miércoles, 18 de mayo de 2022

EL CONTADOR de CARTAS - de Paul Schrader



El contador de cartas es un tipo curtido en las mazmorras de la desesperación que encuentra su tranquilidad en las partidas de cartas. Fue uno de los militares que participaron en las torturas de la prisión de Abu-Grahib y cuando explotó el escándalo acabó en la cárcel. El papel de torturador quebró su espíritu y en la cárcel encontró esa mínima paz necesaria para transitar por la vida. También desarrolló su habilidad con las cartas y a su salida recorre el país de casino en casino buscándose la vida.

La vida y el juego de William Tillich (Oscar Isaac) son espartanos. No le gusta llamar la atención. Gana unos cientos de dólares y se retira a la habitación del motel donde el tormento de las torturas lo persigue. Ha logrado aplacar sus demonios, pero aún lo acechan cada noche.

Su vida cambia cuando en una convención conoce a Cirk (Tye Sheridan), hijo de un compañero de Abu-Grahib que no resistió el estrés y se pegó un tiro. Antes destrozó la vida de su mujer y de su hijo maltratándolos. Cirk tiene la vida quebrada. Pagó los platos rotos de los horrores cometidos por su padre. Ha abandonado la Universidad y sólo piensa en vengarse del comandante John Gordo (Willem Dafoe), instructor de Abu-Grahib que nunca fue imputado. Pero Tillich, que sabe lo que es vivir con el odio desbordándose, se propone ofrecerle una oportunidad para enderezar su vida. Por ello acepta la oferta de la representante La Linda (Tiffany Haddish) para dejar de contar cartas en las mesas del 21 y pasar a los campeonatos de póker. Piensa en utilizar las ganancias para redimir al muchacho. Moviéndose de ciudad en ciudad ambos tendrán tiempo para restañar sus heridas.


La película es sobria y precisa, de corte clásico. Se desarrolla con el mismo ritmo sosegado que Tillich impone a su vida. Una especie de sordina que logra manteniendo unas adormecedoras rutinas. Esta apariencia de relato frío esconde una profunda amargura y una sensación de fatalidad que sin remedio nos va inundando. Toda la película se resume en esa tensa espera de la que Tell habla cuando se refiere a las cartas: 
"En el póker el jugador no juega contra la banca sino contra otros jugadores. La banca se lleva una parte. Hacen falta dos cosas, conocer las posibilidades matemáticas y conocer a tus rivales. La clave es esperar. Pasan las horas... y los días. Mano tras mano, cada una igual que la anterior... hasta que ocurre algo.
Hay cierto lastre que un jugador va acumulando cuando acepta un bancaje. Es igual que el lastre que acumula cualquier persona endeudada. Aumenta y aumenta. Tiene vida propia. Un hombre también puede acumular cierto lastre moral por lo actos que cometió en el pasado...y ese lastre nunca se puede soltar"
La vida obsesiva y controlada de Tillich tiene una vía de escape en el diario que escribe por las noches y cuya lectura en off nos acompaña durante el metraje. La vida es una trampa cuya condena es de muy difícil remisión. Cuando empieza la historia nos encontramos a Tillich encerrado en la cárcel militar leyendo las Meditaciones de Marco Aurelio. Es un tipo silencioso y atormentado por su violento pasado. Como otros personajes de Schrader, como los obsesivos Mishima o Travis Bickle (Taxi Driver), o los atormentados Wade Whitehouse (Aflicción) o John Le Tour (Posibilidad de escape), este contador de cartas es un hombre que huye de sí mismo. Todos ellos son personajes macerados en la culpa y el tormento de su pasado; samuráis en busca de redención. 

















Paul Schrader ha reconocido que suele recurrir a “personajes solitarios que usan una máscara, la de su profesión. Puede ser un taxista, un traficante de drogas, un gigoló o un religioso; y enfrento a este personaje a un gran obstáculo, personal o social. No hablo de la culpa en general, como la culpa cristiana, sino de un tipo de culpa más específico. ¿Y si alguien ha hecho algo por lo que no es capaz de perdonarse? Incluso ha cumplido sentencia en prisión, pero, aunque la sociedad lo haya absuelto, él mismo no es capaz de darse ese perdón. Ha cometido una atrocidad, y ahora vive en una especie de purgatorio. ¿Cómo se lidia con algo así?".

Efectivamente Tillich estuvo prisionero en una cárcel donde él era el torturador y ha acabado encerrado en otra cárcel donde purga sus pecados. Cuando sale después de ocho años de condena la culpa lo acompaña como un tatuaje indeleble. Por eso, cuando está encerrado en la prisión militar, reconoce que "nunca imaginé que me acostumbraría a vivir encerrado". Ése será siempre su estatus.

La película está llena de paralelismos. Entre la vida y las cartas, entre el joven ofuscado y el veterano samurái, entre las cárceles físicas y las morales. Entre medias, la inopinada pareja recorre un camino de mutuo aprendizaje. Aunque la cita más evidente es la aparición de un jugador de cartas apodado «Minnesota Fats», en alusión al célebre personaje de El buscavidas (The Hustler, Robert Rossen, 1961), el recorrido por los casinos del país, recuerda inevitablemente a "El color del dinero" (Martin Scorsese); sólo que aquí hay muchas menos cartas que carambolas en aquella. Lo que abunda es la pesadilla que de continuo asedia a Tillich y, a través suyo, la denuncia de la tortura como método institucionalizado por la política estadounidense.



Cuando finalmente el muchacho confirma la fatalidad de su destino, Tillich asume que deberá enfrentarse al comandante John Gordo. Un duelo final que Schrader narra con un brío seco y excepcional. 

El detonante es un whatsapp con la foto de una fachada que todos reconocemos y que cita a Tillich con su adriestrador. Lo sigue un plano del protagonista mirándose en el espejo hasta lo más profundo del alma. Luego vendrá la partida en la que se siente fuera de juego y su abandono para conducir su coche con los faros rasgando la noche. 
La tensión se masca en medio de un silencio estremecedor. 
Tillich por fin se presenta en casa de John Gordo y le reta. Lleva consigo la bolsa donde guarda sus antiguas herramientas de tortura. Los dos salen de la habitación. Parecen dirigirse a un ritual autodestructivo. Mientras la cámara sigue enfocando los dos sillones que han quedado vacíos, escuchamos los golpes y los gemidos de dolor en off. La incertidumbre es insoportable y la lección de cine de esas que te golpea el estómago. Magnífica.





Cabe apuntar que el elenco de actores está excelente. Oscar Isaac nos vuelve a fascinar con esa contención y mirada magnética que ya es marca de la casa y Tye Sheridan consigue trasladarnos su enojo y deseos de venganza. Mientras Willen Dafoe y Tiffany Haddish ejercen de sacerdotes de este ritual destructor.

Para acabar quisiera resaltar dos detalles de la realización.
Las pesadillas que asaltan a Tillich cada noche son tremendas. Le hacen revivir de continuo sus torturas en Abu Grahib. Como si de un círculo del Infierno de Dante se tratara allí no existe la humanidad. Para reproducirlas el equipo de Schrader reconstruyó Abu Ghraib y rodó con una iluminación y un formato distorsionado y delirante. Schrader quería dar la impresión de una realidad virtual ominosa que te rodea y asfixia. El director de fotografía Alexander Dynan dijo que se inspiró en "los vídeos de realidad virtual que se publican en YouTube o Vimeo y el reproductor no parece admitir la imagen: está comprimida y aplanada de una manera francamente extraña, las puertas están torcidas y las siluetas distorsionadas”.





El otro detalle que llamará la atención del espectador es que cada vez que Tillich llega a una nueva habitación de motel, cubre con sábanas todos los muebles y sillas, incluida la cama. La sorpresa es que cuando finalmente acude a la casa del comandante Gordo para enfrentarse a él, vemos que también éste tiene su casa embozada de este modo. Le han preguntado a Schrader sobre este extremo pero, según dijo, no pretendía nada en especial; se le ocurrió y lo rodó. Podría interpretarse de muchas maneras. Yo tiendo a verlo como una reproducción de esas celdas acolchadas donde encerraban a personas acosadas por brotes psicóticos. Un sufrimiento tan radical como el de estos torturadores sin redención.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.