miércoles, 26 de octubre de 2022

LISSY - de Luca D´Andrea



Leer este libro es como caerte por un barranco por lo vertiginoso y palpitante de su lectura. Además cuando llegues al fondo te encontrarás con una bestia informe que te hará contener la respiración de terror.

Marlene está embarazada y vive en una mansión del Tirol. Su marido es Herr Wegener, el capo más temido de la región, por cuyas manos pasa todo el tráfico y las corruptelas de esta zona entre Italia y Austria. La tiene como una reina, pero Marlene no quiere que su hijo crezca en ese mundo de violencia y crimen, de modo que el libro se abre con el inicio de una huida incierta. Sabe que su marido nunca le perdonará la traición y mucho menos después de haberle robado un tesoro en zafiros cuyo valor va mucho más allá del dinero.
"Marlene Taufer in Wegener, legítima esposa de Robert Wegener. El hombre frente al que todo el mundo se quitaba el sombrero: cuarenta años transcurridos en la construcción de una carrera hecha de intimidaciones, contrabando, emboscadas y asesinatos.
Nadie bromeaba con un hombre como Wegener. Nadie se atrevía ni a utilizar siquiera su nombre de pila. Para todo el mundo Robert Wegener era Herr Wegener.
Incluso para ella."
 
Para huir ha elegido el camino menos previsible, por una estrecha carretera de montaña tan sinuosa y nevada que la lleva a sufrir un accidente casi mortal. Por suerte es rescatada por el único habitante de esa región perdida, Simon Keller, un solitario granjero que vive apegado a las antiguas tradiciones del Tirol. Él la cuidará en su granja apartada del mundo mientras Herr Wegener da inicio a una caza despiadada que le encarga al Hombre de Confianza, un sicario infalible y mortífero. 


A través de estas tres líneas se desarrolla la novela. La cacería del Hombre de Confianza por un lado, la relación que entabla Marlene con su misterioso salvador por otro y los movimientos que Herr Wegener tiene que afrontar para tranquilizar a la poderosa organización criminal de la que forma parte, el Consorcio. 
"Su cara se puso lívida.
—¿No quiere entender que su palabra ya no vale nada? —gritó—. Usted mismo, mientras esta historia no haya terminado, no es nada. Ni siquiera es un ser humano.
El abogado apuntó con un dedo a la cara de Wegener.
—Usted es una cosa. Un objeto. Usted pertenece al Consorcio. ¿Está claro?
—Sí —respondió Herr Wegener, conteniendo a duras penas la ira.
—¿Está seguro?
—Sí.
—¿A quién pertenece esta casa?
Herr Wegener se reflejó en los ojos límpidos del abogado.
—Al Consorcio.
—¿A quién obedecen sus hombres?
—Al Consorcio.
—¿Gracias a quién sigue respirando, en este momento?."

Durante el desarrollo de los hechos el autor nos hará asomarnos a dos pozos muy negros: cómo se forjó el carácter mortífero y siniestro de Herr Wegener cuando era un adolescente entre los nazis y cómo Simon Keller acabó convertido en un lobo solitario con un terrible secreto.

La escritura es sincopada, casi cinematográfica. La acción frenética. La violencia muy cruda. Ni el Hombre de Confianza ni Herr Wegener hacen prisioneros. Mientras que Marlene pronto descubrirá que las tradiciones y leyendas tirolesas también tienen un lado oscuro. Todo hace que la lectura corra vertiginosa acuciada por un constante riesgo de muerte. 

Mediante diversos flashbacks conoceremos el modo en que Herr Wegener aprendió a sobrevivir en condiciones adversas, rodeado de miseria y bajo la ocupación de los nazis.
"Las mejores lecciones eran las prácticas. Eran menos aburridas y mucho más útiles.
Técnicas de guerrilla extraídas de los manuales más recientes de las Waffen-SS, las tropas de élite del Führer. Infiltración y extracción. Camuflaje. Lectura de mapas y uso de la brújula. Métodos para obtener información mediante interrogatorios.
Y ahí estaba la habitación número 12 del Cuerpo Alpino, en Bolzano. Ese lúgubre edificio al que algunos llamaban «el Palazote».
Aquí el Standartenführer le enseñaba cómo arrancar uñas, descoyuntar articulaciones o golpear las plantas de los pies de manera sencilla y eficaz. En la habitación número 12 Kobold aprendió a no tener miedo del dolor.
El dolor no era lo peor que podía sucederle a uno. Lo peor era esperar el dolor"
Desde bien joven Wegener aprendió que la traición y la delación pueden ser muy rentables, tanto que el Standartenführer al que servía le bautizó como su cóbold particular; una de esas criaturas del folclore germánico que odian la luz, son traicioneras y aman la venganza. Los cóbolds llegan a personificarse en la colección de zafiros que Marlene se ha llevado consigo y con los que su marido pretendía hacer una jugada maestra; pero ahora su situación es muy precaria. Parece que los cóbolds preparan una nueva traición y D´Andrea se recrea en ponernos al tanto de la historia sangrienta de estas piedras de ojos rojos desde su extracción en Birmania.
"Zafiros.
Cóbolds.
Los cóbolds habían hecho un larguísimo viaje para llegar hasta la villa en el Passirio de Herr Wegener. Desde Birmania hasta Hong Kong, de Hong Kong a Israel, y de Israel a Merano.
Viajar los volvía furiosos.
Demasiada luz.
Los cóbolds odiaban la luz al menos tanto como les encantaba la venganza. Venganza contra los inocentes y contra los culpables. Venganza de miles de maneras diferentes. Por eso el viaje al que se habían visto obligados había dejado una muy larga estela de sangre.
La sangre empezaba en una mina rodeada de hombres cuyo pasatiempo favorito era aplastar mosquitos y golpear con culatazos a los niños más lentos, los más cansados o simplemente a los que se ponían a tiro.
Uno de ellos, el duende que había excavado la roca y sacado a la luz a los cóbolds, murió con los ojos completamente abiertos en una galería sin oxígeno, dos días después de haber entregado las piedras a su carcelero, un tipo fibroso que, un mes exacto a partir de entonces, se emborrachó y (soñando con duendes que bailaban dentro de su garganta) se ahogó en su propio vómito.
El contrabandista de dientes podridos, quien entregó los zafiros pasada la frontera a un chino turbio que vestía una camiseta de Miles Davis, tenía los ojos abiertos cuando murió."



Los cóbolds no son la única presencia fantástica en esta novela terrible y cruel. Marlene guarda como un tesoro desde su infancia un pequeño volumen con los cuentos de los hermanos Grimm, una vieja edición con las tapas estropeadas. Desde niña nunca se ha separado de él, es su amuleto para alejar las pesadillas. Pero su huida no ha hecho más que sumergirla en ellas. 

Las citas de los cuentos de hadas se desparraman por la trama ofreciendo un contraste turbador. La propia Marlene se ve como una "Gretel-la-valerosa" que tiene que dejar de ser niña para matar a la bruja, mientras que el granjero rodeado de mitos y monstruos le lleva a recordar el cuento sobre un rey, un jabalí y tres hermanos. Atrás ha dejado la tienda de moda que le montó su marido para que estuviese ocupada: Frau Holle la llamó, como su cuento favorito de los hermanos Grimm. Pero ahora está aislada, en una granja escondida en los más profundo del bosque y un ogro la acecha mientras un asesino sin rostro la está buscando.  
Marlene se prometió de nuevo a sí misma: basta ya de mentiras. Porque toda su vida era una mentira. La Urraca Ladrona. Los ratones en la pared. Estás embarazada, pensó. Estás a punto de convertirte en madre.
Una madre no vive en el mundo de los cuentos. Una madre afronta la realidad. Como Gretel-la-valerosa. No como Hänsel. Hänsel, ese niño mimado y llorica.
Una madre como Gretel-la-valerosa. Acepta la realidad y actúa. Mira a tu alrededor, se dijo. 
Si los cuentos de hadas le dan un contrapunto perverso a la novela, la otra línea de fuerza que la tensa es la extraordinaria ambientación alpina.
"Una granja era esfuerzo y condena. Era el legado de siglos de obstinación y tenacidad. Era un refugio contra la intemperie. Una fortaleza segura en un paisaje de gélida muerte. La granja era un mundo autosuficiente regulado por mecanismos antiquísimos."


 
Simon Keller es el último representante de una saga varias veces centenaria que dominaba la vida en la montaña. Pero la soledad y la locura han acabado corrompiendo todas aquellas bellas tradiciones. Quizás la mejor metáfora sea los vulpendingen, esos animales disecados que se creaban ensamblando al azar diversas piezas de caza. Keller dispone de una gran colección, un zorro con alas de grajo y cola de ardilla o una cabeza de lobo con alas de murciélago en vez de orejas. Todo ello remitía a su ancestral linaje ya que los lobos y los osos se habían extinguido hace más de un siglo en el Tirol del Sur.
Simon Keller, al igual que su padre, y que el padre de su padre antes que él, era un Bau’r. El Bau’r era un campesino, pero también era Kräutermandl, cazador, leñador, cocinero, carpintero, ganadero, médico, a veces atleta e incluso sacerdote. Sobre todo, tenía que ser un sacerdote. Sin fe, allí arriba se moría uno de soledad y silencio. La fe rellenaba de respuestas los espacios en blanco de los largos e interminables inviernos.
El Bau’r era el señor de la montaña.
Durante siglos cada uno de los Bau´r debía pasar sus tardes copiando a mano la Biblia y anotando sus comentarios. Un mundo cerrado que se va fanatizando y cuya única vía de escape es el alcohol. Así es como el padre de Simon Keller mató a su hermana Elizabeth y ahora vive solo y enajenado, cargando con un sentimiento de culpa. Cree ofrecer a Marlene un castillo de princesa cuando lo que prepara es un sombrío calabozo. 

Sin ninguna duda la novela es un thriller espeluznante que te atrapa desde el minuto uno y te arrastra de forma torrencial. 
Señalaré sólo un par de aspectos que me provocan cierta reticencia. La presencia tanto de un supersicario "tan guapo como un actor de Hollywood" y absolutamente letal; como de un superorganismo criminal sin rostro -el Consorcio o "el Dragón" como lo llega a denominar Wegener- me resultan asuntos demasiado fáciles y cinematográficos. Me gusta más cuando se hurga en el terruño, en sus mitos y sus gentes. 

También la forma en que se quiere dotar de profundidad a los personajes me parece repetida y con olor a cliché. Tanto Herr Wegener, como Simon Keller o el Hombre de Confianza y hasta Marlene son deudores de un trauma en la infancia que ha determinado su carácter y su vida.  

Lo cual no quita que la novela sea absorbente y feroz como un maléfico cuento de hadas.
"Había un agujero, pero Marlene no había tropezado en esa rendija. Había tropezado con algo que asomaba por esa rendija.
Con un rey, un jabalí y tres hermanos. Los protagonistas del cuento de los Grimm que su madre nunca le había explicado y que Marlene descubrió solo después de aprender a leer. El cuento que hizo que tuviera pesadillas durante semanas.
El cuento hablaba de un rey y de un jabalí. Una bestia astuta y cruel a la que nadie conseguía matar."


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