de Aki Kaurismaki
La película es tierna e incorformista a partes iguales y guarda momentos tan entrañables como la historia del rokero Little-Bob, auténtico pionero del rock francés nacido en El Havre, que aparece testimonialmente en la película interpretando una encantadora historia de amor.
¡Merci bien! Monsieur Kaurismäki.
Concluyo la visión de Le Havre y me inunda una sensación de agradecimiento. En esta opulenta Europa que no deja de mirarse el ombligo de la crisis, el cineasta finlandés nos lleva al extrarradio del continente para descubrir a los inmigrantes que se esconden en los contenedores de un puerto. Así que ver la película supone un alto en el camino para redirigirnos hacia emociones más esenciales: la solidaridad, el amor, la entrañable humanidad de los más pobres. Gracias por un cuento moral desbordante de fraternidad y esperanza.
Marcel es un bohemio empedernido autoexiliado en esta ciudad portuaria. Su sencilla vida de limpiabotas la comparte con una sacrificada mujer que le esconde una grave enfermedad. Su economía es de guerra. Debe en el bar, debe en la frutería; pero su optimismo y solidaridad resultan inquebrantables. Un día se cruza con un joven inmigrante que huye de la policía. A pesar de que su mujer es ingresada muy grave, Marcel (majestuoso André Wilms) se propone ayudar al joven Idrissa. Primero lo esconde y luego inicia una investigación por las zonas donde se esconden los inmigrantes ilegales para encontrar a su familia. La actuación de Marcel conmoverá a todo su entorno, seres que también sobreviven en la precariedad (el tendero, la mujer del bar, el policía), confabulándose todos para ayudarle a cruzar hasta Londres y reunirse con su madre.
Marcel es un personaje maravilloso y André Wilms lo borda. Un poco filósofo, siempre acompañado de su perrita Laika, no está tan indefenso como parece. Sus valores son su fuerza.
Los escenarios son los típicos de Kaurismäki, la parte de atrás de las ciudades, un puerto de carga y descarga oxidado por el tiempo, pequeños tugurios donde beber una copa, casas desnudas que apelan a la dignidad de una simple flor para escapar de la mísera realidad.
Todo el que haya visto una sola película de Karusmäki reconocerá enseguida sus planos: esa cualidad pictórica de cada fotograma, esa composición hierática de los personajes que, siempre como en escorzo, nos trasladan el vacío existente sólo unos pasos más allá.
Cómo me pides que piense si no existo, le dice a Marcel un amigo vietnamita que sobrevive sin papeles. Y también, el Mediterráneo es la mayor oficina de identificación de Europa. Todos los inmigrantes tiran allí sus papeles para que no los deporten.
La película es tierna e incorformista a partes iguales y guarda momentos tan entrañables como la historia del rokero Little-Bob, auténtico pionero del rock francés nacido en El Havre, que aparece testimonialmente en la película interpretando una encantadora historia de amor.
El crítico Rodríguez Marchante escribió (aquí) un par de hermosas consideraciones que no me resisto a reproducir:
"Le Havre es el ejemplo más claro de que lo inverosímil puede darle un buen cepillado a los zapatos sucios de la realidad"
"Le Havre es exactamente la película que cualquier conocedor de Aki Kaurismäki espera, y lo sorprendente es que suenen igual de nuevas y frescas sus candorosas denuncias de la maldad de este mundo, donde hay quien roba cosas, quien delata al vecino y quien es perseguido por la ley pero no por la justicia... No aplaudir a Kaurismaki o a su cine es como apagar velas en una iglesia."
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