lunes, 14 de octubre de 2019

JOKER - de Todd Phillips

EEUU,2019




Se acabó.
Ya no hay tintas, ni páginas.
Joker ha aterrizado en la realidad con la figura descompuesta de Arthur Fleck.

Si Christopher Nolan con su fantástica trilogía sobre Batman, dejó atrás las páginas y los decorados para emboscarse en una ciudad real a la búsqueda de su Caballero Oscuro; Todd Phillips ha hurgado en los arrabales de un sórdido Brooklyn de los 80, para encontrar los orígenes de su Joker: un ser atormentado y disfuncional, con un fuerte desequilibrio mental.

Sin ninguna duda la película es un visceral estudio de personaje que escarba en las patologías de un perdedor supino en busca de redención. Su terrible descubrimiento es que la liberación de su estado de postración le llega a través de la violencia. Ahí es donde la película da un tajo a la moral imperante, que permite a la sociedad menospreciar a los desposeídos e inadaptados. "La peor parte de tener una enfermedad mental es que la gente espera que no te comportes como tal", escribe Arthur Fleck en su bloc de notas.

Antes de ver la película leí algunos artículos que subrayaban ecos de El Rey de la Comedia (Martin Scorsese). Al fin y al cabo Arthur Fleck es un comediante patético y sin gracia que sueña con ser el invitado estrella del talk show televisivo que conduce un exitoso Murray Franklin (Robert de Niro). Pero para mí, la referencia más poderosa apunta al clásico Taxi Driver, también de Scorsese. Aquel marginado social, Travis Bickle, que todas las noches recorría una ciudad mefítica y que en el insomnio de su habitación intentaba reafirmarse ante un espejo, es un potente antecedente de este Arthur Fleck, representante de todos los perdedores (losers) que el salvaje sueño americano va dejando tirados en la cuneta.

Todd Phillips realmente consigue fijar los pasos que llevan a Arthur a convertirse en Joker. Éste es el trazo principal de la película. El director nos conduce con habilidad por los abismos de su alma atormentada: "No he tenido ni un minuto de felicidad en mi vida", le reconoce amargamente a su madre. Y, "No sabía si realmente existía", reflexiona en otro momento. Es uno de esos seres invisibles para la sociedad, que se arrastra por las aceras sin que una mirada se pose en él: un ser sufriente y abandonado a su destino hasta por unos servicios sociales recortados. Por más que su madre le apode Happy y que esté volcado en hacer reír a los demás, siempre termina siendo él el foco de las burlas.

Este es uno de los más lúcidos atrevimientos de la película, la subversión de los caracteres clásicos. Empatizamos con un Joker que busca su lugar en un mundo sin piedad. En cambio acabamos odiando al ricachón cínico que es Thomas Wayne, padre del futuro Batman, tradicionalmente presentado como filántropo y gran mecenas de una Gothan que se hunde en su propia corrupción. Es un fascista explotador. Todos los que no han triunfado son unos payasos, llega a proclamar prepotente.
En este sentido Joker es un síntoma y un desgarro.

Hay otros tres aspectos de la película que me gustaría subrayar. Uno es, por supuesto, la antológica interpretación de Joaquin Phoenix, otro la planificación de cada plano para llenarlos de contenido y, finalmente la muy cuidada banda sonora. 

De la interpretación poco más cabe decir. Es el pilar de la película. Parafraseando a Flaubert, el actor puede decir, "Joker soy yo", por cómo se ha apropiado del personaje. Lo logra además, escapando por la tangente de la alargada sombra que proyecta el soberbio Joker de Heath Ledger. Los dos son magníficos y nada comparables, pues pertenecen a distintos universos. La transformación física de Phoenix, sus ataques incontrolados de risa, sus pausas y miradas provocan incomodidad y llegan a resultar escalofriantes. Vemos cómo se va cargando la bomba de un tipo solitario, humillado y ofendido.

Pero lo que me fascina es la cuidadosa planificación de cada plano y secuencia, preñándolos de significado. La vida del pobre Arthur Fleck ocupa el primer tercio de la película: El trabajo de mierda como payaso de alquiler, los servicios sociales indiferentes a sus problemas mentales ("Cada semana me pregunta usted lo mismo, si he tenido pensamientos negativos. Señorita, yo sólo tengo pensamientos negativos"), la ciudad que como una gorgona se lo traga cada noche. En varias ocasiones vemos a Arthur subir unas empinadas escaleras para acceder a su bloque de apartamentos. Es una metáfora de su vida. Una cuesta arriba constante. Cada día. Pero cuando Arthur libera su bestia y se convierte en Joker, volvemos a las escaleras, aunque ahora es de día y no aparece subiendo sino bajándolas por primera vez en toda la cinta: el día es luminoso, él mismo luce un traje de color rojo y no arrastra los pies sino que baila desenfrenadamente al ritmo del tema Rock and Roll part 2. 


Otra escena plena de intención es cuando huye del metro después de que le diesen una nueva paliza y él reacciona asesinando a tres brokers agresivos. Está asustado, huye enloquecido y se encierra en un water público escondido. Coge aire, su cabeza da vueltas; pero poco a poco sus pies trazan unos pasos de baile. Ante el mugriento espejo marca unos rítmicos movimientos y se presenta de frente, abriendo los brazos. Acaba de nacer Joker, un Arthur liberado de miedos y mentiras. Ya sabe quien es: un perdedor, un desequilibrado mental. Y un acto de violencia lo ha redimido.

Posteriormente lo ratificará en pleno prime time, ante Murray Franklin, quien le pregunta:
-"¿Crees que la muerte de esos tres hombres es graciosa?
-Sí, y estoy cansado de fingir que no lo es."

Respecto a la lectura política de la película no nos engañemos. Es verdad que habla de nuestra época, de su falta de honestidad y empatía. "¿Por qué son todos tan groseros y carentes de humanidad?", grita ante la audiencia, como podríamos gritar la mayoría de nosotros. Pero las revueltas sociales que se producen con gente portando máscaras de payaso o la reverencia con que rescatan a Joker del coche policial donde está magullado, son simplemente el viento de cola que le acompaña. Incluso diría que esta línea del relato está introducida de una forma simplista y precipitada. Sólo la histeria de nuestra época, de censuradora corrección política, puede haber promovido alertas tan exageradas como la del ejército norteamericano: si vas al cine "identifica en el entorno dos rutas de escape". Aunque bien es cierto que la masacre de Aurora durante el estreno de El Caballero Oscuro: la leyenda renace, está ahí. 

Pero Joker no es político, ni lidera revuelta alguna. Es un loco malvado que se recrea en el mal. En ningún cómic donde aparece tiene la profundidad dramática y realista con que lo ha dotado Phillips. Quizás la encrucijada del asunto esté ahí.

El Joker-Ledger es más poderoso porque es un personaje de ficción incrustado en un mundo narrativo que necesita del engranaje de su crueldad, vesania e indiferencia. Los mismos pecados que critica Arthur Fleck. Podemos pensar que el aterrizaje de Joker en la realidad quizás se ha vuelto contra él. Lo convierte en un Joker valioso pero de un sólo acto, de imposible recorrido. 


Arthur Fleck justo antes de escuchar Send in the Clowns, de Sinatra.

Por su parte la banda sonora es brillantísima. Hildur Gudnadóttir  aporta una música llena de expectativas; mientras que la selección de canciones dota a la cinta de un vistoso aire retro, donde encajan temas clásicos -de Frank Sinatra o Jimmy Durante- como si hubiesen sido escritos para la ocasión. Las más evidentes son, por supuesto, Smile de Jimmy Durante o Send in the Clowns de Frank Sinatra que un broker canta malévolamente junto a sus amigotes antes de dar una paliza a Arthur.

No olvidemos que en That´s life, Sinatra canta cosas como "algunas personas disfrutan pisoteando un sueño" o "he sido marioneta, indigente, pirata, poeta, peón y rey" y "si descubro que he caído de bruces, me levanto y me reincorporo a la carrera". That´s life.

Pero la secuencia totémica la consigue el director en la presentación de Joker en sociedad: esa bajada por la escalera bailando al ritmo de "Rock And Roll Part 2" de Gary Glitter, será recordada durante décadas. Lo que no sabemos es si la elección fue simplemente musical o con todas las consecuencias, ya que su cantante y compositor fue condenado a 16 años de cárcel en 2015 por abuso sexual infantil. Hay que tener en cuenta que el tema, usado en Full Monty y en numerosos eventos deportivos de EEUU (en la Super Bowl y por equipos de la NFL que la utilizaban como himno de anotación) dejó de utilizarse para no herir sensibilidades.

También tiene su historia chunga el cantante del tema "My name is carnival", Jackson C. Frank. Cuando tenía once años, explotó un horno en su escuela de Nueva York, por lo cual murieron 15 de sus compañeros. Cuando Frank estaba en el hospital, en grave estado y recuperándose de las quemaduras, aprendió a tocar la guitarra. Alcanzado el éxito, tuvo la desgracia de que su hijo murió por fibrosis quística. Frank entró en un período de depresión y finalmente fue internado en una institución mental. Fue tratado por esquizofrenia paranoide, por traumas que había sufrido de niño.

Dejo para el final, la ambigüedad con que culmina la historia.
Después de que Joker se autoinculpara en el programa de Murray y Gothan se volviese loca inundada de máscaras de payasos, volvemos a ver a Arthur Fleck en una habitación siguiendo terapia. La doctora es la misma que aparece al principio del film, aunque algo envejecida. Arthur está absorto y de pronto se ríe. La terapeuta le pregunta el motivo. "Tú no lo entenderías", le responde.

Dado que durante la película hemos visto muchas escenas bajo el punto de vista de Arthur (entrando en el estudio de televisión de Murray Franklin o siendo acompañado por su vecina Sophie Dumont -Zazie Beetz-), demostrándose luego que no eran más que ensoñaciones; está claro que el narrador es de lo menos fiable. Y si lo juntamos todo con la habitación y la terapeuta que se repiten al principio y al final... la duda nos corroe. "Tú no lo entenderías". ¿El Príncipe Bromista nos ha embromado durante toda la película?.





Joker no se basa en ningún cómic, su desarrollo dramático es idea del director Todd Phillips; pero si quieres más Joker píllate estos dos tomos ya lengendarios, el de Alan Moore/Brian Bolland y el de Brian Azzarello/Lee Bermejo.

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