miércoles, 23 de octubre de 2019

MIENTRAS DURE LA GUERRA - de Alejandro Amenábar

España,2019


S.O.S. Lo estamos perdiendo.
Estamos perdiendo a Amenábar. Uno de los cineastas más dotado de su generación, apasionado del cine (como demostró con Tesis), audaz en sus propuestas (como demostró con la innovadora Abre los ojos) y con un talento contrastado (como demostró con Los otros); se está perdiendo en sus últimas películas en un academicismo tan pulcro como frío. Películas bien rodadas que se ven con agrado, pero que ni te provocan, ni emocionan.


Todo comenzó con Agora (2009), sobre las terribles revueltas cristianas que arrasaron con la Biblioteca de Alejandría (más propiamente del Serapeo) y con la matemática Hipatia. Una superproducción magníficamente rodada, llena de ideas y situada en un momento histórico de verdadera encrucijada. Todo estaba medido y cada plano fijado; pero se echaba en falta un más profundo vuelo dramático. Siguió con Regresión (2015) con Ethan Hawke. Una buena idea inicial centrada en unos hechos verdaderamente inquietantes; pero que no logró aterrizar en algo concreto y se quedó en humo. Y ahora con Mientras dure la guerra pasa otro tanto.

Amenábar vuelve a situar su relato en una encrucijada histórica, la rebelión militar contra la República en España. Para navegar por ese avispero ideológico sigue a un pensador lleno de contradicciones, Miguel de Unamuno: primero vasquista, luego españolista, posteriormente marxista y finalmente valedor de la rebelión militar. La película podría haber hablado en profundidad de la historia de España y su laberinto o del reflejo que aquella época tiene en la España actual, o haber profundizado en una personalidad tan paradójica y contradictoria como la de Miguel de Unamuno; pero se queda en una ilustración tan lustrosa como académica de un hecho muy conocido sin aportar nada nuevo. 

Cuando se anunció el estreno de la película, me sorprendió el asunto que trataba. Me parecía ajeno al mejor cine de Amenábar; pero instantes después recordé que Mar adentro me produjo la misma impresión. Antes de ir a verla pensaba, "¿qué tiene que decir el director respecto a este asunto? Parece difícil aportar algo al tema." Sin embargo cuando salí de ver Mar adentro tuve que asumir que el talento de Amenábar le permitía elegir con libertad los temas que quisiese y saltar del thriller o el terror al drama con toda tranquilidad. Relatando el caso de Ramón Sampedro demostró una enorme lucidez y una sensibilidad fuera de duda para afrontar asuntos tan vitales y espinosos como complejos.

Así que aquí estamos, en la España del verano de 1936, cuando se producen los primeros hechos de la sublevación militar contra una república contrahecha. Franco salta de África a España mientras el célebre escritor Miguel de Unamuno decide apoyar públicamente la rebelión militar. Inmediatamente es destituido por el gobierno republicano como rector de la Universidad de Salamanca. La película recorre en paralelo los pasos de Franco para hacerse con el mando único de la guerra y los de Unamuno recibiendo los parabienes de los rebeldes mientras comienza a percibir la deriva sangrienta y represora del conflicto.

De Franco se refleja una estrategia para proclamarse caudillo. De Unamuno apenas una pose y un forzado tinte dramático, después de su famosa alocución a los falangistas en el Paraninfo de la Universidad. La película está construida para llegar a ese "venceréis porque tenéis la fuerza, pero no convenceréis", demostradamente inexacto históricamente, pero que recoge perfectamente el espíritu de D. Miguel. Poco más tiene la cinta.

En uno de sus peripatéticos paseos con un antiguo alumno ya catedrático, los dos profesores se enzarzan en una discusión eterna entre izquierdas y derechas. Amenábar los deja allí discutiendo mientras se aleja su cámara. En esas seguimos.

Es un plano muy significativo que también habla de nuestra época actual; pero también un simple apunte en medio de una postal de época. Muchos querrán verla como algo pertinente a la época que vivimos, con la irrupción de la extrema derecha como un fantasma antiguo y la exhumación de los restos de Franco, a punto de salir del Valle de los Caídos. Para mí poco tienen que ver. Que coincidan en estos días la película, la exhumación y los berridos de Vox no los vincula necesariamente. La sociedad española ha cambiado y pasado página mal que les pese a una minoría de retrógrados.
Unamuno en el Paraninfo, al lado de Carmen Polo, en la celebración del Día de la Raza


La visita que Amenábar nos propone a esos primeros días de la sublevación militar cuida el detalle. Aquel primer despliegue militar en la plaza de España de Salamanca, la restitución como rector de Unamuno, la desaparición del amigo Atilano Coco, pastor protestante y masón; el fusilamiento del alcalde Castro Prieto y la petición de ayuda de su viuda a Unamuno, la elección de la bandera rojigualda monárquica, la celebración del Día de la Raza, la liberación de Toledo como simple propaganda y hasta la afición de Don Miguel por la figuras de origami están perfectamente expuestas; pero no hay profundidad, ni desgarro.

Cuando te empieza a interesar el debate interior del escritor vasco, se queda dormido recordando una idílica tarde de juventud con su novia. Cuando comienza a interesarte la guerra subterránea que por el poder entablan Franco y la Junta de Burgos (quizás el asunto más atractivo y desarrollado), todo queda en un chascarrillo del General Cabanellas (Tito Valverde) tildando al general de "Franquito el cuquito". 
Ahí encuentro una trama de verdadero interés. 
El General Cabanellas era republicano y masón, dirigió la Junta de Defensa Nacional y fue el único general golpista que se opuso al poder absoluto que reclamaba Franco. Cabanellas clamaba ante los otros generales, "Franquito el cuquito, si le das algo ya no lo suelta": Si ustedes le dan España, va a creerse que es suya y no dejará que nadie lo sustituya en la guerra o después de ella, hasta su muerte”. Por eso incluyó en el nombramiento de Generalísimo una frase clave: "mientras dure la guerra". A la hora de pasar el documento a la firma de toda la Junta, esta frase desapareció misteriosamente. 








La película es un buen episodio para ilustrar el Canal Historia y poco más. Karra Elejalde, como Unamuno, lo intenta pero no logra poner de pie el personaje; mientras que Eduard Fernández se luce dotando de energía a su Millán-Astray, lo mismo que Patricia López Arnáiz interpretando a una hija de Unamuno  con gran presencia. 


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