de Osvaldo Soriano
Siendo una novela realista, que masca el polvo del camino y del fracaso, su desolación es tan inmensa que se torna surrealista y onírica. En un momento de amargura Coluccini desvaría y rememorando sus tardes de triunfo en el circo, cabalga una bicicleta de poste en poste por los hilos del teléfono. O cuando el protagonista encuentra en el buzón de una aldea abandonada un carta que le dirige su hija desde Barcelona. O cuando dos oficiales abandonados por su ejército mantienen con sumo celo la retreta, las guardias y las izadas de bandera: "nos hemos tenido que ir ascendiendo solos". O cuando Nadia, le echa las cartas al protagonista y le acierta su vida de cabo a rabo. Su conclusión es reveladora: "usted está cansado de llevarse puesto."
Los personajes se mueven por inercia como sus coches destartalados. El gordini del cirquero, el Mercury de una pareja de hippies o el Citröen 2CV de Nadia están dando los estertores.
La novela aglutina varias facetas. Casi siempre es una novela apocalíptica, a veces picaresca (la partida de truco a la que se retan dos aldeas), y en lo más íntimo metafísica y abstracta.
El errático protagonista carece de una brújula vital, pero la obra también apunta a la desorientación del país. Esa Argentina que supuran unas páginas llenas de argentinismos. "L´avventura è finita", repite Coluccini cada vez que nos cruzamos con él. Barrante, el peronista vendedor de duchas, se lamenta constantemente de que el país esté cagado. Todos están perdidos y sus esperanzas son remotas: las de Coluccini irse a Bolivia, las de Lem saltar la banca, las de Nadia irse a Brasil.
Es muy fácil identificar al protagonista con la Argentina: "Tantas veces empecé de nuevo que por momentos sentía la tentación de abandonarme. ¿Por qué si una vez conseguí salir del pozo volvía a caer como un estúpido?, Porque es tu pozo, me respondí, porque lo cavaste con tus propias manos."
¡Dios mío, qué desolación!
En esta extraordinaria novela el protagonista deambula por la inmensa y vacía Pampa sin dinero ni destino. En su incierto periplo pasa por aldeas perdidas, estaciones abandonadas y carreteras que se diluyen en el campo.
El territorio por el que se mueve es infinito, liso y vacío. Pero al paso de las páginas se va cruzando con otros desesperados. Un camionero con el vehículo roto al que nadie rescata, una echadora de cartas a la que pagan en especie, unos curas sátrapas que trampean con las misas y sermones, o el gordo Collucini que recorre estos mundos de timo en timo después de perder su circo.
A la postre este inmenso vacío es un laberinto pues siempre acaban volviendo a los mismos lugares y encontrándose las mismas gentes. No sé si el oscuro millonario que sueña con hacer saltar la banca del casino se llama Lem (Lemmond Stanislas) en homenaje al autor de Solaris. Porque el insigne polaco también escribió "Memorias encontradas en una bañera", donde el protagonista asimismo se pierde en un laberinto personal y colectivo.
"De pronto recordé que había soñado con eso; un laberinto asfixiante en el que por más que caminara siempre estaba en el mismo lugar.". pág. 60
Siendo una novela realista, que masca el polvo del camino y del fracaso, su desolación es tan inmensa que se torna surrealista y onírica. En un momento de amargura Coluccini desvaría y rememorando sus tardes de triunfo en el circo, cabalga una bicicleta de poste en poste por los hilos del teléfono. O cuando el protagonista encuentra en el buzón de una aldea abandonada un carta que le dirige su hija desde Barcelona. O cuando dos oficiales abandonados por su ejército mantienen con sumo celo la retreta, las guardias y las izadas de bandera: "nos hemos tenido que ir ascendiendo solos". O cuando Nadia, le echa las cartas al protagonista y le acierta su vida de cabo a rabo. Su conclusión es reveladora: "usted está cansado de llevarse puesto."
Esta nómina de perdedores y estragados se cruzan y se vuelven a encontrar sin remedio aunque caminen durante días en línea recta. "Todos estábamos atrapados en esa telaraña, caminando por los bordes como insectos que buscan dar un salto desesperado".
Este territorio devastado por la soledad y la ruina me recuerda al que recorre Plop en la apocalíptica novela de Rafael Pinedo. También al cuento "Cantos de marineros en las pampas" de Fogwill.
Este territorio devastado por la soledad y la ruina me recuerda al que recorre Plop en la apocalíptica novela de Rafael Pinedo. También al cuento "Cantos de marineros en las pampas" de Fogwill.
Los personajes se mueven por inercia como sus coches destartalados. El gordini del cirquero, el Mercury de una pareja de hippies o el Citröen 2CV de Nadia están dando los estertores.
La novela aglutina varias facetas. Casi siempre es una novela apocalíptica, a veces picaresca (la partida de truco a la que se retan dos aldeas), y en lo más íntimo metafísica y abstracta.
El errático protagonista carece de una brújula vital, pero la obra también apunta a la desorientación del país. Esa Argentina que supuran unas páginas llenas de argentinismos. "L´avventura è finita", repite Coluccini cada vez que nos cruzamos con él. Barrante, el peronista vendedor de duchas, se lamenta constantemente de que el país esté cagado. Todos están perdidos y sus esperanzas son remotas: las de Coluccini irse a Bolivia, las de Lem saltar la banca, las de Nadia irse a Brasil.
Es muy fácil identificar al protagonista con la Argentina: "Tantas veces empecé de nuevo que por momentos sentía la tentación de abandonarme. ¿Por qué si una vez conseguí salir del pozo volvía a caer como un estúpido?, Porque es tu pozo, me respondí, porque lo cavaste con tus propias manos."
El autor nos refirió la génesis de esta obra:
"Estaba trabajando en una historia sobre un espía argentino en París a principios de siglo cuando un día, cruzando la calle, tuve la visión de un tipo haciendo dedo al costado de una ruta desierta. Supe que era ingeniero en informática, un científico que podría ser útil para un país en crecimiento. Y que sus desventuras debían transcurrir en medio del ajuste menemista, en esa Argentina que cae en todas las trampas de la historia, que sufre a todos los gobiernos después de creer en todas las promesas".
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