lunes, 10 de agosto de 2020

LOS HOMBRES que MIRABAN FIJAMENTE a las CABRAS - de Grant Heslov

EEUU,2009


Veo por tercera o cuarta vez esta película y me provoca dos reflexiones.
Una. La comedia es una cosa muy seria. 
Aunque eso ya lo sabían Lubitch, Wilder, Berlanga o Woody Allen.  
No se trata de hacer payasadas. Aunque el humor físico y la parodia sean muy agradecidos, la mejor comedia es existencial y encuentra su punto exacto entre el absurdo y la verosimilitud. Esta película lo consigue en varios momentos de la primera parte. 

Otra. Si quieres contar una historia contemporánea de guerras preventivas y decisiones políticas desastrosas (para el mundo, no para ellos) como las tomadas por tipos tan psicóticos como Dick Cheney o tan estúpidos y peligrosos como George W. Bush o Trump ¿Qué hacer?. Quizás solo quede reproducir la estupidez con toda seriedad.

Así se lo plantea Lynn Cassady (George Clooney) al estupefacto periodista Bob Wilton (Ewan McGregor) cuando le descubre el pastel: EEUU ha creado el Ejército de la Nueva Tierra compuesto por un grupo de guerreros Jedi que practican nuevas tácticas de combate: guerra psicológica, paralizar al enemigo con la mente, atravesar paredes, practicar la invisibilidad e incluso matar cabras sólo con la mirada. Por supuesto Bob Wilton se queda con la boca abierta. Como nosotros los espectadores.

Pero ajustemos el foco. 
La película comienza con una afirmación: “Mucho más de lo que usted creería es cierto”, y así es. Jon Ronson escribió un best seller acerca de los experimentos paranormales llevados a cabo por el ejército estadounidense en los años 70. Tras la derrota de Vietnam, el ejército exploró todo tipo de posibilidades para impedir nuevos fracasos militares y el control mental fue una de ellas. Quizás el comienzo no fue muy distinto de lo que muestra la película en una conversación entre dos generales. 

-"¿Por qué empezaron los soviéticos estos experimentos?
-Bueno, señor. Parece ser que se enteraron de nuestro intento de comunicar telepáticamente con uno de nuestros submarinos nucleares, el Nautilus, cuando estaba bajo la capa polar.
-¿qué intento?
-No hubo tal intento. La historia fue un montaje de los franceses. Pero los rusos creen que la historia sobre la historia del montaje de los franceses era una historia sólida.
-¿Hicieron experimentos psíquicos creyendo que nosotros hacíamos experimentos psíquicos cuando en realidad no era así?
-Sí, señor. Pero ahora que están haciendo experimentos psíquicos vamos a tener que hacer experimentos psíquicos. No podemos permitir que los rusos nos adelanten en el campo de lo paranormal."

Esta escena, absurda y verosímil, hubiese encajado como un guante en el clásico de Kubrick, Teléfono rojo, volamos hacia Moscú

La película se articula en torno al periodista Bob Wilton cuando es enviado a Irak para realizar un reportaje sobre los combates. Allí se encuentra con Lynn Cassady, con el que intima y quien le pone en antecedentes de lo que fue la creación del Ejército de la Nueva Tierra. Un encargo del alto mando que llevó a cabo el fundador Bill Django (Jeff Bridges), hippie experto en yoga, sustancias psicotrópicas y alcohol. De hecho Cassady está en camino de encontrarse con su jefe fundador, quien le ha enviado una comunicación mental para que se reúna con él en un lugar indeterminado de Irak. Los flashback de la instrucción del Nuevo Ejército se van sucediendo mientras Wilton y Cassady se acercan a su destino. 

Parece una tontería pero el libro de Ronson documenta la presencia de estos guerreros jedi en Irak, Panamá (con Noriega), Abu Grahib y...Waco. Las páginas que explican el asedio a la secta de los Davidianos en Waco, en 1993, es insólita y brutal. Por su parte la película elige ilustrar otra de las tácticas más innovadoras, cuya absurda lógica la convierte en terrorífica: la utilización de música del programa infantil Barrio Sésamo, a todo volumen, como arma de tortura.

La película tiene los trazos de una de los Coen Bros., con su humor negro y personajes estrafalarios. Incluso el Django que interpreta el gran Jeff Bridges, como líder hippie de ese nuevo Ejército, parece una continuación del antológico personaje que encarnó en El Gran Lewoski, el Nota. 

La lástima es que la cinta tiene una primera parte vigorosa (a la escena de los dos generales hay que sumar un confuso tiroteo, en las calles de Irak, entre los mercenarios de dos contratistas americanos. Los muertos son varios pobres iraquíes a los que se les está regalando la libertad y la democracia). Pero en su segunda parte languidece y deriva hacia lo convencional. Hubiese necesitado una inyección más potente de vitriolo y mala leche para convertirse en una pequeña joya. 

Pese a ello, se nota que el elenco protagonista se lo toma en serio y convierten el aburdo asunto en una gozada. Algunos golpes son bestiales y te llevan directamente a la carcajada. 

Creo que a estas alturas ya se podría articular todo un subgénero cinematográfico titulado La Caída del Imperio Americano; en donde podríamos ver el reverso tenebroso del sueño americano: en lo militar, lo político, lo económico, o con lobbys tan ladinos como el del tabaco o la Asociación Nacional del Rifle, los frecuentes tiroteos indiscriminados, el racismo, la brutalidad policial....

La lista sería larga y nos aportaría una certera exploración de una sociedad con múltiples patologías en las que el lucro obsesivo es capaz de ocultar cualquier absurdo (siendo el 5 % de la población mundial atesoran el 48 % de las armas del mundo). Un país que lleva casi un siglo en estado de guerra permanente y cuyo eslogan más descriptivo es "puritanos en público y pervertidos en privado".

Ahí encontraríamos la reciente "Vice", de Adam McKay, retrato de un halcón como Dick Cheney, que convirtió en legal la tortura y el secuestro. La violentísima "Detroit" de Kathryn Bigelow, sobre los disturbios raciales de 1967; "La Gran Apuesta", (The Big short) de Adam McKay, sobre la crisis financiera de 2008; "Money Monster" de Jodie Foster; "El lobo de Wall Street" (2014) de Martin Scorsese; "Margin Call" (2011) de J. C. Chandor, sobre el derrumbe de Lehmann Brothers; "El caso Sloan" de John Madden, sobre la batalla judicial para el control de armas; "El Dilema", 1999, de Michael Mann, sobre el marketing engañoso de la industria del tabaco; "El Político", 1949, de Robert Rossen, sobre la refriega electoral; documentales como "Inside Job", 2008, de Charles Ferguson, sobre la sistemática corrupción de los EEUU por la industria de servicios financieros y sus consecuencias; o "Bowling for Columbine" de Michael Moore, sobre los tiroteos masivos y las facilidades para comprar armas en EEUU.

Sin olvidar series recientes tan dramáticas como "Así nos ven" (When they see us), 2019, de Ava DuVernay; sobre el brutal racismo, omisiones y manipulación que llevó a cuatro adolescentes negros a pasar un calvario judicial y ser condenados por la violación de una abogada blanca. Ya en 1989 el venenoso Donald Trump estaba alimentando su discurso de racismo y odio: pagó una página de publicidad en cuatro periódicos, incluido The New York Times, para exigir mano dura contra estos jóvenes y que se recuperara la pena de muerte en Nueva York.

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