jueves, 14 de enero de 2021

The FADE OUT - de Ed Brubaker y Sean Phillips

Este ha sido el regalo de mis Reyes Magos, Cristina y Jesús

Obras como ésta reflejan la potencia del noveno arte y no sólo porque reúna en sus páginas bazas muy importantes del sexto (literatura) y del séptimo (cine); sino porque la historia, el estilo narrativo y gráfico, el desarrollo de personajes o la fantástica ambientación histórica en el Hollywood clásico del cine negro, en los años 40, convierten a esta novela gráfica en una indudable obra de referencia. Además el cine negro de esos años de postguerra coincidió con una época no menos negra, la de la caza de brujas propiciada por el senador McCarthy, cuya psicosis anticomunista derivó en una persecución implacable contra cualquier artista que apuntara una ideología progresista. Prevalecía la defensa a ultranza del capitalismo y el statu quo de los poderosos, lo que llevó al mundo del cine a una era oscura trufada de delaciones y listas negras. Ése es el trasfondo de una historia que no deja de sumar capas y capas para mostrarnos las cloacas ocultas del Hollywood clásico que encubría sus abusos y crímenes mientras vendía la magia y el glamour del star system: "El mundo no quería saber la verdad de nadie. Siempre preferían un cuento".

Pero el cómic se titula precisamente The Fade Out (fundido a negro) porque se centra en contar lo que hay tras el brillo de la pantalla. Y el mundo que retrata Ed Brubaker es sórdido a más no poder. Los productores gobiernan vidas y trituran sueños, el sexo se convierte en moneda de pago y los secretos y escándalos en cadenas; mientras el alcoholismo es la gasolina que mantiene el ritmo de la maquinaria y las personas de carne y hueso acaban siendo suplantadas por estrellas rutilantes pero de celuloide.

El personaje principal es un guionista, Charlie Parish, bloqueado desde que volvió de la guerra y que sobrevive a su estrés postraumático regando sus horas con alcohol. 
La primera viñeta nos lo presenta tirado en la bañera de un bungalow tras una fiesta salvaje. A continuación descubre en la habitación de al lado el cadáver de Valery Sommers, la hermosa actriz que el estudio Victory Street Picture acaba de lanzar al estrellato. Las señales en su cuello delatan un asesinato; pero el estudio lo encubre todo, lo presenta como un suicidio y echa mano de una sustituta no menos rubia ni angelical. El espectáculo debe continuar y no cabe el escándalo. 

Pero Charlie no se conforma, quiere saber qué pasó, aunque la borrachera ha sumido toda esa noche en una neblina densa y oscura. Además alberga un secreto que lo maniata. En pleno bloqueo creativo, sólo le queda hacer de "tapadera" y presentar como propios los guiones que escribe su mejor amigo, Gil Mason, condenado al ostracismo por encontrarse en la lista negra de filocomunistas. Ambos son "gente rota" (como reza el título de uno de los capítulos), comparten una vida tortuosa pero están dispuestos a esclarecer el caso: Charlie por la actriz asesinada con la que estaba iniciando una sincera relación y Gil porque está harto del sistema que lo condena. Por el camino se encontrarán tipos aviesos, más cadáveres y secretos inconfesables que están bien enterrados porque amenazan el negocio.

Un guión elaboradísimo centrado en estos dos guionistas, cada uno con sus demonios, nos permitirá conocer las miserias de algunos actores, las humillaciones de muchas actrices y sobre todo cómo se las gastan los departamentos de Seguridad y Marketing de los estudios. No importa si eres gay, asiduo a orgías, corrupto o pedófilo. Todo lo tapará el estudio para que sólo refulja el brillo del neón.
No por arquetípicos son menos interesantes los personajes. Charlie es un guionista bloqueado que se consuela con whisky, Gil solo encuentra una inspiración destructiva en el fondo del vaso.  También es un imán para los problemas; el tipo que siempre está en el lugar equivocado y en el peor momento. Al Kamp y Victor Thursby son los cofundadores de Victory Streeet Pictures, con un pasado a cual más perverso. 

Brodski es el brutal jefe de seguridad del estudio que silencia los escándalos. Dottie Quin es la Jefa de Marketing que recompone el brillo de las estrellas y guarda sus secretos. Todo un ecosistema que refleja convincentemente la época del studio system (monopolio que integraba la producción, distribución y exhibición de las películas) y que una ley antitrust enterraría precisamente en 1948, momento en que transcurre la acción.

El equilibrio logrado entre el desarrollo de la historia y el de los personajes es fabuloso. La narración utiliza frecuentes y cortos flashbacks para dar mayor espesor a los personajes (conocer su pasado y sus errores). Asimismo la investigación obliga a los guionistas a rastrear los orígenes del estudio y sus prebostes para encontrar allí las miasmas de donde surge esta historia de crimen y perversión que discurre por debajo de todo el glamour y los flash.

El cínico expolicía Phil Brodski odia a los mequetrefes a los que tiene que proteger de sus propios instintos. Si hay un actor gay que no es muy discreto, una paliza a su novio lo enderezará; porque eso sí, a la estrella no se la toca ni un pelo, sólo se la asusta. Pero más que en sus sus puños americanos, sus mejores bazas se encuentran en sus archivos. Allí esconde todo tipo de fotos, cartas y pagos comprometedores para asegurarse de que todo el mundo se comporte "adecuadamente". En una secuencia muestra su desfachatez a Gil Mason.
-¿Sabes lo que me gusta de los tíos como tú?
Que no sabéis cuándo dejarlo. Es como si todos hubierais leído Don Quijote demasiado jóvenes para daros cuenta de que era un puto chiste.
-¿Me vas a sermonear con Don Quijote?
-¿Qué?¿Crees que yo no sé leer? El caso es que el Quijote es el gilipollas en esa historia. Sus "nobles ideales" ya era un chiste hace trescientos años. Pero estamos en la puñetera década de 1940... y tío como tú todavía sois incapaces de ver cómo es el mundo.
Lo peor es que creéis que eso es una virtud. Hazme caso. Tú eres el gilipollas de tu historia, Gil."
Sin embargo su archivo no es el único que hay en los estudios Victory Street. El rancho donde se rodaron los primeros cortos de la productora guarda una montaña de secretos y abusos infantiles que son una bomba retardada; siendo el propio Dashiell Hammett (tal cual), quien indica a Gil Mason cómo actuar para destaparlos.
-En la Pinkerton, a veces provocábamos a la gente. Intentábamos que hicieran alguna estupidez. La gente hace muchas estupideces cuando cree que sabes algo.
-Ajá, sí..
-Los ricos son avariciosos Gil... pero su verdadera riqueza son los secretos. Cuando tienes todo el dinero del mundo, es lo único con lo que puedes negociar."

La ambientación por sí misma se alza como uno de los personajes principales. Los estudios, los coches, las fiestas, los clubs..., cada viñeta rezuma el fascinante ambiente de esa época y no es extraño, porque el propio Ed Brubaker nos confiesa en un epilogo su concienzuda documentación. Llegó hasta el punto de contratar a Amy Condit, una experta en la época del Cine Negro en Hollywood que había comisariado una exposición sobre la Dalia Negra: "Así que cuando veas un coche, (una escena urbana) o el interior de Clifton´s, o a Desi Arnz tocando en Ciro´s, así es como era de verdad, o lo más que nos hemos podido acercar." 

También es muy interesante la introducción del volumen, donde el guionista nos explica cómo encontró una hilera de encuadernaciones en casa de unos parientes y que estos libros eran guiones cinematográficos en los que había trabajado su tío John Paxton, un guionista de la Edad de Oro de Hollywood que había escrito para Edward Dimitryk (director de Historia de un detective, 1944) uno de los 10 de Hollywood que acabaron en la cárcel en los primeros días de la Amenaza Roja.  

Esta ambientación favorece una seductora mezcla entre realidad y ficción, entre la verdadera historia del cine y la historia de Charlie Parish. Atravesando esa fina línea nos encontramos con numerosos cameos de verdaderas estrellas de la época. Clark Gable, Ronald Reagan, Humphrey Bogart, Carole Lombard o Dashiell Hammett tienen apariciones puntuales y hasta jugosas. Por ejemplo Ronald Reagan aparece como un actorucho entregado al FBI para delatar a compañeros con ideas progresistas. 

Mientras otros actores aparecen figuradamente, como el director de la película que están rodando mientras ocurren los hechos, un remedo de Fritz Lang; o el guaperas Earl Rath que tiene la sonrisa y hasta el bigotito de Errol Flyn. Pero el que ocupa unas páginas memorables  y dramáticas es Tyler Graves, un trasunto nada disimulado de Montgomery Clift, cuyo accidente de coche aparece plenamente integrado en la trama tras una actuación "muy convincente" del matón Brodski.





La historia de un guionista atrapado en el mundo aparente y salvaje de Hollywood nos lleva inexorablemente al clásico de Billy Wilder, Sunset Boulevard (La caída de los dioses, 1950), pero también a la novela La Dalia Negra, de James Elroy e incluso a la obsesiva Barton Fink de los hermanos Cohen. 

El apartado gráfico por su parte es de los que transmite: tanto el sabor de la época, como ya se ha indicado, como la emoción del momento que relata. Éste es un objetivo declarado por ambos artistas; transmitir sensaciones y sentimientos en cada viñeta: "Tuve mucha suerte al principio de encontrar a Sean, porque no hay muchos artistas en los cómics que puedan dibujar cosas del mundo real —coches, ropa, gente que solo habla— y darle un estado de ánimo y estilo como lo hace". 
Esto es más notorio con la incorporación de la excelente colorista Elizabeth Breitweiser que aporta una gran densidad dramática a las situaciones. El color de las viñetas con el protagonista solitario y atormentado tiende al negro, mientras que las secuencias de fiestas, estrenos y algún momento de felicidad es brillante y dorado. Las viñetas con puñetazos estallan con un violento fondo rojo, la iluminación a través de las persianas crean la atmósfera más típicamente noir, donde no faltan los flashes de los reporteros y las luces de la ciudad... 


No es un cómic de acción, más allá de las peleas a puñetazo limpio; de modo que las conversaciones, deducciones y recuerdos es lo que prima y las viñetas lo recogen con un gran dinamismo gracias a un modelo que ya es clásico en Brubaker y Phillips, una página dividida en una rejilla de tres franjas, donde nada desvía la atención del lector, y que Phillips desdobla puntualmente con fondos de viñetas donde se acopla un segundo plano con recuerdos del personaje o fotogramas de películas. 

The Fade Out fue publicado originalmente en EEUU en 12 números, (de agosto 2014 a enero 2016) que permanecían inéditos en España. Panini Cómics los ha editado directamente en un integral de 400 páginas que es una gozada. Incluye la galería de las 12 portadas originales, un par de ensayos sobre el Hollywood clásico a cargo de Devin Faraci (la triste historia de la actriz Peg Entwistle y el alistamiento de Jimmy Stewart para ir a la guerra) o el detalle del trabajo y documentación que han seguido cada uno de los tres artistas que han elaborado esta espléndida obra.













Ed Brubaker y Sean Phillips son autores de obras tan principales como Sleeper, Criminal, Fatale o Incógnito. 

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