lunes, 4 de noviembre de 2019

Ad VITAM AETERNAM - de Thierry Jonquet












Llegué a este libro después de leer otra obra del autor, Tarántula, esa densa y enfermiza novela habitada por obsesiones y venganzas patológicas.

En la que nos ocupa sigue habiendo escenas muy turbias y violentas, pero la línea narrativa que parte del crimen no se enrosca en los personajes, sino que se desplaza hasta el territorio de lo fantástico.

Anabel es una joven ex toxicómana que trabaja en una tienda que ofrece tatuajes, piercings y, si eres lo suficientemente rico y depravado, escarificaciones y branding personalizado
. Un día conoce al respetable señor Jacob, dueño de una funeraria, con quien comienza a entablar una extraña amistad. En paralelo conocemos que el anciano criminal Ruderi está a punto de salir de la cárcel, después de pasar allí cuarenta años por crímenes abominables. Una de sus últimas víctimas, ya anciana, riquísima y horriblemente desfigurada, contrata a un sicario para que averigüe la verdadera identidad del viejo presidiario y después lo torture hasta la muerte. Según avanza el relato descubriremos que un secreto inmemorial une las vidas de todos estos personajes.

En los dos primeros tercios de la novela avanzan en paralelo las tramas del asesino a sueldo Oleg y del criminal Ruderi por un lado; y la de Anabel con el Sr. Jacob por otro. De pronto, al inicio de la tercera parte todo confluye. Oleg es contratado por Mme. Margaret Moedenhuik para que siga a Ruderi desde su excarcelación. La sorpresa es que, tras varias peripecias, Ruderi termina acudiendo a casa de Mr. Jacob con quien está relacionado. Lo que hasta ese momento era una simple sospecha, se revela y la acción se convierte en un thriller. 



En la obra se reconocen obsesiones de Jonquet como la fascinación por el cuerpo y sus enfermizas posibilidades de transformación, tortura o juego. Del mismo modo que la patología de una obsesiva venganza o la sugestión de la depravación y la muerte.
"Pregnant" - Gunther von Hagens

También aparecen firmes sus valores como autor dueño de un estilo muy efectivo: lacónico y seco, con frases cortas y certeras. Así como la pericia para gestionar intrigas paralelas y llevarlas con ritmo e intensidad hasta la síntesis final. El libro es muy ameno y sus diferentes enfoques siempre ofrecen interés; pero visto en conjunto, algo falla en el mecanismo. Sus partes no suman, sino que permanecen aisladas.

A pesar de ello hay que decir que la novela tiene secuencias verdaderamente potentes: la sesión privada de escarificación y branding a la que asiste Anabel está narrada en toda su crudeza. La presentación de Oleg es impactante, durante uno de sus asesinatos de encargo. El descubrimiento de una extensísima biblioteca sobre la muerte en los sótanos de la mansión de Mr. Jacob, parece anunciar un saber arcano. También la recepción en Venecia, en la que Margaret Moedenhuik muestra a Oleg su cuerpo torturado y su plan de venganza es una escena donde se respira esa atmósfera malsana donde la muerte se hace esperar mientras se mastica el dolor y se fabula la venganza. 

Por su parte la novela incluye una amplia documentación sobre la muerte y los esfuerzos por esquivarla: La visita al museo de Mannhein para ver la exposición de los cuerpos plastinados de Gunther Von Hagens, la disertación sobre los tardígrados (seres microscópicos que pueden vivir siglos) o el relato sobre la infancia de Oleg, marcada por la fatídica noche del 26 abril 1986 a la 1:23 horas en Prípiat, están perfectamente ilustradas durante varias páginas. Hay un evidente esfuerzo de documentación; pero los asuntos no mezclan entre sí. Son como reportajes que ni inciden en la trama, ni perturban o emocionan.

Gary Oldman como Mason Verger en "Hannibal"
Curiosamente varias escenas de la novela me han recordado algunas de la película Hannibal (Ridley Scott). La anciana Margaret Modedenhuik me recuerda a la piltrafa humana en que quedó convertido Mason Verger, víctima que financia la captura de Hannibal Lecter. Del mismo modo la "fiesta privada" de branding me recuerda la escena de antropofagia que lleva a cabo Lecter con el cerebro del agente Krendler (Ray Liotta).
"Ahora, alrededor de Anabel se exhibía un verdadero festival de marcas corporales. Tatuajes, quemaduras, laceraciones con hoja de afeitar, escarificaciones, piercings en los genitales, todas las preferencias y fantasías se hallaban presentes. Brad se había desnudado. Sobre su torso, antes tan trabajado a base de body-building, ahora lastrado por rollos de grasa, se desplegaba un gran fresco de fantasía heroica, con sus elfos, diablos y vampiros. Dos finas cadenas de planta sujetas a su ombligo, descendían hasta los testículos y se enrollaban con otras, para formar una densa red. Ésta se engarzaba en unos anillos insertados en el escroto, desde las ingles hasta el perineo, en perfecta simetría. Anabel ya había tenido ocasión de contemplar este espectáculo en otras celebraciones "privadas". La anatomía íntima del gerente de la tienda Scar System no guardaba ningún secreto para ella.
Sin embargo, en esta cuestión, Brad era un simple aficionado. Sí, llevaba un gran anillo en la punta del glande, un Príncipe Alberto de diámetro más que respetable, pero eso era una minucia comparado con lo que mostraban otros invitados. Algunos de los participantes de sexo masculino exhibían una verga acribillada de anillos desde la base hasta el meato, cubriendo hasta el más mínimo espacio de la piel o de la mucosa del glande. Se trataba de los invitados de más edad, determinados a vengarse de sí mismos, de esa parte de su cuerpo que ya había tocado a rebato, como si se hubiesen resignado a infligirle sufrimientos infinitos para transformar esos pobres colgajos de carne en una especie de obra de arte patética." pág. 74.
Al final es una lástima que todos esos elementos tan atractivos no acaben de cuajar.
Hay un divorcio entre los pantanos de dolor y tortura que recorre la novela y el desvío final hacia un asunto fantástico. 

Por el camino quedan el envenenamiento radioactivo que está matando a Oleg, la obsesión macabra de Anabel por la alquimia de putrefacción que sufre  el cuerpo de su amigo Marc, el profundo conocimiento que sobre la muerte tiene Mr. Jacob o la sordidez de la prostitución de lujo aderezada con laceraciones hechas con soplete y punzones. Nada de esto tiene un correlato en la trama. Son como callejones oscuros que quedan sin recorrer, mientras el autor elige como resolución un derrotero fantástico.






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Litografía de C. Schwabe que aparece en la biblioteca
Thierry Jonquet (1954-2009), está considerado como uno de los más destacados autores del polar francés.  Bien con su propio nombre o con seudónimos (como el de Ramón Mercader, asesino de Trotsky o el de Martin Eden), ha publicado más de una treintena de títulos entre novelas y cuentos.
Se declaraba fascinado por la violencia y la barbarie que aparece en los noticiarios. Dos de sus novelas, de carácter más policíaco, están extraídas de las páginas negras de los periódicos: Les orpailleurs y Moloch que además comparten los mismos policías protagonistas.

Sus mejores narraciones - Tarántula, Mon vieux (2004), Moloch (1988), Les Orpailleurs (1993), Mémoire en cage (1986), la Bestia y la Bella (1985) y Ad vitam aeternam (2002)- no se conforman con una intriga meramente criminal; sino que plantean la exploración del mal y la perv
ersión en un mundo donde personajes de lo más común albergan en su interior la depravación y la infamia. 

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