lunes, 17 de octubre de 2022

EL DILEMA del PRISIONERO



A pesar de ser de letras siempre me ha interesado la divulgación científica. Me fascina el estudio del mundo físico, desde el paradójico microcosmos cuántico hasta el casi inverosímil macrocosmos del Big Bang y los universos paralelos; y no menos la profundidad y amplitud con que las matemáticas entretejen nuestra realidad.

Todo ello me ha llevado a convertirme recientemente en seguidor del canal de youtube DERIVANDO, en el que el profesor Eduardo Sáenz de Cabezón -profesor de Lenguajes y Sistemas Informáticos de la Universidad de La Rioja- nos guía por el sorprendente mundo de las Matemáticas con píldoras de poco más de cinco minutos. A día de hoy el canal tiene más de un millón trescientos mil suscriptores y sus vídeos han superado los 95 millones de visualizaciones. Entre sus más de 100 vídeos publicados podemos encontrar temas tan diversos como "para qué sirven las matemáticas", "cual es la mejor fila del supermercado" o cómo sobrevivir a un ¡ataque zombie!; sin olvidar asuntos tan importantes como "¿cuántos agujeros tiene un pantalón?", la "Conjetura de Poincaré" o la Hipótesis de Riemann, el problema más importante de las Matemáticas.

Este pasado mes de septiembre colgó una explicación somera de El Dilema del Prisionero, perteneciente a la Teoría de Juegos, que me parece muy bien traído en los tiempos que corren. Este dilema es un juego inquietante en el que dos o más personas se enfrentan a una difícil elección en la que cabe traicionar el bien común para buscar el beneficio individual o bien colaborar, todo ello con distintas consecuencias. El dilema fue formulado por los matemáticos Flood y Dresher en 1950 y plantea que dos criminales son apresados por un delito, pero sin contar con pruebas suficientes. Tras haberlos aislado les ofrecen a ambos el mismo trato, que se desglosa en las siguientes posibilidades: 

* Si uno confiesa y su cómplice no, el cómplice será condenado a 6 años y el 
   delator quedará libre.
* Lo mismo ocurre al revés, cuando el cómplice confiesa y el otro calla.
* Si ambos confiesan, ambos serán condenados a seis años.
* Si ambos niegan todo, serán encerrados durante 1 año por un cargo menor.
 
Se puede anular la pena de cárcel traicionando al cómplice; pero si ambos callan la condena se reduce para ambos, por lo que este sería el resultado más óptimo. Sin embargo, la clave está en que cada uno no sabe lo que dirá el cómplice (aunque sea su más y mejor amigo). Si ambos siguen sus propios intereses egoístas y no trabajan por el grupo, obtendrán una condena más dura.




En esa misma década de los 50 en que se alumbró este dilema, la Unión Soviética logró hacerse con la bomba atómica y el dilema del prisionero se convirtió rápidamente en una temible ilustración de la carrera armamentista nuclearParecía que el único camino era incrementar el armamento nuclear propio en una carrera sin fin. El libro de William Poundstone, "El dilema del prisionero" (Prisioner's dilemma. John von Neumann, Game Theory and the Puzzle of the Bomb) nos acerca tanto a la teoría de juegos, con una amplia y hasta divertida panoplia de ejemplos, a la vez que narra la vida del genial matemático húngaro Johann von Neumann, integrante del Proyecto Manhattan donde se fabricaron las primeras bombas atómicas y diseñador de la arquitectura de computadores que continúa en nuestros ordenadores de hoy en día. Finalmente y como punto de encuentro entre ambos asuntos, nos ofrece una descripción, a veces escalofriante, de la carrera armamentista y la guerra fría entre EE.UU. y la URSS.

El Dilema del Prisionero (Prisoner's dilemma) es un modelo de cooperación y conflictos que se da muy frecuentemente en la sociedad y que ha sido profundamente estudiado por la Teoría de Juegos. Esta rama de las Matemáticas se ha convertido en una potente herramienta de la Economía por su modelización de escenarios frente a la toma de decisiones; pero realmente está muy presente en numerosísimos ámbitos de la vida donde confluyen conflictos y toma de decisiones, sean fábricas, escuelas, hospitales o ayuntamientos... e incluso en la vida de pareja. Hasta el muy reciente conflicto entre llevar mascarilla o no con motivo de la COVID se puede estudiar bajo la luz de El Dilema del Prisionero. Si llevar la mascarilla constituye más una protección para los demás que para los que la llevan y llevarla conlleva un cierto esfuerzo, la mejor opción para una persona que se preocupa exclusivamente por su bienestar individual es no llevar la mascarilla y que sea el otro el que la lleve.

Lo cierto es que casi todos los días nos enfrentamos a situaciones en las que tenemos la opción de ayudar (o no) a otra persona. Los dilemas surgen cuando nuestros intereses individuales se contraponen a los de los demás o a los de la sociedad en general. Diariamente tomamos decisiones difíciles y a veces con resultados distintos de los que habríamos esperado. Se nos plantea entonces una cuestión clave, tan simple como apremiante: ¿existe un comportamiento verdaderamente racional para cada situación?.

Diversos estudios han concluido que las emociones tienen un peso enorme en este campo. Otro aspecto que se ha demostrado muy determinante en estos dilemas es si el juego es de ronda única o reiterativo, es decir: se ha demostrado que las personas tienden a comportarse de manera diferente si viven una situación particular y única o si prevén que la relación con esas personas se repetirá. El contexto reiterativo del dilema del prisionero tiende a la generosidad y a la bondad, mientras que si se trata de una situación única tiende a generar egoísmo y vileza.

El dilema del Prisionero también muestra que algunas personas pueden elegir no cooperar, incluso cuando esta decisión va en contra de sus intereses. Vivimos tiempos de un individualismo feroz, que tiene su continuidad en un nacionalismo empobrecedor que quiere encerrarnos en nuestras fronteras, al que suele acompañar un populismo que entrega los gobiernos a los más ruines y mediocres. Asuntos todos que restan.

Siempre me ha llamado la atención lo simplista o manipulada que puede llegar a ser una persona a la hora de opinar y tomar decisiones, llegando a elegir opciones que, rascando un poco, se demuestran contrarias a sus propios intereses. Seguro que entre los rusos que huyen en desbandada estos días para no ser llamados a filas hay gente que, durante estos años, han jaleado al dictador Putin y ha apoyado la invasión de Ucrania. No menos significativo es el tiro en el pie que se ha dado el Reino Unido con el Brexit o la ola neofascista que está recibiendo millones de votos en toda Europa,  creyendo que esos políticos montaraces les resolverán los problemas. El señor Orban en Hungría, Bolsonaro en Brasil o la época de Il Cavaliere en Italia son la demostración palpable de que el populismo no resuelve los problemas económicos y sociales sino que los acentúa, provocando además una corrupción generalizada y una pérdida de derechos y libertades. 

El dilema del prisionero dibuja una encrucijada tan vertiginosa y acuciante que llega a revelar aspectos ocultos de nuestro carácter, tal y como se aprecia en una de las mejores escenas de esa fabulosa película que es El Caballero Oscuro de Christopher Nolan.


En la película, el Joker logra sembrar el caos en Manhattan haciendo que dos ferrys abarrotados abandonan la isla. En uno viajan personas normales, mientras que el otro está repleto de criminales y presos que están siendo trasladados a otra prisión para evitar una posible fuga. En esta intersección aparece el Joker, interesado en desnudar la supuesta vileza de la gente: 
«Esta noche vais a formar parte de un experimento social. Gracias a la magia del gasoil y del nitrato de amonio estoy preparado para haceros volar por los aires. Si alguien intenta abandonar el barco, moriréis todos. Cada uno tiene un detonador para hacer volar el otro barco. A medianoche, os haré volar a todos en pedazos. Pero si uno de vosotros pulsa el botón le perdonaré la vida a ese barco. ¿Quién será? ¿La selecta colección de escoria de Harvey Dent? ¿O los pobres e inocentes civiles? Vosotros elegís. Pero no os lo penséis mucho porque los del otro barco pueden no ser tan considerados».
Un planteamiento típico de El Dilema del Prisionero que el Joker ya ha previsto: estima que al llegar el límite del tiempo ambos barcos explotarán a la vez porque la idea de supervivencia primará por encima de todo. Pulsando el detonador ambos pierden, o puede jugar a ganarlo todo... aunque ya se sabe que cuando uno pretende todo se suele encontrar en la antesala de nada. Para eso está el Equilibrio de Nash.










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* El profesor Sáenz de Cabezón también es el responsable del programa divulgativo
   de RTVE, "Órbita Laika"
* Otro reportaje divulgativo sobre el asunto del dilema en Arte.tv

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