sábado, 27 de abril de 2024

¿QUÉ ESTÁS MIRANDO? - 150 AÑOS de ARTE MODERNO - de Will Gompertz


Quizás en demasiadas ocasiones el arte moderno nos deja fríos. Por no decir escamados. La falta de claves o conocimiento nos impide comprenderlo y mucho más valorarlo. ¿Por qué una raya o un cuadrado pintado por un niño no tiene valor pictórico y las rayas, triángulos y círculos de Kandinsky o Malévich valen millones? ¿Qué nos quieren decir unas simples manchas de color sobre el lienzo? ¿Por qué la figura humana ha dejado de aparecer como protagonista en todo su esplendor? ¿De verdad la apestosa cama de Tracey Emin -Muy bed, 1999- es una escultura ultramoderna por la que se pagaron 2,8 millones de euros?

Muchas obras nos parecen arbitrarias o sin sentido y en no pocas ocasiones nos sentimos incapaces de apreciar su valor artístico...y no digamos cuando nos encontramos ante una performance o una instalación. Nos puede dar por pensar que el arte moderno ha surgido como una seta, merced a tipos extravagantes -como Dalí, Mondrian, Mark Rothko o Damien Hirst- que sólo quieren llamar la atención y cotizar alto en el mercado.
Craso error.
"En mi opinión el mejor modo de empezar a apreciar y a disfrutar el arte moderno y contemporáneo no es decidir si es bueno o no (el tiempo se encargará de eso), sino entender que ha evolucionado desde el clasicismo de Leonardo a los tiburones en escabeche o las camas deshechas de hoy en día. Como sucede con la mayoría de las cuestiones aparentemente impenetrables, el arte es como un juego. Todo lo que se necesita saber son las reglas básicas para que el que antes estabas desconcertado comience a entender algo."
Composición con amarillo, rojo, negro, azul y gris, Piet Mondrian, 1920, 

Will Gompertz (experto en Arte de la BBC y director de la Tate Gallery de Londres durante siete años) opina que el arte moderno, que ha explotado en numerosos ismos durante los últimos 150 años, "no es una prolongada broma gastada por unos pocos a un público crédulo"; y para demostrarlo parte de un argumento central: todo artista verdaderamente valioso está incurso en la caudalosa corriente de la historia del arte. Apreciar el arte es entender su evolución y en esa evolución cada movimiento está irremediablemente ligado a los demás bien como negación, consecuencia o inspiración.

Así, este libro no sólo relata el camino que recorrió el arte desde la figuración hasta lo abstracto, sino también la constante redefinición de lo que es arte, cómo afrontarlo y qué debe representar. Los grandes artistas modernos se caracterizan por una búsqueda constante de nuevos lenguajes y formas expresión. No se han conformado con repetir los temas y las técnicas que marcaron la tradición clásica y han explorado nuevos caminos para superarla. Pero nada viene de la nada y para romper con la tradición primero hay de conocerla en profundidad y luego crear una obra alternativa que esté sustentada en una idea original... aunque en principio sea abstrusa para el público.

Lo que dijo el artista estadounidense Sol LeWitt respecto al arte conceptual puede ser aplicable a cualquier movimiento artístico: «El arte conceptual es bueno solo si la idea es buena». Y esto es así porque el pensamiento original es fundamental en el arte moderno, que gira en torno a la innovación y a la imaginación.

Wassily Kandinsky, "Tranverse Line", 1923

La obra de Malévich El Cuadrado Negro (que sólo es eso, un cuadrado negro sobre fondo blanco) vale un millón de dólares porque es un hito histórico que tuvo gran alcance sobre las artes visuales, donde cotiza la originalidad, la autenticidad y la escasez: "En pintura, el color y la textura son fines en sí mismos", defendía Malévich y también que con su propuesta había "liberado el arte de la carga del objeto". Una aportación absolutamente original que buscaba la pureza: un género de pintura totalmente no descriptivo. El artista decía que había eliminado todo indicio visual del mundo conocido para que así el espectador pudiese disfrutar la «experiencia de la no objetividad… la supremacía de la sensación pura».

Esto es lo que han venido haciendo los artistas modernos, explorar todos los caminos posibles para el arte pictórico llevándolo hasta límites de vértigo.

Claude Monet, "Impresión. Sol naciente", 1872

Así, en el libro se suceden las rupturas y evoluciones que supusieron el Impresionismo, Cézanne, el Primitivismo, el Cubismo, Kandinsky, El jinete Azul, el Constructivismo, la Bauhaus, el Surrealismo, el Pop Art o el Arte conceptual y el Postmodernismo hasta llegar a nuestros días. 
Y ningún movimiento tiene un comienzo virginal. 
Los artistas se visitan entre ellos y comparten inquietudes, influencias e innovaciones. Todo ello está narrado con suma viveza y gran documentación. No faltan las críticas negativas que hubo en cada caso ni la explicación técnica que nos detalla en qué consiste cada nueva aportación. Sin jergas técnicas ni monsergas. Y eso se agradece.

Gauguin, "Visión después del sermón o Jacob luchando con un ángel", 1888

"Visión después del sermón" (1888) es un ejemplo claro del periodo posimpresionista de Gauguin. A diferencia de las pinturas de la vida moderna de Monet y el resto, esta obra está solo parcialmente ambientada en el mundo real. La base narrativa de la obra es un grupo de mujeres del campo bretonas que experimentan una visión sagrada después de escuchar un sermón en una iglesia: la narración bíblica de la lucha de Jacob con el ángel. Las mujeres están en primer plano, dando la espalda al espectador, mirando cómo Jacob pelea con el mensajero de Dios. Están vestidas de forma realista, con los tocados y ropas tradicionales bretonas: no hay nada de extraño en ello. Sí lo hay, en cambio, cuando uno se percata de que Gauguin ha utilizado una paleta muy sobria en esa parte, a fin de pasárselo mejor en el resto del cuadro…
El artista ha elegido un único y sorprendente color para delimitar el área en la que pelean el ángel de alas doradas y Jacob. En un intento de reflejar la experiencia de ensueño místico por la que pasan las mujeres, la hierba está pintada con un fuerte naranja rojizo, color que domina la composición como el llanto de un niño se apodera de una biblioteca.
(...)
La rama de árbol que cruza el cuadro en diagonal y lo divide en dos partes: tanto el hecho de que una rama así esté en ese plano como que vaya en esa dirección resulta muy poco verosímil. Sin embargo, es un mecanismo empleado por Gauguin para separar el mundo real del fantástico. A la izquierda del árbol, está la realidad (una reunión de mujeres piadosas), mientras que a la derecha se encuentra el producto de su imaginación: Jacob luchando contra el ángel.
(...)
El carácter de ensoñación de la Visión de Gauguin es precursor del surrealismo. La naturaleza modesta de la vida de las mujeres bretonas es precursora del «primitivismo» de los cuadros tahitianos de Gauguin, que inspiraron a Pablo Picasso, Henri Matisse, Alberto Giacometti y Henri Rousseau. Al igual que los campos de color plano, sin sombra alguna (idea que Gauguin toma, como muchos otros antes que él, de los grabados japoneses), son un antecedente de las ideas expresivas y simbólicas del expresionismo abstracto."
El problema al que nos enfrentamos como público tiene que ver con la comprensión. En Velázquez y Goya e incluso en Magritte o Munch vemos una escena que reconocemos y podemos intuir la intención del artista aunque se nos escapen algunas capas más profundas. Pero la revolución que propició Duchamp entregó la manija del arte al artista: él debía decir qué era una obra de arte y qué no. Esto determinó que se expandieran y multiplicaran lenguajes y formas de expresión estrictamente personales que, muchas veces, dejaban al espectador en tierra incógnita.

Max Ernst, "Pleiades", 1920

Gompertz cifra esta ruptura del arte moderno con respecto al clásico en dos puntos. Dos líneas de fuerza que marcan el devenir del arte moderno.

Por un lado la línea que inauguraron los impresionistas que, aunque provocaron enormes cambios en la forma de definir y hacer el arte "fueron el último grupo de artistas que produjeron arte come il faut". Todavía encontramos en sus obras una representación de las personas y la naturaleza. Esta línea comienza cuando Delacroix se enfrenta a Ingres y se separa del clasicismo para introducir cambios en sus temas y forma de pintar. Esto influye en Manet que, a pesar de ansiar integrarse en la Academia, postuló ideas e innovaciones pictóricas que lo acabaron convirtiendo en el padre de los impresionistas. Su libertad a la hora de elegir temas y formas de mirar la realidad nos llevan hasta Paul Cézanne, "el primer artista que pintó usando ambos ojos" según dijo David Hockney.

Paul Cézanne, "Mont Saint Victoire et Château Noir", 1902-6

Cézanne entreabrió la puerta a la modernidad observando a los maestros del pasado para llevar el arte más allá a partir de una radical intuición filosófica: se dio cuenta de que "ver no es creer, sino someter a juicio". 
"(Cézanne) Era un artista comprometido con la idea de la exactitud, no con la idea de la fugacidad o de lo momentáneo, como sucede con los paisajes impresionistas, ni tampoco con la exactitud fotográfica que se logra a golpe de vista. Para Cézanne, la exactitud era una reflexión certera sobre un tema observado rigurosamente. Era un asunto que le atormentaba. Una vez que le preguntaron cuál era su máxima aspiración, respondió con una sola palabra: «Certeza». La crítica Barbara Rose está en lo cierto cuando dice que el punto de partida de los maestros antiguos era: «Esto es lo que veo», mientras que el de Cézanne era: «¿Es esto lo que veo?»."
Este punto de partida lo llevó a una investigación sobre el modo en que se constituyen y perciben las imágenes; observaciones que iluminaron el camino que siguieron Picasso y Braque (el malagueño consideraba a Cézanne "el padre de todos nosotros"), los cuales empujaron al arte a un nuevo estadio del que surgieron la multitud de vanguardias que configuran la modernidad.

La otra línea de fuerza la representa Marcel Duchamp como epítome y clave de la ruptura más radical que se produjo en el devenir del arte. Duchamp liberó al arte de toda atadura y provocó un enorme cambio de status tanto del artista como del arte en general; lo que le llevó a influir "directamente en varios de los movimientos artísticos más importantes: el dadá, el surrealismo, el expresionismo abstracto, el arte pop y el arte conceptual, entre otros. Marcel Duchamp es, sin lugar a dudas, el artista más reverenciado e influyente entre los artistas contemporáneos, desde Ai Wei Wie a Damien Hirst.". 

Aunque Gompertz no coloca a Duchamp como origen del arte moderno, sino como un producto del devenir histórico del arte, lleno de evoluciones y búsquedas. De ahí que el libro comience con la historia detallada de la concepción de su obra Fuente, en 1917; un simple urinario de porcelana al que coloca sobre su superficie plana y sin más intervención lo firma y fecha bajo seudónimo: "R. Mutt 1917". 
Lo que pocas horas antes había sido un urinario común y corriente se ha convertido ahora, por obra y gracia de la acción de Duchamp, en una obra de arte.
"Duchamp tenía otras cosas en la cabeza cuando eligió deliberadamente un urinario para convertirlo en una escultura readymade (objeto ya hecho). Quería cuestionar la misma idea de obra de arte, tal y como la entendían académicos y críticos, a los que veía como unos autoproclamados árbitros del gusto y que eran unos completos incompetentes. Duchamp pensaba que eran los artistas los que tenían que decir qué era y qué no era una obra de arte. Su opinión era que si un artista decía que algo era una obra de arte, si lograba influir en el contexto y el significado del arte, entonces era una obra de arte. Se daba cuenta de que, aunque era un enunciado muy sencillo, podía suponer una revolución en el seno del arte moderno."
Alguien dijo que los artistas modernos estaban destruyendo el arte...y era verdad en cuanto a destrozar su status y significado. Ya nadie pintaría a la grand manière del arte clásico, tan perfecto como ajeno y envarado.
"El dibujo lo era todo: el arte era una cuestión de precisión. Se mezclaba una paleta de tonos terrosos y sombras y se aplicaba sobre el lienzo con pinceladas precisas que, a base de horas y horas de trabajo, durante días y días, se iban puliendo hasta hacerse imperceptibles. Mediante sutiles gradaciones de la luz a la sombra, se producía una pintura que tenía que dar sensación de solidez y tridimensionalidad."
En cambio los impresionistas no escondían sus pinceladas rápidas y gruesas, sino que las acentuaban con empastes y mucho color. Practicaron un arte fresco, dinámico y excitante que reflejaba el espíritu de la época. Para los impresionistas, "la pintura se convirtió en un medio que reivindicaba sus propiedades materiales frente al encorsetamiento y el disfraz que suponía la representación pictórica fidedigna."

Claude Monet: Madame Monet con su hijo. 1875. 

El arte moderno no sólo se fijó en la realidad cotidiana, sino que aportó una nueva forma de mirar la realidad y, sobre todo, una nueva relación del arte con el espectador al que ya no pretende alejar para convertirlo en un simple devoto, sino que trata de integrarlo en la obra, haciéndolo partícipe de ella.

La modernidad quiso desde el principio dejar caer al arte de su altar hasta el barro de la vida más palpitante, lo liberó para que no fuese una simple representación.
"La cámara fotográfica los había liberado de la tarea de tener que generar semejanza, lo que les permitía explorar nuevas formas de representación que podían hacer surgir en el espectador percepciones y sensaciones no explotadas con anterioridad."
Los artistas modernos desacralizaron el arte, lo democratizaron, rompieron las barreras entre el arte y la vida, investigaron sobre qué es la realidad y cómo la percibimos; pero además lucharon denodadamente para que su arte mostrara sus más íntimas emociones, como hicieron Van Gogh, Munch o Francis Bacon quien dijo una vez que "la pintura es la muestra de un sistema nervioso proyectado sobre un lienzo".

...Aunque en este juego de reacciones y contradicciones que se suceden en la historia del arte, también llegarían los que pretendían (Pop Art y Minimalismo) que sólo viéramos sus obras como el objeto que son, de forma literal, sin que el artista o su subjetividad se vieran implicados. "Lo que ves es lo que es", dijo Frank Stella. 

Vincent van Gogh, "Noche estrellada", 1889

Van Gogh llegó a decir: «Quiero llegar al punto en que la gente diga de mi trabajo: "Este hombre siente profundamente"». No cabe duda de que forzó su pintura hasta llevarla a cotas expresivas insólitas...aunque lo pagase con el desprecio de sus coetáneos.
"Van Gogh, refiriéndose a un amigo común que había puesto en tela de juicio su apostasía de la representación fidedigna, escribió a su hermano Theo: «Dile a Serret que me desesperaría si mis figuras fueran correctas […] Dile que anhelo esa incorrección, esas desviaciones, remodelaciones, cambios en la realidad. Puede que se conviertan en mentiras, vale, pero en mentiras más verdaderas que la verdad literal»."

Van Gogh murió pobre, sin vender un solo cuadro e incomprendido; pero defendió sus ideas. Esa reflexión radical de buscar una verdad más allá de la burda realidad la podemos rastrear por todos los "ismos" del siglo XX hasta llegar a un contemporáneo nuestro que más de uno repudiará, Damien Hirst... la diferencia es que Hirst es millonario. La propia evolución de la Historia más el hecho de que las vanguardias artísticas hayan sido asimiladas hace que exploraciones artísticas tan drásticas como ésta sea posible... y también un mercado de multimillonarios que han encontrado en el arte la inversión ideal de prestigio. Vivimos una época de ultramercantilización, consumismo y celebrity que ya comenzó con Andy Warhol. Al otro lado de esta mercantilización obscena del arte estaría un crítico tan agudo como Banksy... cuyas obras y grafitis -paradójicamente- también están siendo asimiladas en subastas millonarias por el mercado del arte. 

Andy Warhol, "El nacimiento de Venus después de Botticelli", 1984

Damien Hirst (nacido en Bristol, en 1965) es tan audaz como controvertido, pero no cabe duda de que sus vacas, tiburones y caballos sumergidos en una solución de formaldehído están insertas en la evolución de la historia del arte, como nos demuestra Will Gompertz. El propio Hirst pensó algo semejante: "El gran arte -o el buen arte- es cuando lo miras, lo experimentas y permanece en tu mente. No creo que el arte conceptual y el arte tradicional sean diferentes". Él mismo ha declarado verse como un continuador de la tradición artística que representan Goya o Francis Bacon.

La obra "Madre e hijo divididos" es un ejemplo de cómo utiliza un tema clásico del arte -el de la madre y el hijo- y lo muestra de una forma espantosa y literal pero relacionado con otro tema consagrado del arte occidental, el del memento mori, que habla de la inevitabilidad de la muerte y de la inmortalidad del alma. Hirst incorpora ambas ideas al permitir que el espectador camine por el interior de los cuatro tanques (desde donde verá la muerte y las vísceras) o por el lateral, donde la disección es invisible y la madre y el hijo parecen flotar y ascender.  

Damien Hirst, "Madre e hijo divididos", 1993


Como se ve Hirst ha buscado nuevos caminos para superar los límites de lo que se consideraba arte. No hay que olvidar que fue criado en la religión católica, rodeado de imágenes sobre la pasión y muerte de Cristo, las de los mártires o de la Virgen y el Niño. Por eso no es extraño que uno de sus temas recurrentes sea el de la fragilidad de la vida y la certeza de la muerte. 
"Me enseñaron a afrontar cosas que no puedes evitar. la muerte es una de esas cosas. Vivir en una sociedad en la que intentas no mirarla es estúpido porque mirar la muerte nos devuelve a la vida con más vigor y energía. El hecho de que las flores no duren para siempre las hace hermosas".
Este libro es ideal para luchar contra prejuicios e intimidaciones y dotar a nuestra mirada de instrumentos para discernir mejor cada obra. Gompertz no es un plúmbeo académico, sino un divulgador original e irreverente. Su estilo es el del gran periodismo, directo y diáfano; con un uso muy cualificado de las fuentes. Pero es que además es capaz de escribir unas maravillosas páginas sobre los momentos fundacionales del arte moderno (Picasso viendo por primera vez una máscara africana) o sobre la epifanía que sufrió Kandinsky escuchando el Lohengrin de Wagner. Unas páginas tan hermosas y reveladoras que no he podido resistir la tentación de reproducirlas a continuación.  

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