Furibundo reality en la edad dorada de los realities, crítica económica en el imperio de los apalancamientos y fraudes financieros. Money Monster entra de lleno en los mecanismos y el lenguaje de la televisión para ofrecer un espectáculo de los de antes; cuando se decía aquello de "enseñar entreteniendo".
Un joven desesperado, que ha perdido todos sus ahorros en una inversión fallida, se cuela con un chaleco de explosivos en el estudio de televisión desde donde se emite el programa Money Monster. Allí se encierra con su presentador, Lee Gates (George Clooney) que, mientras baila y hace el payaso con sus azafatas, analiza las bolsas y recomienda inversiones. Todo es un juego parece decirnos Gates mientras baila, suena la música de fanfarria y grita como un energúmeno ¡¡Triple doble!!. Las finanzas son un juego...y ¡ay! de quien vaya en serio. Producen heridos y arrasan vidas.
Jodie Foster dirige su cuarto largo mezclando todo el morbo de los reality televisivos con el puro drama. Y ése es su mayor acierto. El joven de las bombas exige que se mantenga abierta la emisión y es entonces cuando la directora del programa (Julia Roberts) y el presentador estrella asumen su rol. La televisión manda. Prima el espectáculo y el contraste entre el drama que se está ventilando y el formato plenamente frívolo nos regala una ironía plena: la reflexión sobre el estado actual de los medios y los gurús económicos; todos ellos monstruos con pies de barro que encenagan una sociedad idiotizada.
La cinta está en la línea de un puñado de películas que últimamente se empeñan en explicarnos la gran estafa que está siendo esta crisis. El robo de los pobres, parados y pensionistas para enriquecer aún más escandalosamente a los más ricos. Ahí están La Gran Apuesta, Margin Call o El lobo de Wall Street. Aunque la línea narrativa más fuerte tiene que ver con el mundo de la televisión tal y como se reflejaba en películas como Network (Un mundo implacable), Tarde de perros o Mad City.
La crítica económica no hace sangre, aunque todos queden retratados: los bancos, los medios y el propio inversor fallido. La presencia de su novia es una refrescante bofetada. La directora, además, clava una pica en Flandes haciéndole confesar al directivo en el corazón de Wall Street. Pero no nos engañemos. También le hace decir: el sistema funciona así, no he hecho nada ilegal.
Como digo, más que en la explicación de la crisis, donde triunfa la directora es en el formato televisivo que utiliza para establecer un tenso juego del gato y el ratón: la directora ordena los planos, el presentador sigue las órdenes del pinganillo, entran los vídeos y los redactores persiguen los datos. De pronto el vacuo periodismo-espectáculo adquiere hondura y se convierte en la conciencia moral de una sociedad envilecida por las ansias del enriquecimiento rápido.
El ritmo es plenamente de thriller, la tensión crece por instantes, y el hecho de que todo se desarrolle en un set televisivo habla de una planificación tan precisa como milimétrica. La línea argumental que sigue el hilo de la empresa quebrada (Dominic West es el financiero que ofrece transparencia mientras esconde los millones) ofrece un punto más de intriga, aunque no pasa de ser meramente instrumental.
George Clooney es el puto amo. La evolución de su personaje de payaso a periodista verdadero está muy conseguida y es de agradecer que un tío con su carisma se dedique a mostrar las miserias del mundo occidental: Los idus de marzo en cuanto a política y Buenas noches y buena suerte, como homenaje a los valores que alberga el cuatro poder.
También Julia Roberts se lava la cara para representar a una profesional de los medios con gran veracidad.
En un momento dado el Macguffin de la película es un algoritmo creado para realizar miles de operaciones bursátiles en segundos. Cuando más rápido mejor. Especulación a la enésima potencia. Pero todos sabemos que las máquinas son tontas y por lo tanto virtuosas. No así quien las manipula.
Es España ya se nos mostró esta rabia ante la estafa con formato de thriller, en El desconocido. Jodie Foster va un poco más allá al implicar y jugar con el medio televisivo. Muy notable.
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