miércoles, 4 de diciembre de 2013

LOS JUEGOS del HAMBRE: EN LLAMAS - de Francis Lawrence



La heroína que (se) resistía.-

Más oscura  que la primera, mejor rodada, con un diseño de producción más adulto y tenebroso, esta segunda entrega reúne las constantes de una buena aventura, con el debate íntimo del héroe trágico.  

Al igual que la primera, repite el esquema de "la cosecha" de tributos seguida por la disputa en la arena de los juegos. Pero nada es lo mismo. Los tributos son los ganadores de otras ediciones y acuden a estos 75º juegos sintiéndose traicionados por el Capitolio. Tampoco Katniss es la misma, puesto que sufre la amenaza del Presidente para que continúe la farsa so pena de grandes males. Pero sobretodo no es la misma película, porque ésta impulsa una mayor profundidad emocional y un alcance político de interesante calado.

La heroína -como hace poco vimos en El hombre de acero- lo es a pesar de ella; y esa resistencia, ese debate interno es el que alimenta la primera mitad de la película, notable por su dramatismo. 

Los más jóvenes seguramente se quejarán de lentitud e inacción en esta parte; pero no yo, puesto que mejora enormemente la expectativa de un simple reality de supervivencia.

De modo que la película, sin avanzar aparentemente nada en la trama, se dedica a escrutar el debate de Katniss y a sembrar las semillas de la futura revolución del Sinsajo en las ¡dos próximas películas! (Lo cual, dicho sea de paso, me parece un abuso).

El peso de la película recae sobre una convincente Jennifer Lawrence que igual refleja el conflicto del personaje, como resuelve las escenas de acción. El plano final de su rostro volviendo a la consciencia y adoptando expresión antes de fundirse con el sinsajo en llamas es antológico.

La revuelta se masca en detalles como las pintadas o el gesto de levantar tres dedos juntos. También en la retadora mirada que Katniss sostiene al Presidente Snow sobre el carro de caballos. Pero está claro que son sólo apuntes. El director se guarda la épica para batallas posteriores. Asimismo la arquera encuentra ayuda entre algunos tributos. Como le recuerdan en alguna ocasión, la lucha ya no es entre ellos, sino contra el poder. Recuerda quien es tu enemigo.

Este reto permanente tiene su culmen en el traje de novia que Katniss luce en la gala televisada; un traje que se transfigura en el mitológico Sinsajo. Con la posterior paliza y detención del diseñador concluye la primera parte. Katniss vuelve a la arena del juego más peligroso. Sometida a presión extrema, acabará apuntando sus flechas hacia la mismísima cúpula de la arena. Como en El show de Truman, más allá de la cúpula está la libertad. 

La película tiene el acierto de reunir un espléndido elenco de secundarios. Donald Sutherland es el Presidente dictatorial que programa los juegos para recordar la victoria sobre los distritos rebeldes. Philip Seymour Hoffman es consejero y el gran Stanley Tucci compone un histriónico presentador de las galas. No me quiero olvidar de la pizpireta Jena Malone, como Johanna Mason.

En definitiva una gran producción destinada al entretenimiento, pero que no ha eludido un mayor espesor en el drama y la reflexión social.
No puedo dejar de pensar que el fingimiento al que son obligados Katniss y Peeta en aras de una TV feliz y lisonjera tiene, en España, una lectura particular. La que se refiere a la omnipresente televisión basura con su resaca de tintes rosas y exclusivas amañadas. 
Maravillosa Katniss con el sinsajo en la pedrería

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