En esta película plantea el director toda una exploración vital, tan sencilla como profunda: qué hacemos cuando nos enfrentamos a la muerte.
Julián (Ricardo Darín)es un actor viva la virgen que se ha bebido la vida a borbotones. Hasta que ha chocado contra el muro de un cáncer incurable. De pronto todo queda en suspenso; pero, para su sorpresa, llega Tomás (Javier Cámara) un amigo de la infancia que vuelve de Canadá para pasar con él unos días. Se les conocía como "los inseparables", amigos de esos que no quedan, de los que siempre están ahí y "nunca pasan la factura", como le reconoce Julián en un momento dado. Juntos van a afrontar el final. Eso de lo que nadie quiere hablar, ni estar presente.
El director y guionista ha tenido la sensibilidad de dibujar unos días muy especiales. Tomás será testigo de cómo los amigos le huyen a Julián, porque no saben "cómo manejar esta situación"; pero también le acompañará en lo que constituye todo un desafío: decir no a otro desesperado intento de quimioterapia y buscar a una familia de adopción para Truman, un bullmastiff que ha sido su más íntimo compañero durante los últimos años.
Compartir con su mejor amigo las últimas locuras y buscar acomodo al perro significa, todavía, entregarse a la acción; porque como decía Sartre, "Sólo hay realidad en la acción. El hombre no es nada más que su proyecto". De modo que los actos y los días de dos amigos a la sombra de la muerte y acompañados por un perro y una mujer. Algo tan sencillo y vertiginoso como la vida, eso es lo que logra transmitir Cesc Gay.
La especial relación de estos dos amigos (reflejada con sutileza y penetración por estos dos supinos actores) ayuda a transmitir muchísimo con prácticamente nada. Apenas un gesto o una mirada nos muestran al completo el desgarro, la amistad o el miedo. La cámara es diáfana y sosegada. Ofrece a los actores una límpida ventana a través de la cual irradiar emociones.
Huyendo del espurio patetismo, la película es veraz, pero sobre todo sobria, divertida y conmovedora. No deja de evolucionar: la llegada de Tomás, algún momento en el trabajo, las citas con el perro, la visita al hijo, alguna conversación con amigos y enemigos..... Tal y como dijo el propio director y guionista, "la historia detenta una mezcla continua de humor, emoción, ironía y ternura”.
Leyendo una entrevista a Cesc Gay, me preguntaba si no será nuestro Woody Allen particular. Allí reconocía que tenía la suerte de estrenar película cada 2 o 3 años porque es un tipo sencillo que plantea películas en escenarios naturales con gente que habla. ¡Qué tío!
Efectivamente sus películas suelen estar "escritas con mimo, inteligencia y conocimiento de la naturaleza humana", afirmación de Carlos Boyero en el estreno de Una pistola en cada mano, que sirve para toda su filmografía, desde la presente hasta Ficción, Krámpack o En la ciudad. Relatos siempre frescos, sinceros y vitalistas.
"Aún no se lo he dicho", reconoce Julián refiriéndose a su enfermedad y a Truman. Ahí se refleja el grado de intimidad del personaje con su perro. Lamentablemente, Troilo, que es como se llamaba este actor canino, murió pocas semanas después de acompañar al equipo al Festival de San Sebastián. Todo un quiebro entre la realidad y la ficción.
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