya que tanto el escenario como los misterios y aventuras que narra son menos potentes y más previsibles. 








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Victoria E. Schwab (1987) es una de las autoras más exitosas de la literatura juvenil y fantasy. Con sólo 20 años ya se encaramó al número 1 del New York Times. Comenzó su carrera literaria en 2011 y ha cosechado éxitos enormes como la saga Villanos (2013), una historia retorcida de amistades, celos, traición y venganza entre Víctor y Eli, antiguos amigos convertidos en enemigos. Otro éxito fue la trilogía Sombras de Magia, protagonizada por Kell, un Antari, mago de sangre que puede viajar entre universos paralelos, y Lila, una ladrona callejera que quiere convertirse en pirata y experimentar grandes aventuras. Sus peripecias transcurren entre los cuatro Londres que conviven en dimensiones paralelas: Black London (destruido por el mal uso de la magia), Grey London (el que conocemos), Red London (del que es Kell) y White London (gobernado por los sádicos gemelos daneses). 
Posteriormente Schwab publicó la bilogía de El Archivo y continuó sus éxitos con La vida invisible de Adeline LaRue (Umbriel), sobre una muchacha que vive en la Francia de 1714 y escapa de un matrimonio arreglado gracias a un pacto con un desconocido que se hace llamar Lucas, que no es otro que mefistófeles. esta obra representa un cambio de paradigma en la autora y revitaliza el viejo mito de Fausto en clave femenina y con personajes de la comunidad LGBT. 
También hay que destacar la saga de La Ciudad de los Fantasmas, sobre las peripecias de Cassidy Blake en Edimburgo, una adolescente que se ve envuelta en una épica batalla entre fantasmas y humanos mientras descubre que puede ver más allá del "velo" que separa el mundo humano del espectral. 

El éxito de Schwab está llevando sus obras a las pantallas: Adeline LaRue está a punto de convertirse en película, mientras que Sombras de Magia y las Crónicas de Cassidy Blake se convertirán en series. 




* Las imágenes que ilustran el texto pertenecen al videojuego Medium, creado por el estudio Bloober Team