Hay pocos asuntos más cinematográficos que representar la persecución de un sueño. Chazelle ha juntado este trazo con el no menos clásico del musical y lo ha actualizado brillantemente al siglo XXI. La narración sigue a dos protagonistas muy comunes en Los Ángeles, los aspirantes a artistas. Pero no deriva hacia una nueva versión de Ha nacido una estrella...; sino que ancla ese entusiasmo romántico en la amarga realidad y realiza, además, un canto vitalista a la ciudad de las estrellas. Con naturalidad y madurez, en su trama se suceden los vaivenes entre fantasía y realidad, entre sueños y peajes.
Mia (Emma Stone) es una de las muchas aspirantes a ser actriz en L.A., pero lo más cerca que ha llegado ha sido a la cafetería de los estudios Warner Bros. como camarera. Sebastian (Ryan Gosling) es un pianista que anhela revivir en su propio club, los años dorados del jazz; pero mientras tanto ha de pagar el alquiler ambientando desvaídos cócteles. La La Land reflexiona sobre el duro camino hacia el éxito y las renuncias que conlleva. Es un relato moderno que se recrea en la vitalidad de nuestros sueños, pero que no esconde la decepción.
La propuesta de Chazelle es plásticamente deslumbrante y sólo tarda unos segundos en plantearla: La escena inicial se abre con un gigantesco atasco en la autopista de entrada a Los Ángeles. Un montón de jóvenes salen entonces de sus coches, para bailar y cantar con vitalidad desbordante, "Another Day of Sun". Otro día de sol, otra posibilidad de triunfar. La cámara recorre todo el número en un portentoso plano-secuencia convertido en un clásico instantáneo. No se conforma el intrépido Chazelle, que repite plano-secuencia en la escena de claqué sobre la carretera en Mulholland Drive: seis minutos para soñar al atardecer, casi flotando sobre la ciudad de las estrellas.
Con los mimbres del mejor drama, la comedia romántica y el musical, el director hace manar de la pantalla raudales de alegría y emoción. Pero, acabada la actuación, cada uno pone rumbo a su decepcionante trabajo o a una nueva y, quizás humillante, audición. Me gustan mucho los claroscuros de la cinta y cómo quedan reflejadas las relaciones de pareja. La convivencia entre anhelos y dudas, el relato de los sueños rotos. Un relato que me ha parecido sincero y conmovedor.
La historia fluye con viveza y los números musicales se engranan perfectamente en la historia, con pleno sentido dramático: cuando se conocen y entreven que esa noche podría ser "A lovely night", cuando sueñan con la "City of stars", cuando bailan flotando por el planetarium,... e incluso cuando en un casting Mia tiene que improvisar y con los brazos caídos entona un afligido "The fools who dream".
La película se erige como un maravilloso homenaje al cine, a la música y a la ciudad de Los Ángeles. El cine es su contexto y ambición. Los protagonistas van al cine, pasean por decorados de cine tanto en los estudios como en las calles, sus evoluciones rememoran las de Cantando bajo la lluvia y Los paraguas de Cheburgo. No sé si también esconde una premonición. La pareja se cita para ver la reposición de Rebelde sin causa; aunque no pueden terminar de verla por fallos en la proyección. Lo suplen yendo en persona al mítico Griffith Park. Poco tiempo después Mia vuelve a pasar por delante del cine que... definitivamente ha cerrado.
En cuanto a la música, Sebastian nos transmite su pasión por el jazz más puro, el de las bandas y los clubs. Nos hace paladear ese sentido primigenio que tuvo cuando "nació en una pensión de Nueva Orleans, donde había un montón de gente hablando distintos idiomas y no lograban entenderse. El jazz fue la forma de comunicarse". O cuando la lleva a un club (a Mia no le gusta el jazz) y le relata lo que está pasando en el escenario: mira, todos siguen una melodía, pero ahora el trompeta ha tenido una idea y se apropia de la canción, luego el pianista,... es como una conversación que entre unos y otros están llevando a cabo. Aunque frente a sus ínfulas clásicas, un colega le tira de la oreja: Thelonius Monk y Charlie Parker fueron revolucionarios. El jazz siempre mira al futuro y tú, siendo tan conservador, también lo estás matando.
El tercer protagonista es Los Angeles, la ciudad de los sueños. Una ciudad donde todo puede suceder, que igual te encumbra que te humilla. Lo refleja muy bien una queja de Sebastian: "Esta ciudad adora todo, pero no valora nada".
Mapa creado por Brian Miller con las localizaciones de la película |
Un musical es más que una película porque no basta la historia. Su andamiaje necesita músicos, coreógrafos y figurinistas que lustren su fulgor; y La La Land los tiene de altura. De nuevo bajo la batuta musical de su amigo y compañero en Harvard, Justin Hurwitz, el director logra hacernos volar. Sus temas poseen contención y pasión. El hecho de que los actores canten con su voz (y Rosling interprete al piano) no hace sino embaucarnos con los fluidos movimientos de música y autenticidad. La diseñadora de vestuario Mary Zophres hace un vistosísimo trabajo basado en la sencillez, el color y el vuelo en unos diseños atemporales. La coreógrafa Mandy Moore no sólo definió los pasos y los enseñó durante semanas a los actores: en la escena del atasco permaneció escondida en un auto mientras marcaba el compás.
La historia de Mandy Moore o del propio Chazelle no están muy lejos del espíritu de la película. Moore persiguió el sueño del baile que le llevó muy joven, desde su Colorado natal hasta Los Angeles. Ella misma ha reconocido, "mi historia es un cliché. Tenía 18 años, 500 dólares y mi maleta". También Chazelle ha llegado a saborear la frustración de los protagonistas. Concibió esta película en 2006, incluso antes que Whiplash; aunque fue el éxito de ésta la que le consiguió el crédito necesario.
Me gusta la escritura cinematográfica de Chazelle. A los planos secuencia señalados hay que sumar el ritmo sostenido y las soluciones estrictamente visuales; como la visita de una superestrella a la cafetería donde trabaja(ba) Mia y, sobretodo, el videoclip del desenlace. Resulta curioso que sea un desenlace tan feliz como amargo Sus imágenes mudas acompañadas por las simples notas al piano del tema que comparten, logran que la emoción te atenace. Magistral.
Por este orden, Gosling, Stone, Chazelle y Hurwitz |
Después de conseguir el pleno con 7 Globos de Oro, esta misma noche acaban de anunciar que iguala el récord histórico de nominaciones para los Oscars: 14.
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