Las luces en la sala se apagan, la pantalla se funde a negro después del anuncio número mil trescientos y empieza a sonar el piano mientras aparecen las letras blancas que repiten tipografía desde hace décadas. En el diseño de producción Santo Loquasto, en la fotografía el gran Vittorio Storaro....Desde los primeros segundos ya sabemos que empieza una película de Woody Allen. O la misma película que Allen rueda cada año desde hace más de treinta. Una sinfonía armoniosa que se eleva a lo clásico si encima aparece la Gran Manzana. El idilio perfecto.
Que más da su aparente sencillez, que se trate de una comedia romántica en estos tiempos tan ásperos, que la joven pareja no esté pegada a sus móviles, que los personajes siempre sean de clase media-alta o que vivan en una ciudad de película, cuyas aceras, restaurantes y jardines sólo salen en sus films.
Qué más da.
La película rezuma elegancia y naturalidad. A una situación aparentemente banal (una pareja de universitarios van a pasar un fin de semana en Nueva York) Allen la sabe inyectar sencillez, ironía, ingenio, humor y romanticismo a raudales.
Sobrado de lucidez y sabiduría cinematográfica, el neoyorkino nos cautiva de nuevo con algo tan esencial como las preocupaciones existenciales de sus personajes y los conflictos de sus relaciones personales: Todo ello a través de charlas vivísimas y maliciosas sobre sexo, religión, filosofía, historia o arte.
Una pareja de novios universitarios tiene la oportunidad de pasar el fin de semana en Manhattan. Ella trabaja en el periódico de la universidad y tiene concertada una entrevista con un cineasta minoritario y torturado. Su novio hará de guía. Es neoyorkino y encima se llama Gatsby (Timothée Chalamet). Nació y vivió al lado de Central Park, es brillante e inteligente pero un poco "extravagante" según su novia. No tiene claro qué quiere estudiar, ni qué hacer con su vida. Tiene pasión por los garitos que cuentan con un piano y se le dan muy bien las timbas.
Lo que no sospechan es que N. York "tiene su propia agenda" y el lluvioso fin de semana se convertirá en una ginkana de encuentros, desencuentros y equívocos, que pondrán a prueba su relación y madurez.
Ashleigh (Elle Fanning) se encuentra con un cineasta (Liev Schreiber) en plena crisis creativa que quiere destruir su siguiente película antes de estrenarla. Después de invitarla a un pase privado huye desconsolado. Ella y el guionista (Jude Law) salen tras él. Finalmente sólo Ashleigh llega a los estudios donde se tropieza con el galán Francisco Vega (Diego Luna) que se encandila de ella y la invita a cenar. Los paparazzi los persiguen, etc, etc.; mientras Gatsby se encuentra con la hermana pequeña (Selena Gómez) de una antigua novia. Tiene un humor muy ácido y resulta que le recuerda muy bien, etc, etc.
Tal y como se prometían el fin de semana resultará excitante, pero de lo más imprevisible; lo cual les ayudará a tomar conciencia de lo que en verdad quieren ser.
Con los años, Woody Allen se ha ido desprendiendo de accesorios y su cine se ha vuelto esencial. Todo lo que ocurre en pantalla es interesante para conocer el personaje, sus inseguridades y su evolución. La cinta podría incluirse en un subgénero que él domina como nadie, una pareja llena de expectativas y dudas que va rebotando por las calles de Nueva York. Annie Hall, Manhattan, Hannah y sus hermanas y Misterioso asesinato en Manhattan, pertenecen a este subgénero y todas son maravillosas.
Salgo encantado de la sala. La película es romántica, optimista y luminosa. Elle Fanning flota en su papel de niñita inocente y tontorrona que ansía experimentar la vida. Timothée Chalamet es un Woody Allen jovenzuelo, pero sin necesidad de psicoanalista. Aprueba sin estudiar, gana una pasta en las timbas y liga fácilmente. Está harto de su madre, dice de ella que es una "adicta a la cultura": tienes que ver esta exposición, tienes que asistir a este concierto, no dejes de leer a....
Del mismo modo Woody es un adicto a ciertos temas: a la cultura (en esta ocasión toca visita al MET y una exposición de los impresionistas), al cine y sus enjambres (¡Ay esos directores/autores!) y a los eternos conflictos que se viven en las relaciones personales.
P.D.
He ido a ver la película por sí misma. Olvidándome de las denuncias por abuso sexual que su hijastra, Dylan Farrow, presentará contra Woody Allen; o de las reacciones de algunos de los actores de esta misma película. Rebecca Hall, Selena Gómez y Timothée Chalamet, donaron sus sueldos a la plataforma Time's Up (fondo de defensa legal contra el acoso sexual en Hollywood). Además aseguraron que nunca más trabajarían con Allen. Algo a lo que se han sumado actores y actrices como Colin Firth, Natalie Portman o Michael Caine. Otros artistas, entre los que se encuentra Diane Keaton, le han mostrado su apoyo. El tema es confuso porque no ha habido sentencia sobre él y la denuncia se produjo en medio de un conflictivo divorcio.
La película se ha estrenado con más de un año de retraso, después de que Amazon Studios se negara a distribuir la cinta tras las acusaciones. La película es la número 50 en la filmografía de Woody Allen y permanece inédita en Estados Unidos.
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